Recientemente, el secretario general de la Corriente Sindical de Izquierdas (CSI) y miembro del Comité de empresa de Naval Gijón realizaba unas declaraciones denunciando la mala gestión del astillero, y la difícil situación económica que atravesaba.Mónica Iglesias

CCOO · Asturias

Recientemente, el secretario general de la Corriente Sindical de Izquierdas (CSI) y miembro del Comité de empresa de Naval Gijón realizaba unas declaraciones denunciando la mala gestión del astillero, y la difícil situación económica que atravesaba. En aquel momento, la empresa trató de acallar las voces de alarma, denunciando a Cándido por estas declaraciones. Finalmente, éste fue absuelto de todos los cargos, dada la evidencia de los hechos denunciados. Ahora, apenas un mes después, la crisis de Naval Gijón es pública y notoria. La dirección ha tenido que reconocer que no dispone de liquidez para acometer la construcción de nuevos barcos, las empresas subcontratadas retienen las piezas por falta de pago e, incluso, existen dificultades para el cobro de las nóminas.

La situación es tan crítica que esta empresa emblemática, una de las pocas que quedan en Asturias, que se caracteriza por la gran cualificación de sus trabajadores y por mantener aún un empleo estable y de calidad, podría desaparecer en un futuro próximo. Los últimos tiempos no han sido fáciles para los trabajadores de Naval, que año tras año, han tenido que movilizarse en defensa de sus puestos de trabajo y del futuro del astillero. Cada movilización ha supuesto un respiro temporal para la supervivencia del astillero. Ahora, la especulación inmobiliaria y la mala gestión empresarial, lo han puesto al borde de la quiebra.

Por un lado, los terrenos donde se ubica Naval Gijón se encuentran rodeados de viviendas de nueva construcción, y son objeto de deseo de los especuladores inmobiliarios hace mucho tiempo. Por otro, la crisis general que vive el sector se agrava aún más por la política de la dirección de dilapidar las ayudas públicas en beneficio propio, sin que éstas revirtieran directamente en la empresa, que acumula ya una deuda de 4.300 millones de pesetas.

Con esta situación, es evidente que la única alternativa es acometer de nuevo un proceso de movilizaciones. Ahora bien, hasta el momento, la solución por parte de los representantes de CCOO y UGT en el Comité de Empresa no es muy diferente a las que se han planteado hasta el momento: nuevas ayudas públicas, que permitan la construcción de un nuevo buque, mantener el compromiso de las prejubilaciones y poco más. Solamente la CSI parece ser consciente de que esto únicamente mitiga durante un tiempo los problemas del astillero, pero no los resuelve.

De hecho, el Ministerio de Ciencia y Tecnología ha planteado un crédito para financiar la construcción de un nuevo barco, si bien éste se construiría en parte en Ucrania, lo que abarataría los costes, pero no solucionaría el problema de dar ocupación a toda la plantilla. Además, se compromete a adelantar las prejubilaciones previstas (76), para que se lleven a cabo antes de finales de enero de 2003. Esto, por sí sólo no resuelve nada, pues sólo supone un nuevo “parche” y seguir trasvasando dinero público a unos empresarios cuando menos “dudosos”. Además, cualquier prejubilación que no lleve aparejado un contrato de relevo supone a la larga debilitar las posiciones de los trabajadores, que pierden paulatinamente capacidad de presión, al disminuir su número, por no hablar de la destrucción de empleo y las consecuencias que tiene para la ciudad (cualquiera puede ver los resultados tras décadas de destrucción de empleo en las cuencas mineras).

Hay que atajar el problema de raíz

Es indudable que, a falta de otra alternativa, los trabajadores afectados por las prejubilaciones, encuentran que ese es el camino para solucionar al menos su situación personal. Pero, si observamos el panorama económico general, no resulta aventurado decir que la crisis del astillero continuará profundizándose. Por eso, es más que probable que el resto de la plantilla se vea abocada, más tarde o más temprano, a perder su puesto de trabajo. Esto genera, como es lógico, desánimo e importantes divisiones en el seno de los trabajadores. Para unificarlos y generar un ambiente propicio que haga posible plantar una batalla sin fisuras es necesario reivindicar soluciones a largo plazo, sobre todo si el objetivo es garantizar la viabilidad futura de Naval Gijón y preservar y aumentar el empleo.

El bombardeo incesante acerca de las “ventajas” de la gestión privada sobre la pública se ha demostrado una completa patraña, no sólo en Naval Gijón, sino en otras muchas empresas. El empresario no tiene ninguna vocación “inversora”, ni “emprendedora”. Su única motivación es ganar dinero, cuanto más mejor, a costa de lo que sea. Cuando considera que los beneficios que obtiene no colman sus expectativas de negocio, o cuando el ciclo económico empeora, no duda en exprimir más a los trabajadores o bien opta directamente por echar el cierre, después de haber conseguido durante años miles de millones de pesetas.

Ante esta realidad, la nacionalización del astillero es una reivindicación legítima de los trabajadores, y, en estos momentos, la única posibilidad realista de garantizar su futuro. Es cierto que la tendencia de las últimas décadas ha sido la contraria, pero también es cierto que estas privatizaciones no han resuelto nada y sólo han significado un deterioro progresivo de las condiciones de vida de los trabajadores (directamente o base de introducir masivamente la subcontratación). Los únicos que se benefician son los empresarios, que adquieren empresas competitivas, previamente saneadas con dinero público.

En última instancia, son los propios trabajadores en asamblea los que deben decidir qué tipo de respuesta darán; pero no cabe duda que no es lo mismo que el Comité de Empresa parta de una perspectiva que dé por hecho que Naval Gijón está abocado al cierre, o demostrar una postura decidida que apueste por la viabilidad del astillero y el mantenimiento del empleo.

Un plan que luche por la nacionalización del astillero, con intervención de los propios trabajadores en la gestión y en la organización de la producción, que garantice el mantenimiento del empleo a través de contratos relevo en iguales condiciones que los trabajadores que se prejubilen, movilizaría no sólo al conjunto de la plantilla, sino a la mayoría de la población en la comarca.

La fortaleza de los trabajadores está en lograr la máxima unidad y extensión de las luchas. Los llamamientos a la solidaridad del resto de la clase trabajadora y la coordinación con otras empresas en lucha han sido tradicionalmente la mejor garantía de éxito para cualquier conflicto. Recuperar estas ideas para luchar por el futuro de Naval Gijón daría un impulso tremendo a la movilización y multiplicaría por diez la capacidad de presión frente al gobierno y la dirección del astillero.

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