El pasado mes de septiembre Ciudadanos, obedeciendo a sus propios cálculos electorales, decidió poner fin a su alianza con el PSOE, colocando la posibilidad del anticipo electoral. Susana Díaz confirmó el adelanto electoral en Andalucía y fijó la fecha de los comicios para el 2 de diciembre.
Son numerosos los factores involucrados en esta decisión de no agotar una legislatura, que llegaría a su fin en marzo de 2019, presidiendo un Gobierno en minoría. Susana Díaz ha querido aprovechar el tirón electoral que está experimentando el PSOE a nivel estatal tras la moción de censura, también busca que se celebren lo más lejos posible de la fecha en que se haga pública la sentencia de los EREs, prevista para mayo o junio de 2019; así mismo ha declarado en numerosas ocasiones que no desea que las elecciones autonómicas coincidan con las generales o estén demasiado cerca de las municipales del próximo mayo. Otro factor podría ser celebrarlas ante la posibilidad de que los síntomas de desaceleración económica se agraven y puedan influir negativamente en las perspectivas de voto del PSOE andaluz.


El desgaste del PSOE. Los recortes y la corrupción


Sin embargo, hay numerosos indicios que apuntan a que el resultado de estas elecciones seguirá ahondando la caída y pérdida de confianza que sufre el partido desde hace diez años en Andalucía. Según numerosas encuestas, el PSOE volvería a ganar pero con casi seis puntos menos que en las últimas autonómicas, quedando por debajo del 30%, lo que significaría registrar sus peores resultados en unas autonómicas.
A pesar de las importantes reservas de simpatizantes que aún mantiene en la comunidad, la política clientelar y abiertamente capitalista que ha desarrollado el PSOE andaluz en todos estos años le está pasando factura. Susana Díaz se ha destacado como alumna aventajada de la política de privatizaciones, recortes sociales y laborales que el Partido Popular impuso en la negra etapa del Gobierno Rajoy. Una política que en Andalucía se ha encontrado con movilizaciones en todos los frentes, especialmente en los sectores de la sanidad y la educación, que sigue protagonizando protestas y luchas masivas.
Los casos de corrupción también están pasando factura. Al escándalo de los EREs y de los cursos de formación, que ha sentado en el banquillo a dos expresidentes de la Junta y un buen número de implicados, todos iconos del “socialismo” andaluz desde hace 30 años, se ha sumado el caso de la Fundación Andaluza de Fondos de Formación y Empleo (FAFFE). Este nuevo y vergonzoso episodio es muy representativo del grado de degeneración y podredumbre que se ha alcanzado. Hasta 35.000 euros se han gastado en el “club de alterne” Don Ángelo una docena de altos cargos de la Junta con tarjetas de la FAFFE, a cuenta de los fondos creados para el empleo y la formación de desempleados.


Más dura será la caída del PP


Por su parte, el PP no está precisamente en su mejor momento. Sería la formación que más votos pierde, según los sondeos quedándose en torno al 20%. Un resultado que les devuelve a principios de los años 90 y que confirma su tendencia a seguir bajando. El partido de los recortes y de la corrupción sigue siendo considerado por millones de andaluces como el partido de los señoritos cortijeros, y es percibido más como una amenaza que como una opción de gobierno.
La mayoría de las encuestas sitúan a Ciudadanos por delante del PP. El partido de Albert Rivera es el que más crece según todas los sondeos de opinión y podría triplicar sus escaños. El trasvase de votos desde el Partido Popular y la demagogia nacionalista española que cala entre la pequeña burguesía y los sectores más atrasados de las clases trabajadoras, están en la base de estas expectativas. Pero aún así, parece que las derechas no suman lo suficiente. La posibilidad de una mayoría absoluta PP-Cs parece poco probable. La aritmética podría permitir reeditar el pacto PSOE-Ciudadanos, aunque la actual situación política estatal apunta a otra posibilidad.


Adelante Andalucía


Con esta marca concurrirá a las elecciones del 2-D la confluencia de Podemos e Izquierda Unida. El porcentaje de votos sumados que le auguran las encuestas varía poco respecto a las últimas elecciones (21,8%), si bien, el reparto territorial de diputados sería mucho más favorable para la alianza de izquierdas dada la concentración del voto.
En declaraciones al programa de radio Carne cruda recogidas por Europa Press, Teresa Rodríguez se ofreció al PSOE a formar Gobierno y construir “una barrera a las derechas”. Tanto ella como Antonio Maíllo han insistido en que apostarían “por un programa de políticas de cambio”, argumentando que “Cuando el PSOE está débil y no tiene más remedio que llegar a acuerdos con nosotros, no tiene más remedio que subir el salario mínimo o las pensiones contributivas”. Todo parece indicar que estarían dispuestos a reproducir en Andalucía el pacto que Unidos-Podemos ha suscrito con el Gobierno de Pedro Sánchez, al que han solicitado carteras ministeriales y con quien han elaborado y presentado los presupuestos. La tesis en boga es que hay que parar a la derecha y la ultraderecha con gobiernos a la portuguesa.
Analizando más detenidamente las contradicciones y concesiones que se derivan de este planteamiento hay que preguntarse por qué en una situación de crisis del PSOE, del sistema, de aumento de la precariedad y de la conflictividad, la llamada “izquierda transformadora” no logra despegar, no consigue atraer y entusiasmar de forma decisiva a sectores mayoritarios de las clases trabajadoras y la juventud, y no se convierte en la necesaria alternativa política al bipartidismo.
Sin duda, la clave se encuentra en que los trabajadores aprecian una clara diferencia entre lo que esta izquierda decía y reivindicaba cuando estaba fuera de las instituciones y la política que en estos momentos está defendiendo y llevando a cabo. La experiencia de los llamados ayuntamientos del cambio es muy ilustrativa. La gestión en Madrid, Barcelona, A Coruña y en las ciudades andaluzas de Cádiz y Puerto Real no ha traído cambios significativos en las condiciones de vida de los habitantes de esas localidades.
Podemos surgió de la movilización masiva y se desarrolló con ella; en la medida en que ha abandonado la lucha en la calle para actuar exclusivamente en las instituciones, donde, además, su ­actividad en muchos casos se distingue muy poco de los socialdemócratas, su poder de atracción para millones de trabajadores que aspiran a cambios reales y profundos se ha debilitado.
Acabar con la política de recortes y privatizaciones de Susana Díaz, con el clientelismo y la corrupción es posible. Los cambalaches parlamentarios y la política de gestos y migajas no van a terminar con estas lacras ni van a resolver los problemas fundamentales que afectan a la mayoría. Hay que retomar la lucha en las calles, la organización y un programa que defienda sin complejos terminar con el capitalismo y transformar la sociedad.

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