El cierre de la edición del último número de El Militante del año se produce al calor de la mayor manifestación de la historia de Galicia, en la que más de 200.000 personas expresaban su indignación por la actitud del Gobierno de Aznar y de la Xunta El cierre de la edición del último número de El Militante del año se produce al calor de la mayor manifestación de la historia de Galicia, en la que más de 200.000 personas expresaban su indignación por la actitud del Gobierno de Aznar y de la Xunta de Fraga ante la marea negra provocada por el Prestige, y de otra manifestación que reunía cifras similares en Sevilla, con jornaleros de toda Andalucía y Extremadura, exigiendo la restitución del subsidio agrario, eliminado por el decretazo. Medio millón de manifestantes en un sólo fin de semana, todo un símbolo y toda una confirmación del creciente rechazo social que está provocando la política del PP.

El año 2002, que ya termina, ha supuesto sin duda un punto de inflexión en el ambiente social. Pese a todos los intentos del Gobierno de recomponer el clima de paz social tras la huelga general, el 20-J ha marcado un punto de no retorno. Con la retirada parcial del decretazo la derecha ha revelado su debilidad y, pese a que no todas las luchas se ganan, la idea de que la movilización es el único camino para hacer frente a los ataques del Gobierno ha llegado a amplias capas de los trabajadores, de la juventud y otros sectores de la sociedad. La percepción de que este gobierno está al servicio de una minoría, de los más poderosos, que no es un gobierno de “todos” sino de los de siempre, que es la derecha pura y dura, es cada vez más amplia. La vinculación del Gobierno PP con los intereses de los capitalistas no sólo se pone de manifiesto en el terreno estrictamente laboral sino en todas las esferas de la vida cotidiana, como se ve en la escandalosa subida de los precios de las viviendas, en el incremento general del coste de vida, en la educación (la mal llamada Ley de “Calidad” provocó la reciente huelga general de la educación), en la sanidad y un largo etcétera.

El nerviosismo del PP a la creciente oposición a su política se ve agudizado con la perspectiva de una derrota electoral en las próximas generales. La prohibición de la manifestación de padres, profesores y estudiantes en Madrid, durante la marcha estatal del 23 de noviembre, es un reflejo muy claro del cariz cada vez más autoritario de un gobierno que se siente herido de gravedad por la creciente movilización social. La manipulación informativa de los medios de comunicación públicos y privados afines al PP está llegando a cotas increíbles. La televisión, particularmente, se ha convertido en una mezcla pestilente de telebasura y NO-DO franquista (son bastantes significativas, en este sentido, las denuncias de manipulación de los trabajadores de la Televisión de Galicia y de tombolización de los trabajadores de Canal 9, en Valencia, en lucha contra su privatización). El gobierno PP se siente cada vez más suspendido en el aire, por eso recurren con más saña a la represión y a la manipulación, lo que no deja de ser una confirmación de su debilidad.

Perspectivas

El año que vamos a empezar no será mucho mejor para el PP. La coyuntura económica será más desfavorable. El PIB estimado para el año 2002 (2%) es el más bajo desde 1993. También la EPA del tercer trimestre de 2002 arrojó el peor comportamiento del empleo en ese periodo desde 1993. Todas las proclamas optimistas del PP sobre la recuperación de la economía y del empleo son desmentidas incluso por los analistas burgueses más serios. Al mismo tiempo que la situación se hace cada vez más insostenible para los trabajadores, la burguesía pide al gobierno más ataques: recientemente se han escuchado amargas quejas de los empresarios contra las cláusulas de revisión salarial de los convenios colectivos y llamamientos a una política aún más dura contra los trabajadores para hacer frente a la creciente pérdida de competitividad de la economía española en Europa.

En ese contexto, el panorama de enfrentamiento social y desgaste del PP se va a profundizar aún más. Ni siquiera una de las bazas más importantes con la que ha contado la derecha hasta el 20-J, la política de paz social de los dirigentes sindicales, está garantizada. Con independencia de las intenciones de los dirigentes de CCOO y UGT, la huelga general también ha estrechado su margen de maniobra. Volver a la política de firmar sin luchar, de aceptación “lo menos malo”, puede traerles graves problemas, como de hecho ya está ocurriendo con el lamentable acuerdo en la Función Pública —pactando una subida salarial que ya ha sido engullida por la inflación— del que se han desmarcado varias federaciones provinciales.

En un escenario de creciente polarización social, también se hace más complicado para los dirigentes del PSOE batallar por un “centro político” que en realidad no existe.

La más que probable guerra contra Irak, una guerra clásica de saqueo imperialista apoyada con entusiasmo por Aznar, será otro factor a tener en cuenta en el panorama político, y la lucha contra la intervención norteamericana podría ser el siguiente referente para movilizaciones masivas de la juventud y de los trabajadores.

En síntesis, el año 2002 ha sido de entrada a un nuevo escenario político —no sólo en el Estado español sino en el mundo entero— en el que los trabajadores y los jóvenes empiezan a marcar el sello en los acontecimientos, el mejor abono para el crecimiento y fortalecimiento de las ideas del marxismo.

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