En estos tres últimos años el ministro Wert, ese nostálgico impenitente del franquismo, ha mostrado su fanatismo por la privatización de la enseñanza pública y su apoyo descarado a los sectores más retrógrados de la iglesia católica, que ven en la educación un gran negocio y un gran altavoz para el adoctrinamiento religioso. El nuevo currículo de religión supone un retroceso de décadas y una vía de entrada al modelo del nacionalcatolicismo que tantas generaciones tuvieron que sufrir.

Vuelta a las cavernas educativas del franquismo

El 24 de febrero, sólo un día antes de la primera jornada de la huelga de 48 horas convocada por el Sindicato de Estudiantes contra el decreto 3+2, aparecía publicado en el Boletín Oficial del Estado el nuevo currículo aprobado por el gobierno del PP que desarrolla los nuevos contenidos de la asignatura de Religión Católica.

Con la imposición de la LOMCE, la asignatura de Religión pasa a ser de obligada oferta y evaluable en primaria y secundaria, y la nota empieza a contar para la media del curso a todos los efectos, incluido el poder optar a una beca. En bachillerato será una de las once asignaturas optativas entre las que los estudiantes deben elegir dos. Es decir, la Religión católica de carácter confesional, como bien han insistido desde la Conferencia Episcopal, tiene garantizada su presencia como asignatura desde primaria hasta el bachillerato incluido.

Los contenidos del currículo han sido diseñados directamente por la Conferencia Episcopal Española que, obviamente, ve colmadas sus reivindicaciones. La misma jerarquía católica, acosada por los escándalos de pederastia y abusos a menores, es aupada por el Partido Popular para diseñar planes de estudio y ocupar un espacio cada vez mayor en la educación.

Creacionismo contra ciencia

Más allá del brutal retroceso que supone impartir religión en la escuela pública en un Estado que se proclama aconfesional, los contenidos de este currículo muestran una vez más el choque entre el dogma religioso y la ciencia. Según el texto aprobado de la mano de Wert y la Conferencia Episcopal, se estudiarán las teorías creacionistas cuyos contenidos serán evaluable para los niños de 6 a 12 años. Se vuelve también al método que se vivió en nuestro país en la década de los cincuenta, sesenta y setenta del siglo pasado, aunque por lo menos no se contemplan los castigos físicos y las orejas de burro como forma de aprendizaje. Así “el alumno conoce, respeta y cuida la obra creada, expresa con palabras propias el asombro por lo que Dios hace, identifica y enumera los cuidados que recibe en su vida como don de Dios, conoce y aprecia a través de modelos bíblicos que el hombre es capaz de hablar con Dios, memoriza y reproduce fórmulas sencillas de petición y agradecimiento, expresa oral y gestualmente, de forma sencilla, la gratitud a Dios por su amistad, asocia las características de la familia de la Iglesia con las de su familia”. También dentro del currículum de primaria, y por si quedara alguna duda de cómo hay que condicionar la educación de los más pequeños, se “reconoce la incapacidad de la persona para alcanzar por sí misma la felicidad”.

En el caso de la secundaria los objetivos de la asignatura incluyen, entre otras cosas, reconocer y valorar que la realidad es don de Dios, es decir, identificar el origen divino de la realidad, y diferenciar la explicación teológica y científica de la creación, es decir, poner en pie de igualdad la explicación científica a la religiosa.

En el caso del bachillerato se abordarán temas como los relacionados con la manipulación genética, el aborto y la eutanasia, desde el punto de vista de Rocuo Varela se entiende, y se continuará con el estudio del creacionismo.

Otro contenido especialmente escandaloso es el intento de relativizar algunas de las barbaridades cometidas por la Iglesia en la persecución de quienes han defendido postulados científicos que colisionaban con la fe, como es el caso de Galileo Galilei. Es decir, que no contentos con tener un púlpito en las aulas para el adoctrinamiento, tienen la poca vergüenza de intentar justificar las atrocidades que la iglesia ha realizado en su particular cruzada contra el desarrollo de la ciencia y de la humanidad.

Fuera la religión de las aulas

Es escandaloso e intolerable que todas estas medidas se lleven adelante con dinero público, financiando el estudio de teorías creacionistas que entran en contradicción abierta con la ciencia, o defendiendo el papel sumiso de la mujer en el modelo tradicional de la familia católica En definitiva se ofrecen las aulas de la educación pública a quienes realizan campañas homófobas, promueven movilizaciones contra el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo o se posicionan en contra de la investigación con células madre. El PP pretende poner la fe a la misma altura que la ciencia en la enseñanza pública y devolver a la Iglesia católica el protagonismo perdido. Según los datos de la propia Conferencia Episcopal el número de alumnos que elige la asignatura de religión en primaria ha descendido de un 75% en el año 1996 a un 56% en el curso 2013-2014, datos que en el caso de secundaria apenas llegan al 22%, y al 15% en el Bachillerato, según la asociación Europa Laica.

Esta nueva salvajada reaccionaria coincide con la movilización masiva de los estudiantes en las calles en defensa de la educación pública y contra la privatización de la Universidad. Ese es el único camino para impedir que este nuevo currículo de religión se lleve a término. La conclusión es muy simple ¡hay que echarlos!, y por eso, tal y como hemos demostrado en las 19 huelgas generales que el Sindicato de Estudiantes ha convocado desde que Wert es ministro, continuaremos en la calle hasta conseguir una educación pública de calidad, laica, científica, democrática y de calidad y un futuro digno para la juventud.

¡No al adoctrinamiento en el nacional-catolicismo!

¡Fuera la religión de la enseñanza pública!

¡Por una educación pública, laica, científica y de calidad!

¡Wert vete ya!

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