El uso interesado del lenguaje y de determinados términos, retorciéndolos de tal forma que generalmente quieren decir lo contrario de lo que realmente significan, es un método que la burguesía utiliza de forma habitual. Todos sabemos que cuando un empresario quiere despedir a trabajadores habla de "racionalizar recursos" o "estructurar plantillas", si se quiere privatizar un servicio público se denomina "externalizar". A los accidentes laborales todavía no los denominan "entrada en fase no productiva", pero es cuestión de tiempo.
La expresión más empleada, con diferencia, en los dos años largos de crisis ha sido "los mercados".  Nos han presionado con "las exigencias de los mercados", "el miedo de los mercados", "el nerviosismo de los mercados", "el castigo de los mercados"...,  todos los días, a todas horas. Se ha utilizado multitud de variables con estas palabras pero todas nos dan a entender que "los mercados" son algo muy poderoso, quizás algo malos a veces, pero siempre  necesarios, invisibles, incorpóreos, anónimos, omnipotentes y omnipresentes, dotados de características casi místicas ante las cuales nada se puede oponer, nada se puede hacer salvo comportarse resignadamente ante sus caprichos.
Pero detrás de estos eufemismos hay personas e intereses muy concretos, enormes grupos financieros que manejan inimaginables recursos económicos. Esas personas y entidades son capaces de doblegar economías de países enteros y por supuesto dictar las políticas que todos han de seguir. Ahora mismo juegan a crear una nueva burbuja especulativa con la deuda pública de los países con más deuda como el Estado español, Grecia y Portugal.
Sin embargo, es mucho más cómodo para banqueros y millonarios que se exijan sacrificios a la mayoría de la población en nombre de unos abstractos "mercados" que en nombre de, por ejemplo, los 584 consejeros ejecutivos y altos directivos de las empresas del Ibex 35, que cobraron en 2009 una media de 989.000 euros, el nivel más alto alcanzado jamás por este colectivo. Sería un poco peligroso decir la verdad: que hay que congelar las pensiones para que Alfredo Sáenz, consejero delegado del Santander siga cobrando 10,2 millones de euros, que se recorten los salarios para que el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, pueda segur disfrutando de 8,39 millones de sueldo y otros "extras" y que una reforma laboral es fundamental para que el presidente del BBVA, Francisco González, tenga una nómina de 8,11 millones entre sueldo y acciones y  el presidente de Repsol, Antonio Brufau, pueda mantener su sueldo de  4,2 millones.
Como se ve, a "los mercados" les gusta vivir bien. Pero estos seres no son nada "etéreos" y sí se les puede señalar, sus fortunas se pueden expropiar y sus empresas se pueden nacionalizar. De hecho, con esas medidas no se haría otra cosa que recuperar lo que es de los trabajadores, pues es de su trabajo de donde salen estos escandalosos beneficios. Y además, el mundo funcionaría mucho mejor.

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