Tras sufrir diez años de ilegalizaciones y encarcelamiento de militantes, el 23 de febrero se ha celebrado el congreso fundacional de Sortu, la nueva organización de la izquierda abertzale que reclama “un proyecto socialista frente al actual modelo capitalista injusto e inhumano”. En el congreso fue elegido secretario general Arnaldo Otegi que, junto a Rafa Díez, Miren Zabaleta y otros dirigentes, continúa en la cárcel a pesar del cese definitivo de la actividad armada de ETA desde el 20 de octubre del 2011.

Tras sufrir diez años de ilegalizaciones y encarcelamiento de militantes, el 23 de febrero se ha celebrado el congreso fundacional de Sortu, la nueva organización de la izquierda abertzale que reclama “un proyecto socialista frente al actual modelo capitalista injusto e inhumano”. En el congreso fue elegido secretario general Arnaldo Otegi que, junto a Rafa Díez, Miren Zabaleta y otros dirigentes, continúa en la cárcel a pesar del cese definitivo de la actividad armada de ETA desde el 20 de octubre del 2011.

El congreso se ha realizado en un contexto marcado por la movilización social, y por los gestos que la izquierda abertzale está realizando a favor de la lucha política y la pacificación (el último, la asistencia al acto celebrado en el Gobierno vasco en memoria del dirigente socialista Fernando Buesa, muerto en un atentado de ETA). Sin embargo, la actitud de la izquierda abertzale contrasta llamativamente con la que mantiene el Gobierno de Mariano Rajoy, opuesto rotundamente a ninguna medida a favor de un acercamiento de los presos a las cárceles de Euskal Herria —como le han reclamado más de cien mil personas en las calles de Bilbo—, a liberar a los que están gravemente enfermos, a retirar la doctrina Parot que implanta la cadena perpetua, o simplemente a poner en libertad a los promotores de Sortu y de la apuesta por la vía política de la izquierda abertzale.

La represión y la cerrazón del Partido Popular no han tenido otro efecto en Euskal Herria que aumentar el peso de la izquierda abertzale, que ha ganado posiciones en cada cita electoral: cuenta con el mayor número de concejales en Euskal Herria, más de 1.100, con siete diputados en el parlamento estatal y son el primer grupo de la oposición en el Parlamento vasco, con 21 escaños de 75.

Amplia participación en el debate

El debate de cara al congreso fundacional de Sortu ha contado con la participación de unas 6.000 personas —de los que más de la mitad son jóvenes menores de 35 años—, en cerca de 250 asambleas repartidas en barrios y pueblos. En total se han celebrado más de mil reuniones (cuatro por asamblea) y cerca de 16.000 horas de debate. Tal es la sed de ideas y las ganas de participar.

El nacimiento de Sortu se da en unas circunstancias excepcionalmente favorables para una organización socialista revolucionaria. La crisis del capitalismo está politizando y polarizando la sociedad, en todo el mundo y también en Euskal Herria, donde el paro se ha elevado hasta superar los 230.000 desempleados, de los que 55.000 se registran en Navarra, y la pobreza ha aumentado un 78% desde el inicio de la gran recesión. En estas condiciones, los EREs y despidos masivos, la pérdida de poder adquisitivo, los desahucios que se cobran vidas en municipios machacados por la crisis, el fracking, el escándalo de las preferentes del Grupo Mondragón que afecta a 40.000 personas, y los recortes sociales que ya ha anunciado Urkullu, sólo van a echar más leña al fuego.

La lucha de masas de estos años, respondiendo a las consecuencias catastróficas de la crisis capitalista, ha abierto enormes posibilidades para transformar la sociedad. Pero como se ha señalado en el congreso, “las mejores condiciones políticas y sociales también pueden echarse a perder si no hay organización y lucha popular. Queremos hacer la revolución”. En efecto, la organización, la lucha y, lo más importante, un programa revolucionario consecuente son completamente decisivos, algo que ha estado muy presente en las 1.800 enmiendas presentadas al documento oficial.

La lucha por los derechos democráticos y por el socialismo es la misma lucha

Según se señala en la resolución aprobada en el congreso, “para Sortu la liberación nacional debe ir unida a la transformación social, dado que ambas son parte del mismo objetivo, conseguir un pueblo libre formado por hombres y mujeres libres”; por tanto, “el nuestro es un proyecto socialista para hacer frente al sistema capitalista, a ese sistema que destruye el medio ambiente en todos los rincones del mundo, que condena a millones de personas a la más absoluta miseria, y que a través del neoliberalismo de estos últimos años ha llevado esas situaciones a extremos aún más críticos”. No podemos estar más de acuerdo. Pero, sin embargo, lo que aparece como una declaración política socialista se convierte en algo muy diferente cuando en el mismo texto se plantea que Sortu defiende la necesidad de “formar un Bloque Nacional Popular en favor de la independencia con sectores y agentes de diverso tipo (…) es de máxima prioridad para Sortu ampliar y fortalecer las alianzas y acuerdos adoptados por las fuerzas políticas abertzales, soberanistas y de izquierdas en los últimos años, sin dejar de lado otros acuerdos tácticos que se puedan intentar en torno al derecho a decidir” (el subrayado es nuestro).

En otras palabras, lo que se propone es crear un bloque con los partidos de la burguesía vasca, el PNV y Eusko Alkartasuna (este último ya comparte con Sortu coalición electoral en EH-Bildu y Amaiur). La contradicción de los dos planteamientos es muy clara: si luchas por el socialismo tendrás enfrente a la burguesía vasca y si quieres llegar a acuerdos con el PNV te verás obligado a aparcar la lucha por el socialismo. En la práctica se retoma la teoría de la “revolución por etapas”, primero “conseguir” la independencia y después, en un futuro indeterminado y que siempre se pospone para más tarde, ya se planteará la lucha por el socialismo. Una política que en todo el mundo, y en experiencias cercanas como Irlanda del Norte, conduce a la colaboración con la burguesía y al abandono del programa socialista, que es el único medio de acabar con la opresión nacional.

En las instituciones vascas, donde ahora tiene una fuerte presencia la izquierda abertzale, y en la lucha de masas en la calle se está evidenciando esta misma contradicción. En las instituciones los representantes de la izquierda abertzale están permanentemente haciendo gestos de buena voluntad hacia el PNV, creando expectativas en que la burguesía vasca saque su pretendida “vena nacionalista” cuando la realidad es que el Gobierno de Urkullu está aplicando su programa de derechas en todos los frentes: en los ataques al euskara, llegando a un acuerdo con PP y UPyD; en el aumento de la jornada laboral y los recortes a los funcionarios, la sanidad, la educación, en sintonía con Confebask, la patronal vasca, etc. A cambio, a lo único que el PNV se compromete es a defender de palabra algunos derechos de los presos políticos vascos y poco más.

Mientras tanto en la calle, la base de LAB sí ha comprendido que solo la clase trabajadora unida puede conquistar los derechos democráticos y sociales, como se demostró el día en que tomó posesión de su cargo Urkullu, con una manifestación nutrida con los obreros de CAF y otras empresas en lucha ante el palacio de Ajuria Enea. En este sentido se está impulsando por parte de empresas de todo Euskal Herria, plataformas unitarias de comités, delegados y asambleas para promover la unidad por la base del movimiento obrero. Esta unidad de la clase obrera de Euskal Herria debe hacerse extensiva a la del resto del Estado para exigir la dimisión del Gobierno del Partido Popular y lograr nuevamente una mayoría de izquierdas que frene los recortes, garantice el derecho de autodeterminación de las nacionalidades históricas y depure el aparato estatal de fascistas ampliando los derechos democráticos socavados por el Partido Popular.

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