Los dirigentes de la CUP se entregan a Convergencia

Tras varios meses de negociaciones, la dirección de la CUP se ha humillado vergonzosamente ante Convergencia. Esta capitulación se ha justificado por que facilita el proceso hacia la autodeterminación y se logra apartar a Artur Mas de la presidencia de la Generalitat, pero la realidad es muy distinta. La cúpula de la CUP se ata al carro de un sector de la burguesía y la derecha catalanista que utilizará esta subordinación para atacar a la clase obrera y la juventud con nuevos recortes, apropiándose demagógicamente el derecho a decidir para asegurar su poder y sus privilegios.

Existe una sensación de traición a la militancia que durante los últimos cuatro años se ha destacado en la lucha contra los desahucios, contra los recortes salvajes de CiU en educación y sanidad, que ha recibido los golpes y porrazos de los mossos d’esquadra en Plaza Catalunya o frente al Parlament, y que hizo posible el magnífico resultado electoral en las últimas autonómicas. Una militancia que hasta en cuatro ocasiones se expresó mayoritariamente en contra de investir a Mas.

Frente a esta determinación, los sectores de la dirección de la CUP que apostaban por la colaboración de clases han intentado por todos los medios y maniobras posibles forzar un resultado favorable al acuerdo. Después de ratificarse el “NO definitivo” en el Consejo Político de la CUP, bien es cierto que por cuatro votos de diferencia frente al SÍ, Antonio Baños—el cabeza de lista de la CUP al Parlament— presentó su dimisión mientras los sectores más derechistas pedían perdón, de forma humillante, por haber impedido la investidura de Mas. A todo se esto se sumaron los coros de los convergentes que dirigen la ANC y otras entidades nacionalistas, que no ahorraron en insultos y desprecio a la militancia de la CUP, tildadas de “comunistas”, “españolistas” “revolucionarias”, o los lamentos hipócritas por haber confiado en una formación que “carece de sentido de país”. Una campaña furibunda para manipular el mandato de las bases y poder finalmente llegar a un acuerdo con Junts pel Sí, burocrático y fraudulento, rumiado en lugares bien protegidos de la luz y los taquígrafos. ¡Cuando se trata de las decisiones importantes, las “asambleas” se sustituyen por las formas más antidemocráticas de la política burguesa!

La CUP humillada por Mas y Junts pel Sí

Poco después de alcanzarse el acuerdo, Artur Mas comparecía en la Generalitat para informar sobre el mismo en un gesto revelador: Mas no se aparta de la política, y en el Govern o fuera de él será determinante para las decisiones fundamentales. Por supuesto, la retirada de Mas como President es un trago amargo, pero incomparablemente más digerible que convocar para marzo unos comicios donde los resultados de Convergencia podrían haber sido catastróficos. Por eso Mas, después de que la cúpula de Convergencia y Esquerra le invitarán a este sacrificio, salió contento y triunfal, plenamente consciente del éxito que supone dicho acuerdo y el golpe mortal infligido a la CUP.

El pacto firmado coloca como President a Carles Puigdemont, alcalde de Girona, un fiel y leal convergente presto a continuar con el legado de Mas. Pero lo más grave del acuerdo son las condiciones humillantes que los dirigentes de la CUP han aceptado: si Mas se marcha momentáneamente, la CUP renuncia a aplicar una política propia y queda a las órdenes de Junts pel Sí.

Según los términos del acuerdo, se obliga a los diputados de la CUP a “no votar en ningún caso en el mismo sentido que los grupos parlamentarios contrarios al proceso y / o el derecho a decidir cuando esté en riesgo dicha estabilidad [parlamentaria/ de gobierno]”. De esta manera cualquier iniciativa legislativa que amenace la estabilidad del Govern, como por ejemplo los presupuestos, por muy injustos y por muchos recortes que contengan, tendrá que ser aceptada. En definitiva, los parlamentarios de la CUP pierden su libertad de voto para someterse a la disciplina de Junts pel Sí, es decir, de Convergencia. En segundo lugar la CUP, en un hecho históricamente insólito, cede dos diputados a Junts pel Sí para garantizarle la mayoría absoluta no obtenida en las urnas. Un auténtico fraude para los votantes y militantes de la CUP. ¡Si hubieran querido votar a Junts pel Sí ya lo habrían hecho directamente!

Finalmente, pero no menos grave, la CUP realiza “examen de conciencia”, pide perdón, y se castiga, por “haber puesto en riesgo el impulso y el voto mayoritario de la población y el electorado a favor del proceso hacia la independencia”, y reconoce sus “errores en la beligerancia expresada hacia Junts pel Sí”. La CUP “pone a disposición del acuerdo el compromiso de renovar, tanto como sea necesario, el propio grupo parlamentario con el objetivo de visualizar un cambio de etapa y asumir implícitamente la parte de autocrítica que le corresponde en la gestión del proceso negociador”. Mas, relamiéndose por su triunfo, ha resaltado en la comparecencia este aspecto indicando que “algunos diputados y diputadas de la CUP tendrán que renovarse para hacer explícitos estos errores de la CUP”. ¡Sencillamente increíble! Lo que Mas y Convergencia nunca han hecho por los recortes salvajes y criminales, por la corrupción del clan Pujol, las comisiones del 3%, sus pactos con el PP para sacar adelante la reforma laboral, o la represión brutal contra la protesta social, se lo impone a la CUP, que acepta resignada dicho castigo.

En definitiva, la burguesía y sus representantes no tienen problema alguno en “ceder” en las formas y en aspectos secundarios para mantener firmemente su poder político y económico. En última instancia, lo que está en juego no es la “independencia” de Catalunya sino quién decide las políticas a aplicar: Pujol, Mas o Puigdemont, es decir, Convergencia y los de siempre, o los que hemos estado en las calles luchando contra sus privilegios. El propio Mas lo ha explicado en su comparecencia, al señalar que un acuerdo en estos términos, busca garantizar la estabilidad y la gobernabilidad, es decir, continuar con las políticas de ajuste y asegurar sus intereses de clase.

Sí al acuerdo con Ada Colau, sí a la unidad de la izquierda que lucha

Convergencia y Mas tratan de ganar tiempo después de los sucesivos varapalos electorales que han sufrido. Las elecciones generales del 20-D en Catalunya supusieron una derrota histórica para la derecha españolista pero también para los nacionalistas burgueses de Convergencia. Si el PP se coloca en el furgón de cola con tan sólo 5 escaños y Ciudadanos pasa a quinta posición con los mismos diputados que el partido de Rajoy, la Convergencia de Artur Mas, el partido de la estabilidad burguesa en Catalunya —que perdió más de la mitad de su electorado, casi 600.000 votos menos, reduciendo su número de escaños de 16 a 9— se ha situado en una posición electoral cada vez más difícil. La burguesía catalana, y concretamente el aparato político de Convergencia, ha utilizado y manipulado los derechos democrático-nacionales del pueblo de Catalunya y la ofensiva de la derecha españolista contra estos derechos, con el único fin de asegurar su posición dominante, sus negocios y sus privilegios. Por eso, para muchos trabajadores de Catalunya, la independencia —capitaneada y liderada por la derecha nacionalista catalana—suena a un tinglado montado para favorecer a las élites de siempre.

El acuerdo adoptado por la CUP es un jarro de agua fría: refuerza las posiciones de la burguesía nacionalista precisamente cuando más débil se encontraba, y suponen un giro a la derecha, después de que muchas voces en la CUP se alzaran a favor de una posible alianza electoral con Ada Colau. Si se hubieran convocado elecciones en marzo, un bloque de la CUP con las candidaturas de convergencia de la izquierda habría obtenido un resultado espectacular, siguiendo al éxito de En Comu Podem, que el pasado 20D se alzó con más de un 25% de los votos, diez puntos por encima de los que sacó Esquerra Republicana y el partido de Mas.

Lo que ha ocurrido en Catalunya con la CUP no deja lugar a equívocos: llegado el momento decisivo, como ya ocurrió en Grecia con Tsipras, hay que situarte junto a unos intereses concretos de clase, o con los trabajadores y los oprimidos, o con los capitalistas en sus diversas formas y pelajes. Todas las declaraciones y discursos sobre el anticapitalismo tienen finalmente que contrastarse con una política consecuentemente socialista e internacionalista, en el día a día, en los momentos decisivos. De nada sirve emplear un lenguaje “radical” para luego actuar al servicio de la derecha de siempre.

A pesar de este lamentable acuerdo, es ahora más necesario que nunca organizar la lucha en las calles contra este nuevo gobierno de la derecha en Catalunya, combatiendo cualquier nuevo recorte que plantee, y exigiendo revertir todos los que ya hemos sufrido. ¡No podemos aceptar otros cuatro años de Govern Convergente! E igual de importante es entender las lecciones que arrojan estos acontecimientos: conseguir el pleno derecho de autodeterminación y la convivencia fraternal de los pueblos es una parte indisoluble de la lucha por la transformación socialista de la sociedad. Ningún pacto con la burguesía va a traer la libertad al pueblo de Catalunya.

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