El enorme descontento social acumulado en Catalunya —la frustración e indignación ante el paro masivo, ante los deshaucios por impago de hipoteca, el aumento de la pobreza y los bruscos recortes sociales...— ha explotado de forma abrupta con las movilizaciones iniciadas el 15 de mayo. Miles de jóvenes, trabajadores, jubilados, parados e inmigrantes, han irrumpido en la vida política a través de manifestaciones, asambleas y de un debate permanente, con un marcado cuestionamiento del sistema capitalista.

Los bruscos recortes sociales anunciados por CiU nada más llegar a la Generalitat encontraron una respuesta inmediata en la calle. A principios de abril los trabajadores de los hospitales y centros sanitarios protagonizaron una oleada de movilizaciones diarias masivas, confluyendo en una concentración el 14 de abril con decenas de miles. La crítica a los dirigentes sindicales, que incluso en algún centro, como el Hospital de Bellvitge, retiraron el apoyo a las concentraciones diarias, ha estado muy presente. Tras esta movilización, los dirigentes sindicales planearon una manifestación el 14 de mayo.
A pesar del carácter limitado del plan de lucha, las concentraciones semanales y cortes de carretera de los trabajadores de los hospitales se han mantenido, y una multitud de institutos y escuelas públicas lucen pancartas de protesta contra los recortes, que implicarán el despido de unos 3.000 profesores interinos a final de curso. Todo ello confluyó el 14 de mayo, en Barcelona, en una nueva y masiva manifestación de masas, con 200.000 trabajadores de sanidad y educación, en un ambiente muy combativo.
Esta contundente respuesta tan solo cuatro meses después de la victoria electoral de la derecha, igual que el movimiento desatado el 15 de mayo, ha sorprendido a la derecha nacionalista, que ha pasado de celebrar la victoria electoral a enfrentarse a una movilización de masas y un rechazo social masivo a los recortes. Como en otras ocasiones, la burguesía ha confundido el ambiente entre la clase obrera y la juventud con la actitud pasiva y dócil que han mostrado los dirigentes sindicales. Tras la movilización del 14 de mayo, estos no han anunciado nuevas movilizaciones (más allá de las concentraciones semanales en las puertas de los hospitales) renunciando en la práctica a dar continuidad a la lucha, a pesar de que los recortes ya se están llevando a cabo, con gravísimas consecuencias en la sanidad pública.

Las elecciones no reflejan el descontento social

A la vez, el movimiento desatado el 15 de mayo ha tenido un impacto brutal en Catalunya. Como en el resto del Estado, del 15 al 22 de mayo cada movilización era mayor que las precedentes y especialmente importantes el fin de semana de las elecciones. El rechazo a la prohibición de las acampadas y concentraciones agrupó a decenas de miles de personas que decidieron defender la plaza. La noche del viernes 20 de mayo una asamblea masiva que ocupaba toda la Plaça Catalunya, en un ambiente electrizante de lucha, aprobó un manifiesto con una plataforma reivindicativa muy avanzada y con un marcado carácter de clase y anticapitalista [esta plataforma es muy similar a la aprobada en Málaga, que puedes leer en el cuadro de esta misma página], reflejando las movilizaciones previas y en enorme salto en la conciencia que se ha dado en cuestión de días.
El resultado electoral del 22 de mayo, con la victoria de CiU, que incluso gana en la capital catalana, y el ascenso del PP y la racista PxC en ciertos barrios obreros, parece entrar en contradicción con el proceso de movilizaciones. Al contrario, está estrechamente relacionado. La base social de la derecha ha sido agrupada electoralmente por tener una dirección que con firmeza y decisión agita los prejuicios más rancios, como el racismo o la defensa de la ley y el orden. Por el contrario, la base social de la izquierda se encuentra huérfana porque sus dirigentes están implicados hasta el tuétano en la política de recortes sociales y despidos. Por ejemplo, el exconseller de Economia del tripartit y miembro del PSC, Antoni Castells, ha propuesto un gran pacto con CiU para aprobar los recortes sociales.
Esto explica el descenso de votos del PSC, ERC e ICV, que han perdido en global 300.000 votos, pasando mayoritariamente a la abstención, que ha registrado un 44,99%, algo menor que en 2007 pero igualmente muy elevada, once puntos por encima de la media estatal y mayor que en las autonómicas de 2010. CiU sube 60.000 votos, el PP otros 80.000 y la derecha en conjunto (CiU, PP, C’s y PxC) sube en 170.000 votos. Resulta significativo el ascenso de la izquierda independentista, con los 62.000 votos de las CUP, y los más de 170.000 votos nulos y en blanco.
La victoria de la derecha en las municipales, igual que en las elecciones autonómicas del otoño pasado, lejos de frenar las movilizaciones, las impulsará en la medida que acelerará los ataques y recortes sociales, a la vez que incrementará el descrédito hacia la política oficial burguesa. La respuesta al desalojo de Plaça Catalunya y la recuperación de la plaza es una pequeña muestra del margen con el que cuentan.

La brutal represión impulsa
el movimiento 15-M

La semana posterior al 22 de mayo ha registrado un descenso de la participación en las caceroladas diarias en Plaça Catalunya, y una irrupción de acampadas, concentraciones diarias y asambleas de vecinos en multitud de barrios obreros de Barcelona y municipios catalanes. El 26 de mayo más 5.000 profesores precarios de las universidades y estudiantes de instituto y universidad abarrotaron la Plaça Sant Jaume y ciudades obreras como Terrassa o Viladecans han vivido manifestaciones de miles de personas.
El desalojo y la brutal represión policial de la acampada de Barcelona la mañana del viernes 27 de mayo espoleó nuevamente el movimiento. Los motivos de higiene y seguridad por la posible celebración deportiva del Barça el 28 de mayo en Canaletes, que cínicamente ha utilizado el gobierno convergente, ha sido percibido como una burda excusa para llevar a cabo un desalojo encubierto. También fueron desalojadas violentamente las acampadas en otras poblaciones como Badalona o Lleida. Una de las reivindicaciones del movimiento está siendo la petición de dimisión del conseller de Interior.
Los antidisturbios de los Mossos y la Guardia Urbana cercaron a los acampados que estuvieron toda la mañana sin agua ni comida, a pleno sol, hasta que una comisión de abogados pudo colar galletas y agua. La “limpieza de la plaza y retirada de objetos contundentes” ha significado el desmantelamiento y retirada de todas las tiendas, pancartas y eslóganes, recogida de firmas y material informático. Las miles de personas que durante la mañana se fueron agrupando para recuperar la plaza de forma pacífica se encontraron con una represión indiscriminada, repartiendo porrazos y disparando pelotas de goma. Más de 120 heridos, uno de los cuales pasó la noche en la UCI en estado grave, han provocado mayor indignación y solidaridad. Las pancartas y cartelones de los presentes hablan por sí mismos: “Os habéis equivocado, ahora estamos más indignados”, “La violencia no silencia las ideas. Fdo: una persona sin miedo”.
Tras horas de resistencia pacífica, los Mossos se tienen que retirar y miles de personas ocupan de nuevo la plaza para levantar la acampada en un ambiente de euforia por la victoria contra la represión. La manifestación prevista por la tarde contra los recortes en sanidad, que confluyó en Plaça Catalunya con una cacerolada contra la represión, agrupó de nuevo a decenas y decenas de miles de personas, en un ambiente similar al que se vivió una semana antes. La defensa masiva de las acampadas muestra como miles de jóvenes y trabajadores han entrado en la política, por el camino de la lucha, para no irse.
La participación en las movilizaciones viene acompañada con un creciente interés por la política, por entender cómo funciona el mundo para cambiarlo. Todo está en discusión, lo cual es muy positivo. Los objetivos de la lucha, los métodos y los pasos a dar para impulsar el movimiento. Frente a este debate democrático, algunos compañeros, en muchos casos organizados políticamente pero que lo ocultan, intentan impedir el reparto de propaganda de organizaciones como el Sindicat d’Estudiants, con el pretexto de que este movimiento no acepta organizaciones sino individuos. En nombre del “asamblearismo”, tratan de combatir las ideas que no comparten no con argumentos sino con actuaciones burocráticas y antidemocráticas, tutelando al movimiento y decidiendo qué pueden o no pueden leer los jóvenes y trabajadores.
Para impulsar la movilización, unificando los distintos sectores en lucha, elevándola a un plano superior es necesario dotar al movimiento de un programa revolucionario y de clase, y de una perspectiva de lucha que incorpore al movimiento obrero de forma masiva, con la organización de una huelga general.

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