“El crecimiento económico se traduce muy intensamente en el empleo, y en especial en el empleo de calidad”, declaraba recientemente la ministra de Empleo, Fátima Báñez, y es el mantra repetido por el PP en la esperanza de que lo asumamos como cierto. Todo un contraste con la dura realidad de millones de trabajadores y con los propios datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social: solo se ha recuperado la tercera parte de los empleos destruidos en los últimos ocho años; sin embargo, el número de contratos firmados (18,6 millones en 2015) es prácticamente el mismo que al inicio de la crisis.

Es decir, si con menos puestos de trabajo se firma el mismo número de contratos es porque la temporalidad es mayor. De hecho, la duración media de los contratos ha pasado de los 79 días en 2006 a los 53,4 en 2015 y ¡uno de cada cuatro tiene una duración inferior a una semana!
De los contratos firmados en 2015, 17,07 millones (el 92% del total frente al 88% en 2007) son temporales y solo 1,5 millones son indefinidos. Además, durante la crisis ha ido ganando terreno el contrato a tiempo parcial o por horas, que en 2015 alcanza el récord de 6,4 millones, pasando de representar el 23% de los firmados en 2006 al 35% en la actualidad, y de los cuales 5,7 millones también son temporales.

Temporalidad en la industria

Esta precarización, que históricamente afecta a los sectores menos organizados, se extiende a sectores con unas condiciones laborales mejores. De hecho, casi 1,2 millones de los trabajadores con ocupación parcial son cualificados (técnicos, gestores y contables, operarios cualificados). Según los Servicios Públicos de Empleo Estatal, en el sector industrial el tiempo medio de los contratos ha pasado de 188 días en 2008 a 58, siendo el sector donde la caída es mayor, y la tasa de temporalidad alcanza el 20,1%. Incluso los trabajadores mayores de 50 años, con carreras laborales muy largas, se están viendo afectados por esta precariedad laboral: hay más de 625.000 con contratos de este tipo.
La base para que esto avance es la falta de trabajo y la necesidad imperiosa de aceptar lo que sea. Según denuncia UGT, más del 60% de los parados son de larga duración y más del 50% de los jóvenes están parados. La consecuencia de esto es que más de la mitad de los parados con prestaciones están en el umbral del 75% del SMI.
En un reciente informe de la OIT se denuncia el aumento de los trabajadores pobres (aquellos que ganan un salario inferior al 60% de la renta media nacional). En el informe se evalúa la evolución de los salarios en el período 2000-2014 y se contrasta con la renta media nacional, resultando que el número de trabajadores pobres ha aumentado en 4,2 puntos porcentuales (del 18% al 22,2%) frente al 1,6  (del 15% al 16,6%) de incremento en el resto de Europa.
Y todo este robo a los trabajadores va directamente al bolsillo de los grandes empresarios. Entre 1994 y 2007 el valor de las empresas multiplicó por siete su precio de mercado, perdiendo bastante menos de la mitad de lo ganado durante la crisis posterior, entre 2007 y 2012. En contraste, el salario medio creció sólo el 1,9% entre 1994 y 2007, mientras en el período 2007-2012 la masa salarial se redujo un 19%.
La realidad desmiente tan rotundamente la supuesta creación de empleo de calidad que ni la CEOE es capaz de sostenerlo, recurriendo a un insultando juego de palabras. Resulta que, según su director general, Jordi Gª Viñas: “La mejor cualidad del empleo es tenerlo”, lo cual es una declaración de intenciones respecto de los planes que tienen para nosotros.

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