Los sucesos ocurridos en Berga —localidad de 13.000 habitantes del interior de Catalunya— durante las fiestas de La Patum del pasado 27 de mayo han conmocionado a toda la población catalana. Un joven de 22 años de la localidad murió de tres puñaladas Los sucesos ocurridos en Berga —localidad de 13.000 habitantes del interior de Catalunya— durante las fiestas de La Patum del pasado 27 de mayo han conmocionado a toda la población catalana. Un joven de 22 años de la localidad murió de tres puñaladas durante un concierto organizado por las entidades juveniles de izquierdas de la comarca. De la confusión sobre los hechos (primero se decía que fue una reyerta “entre bandas”, entre autóctonos y foráneos con connotaciones racistas, etc.) se ha pasado, rápidamente, al silencio más vergonzoso por parte de los medios de comunicación.

Y no es de extrañar dado que los verdaderos hechos ponen de manifiesto varios aspectos. En primer lugar, que los Mossos d’Esquadra no actuaron hasta que ya era demasiado tarde. En segundo lugar, que aunque la mayoría de los participantes parece ser que no formaban parte de un grupo fascista organizado, el carácter de la agresión es claramente fascista ya que fue contra un concierto organizado por las asociaciones de izquierdas y catalanistas de la zona, y los agresores llevaban símbolos fascistas. Y, en tercer lugar, que ha significado una explosión social en Berga, con varias manifestaciones de vecinos exigiendo justicia.

Escandalosa pasividad

de los Mossos d´Esquadra

Dos días más tarde de la agresión las entidades juveniles de Berga publicaron un comunicado para esclarecer los hechos, ante la montaña de mentiras o verdades a medias de los medios de comunicación. A las 22 horas ya habían empezado las agresiones contra jóvenes que se acercaban al concierto. A las 00:15 horas se dirigieron al concierto unos veinte individuos con navajas, agrediendo a los asistentes al concierto indiscriminadamente. Algunos de los participantes intentaron repeler la agresión, entre ellos se encontraba el joven que, finalmente, fue asesinado. Además, resultaron heridos otros nueve jóvenes que acabaron en el hospital.

Los Mossos d’Esquadra no llegaron hasta última hora —a pesar de que se realizaron numerosas de llamadas de aviso— para realizar dieciocho detenciones. Los agresores eran delincuentes habituales de la ciudad (algunos de Berga, otros eran ecuatorianos, marroquíes, bolivianos...) que desde hacía un cierto tiempo realizaban este tipo de actos contra la juventud del Berguedà. Además, como más tarde tuvo que reconocer un jefe de la policía, durante todo el concierto había dos policías de paisano que, supuestamente, vigilaban para que no hubiera incidentes. En realidad estuvieron observando los hechos sin hacer nada. Es más, tuvieron una actitud de desprecio y provocación hacia los espectadores del concierto. Cuando alguna gente les pedía que se quedaran para evitar más agresiones la respuesta fue: “id a comisaría a poner la denuncia” y, lo más indignante de todo, algunos agredidos que fueron al hospital en coche, fueron parados y obligados a hacer un control de alcoholemia a 50 metros del hospital, a pesar de que algunos de ellos llevaban la cara sangrando y con contusiones de las agresiones.

Esta actitud, como mínimo, choca con el trato que reciben los grupos fascistas que cada año celebran actos para conmemorar la “España una, grande y libre” el 12 de octubre, y que son literalmente escoltados y protegidos por las “fuerzas de seguridad del Estado”.

Berga se moviliza

Todos estos hechos han indignado a la población de Berga. Los días posteriores, hasta 2.000 personas se manifestaron en los alrededores de los juzgados exigiendo justicia por la muerte de Josep María Isanta y se entregaron 9.000 firmas para que “se alargue al máximo posible el período de detención” de los asesinos. Además, los vecinos fotografiaron a los agresores y colgaron las fotografías por todo el pueblo para conseguir que, en el caso de que salgan a la calle, no vuelvan a pisar las calles de Berga ni cercanías. Por cierto, todas estas manifestaciones no tuvieron un carácter racista, ni reclamaban que se fueran los inmigrantes, sino simplemente demandaban lo que decían en las pancartas: “señora jueza, exigimos justicia, escucha al pueblo”, “¿Dónde estaban los Mossos?”...

La respuesta del tripartito, en boca de la consellera d’Interior, Montserrat Tura, ha sido absolutamente inadmisible. Frente a las críticas a la actuación (más bien la no actuación) de los Mossos ha contestado que los culpables de esta situación son los organizadores del concierto, situando en el mismo plano a los agresores y a las víctimas. Y frente a las movilizaciones exigiendo justicia han contestado con la criminalización de las mismas, bajo acusaciones de “presión a la justicia” y alarmando sobre el peligro de que “la gente se tome la justicia por su mano”. Por contra, lo que hemos podido ver en Berga, en pequeña escala, es como la organización y movilización de los habitantes de la localidad ha sido mucho más contundente y efectiva que la justicia burguesa, con su lentitud, enorme burocracia y, sobre todo, su carácter de clase. Que los habitantes de Berga hayan dado a conocer las identidades de los agresores colgando fotografías suyas para exigir que no vuelvan por allí cuando salgan de la cárcel es mucho más efectivo que cualquier sentencia judicial de alejamiento.

No ha sido la primera agresión ni, desgraciadamente, será la última. La misma cantinela de siempre, sobre el cóctel de drogas y alcohol y las ganas de pelea de la juventud, también la hemos escuchado en este caso. Así, por un lado, nos ponen en el mismo saco a todos los jóvenes y criminalizan a los que luchamos. Y, por otro lado, ocultan el verdadero carácter fascista de estas agresiones. Pero esta “explicación” está muy alejada de la realidad. Es la combinación de una polarización social y política a derecha e izquierda en la sociedad, a raíz de los acontecimientos de los últimos años, a lo que hay que añadir la inspiración ideológica que reciben los fascistas por parte de personajes como Acebes y de todos los agitadores profesionales de la extrema derecha lo que explica el incremento de agresiones fascistas en el último tiempo.

La única respuesta que verdaderamente puede detener estas agresiones no es el silencio o el “retorno a la normalidad” que algunos reclaman, sino una política contundente por parte de los dirigentes de la izquierda en la Generalitat y en el gobierno central, disolviendo las bandas neonazis y encerrando en la cárcel a los autores de agresiones fascistas. A la vez que tienen que aplicar una política en lo económico y social verdaderamente de izquierdas, en beneficio de los jóvenes y trabajadores, apoyándose en la movilización de éstos, para así aislar a los Zaplana y compañía y a los grupos fascistas.

Aniol Santo

Sindicat d’Estudants de Catalunya

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