La dirección no consigue cambiar el carácter de clase y socialista del sindicato. Secretario general de FIA-UGT de la Unión Comarcal de Vitoria

La dirección de UGT tenía razones para temer la posibilidad de enfrentarse a un congreso caliente por el giro tan brusco aplicado a su política durante el último año. De llamar a una oposición fuerte a la política del PP proclamando la necesidad de una huelga general tras el éxito de la huelga general en Galicia, pasó a firmar un pacto social con el gobierno del PP para congelar los salarios de los trabajadores.

A estas alturas, después de la manifestación de tres millones de trabajadores en Italia convocados por CGIL y el éxito de las manifestaciones en Barcelona, a nadie se le oculta que si la dirección de UGT hubiese sido consecuente con su discurso, hoy tendríamos a UGT como líder y referencia indiscutible del movimiento sindical y de la propia izquierda en el Estado español. Si UGT hubiese convocado la huelga general, los trabajadores recuperaríamos poder adquisitivo, estaríamos en mejores condiciones de exigir un empleo estable y de parar los ataques del PP. Internamente los militantes de UGT se sentirían tan orgullosos como lo estaban los compañeros gallegos tras el éxito de la huelga general.

La dirección del sindicato, al perder esta maravillosa oportunidad, ha alimentado la atonía del sindicato, la desilusión de los militantes que apenas han participado en este congreso. La misma ausencia de crítica es una muestra de la desazón de los afiliados y de los delegados. El colmo de los colmos era presentarse a este congreso como lo hizo la dirección, apoyando el cambiar el carácter de clase del sindicato y su orientación socialista. ¡Qué vergüenza! Los delegados lo impidieron y la dirección tuvo que echar mano de una disminución drástica de la jornada laboral que sorprendió a propios y extraños, y no porque no sea una medida progresista que ayudaría a elevar el nivel y la calidad del empleo si se lograse a través de la lucha y de la huelga general, sino por quién lo decía y en qué contexto. Este, no obstante, ha sido uno de los debates que más ha transcendido; sin embargo, la reducción de la semana laboral de lunes a jueves le ha parecido a la mayoría de los delegados más una cuestión de imagen que un objetivo a alcanzar.

El 38 congreso de UGT se ha caracterizado por la falta de críticas constructivas a la gestión de la Comisión Ejecutiva, en el sentido sobre todo de no haber convocado la huelga general contra el acuerdo de pensiones firmado por el gobierno y CCOO y contra la política de recortes sociales que está llevando a cabo el gobierno de derechas del PP.

Otro aspecto para criticar era la firma del pacto de rentas para el año 2002 apoyado por la dirección de UGT y que supone un balón de oxígeno para el gobierno del PP y recortes salariales para los trabajadores, en una época donde los empresarios han obtenido enormes beneficios y los trabajadores han perdido poder adquisitivo. Otro aspecto del que no se ha dicho nada es que mientras al gobierno del PSOE se le hicieron tres huelgas generales, a este gobierno con una política social más antiobrera no se le ha convocado ninguna huelga general.

Una vez más se ha perdido la oportunidad de aprovechar el congreso para generar un debate en profundidad dentro de la organización en torno a las ponencias desde las secciones sindicales. Ha habido muy poco tiempo para hacer enmiendas y la mayoría de los afiliados no han participado. Es fundamental para el futuro del sindicato y para su fortalecimiento que la base sindical participe en la elaboración del programa, para que los afiliados sientan como suyo el sindicato y aumenten la militancia en el mismo; esto es clave para el crecimiento de la afiliación y el aumento de los delegados.

Una de las críticas precisamente que más se oían entre los delegados es la excesiva burocratización del sindicato. A pesar de todo, el sindicato es el instrumento que tenemos la clase trabajadora para unirnos y organizarnos frente a la ofensiva patronal. Es necesario organizarnos, transformar el sindicato hasta lograr un sindicalismo combativo y auténticamente socialista. En este empeño trabajamos los marxistas día a día.

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