¡Abajo el gobierno del PP! ¡Todos a la huelga general!

Catalunya vivió el 1 de octubre escenas propias de un territorio ocupado militarmente. Miles de policías y guardias civiles —enviados por el gobierno del PP y la fiscalía del Estado— desplegaron una represión salvaje para impedir el voto en el referéndum y, enfrentándose a porrazo limpio a decenas de miles de ciudadanos pacíficos, familias, niños y ancianos, rompieron a martillazos los cristales de los colegios y robaron las urnas como si fueran trofeos. Esta violencia indiscriminada impidió la normalidad de las votaciones en 400 colegios, pero los antidisturbios, el gobierno del PP y el Estado no contaban con la resistencia masiva del pueblo catalán, que ejerció su derecho a voto con determinación y valentía en miles de mesas electorales y derrotó, sin ninguna duda, una ofensiva represiva sin precedentes en los últimos cuarenta años.

Represión franquista

Según los datos oficiales de la Generalitat, 844 personas han resultado heridas por la policía y la Guardia Civil, de las que dos se encuentran en estado grave en sendos hospitales de Barcelona. Las fotos de miles de fuerzas policiales descargando toda su violencia para impedir que la población catalana se expresara democráticamente han dado la vuelta al mundo. Toda la prensa internacional lo ha reflejado, comparando la actuación de las fuerzas represivas del Estado con la dictadura franquista. Y es que es imposible negar este hecho.

Las imágenes del franquismo han vuelto con toda su fuerza de la mano de Rajoy y su gobierno de ladrones, reaccionarios y nacional-españolistas. Pretendiendo dar una lección a la población de Catalunya, los herederos de la dictadura han cosechado un fracaso completo. La rabia, la indignación y la furia de millones de jóvenes y de trabajadores se han transformado en un muro contra el que se ha estrellado la derecha y su Estado represivo.

Las lecciones políticas de lo ocurrido el 1-O quedarán grabadas en la conciencia de millones de personas, tanto de Catalunya como del resto del Estado e internacionalmente. La justificación de que el PP y su gobierno están aplicando la ley, no puede ocultar que esa ley es injusta, antidemocrática y va directamente contra las aspiraciones de millones de catalanes a los que se pretende amordazar. Hechos que hacen aún más vergonzosa la capitulación de la dirección del PSOE, que ha preferido tejer una alianza con los herederos del franquismo antes que reconocer el derecho a decidir del pueblo de Catalunya.

La bancarrota política de la dirección del PSOE

Tras el triunfo de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE, y la derrota de aquellos dirigentes que hicieron posible la investidura de Rajoy como presidente del gobierno, se suscitaron muchas esperanzas en que algo empezaba a cambiar en la socialdemocracia, que existía la posibilidad de un giro a la izquierda. Todas estas esperanzas se han visto una vez más defraudadas por el comportamiento deleznable de Pedro Sánchez y la actual dirección socialista ante la cuestión nacional catalana.

La complicidad de los actuales dirigentes del PSOE con el PP para amordazar al pueblo de Catalunya e impedir que votara el 1 de octubre, pasará a la historia de la socialdemocracia como una de sus páginas más infames. La intervención de Pedro Sánchez el mismo día que decenas de miles de personas eran sometidas a una violencia desmedida, llorando lágrimas de cocodrilo por las “cargas policiales” sin atreverse siquiera a llamar a las cosas por su nombre, y a renglón seguido reafirmar su respaldo inquebrantable al “Estado de derecho, a las instituciones, la Constitución y la integridad territorial”, esto es, al gobierno del PP y a la España una, grande y libre, subraya su completa bancarrota política.

Los dirigentes del PSOE han puesto de manifiesto en estas semanas las consecuencias nefastas de abrazar durante años el nacionalismo españolista y fundirse con la clase dominante en todos los asuntos esenciales. No sólo han abandonado el punto de vista del socialismo respecto a la cuestión nacional —que siempre ha defendido el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas—; aunque pretendan esconder su responsabilidad llamando retóricamente a la “negociación” y al “diálogo”, en los hechos se han colocado al lado de los franquistas que recurren a la violencia y la represión del Estado.

La idea de que el referéndum del 1-O suponía un “golpe de estado” o era una imposición “antidemocrática” contra un sector de la población catalana, es una de las mayores mentiras que intentan vender los medios de comunicación al servicio de la burguesía española. Y un absurdo en sí mismo. Si tan seguro está el Estado, el PP, Ciudadanos o la actual dirección del PSOE de que los independentistas son una minoría, ¿por qué no aceptar las urnas? ¿Por qué impedir la votación? ¿Por qué en Venezuela sí pero en Catalunya no?

En una votación democrática sobre la autodeterminación, toda persona que no apoye la independencia tiene la opción clara de votar por el NO. Los partidos que defienden la legalidad emanada del 78 tienen una gran cantidad de recursos y de influencia para hacer una campaña a favor de sus argumentos y contra la independencia. Por eso mismo, la auténtica razón que explica la actitud cerril de la derecha y del Estado no es que defiendan la democracia, sino todo lo contrario: es que niegan que el pueblo de Catalunya tenga derecho a decidir y que Catalunya sea una nación. Su posición no es más que la continuación de una línea de conducta que ha manifestado históricamente la burguesía española y su Estado centralista, aplastando manu militari la mayoría de las veces las aspiraciones democrático-nacionales de Catalunya, Euskal Herria y Galiza. Eso fue lo que sucedió bajo la dictadura franquista, y desde la Transición cualquier avance en estos derechos ha sido siempre el resultado de una lucha muy dura.

El régimen del 78 responsable

La movilización de millones de jóvenes, trabajadores y ciudadanos de Catalunya ha puesto en cuestión el carácter autoritario y oligárquico del régimen capitalista alumbrado en 1978. Para abortar una situación revolucionaria —en la que la clase obrera y la juventud de todos los territorios del Estado pusieron contra las cuerdas a la dictadura y al capitalismo español— la burguesía española y las direcciones de las organizaciones de la izquierda (PCE y PSOE) pactaron reformar el edificio de la dictadura a cambio de que se reconocieran legalmente las libertades democráticas que ya habían sido conquistadas con la movilización. De esta manera se impidió la transformación socialista de la sociedad, y la burguesía mantuvo el control de la situación a través de un régimen monárquico y parlamentario que acusaba enormes taras autoritarias.

La Constitución de 1978 sancionó muchas cosas: una ley de punto y final que garantizó la impunidad de los crímenes del franquismo y que jamás se depurara el aparato del Estado, la judicatura, las fuerzas policiales y militares —que siguieron en manos de los reaccionarios de siempre—. Por supuesto, se asumió la economía de “libre mercado” y el poder incuestionable de los capitalistas, y se negó el derecho de autodeterminación de Catalunya, Euskal Herria y Galiza, inscribiendo en la Constitución la máxima de la dictadura: España, una, grande y libre.

El actual movimiento de masas desatado en Catalunya a favor de los derechos democrático-nacionales, ha situado el debate en un punto esencial: la negación de que Catalunya es una nación —tantas veces reiterada por la burguesía centralista y la derecha mediante la represión o la simple conquista militar— se ha combinado con una frustración generalizada por las consecuencias sangrantes de la crisis capitalista, del desempleo de masas, de los desahucios, de la precariedad y los bajos salarios, de la falta de futuro para la juventud. La lucha contra la opresión nacional y la opresión de clase se han entrelazado, como en otras épocas (1909, 1931, 1934, 1936, 1977…), generando un potencial revolucionario que ha desafiado las formas de dominación política del régimen capitalista español.

La clase obrera y la juventud de todo el Estado debemos entender que la causa del pueblo de Catalunya es también la nuestra. “Un pueblo que oprime a otro jamás puede ser libre”, decía Carlos Marx. Por eso el movimiento obrero a través de su historia siempre inscribió en su bandera la lucha por la liberación nacional, por la autodeterminación de las naciones oprimidas, como parte del combate por la transformación socialista de la sociedad. Hoy en Catalunya nos estamos jugando las libertades democráticas que tanto costó arrancar en los años setenta. Si hoy actúan de esta manera contra el pueblo de Catalunya ¿qué ocurrirá mañana? La respuesta no es difícil de dar. Mañana intensificarán la represión contra todos los que nos levantemos contra la injusticia y pongamos en cuestión su opresión y su dominación, aprobarán nuevas leyes mordaza y más medidas excepcionales para socavar las libertades democráticas.

La burguesía española y su Estado preparan nuevos golpes contra el pueblo de Catalunya

El 1 de octubre se produjo un punto de inflexión en la lucha de clases no sólo de Catalunya, sino de todo el Estado español. El gobierno del PP ha demostrado, con su actuación represiva, su extrema debilidad y su absoluta falta de legitimidad. Los intentos de movilizar a su base social en los días previos al referéndum, quedaron reducidos a manifestaciones muy minoritarias y dominadas por elementos fascistas que cantaban el “cara al sol” y levantaban el brazo. Absolutamente patético.

Como en todos los grandes acontecimientos de la historia, ha sido la acción directa de las masas, su intervención revolucionaria, la que ha cambiado todo el escenario. La crisis del régimen político español ha entrado en una fase explosiva. La decisión de la Generalitat, tras una jornada de movilizaciones históricas, de presentar los resultados del referéndum ante el Parlament (cerca de 2.100.000 votos a favor del SÍ, el 90% de los emitidos) y posiblemente proceder a declarar la república catalana, ha hecho saltar todas las alarmas en la clase dominante española.

El desafío es de tal envergadura que desde el gobierno del PP y los medios de comunicación de la reacción se habla directamente de dar un golpe de Estado contra las instituciones catalanas, disolver el Govern y acabar con la autonomía. El diario El Mundo expresaba en su editorial lo que se barrunta en La Moncloa: “Ante esta flagrante insurrección al orden legítimo, y en un contexto revolucionario que incluye la convocatoria de una huelga general, el Gobierno no puede dilatar la asunción de medidas que permitan frenar en seco los planes del independentismo, lo que incluye la aplicación inmediata del artículo 155 o la Ley de Seguridad Ciudadana, en aras de preservar la legalidad y situar a los Mossos bajo el control del Estado” (Ni un minuto que perder frente al independentismo, 2 de octubre de 2017).

Otros medios como El País, después de estar durante semanas jaleando al PP y aplaudiendo todas y cada una de las medidas represivas aprobadas para impedir el referéndum, ve las cosas cada vez más complicadas y exige una negociación entre el gobierno central y la Generalitat. Pero esto, después de lo ocurrido el 1 de octubre, no es posible con la posición del PP, del aparato del Estado y de sus aliados, enrocados en la negación del derecho de autodeterminación para Catalunya.

Es muy difícil establecer una perspectiva cerrada para los acontecimientos que se van a desarrollar en las próximas jornadas. Tanto el PP como Ciudadanos están dispuestos a jugar a fondo la baza del nacionalismo españolista y alentar una dinámica de polarización en líneas nacionales, utilizando a raudales la demagogia reaccionaria contra Catalunya y los catalanes. Albert Rivera considera esta coyuntura una oportunidad de oro para arrancar una porción importante de su base social al PP, y por eso clama por la aplicación del artículo 155, cerrar la puerta a ninguna negociación con la Generalitat y aumentar la represión. Una estrategia que presiona mucho al PP, que no puede renunciar a mantener agrupada a su base más reaccionaria y de extrema derecha.

No hay ninguna duda de que el enfrentamiento, es decir, la lucha de clases, va a sufrir una gran escalada. El PP ya ha amenazado a la dirección del PSOE con nuevas elecciones generales si no cuenta con su respaldo inquebrantable para defender la actual legalidad. Es decir, respaldo a nuevas medidas represivas y autoritarias.

Hay que responder con la movilización masiva. Por la república socialista catalana

La cuestión es muy concreta. La población movilizada en Catalunya se siente fuerte después del triunfo político contra la represión que ha significado el 1 de octubre. La conciencia ha dado un paso de gigante. Ahora es el momento de aprovechar esta brecha abierta para lograr la dimisión inmediata de Rajoy, derrotar esta embestida represiva y conquistar de manera revolucionaria la república catalana, que representaría un golpe brutal al régimen capitalista español y a su Estado centralista, y se convertiría en una poderosa herramienta en la lucha contra las políticas de austeridad y por la transformación socialista de la sociedad.

Todas las condiciones están madurando para conseguir estos objetivos. La convocatoria de la huelga general del 3 de octubre, a la que finalmente se han visto arrastradas las direcciones de CCOO y UGT de Catalunya, a pesar de la oposición de las direcciones confederales de ambos sindicatos, es el reflejo de la enorme presión de las masas y del punto crítico que ha alcanzado la crisis. La huelga ha sido éxito sin paliativos, pero es necesario ir más lejos.

Es necesario que la CUP, Podem y Catalunya en Comú, ERC… establezcan un frente de izquierdas claro y nítido, que defienda una alternativa de clase, internacionalista y revolucionaria, que no se subordine a la burguesía nacionalista, ni al PDeCAT ni a Puigdemont. No podemos olvidar que aunque ahora sufran la embestida reaccionaria del PP, estos políticos han aplicado recortes sociales salvajes que han causado un sufrimiento inmenso, defienden sus propios privilegios y unos intereses de clase muy concretos: los de la élite económica. Tampoco podemos descartar que estos dirigentes burgueses, como han hecho en el pasado tantas veces, traicionen de nuevo las aspiraciones del pueblo e intenten pactar una salida beneficiosa para ellos con el Estado y el gobierno del PP.

La izquierda que lucha, el movimiento obrero y sus sindicatos de clase en Catalunya, tienen hoy la enorme responsabilidad de ofrecer una solución a favor de los oprimidos en esta crisis revolucionaria, y eso pasa por profundizar y extender la lucha, preparando una huelga general indefinida en los centros de trabajo para resistir cualquier acción violenta del Estado y lograr que se vayan las fuerzas represivas de ocupación, y conquistar la república catalana con un gobierno de izquierdas al frente.

Ese gobierno de izquierda debería acabar inmediatamente con los recortes, garantizando una educación y una sanidad públicas de calidad; debería crear millones de puestos de trabajo con salarios dignos y derechos, poniendo fin a los desahucios y estableciendo un plan de viviendas públicas con alquileres sociales. Este gobierno debería enfrentarse a la dictadura de los grandes poderes económicos nacionalizando la banca y las grandes empresas, para colocar la riqueza al servicio de las necesidades de la mayoría de la sociedad.

Una república catalana ganada mediante la acción revolucionaria de las masas, implicaría necesariamente la lucha contra el PdECAT y Puigdemont, contra toda esta oligarquía política y económica que ha gobernado Catalunya aplicando las mismas recetas neoliberales que el PP. Abriría la puerta a la lucha por la república socialista en Catalunya y una república socialista federal basada en la unión libre y voluntaria de los pueblos y naciones que componen actualmente el Estado español, conquistando la solidaridad activa de las masas oprimidas de Europa y de todo el mundo.

Es completamente necesario dejar de defender ideas utópicas que son un callejón sin salida. Los reaccionarios de derechas jamás van a conceder el derecho de autodeterminación al pueblo de Catalunya porque saben que hacerlo no sólo representa una derrota de toda su política, también animaría al conjunto de los trabajadores y de la juventud en todos los territorios a ajustar cuentas con su gobierno y con el sistema en su conjunto. Es hora de que Unidos Podemos y de que Pablo Iglesias pasen de las palabras a los hechos. Hay que organizar la solidaridad activa de la población del resto del Estado con la lucha del pueblo catalán. Su triunfo será nuestro triunfo, y lograrlo no se hará con mociones de censura, ni implorando a Pedro Sánchez que abandone al PP, sino como lo han hecho la juventud, los trabajadores y los ciudadanos de Catalunya durante estas semanas: con la acción directa, con la movilización, con el arrojo y la valentía que ha hecho posible la derrota de un adversario que sólo cuenta con la represión.

Desde Izquierda Revolucionaria queremos construir una alternativa de izquierdas consecuente, que impulse la unidad de los trabajadores y la juventud de Catalunya con sus hermanos de clase del Estado español, en una misma lucha común por el socialismo. Acabar con la opresión nacional de Catalunya, de Euskal Herria, de Galiza, sólo podrá hacerse realidad, en esta época de decadencia imperialista, si va unida firmemente a la lucha por la transformación socialista de la sociedad y al derrocamiento del capitalismo.

¡Visca Catalunya lliure, republicana i socialista!

¡Fuera las fuerzas represivas de ocupación!

¡Únete a Izquierda Revolucionaria!

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