El pasado 13 de diciembre 200.000 catalanes de 167 municipios votaron en referéndum a favor de la independencia de Catalunya, en una iniciativa inédita que se llevará a cabo en al menos otros 100 municipios más.

El pasado 13 de diciembre 200.000 catalanes de 167 municipios votaron en referéndum a favor de la independencia de Catalunya, en una iniciativa inédita que se llevará a cabo en al menos otros 100 municipios más.
Más allá de los síntomas que se desprenden de los resultados del referéndum, y de los intereses de sus promotores, se vuelve a comprobar que la reacción es incapaz de tolerar el menor atisbo de ejercicio de un derecho democrático tan elemental como el derecho a la autodeterminación, aunque fuese de un modo simbólico y no oficial. El PP llegó a reclamar que los Mossos d’Esquadra deberían haber impedido las consultas por la fuerza.

El desencadenante de los referéndum del 13-D fue el celebrado en Arenys de Munt en septiembre. Fue un síntoma político remarcable que tanto ERC como CDC no apoyaran ni impulsaran este referéndum, sino que se opusieran. Sólo después de constatar su exitosa participación, de más del 40%, cambiaron de actitud. En pleno debate sobre el posible recorte del Estatut y a un año de las elecciones autonómicas, vieron una oportunidad para sacarle rédito. Además, tenían la necesidad de reafirmarse en un contexto de inestabilidad y recomposición de las distintas opciones políticas nacionalistas en Catalunya.
Así, después de Arenys, se articuló la "Coordinadora Nacional per la Consulta sobre la Independencia de Catalunya", integrada por 17 asociaciones nacionalistas, de alguna u otra forma vinculadas a CDC (Convergència), ERC, o Reagrupament (escisión de ERC), y con caras públicas como Joan Laporta. Mientras tanto, el PSOE y el PSC, optaron por hacer caso omiso de las consultas con la intención manifiesta de que pasaran sin pena ni gloria, quitándole cualquier relevancia no sólo jurídica sino también política.

Los resultados del referéndum

De los 700.000 catalanes que podían votar lo hicieron la nada despreciable cifra de 200.000, un 27%, ganando el Sí con el 94'9%. Aunque el objetivo que se marcaron los organizadores era el de igualar la participación del referéndum de Arenys (41%), superar la de las recientes elecciones europeas (37'5%), e incluso la del referéndum del Estatut de 2007 (48%), y la prensa burguesa estatal se apresuró a destacar el fracaso del referéndum por la baja participación, lo que hay que tener en cuenta es que se trataba de una consulta no oficial, organizada con al menos 10.000 voluntarios y que el censo electoral aumentó en relación a anteriores elecciones por la extensión del voto a inmigrantes y a jóvenes de 16 a 18 años.
Al no alcanzar los objetivos previstos se abrieron importantes grietas entre los componentes de la coordinadora. La idea inicial de celebrar el referéndum en la ciudad de Barcelona ha perdido adeptos por miedo a encontrarse con una participación muy baja. Donde sí se celebrará, el 28 de febrero y el 25 de abril, es en otro centenar de municipios incluyendo Molins de Rei i Sant Just Desvern (Baix Llobregat), Girona, i Granollers (Vallès Oriental). Está por ver si finalmente se incorporarán importantes ciudades obreras, como Badalona, Sabadell o Igualada.
Obviamente, esta consulta ha tenido un efecto mayor en las capas sociales más proclives a movilizarse en torno a la cuestión nacional. Sin embargo, estas capas son muy heterogéneas y expresan intereses distintos y hasta contradictorios. Por eso, aunque un sector de los participantes en esta consulta puede corresponder a votantes de CiU y de ERC, no podemos entender completamente estos resultados sin tener en cuenta que una parte importante de sectores de la juventud más radicalizada y que ven en el independentismo una forma de demostrar su rechazo al sistema y a la política oficial también se han expresado.

Fermento social y político

Debemos tener en cuenta que entre los organizadores ha participado la izquierda independentista, como la Candidatura d'Unitat Popular (CUP), que en las elecciones municipales consiguieron 18.000 votos, un voto que luego en las elecciones autonómicas no se decanta hacia CiU ni ERC, en su mayoría. Particularmente importante es lo que está pasando con ERC en los últimos años. Esta formación logró atraer electoralmente a una importante capa de jóvenes de izquierdas (más de 600.000 votos en las generales de 2004) cuyas expectativas han sido crudamente frustradas, acentuándose el vacío político a la izquierda del PSC que en Catalunya es particularmente acusado.
La realidad social y política de Catalunya es que hay un enorme descontento acumulado por el empeoramiento en las condiciones de vida, por la "desafección de Catalunya hacia España" de la que habla Montilla, o por la creciente desilusión hacia la política del Tripartit y descrédito general hacia la política oficial, espoleada recientemente por sonoros casos de corrupción.
El referéndum ha sido reflejo aunque distorsionado y pálido, de movimientos de fondo, complejos y contradictorios, que se están produciendo en la sociedad. El hecho de que se hayan impulsado consultas de este tipo al margen de los cauces oficiales, así como la participación de al menos un sector politizado de la juventud son síntomas que para cualquier militante de la izquierda deben tener mucha importancia.

La cuestión nacional, n hecho real

Este análisis no es contradictorio con el hecho de que la clase obrera y capas importantes de la juventud no hayan participado en esta consulta y hayan mantenido una actitud más bien indiferente. No obstante, la no participación en estos referéndum no puede interpretarse como indiferencia hacia la opresión nacional ni hacia la política en general. En la clase obrera catalana, en particular, hay un hondo rechazo y hostilidad hacia la derecha españolista representada por el PP (contra la que se ha movilizado intensamente en los últimos años, hombro con hombro junto a la clase obrera del resto del Estado) pero a la vez hay una profunda desconfianza hacia los cantos de sirena del nacionalismo burgués catalán. El hecho de que la clase obrera rechace frontalmente y activamente el anticatalanismo fascistoide del PP no significa que vea la independencia como una alternativa a los problemas sociales y políticos. De hecho, la clase obrera catalana, correctamente, no quiere romper sus vínculos con la clase obrera del resto del Estado y eso es a lo que juega tanto la burguesía española como la catalana para debilitarnos como clase.
Las encuestas más recientes sitúan el independentismo en Catalunya del 20 al 39% y lo más importante, el 70% de la población está a favor del derecho a la autodeterminación aunque luego no votaría a favor de la independencia. En Catalunya, la cuestión nacional es una realidad, pero la única manera de encauzar este sentimiento fundamentalmente positivo y progresista que hay entre un sector de la población, y con un enorme potencial revolucionario, es vinculando el derecho a autodeterminación y el rechazo a cualquier tipo de opresión nacional con un programa socialista, es decir un programa de lucha que de una alternativa al capitalismo y sus lacras: desempleo, degradación de la sanidad y la educación pública, amenaza continua a las conquistas históricas de la clase obrera, opresión a los derechos democráticos... Nuestra alternativa es la Federación Socialista de las Nacionalidades Ibéricas, en el marco de la Federación Socialista de Europa, mediante la expropiación de la burguesía y el establecimiento de un genuino régimen de democracia obrera, que cubra tanto las necesidades sociales y económicas de las masas como la consecución de los derechos democráticos nacionales, acabando con cualquier tipo de opresión.  

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