La Comuna Asturiana salvó al proletariado de una derrota decisiva. A pesar de la feroz represión que desató el gobierno —3.000 obreros muertos, 7.000 heridos, más de 30.000 encarcelados— la reacción no logró imponer una derrota a nivel global. Como en el resto del Estado las masas sólo habían hecho huelgas, sus filas estaban intactas. Se ofreció una seria resistencia a los intentos de Gil Robles de clausurar los sindicatos, aparecieron órganos ilegales para sustituir a la prensa obrera confiscada, se hicieron huelgas generales cuando se ejecutó a los prisioneros de Octubre y, tres meses después, los sindicatos clausurados cobraban las cuotas tan regularmente como antes.

El Primero de Mayo de 1935 se paralizó el país, menos los servicios públicos atendidos por las tropas del gobierno. Las campañas proamnistía movilizaron a amplios sectores del campesinado y la pequeña burguesía. La entrada de Gil Robles como ministro de Guerra no benefició en exceso a la reacción, y el ministro saliente hizo revelaciones desprestigiando a la CEDA. El presidente, Alcalá Zamora, no se atrevió a ir más lejos y conmutó la pena de muerte a los dirigentes catalanes. El propio Partido Radical, base del gobierno, comenzó a romperse.

 

Como vemos, el año 1935 se caracteriza por una paulatina recuperación de las masas. Es en este proceso cuando se van a dar una serie de cambios y reagrupamientos ideológicos y organizativos que marcarán de una forma decisiva el devenir de los acontecimientos. A los pocos días de la derrota se inicia el balance. La conclusión se hace evidente: lo que ha faltado en todo el proceso ha sido la presencia de una organización verdaderamente bolchevique que fuera capaz de oponerse a las claudicaciones y vacilaciones de los dirigentes reformistas y conducir a la clase obrera a la victoria. En esto parecen coincidir el Bloque Obrero y Campesino (BOC), la Izquierda Comunista (ICE), y las Juventudes Socialistas (JJSS).

 
 

La radicalización en el movimiento socialista

 

Es en el PSOE, y especialmente en las filas de la juventud, donde más claramente se manifiesta la radicalización de la clase obrera. El reconocido fracaso de la política de colaboración de clases de los socialistas con los republicanos, provocó una crisis profunda en las filas del partido y, luego, la cristalización de una poderosa ala izquierda dirigida por Largo Caballero que, aprendiendo la lección de su experiencia reformista, se pronuncia a favor de la dictadura del proletariado. Los dirigentes y miembros de las JJSS, los intelectuales que las rodean, editan el periódico de la UGT, Claridad, que expresa este giro. Así, Luis Araquistáin prologa los Discursos a los trabajadores de Largo Caballero de la siguiente manera: “Creo que la Segunda Internacional y la Tercera están virtualmente muertas, está muerto el socialismo reformista, democrático y parlamentario que representaba la Segunda Internacional, también ha muerto ese socialismo revolucionario de la Tercera Internacional, que recibía para el mundo entero el santo y seña de Moscú”.

 

Tras la revolución asturiana las JJSS editaban el folleto Octubre, segunda etapa. En él hacen recaer el fracaso de la insurrección en las tendencias centrista y reformista del PSOE, esta última representada por Prieto y Besteiro. Junto a conclusiones incorrectas, próximas a la concepción “blanquista” o conspirativa de la toma del poder, tales como considerar incorrecta la huelga campesina de junio por ser “un aviso al enemigo”, la reflexión más destacada es “el convencimiento de romper definitivamente con el reformismo”. En el plano internacional, el folleto apuesta por la ruptura con la Segunda Internacional, considerando que, lejos de dar alternativas revolucionarias al movimiento socialista internacional, lanza a los partidos socialdemócratas, en ella coordinados, a la gestión de los intereses sociales de la burguesía. Así, declaran: “Regresemos a Marx y Lenin, unamos a la juventud revolucionaria en una Internacional que rompa con los errores del pasado, para ello invitamos a la Juventud Comunista, a las Juventudes Comunistas de Izquierda y a las juventudes del BOC a entrar en masa en la Juventud Socialista de España, invitamos a la juventud revolucionaria a unirse a nuestra bandera para la reconstrucción del movimiento proletario internacional”.

 

En definitiva podemos sintetizar la táctica de las JJSS tras Octubre por:

 

1. Bolchevización: necesidad de expulsar a la fracción reformista del PSOE, con el objetivo de transformarlo en un partido “conductor de las masas revolucionarias”.

 

2. Unificación de las fuerzas obreras en un solo partido, el PSOE, y en un mismo sindicato, la UGT.

 

3. Rechazo de la Segunda Internacional y establecimiento de relaciones con la Internacional Comunista.

 

3. Lucha por la conquista del poder político, con el objetivo de instaurar la dictadura del proletariado.

 

Como vemos, una importante parte de la militancia socialista hubiese podido desprenderse totalmente del reformismo y llegar a integrarse en una organización revolucionaria bolchevique, pero, como analizaremos más adelante, una serie de acontecimientos empujaron a las JJSS hacia el estalinismo.

 
 

El giro en el movimiento comunista. Los frentes populares

 

Pocos días antes de los acontecimientos de Octubre, el PCE decide integrarse en la Alianza Obrera debido a la presión unitaria de su militancia. Sin embargo, éste no fue el único motivo.

 

Para entender los giros en la política del PCE hay que analizar los procesos que desde los años veinte se dan en la URSS. Por problemas de espacio nos ceñiremos a sus claves más importantes. Tras la derrota de la revolución alemana de 1923, la revolución rusa quedó aislada en un país atrasado, mayoritariamente campesino, con una clase obrera agotada y debilitada tras cuatro años de guerra imperialista y tres de guerra civil. Sobre estas condiciones materiales el surgimiento de un Estado obrero sano, donde los trabajadores participasen conscientemente en la gestión de la economía planificada y del conjunto de la sociedad, se hacía muy complicado. Una casta burocrática, cuyo máximo representante político era Stalin, se elevó por encima de los niveles de vida de los trabajadores rusos. Pronto se inició un proceso donde las conquistas de Octubre fueron progresivamente eliminadas, incluyendo a la gran mayoría de la vieja guardia del Partido Bolchevique.

 

Estos procesos tuvieron su continuación en la política de la Tercera Internacional. Ésta había sido creada por Lenin y Trotsky como un instrumento para la revolución mundial, conocedores de la imposibilidad de construir el socialismo en un solo país. Sin embargo, la camarilla de Stalin empezó a transformar la Internacional en una simple guardia de fronteras para la defensa de la URSS. Así, la antimarxista teoría del socialismo en un solo país, lanzada por primera vez en el otoño de 1924, no representaba sino los intereses de una burocracia que no quería ver amenazada su posición de privilegio en la sociedad soviética. Este proceso de degeneración de la Tercera Internacional se produce en los años veinte a través de un montón de giros y zigzags en su política: se alineó con la burguesía colonial china en la revolución de 1925-27, llevando al proletariado de aquel país a un callejón sin salida, para, posteriormente, en 1928 pasar a la sectaria política del Tercer Período, según la cual se había acabado la estabilidad capitalista, la socialdemocracia se había convertido en socialfascismo, siendo el principal enemigo de la clase obrera, con la cual no era posible llegar a ningún tipo de acuerdo. Esta política sería especialmente nefasta en Alemania, donde facilitaría la llegada de Hitler al poder.

 

En España esta postura se concretaría en la actitud de pleno rechazo hacia las Alianzas Obreras, hasta que un nuevo giro brusco en la Tercera Internacional volvió a cambiar todo el panorama.

 

En un primer momento, la subida de Hitler al poder no alteró las relaciones Alemania-URSS; empírica y tardíamente (tras el pacto germano-polaco) la burocracia estalinista comprende la amenaza que el expansionismo de Hitler suponía para el propio régimen soviético. Stalin, para hacer frente a este peligro, lejos de apoyarse en la capacidad revolucionaria de la clase obrera occidental, busca aliarse con los gobiernos burgueses democráticos de Occidente. A partir de este momento los PC desarrollarán alianzas con partidos burgueses, lo que implica su mantenimiento dentro del respeto a la propiedad y el Estado capitalista. La táctica del frente popular está abierta.

 

Desde este momento el PCE va a trabajar por llevar adelante los planteamientos del VII Congreso de la IC, celebrado en agosto de 1935. En este congreso Dimitrov había hecho su definición del fascismo como: “dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más nacionalistas y más imperialistas del capital financiero” abriendo, de este modo, la posibilidad de considerar la existencia de una burguesía democrática con la que pactar.

 

Esta definición chocaba con la realidad: el fascismo como última apuesta del conjunto de la burguesía para frenar el movimiento obrero, cuando ya no le es posible hacerlo mediante la democracia burguesa.

 

Aunque miles de militantes comunistas entendieron la nueva política del frente popular como una necesidad táctica transitoria, su aplicación práctica tendrá nefastas consecuencias, especialmente en el caso español, como se analizará en otro artículo. Todos aquellos que intentaron dar una perspectiva revolucionaria a la lucha contra el fascismo, en la medida en que éste aparece como la única alternativa que le queda a la burguesía europea para mantener su control sobre la sociedad, son denunciados por los dirigentes del PCE como “agentes del fascismo, incontrolados, trotskistas, etc.”. Es la época de los procesos de Moscú, vergonzosa farsa, donde los miembros de la vieja guardia bolchevique son definitivamente aplastados por el estalinismo.

 

Como consecuencia de este proceso el PCE inicia un acercamiento al PSOE, coincidiendo con la creciente radicalización de las JJSS. En este momento, para muchos de estos jóvenes, el PCE y Moscú representan la herencia de la Revolución Rusa. Desde Renovación (periódico de las JJSS) se glorifica y halaga la construcción del socialismo en Rusia. Para muchos dirigentes de las juventudes adaptarse al molde dado por el estalinismo, dejarse halagar por él, era tanto más conveniente cuando la política de colaboración de clases iba a hacerse en nombre del bolchevismo, se iba a realizar con el beneplácito de Moscú, supuestamente el foco revolucionario por excelencia. Para muchos dirigentes, la fusión con el estalinismo era la perspectiva de una buena carrera burocrática, traicionando las aspiraciones de sus bases. Éstas, pese a la corrupción política de sus jefes, seguirán tomando al pie de la letra las llamadas a la revolución y a la depuración del partido. El 13 de abril, Peña, Prieto y otros dirigentes centristas del PSOE son recibidos a tiros por las JJSS de Écija. A los pocos días, los desfiles del Primero de Mayo de 1936 en Madrid se ven copados por los jóvenes socialistas que, uniformados y puño en alto, gritan “gobierno obrero” y “ejército rojo”.

 

Aún en plena guerra civil y pese a las afirmaciones de Carrillo —“la JSU no es una organización marxista”, “no luchamos por una revolución social”— importantes federaciones, como las de Levante y Asturias, se pronuncian contra la política de alianzas con la burguesía y constituyen, junto a las Juventudes Libertarias y la Juventud Comunista Ibérica (POUM), el Frente de la Juventud Revolucionaria.

 
 
 

La recomposición en los partidos minoritarios: Izquierda Comunista y BOC

 

Se estaban creando las condiciones idóneas para el desarrollo de una organización genuinamente marxista. Al contexto anteriormente descrito en el seno del movimiento socialista, se sumaba una CNT sumergida en una profunda crisis con dos polos enfrentados: por un lado su ex-secretario general, Ángel Pestaña, orientándose a una especie de sindicalismo reformista y, por otra parte, la Federación Anarquista Ibérica (FAI).

 

En este contexto la Izquierda Comunista, aunque fuese una fuerza pequeña, tenía ideas y suficientes cuadros para poder transformarse en la organización que llevara adelante el triunfo de la revolución, a condición de mantener una línea correcta.

 

La Oposición Comunista de Izquierda, fundada en 1930 por un grupo de obreros exiliados, constituía la única fuerza capaz de poner orden en el confuso panorama político del proletariado español. Sus dirigentes —Nin, Andrade, E. Bilbao, Henri Lacroix...— eran veteranos luchadores, muchos de ellos fundadores del PCE, que se habían forjado a través de sucesivos combates y permanecieron ligados al programa internacionalista a través de la Oposición de Izquierdas, dirigida por Trotsky.

 

En poco tiempo, los trotskistas españoles alcanzaron una notable influencia, pese a su escaso número de militantes. Animados por el rápido crecimiento (unos mil a partir de 1932) y por el éxito de su revista teórica, Comunismo, en su tercera conferencia nacional en marzo de 1932 deciden convertirse en Izquierda Comunista de España y proclamar el abandono de la táctica del “enderezamiento” del PCE. Trotsky, no obstante, puso en guardia a la ICE sobre el peligro que suponía menospreciar la fuerza potencial del PCE, y recomendó una intervención más abierta y menos propagandística. Nin justificó su decisión sobre la base de que era necesario “construir ya el partido revolucionario”. Pronto veremos que esta decisión encerraba profundas contradicciones y un error de fondo: menospreciar el papel de los partidos obreros tradicionales como las organizaciones donde en los momentos decisivos se agrupa la masa de la clase obrera.

 

Tras la victoria de Hitler en Alemania, con el aplastamiento sin lucha de la clase obrera y, ante la incapacidad de la Tercera Internacional de hacer frente a esta situación, Trotsky saca la conclusión de que la Segunda Internacional y la Tercera han colapsado como herramientas útiles para dirigir la lucha por el socialismo. Los bolcheviques leninistas, denominación que adoptaron los cuadros marxistas agrupados en torno a Trotsky, deberían renunciar a su actuación de oposición dentro de los PCs, para trabajar en la construcción de la dirección revolucionaria y de una nueva Internacional: la Cuarta.

 
 

El desarrollo de la lucha de clases en España parece favorecer este plan. Una oportunidad frustrada

 

Durante la radicalización socialista, el prestigio e influencia de la ICE progresaron aceleradamente. El órgano juvenil de Madrid, Renovación, repetía semana tras semana que los trotskistas eran los mejores revolucionarios y teóricos de España, invitándolos reiteradamente a ingresar en la JJSS y el PSOE para “bolchevizarlos”.

 

Para Trotsky no hay duda posible. En agosto de 1934 y tras la sublevación fascista del 6 de febrero en París, los trotskistas franceses, agrupados en La Verité entraron al Partido Socialista-SFIO (sección francesa de la Internacional Obrera), donde establecieron sólidamente su influencia en los medios izquierdistas de la federación del Sena y en las filas de la juventud.

 

El terreno es más favorable en España. Para Trotsky, no se puede contar con que la pequeña organización trotskista disponga del tiempo necesario para asumir un papel dirigente en la lucha de clases si se encuentra excluida del frente socialista-comunista. La ICE es débil numéricamente y le faltan conexiones con las masas obreras atraídas por las grandes organizaciones. Trotsky opina que hay que construir dentro del PSOE una sólida corriente, que sea el núcleo del reagrupamiento revolucionario, y que sea capaz de ejercer una influencia decisiva sobre los militantes del PCE y sobre los militantes de la CNT, desorientados por la impotencia de su pregonado apoliticismo. Es necesario dotar de un verdadero programa bolchevique a esta radicalización espontánea, que estalinistas y socialistas de izquierda amenazan con desorientar muy pronto.

 

Sin embargo, Trotsky no logra convencer a sus camaradas españoles. Las notas editoriales y artículos que aparecen en Comunismo desde finales de 1933 hasta mediados de 1935 siguen considerando el giro del PSOE como una maniobra.

 

Finalmente la ICE rechaza el entrismo en el PSOE. Como señala G. Munis en su libro Jalones de derrota, promesa de victoria: “No se necesitaba ser un genio previsor para comprender que la conquista de la juventud socialista era el primer paso para la conquista de las masas obreras y campesinas (...) la ICE no supo ser lo bastante dúctil para ir a su encuentro y precipitar la conquista de la mayoría. Fue un error de vastas consecuencias”. El mismo Munis nos describe su experiencia personal: “Siendo yo representante de la ICE en la Alianza Obrera, miembros del comité madrileño de la juventud me propusieron ingresar en ésta. Argüí que me placería, pero que no ingresando sino yo personalmente, sólo podía aceptar previo consentimiento de mi organización, y en caso de que se me permitiese seguir desempeñando mis funciones de militante de la misma. Los proponentes estuvieron conformes sin el menor regateo (...) desgraciadamente la ICE se negó a autorizar mi ingreso, so pretexto de mayor utilidad, y hube de someterme a la disciplina”.

 

Sólo una minoría de la ICE se pronunció por la entrada al PSOE, en concreto, un grupo minoritario de Madrid dio el paso de entrar en la JJSS. Era ya tarde y el grupo, demasiado pequeño, fue incapaz de ganar la influencia necesaria.

 

El campo para que las JJSS fuesen ganadas al estalinismo se despejaba de una forma clara. No era la primera vez que la ICE menospreciaba la influencia que pudiera desarrollar el estalinismo en el seno del movimiento socialista.

 

Andrade, miembro de la dirección de la ICE, escribía en Comunismo en septiembre de 1934: “El estalinismo está en plena descomposición y liquidación. Los partidos estalinistas disminuyen cada día y pierden toda autoridad sobre las masas obreras”.

 
 

La unificación del BOC y la ICE: el POUM

 

Perdido el rumbo, la ICE dio un paso todavía más funesto. El error de menor cuantía habría sido continuar el trabajo como organización independiente, fiel a su programa, sin duda el único revolucionario en España. Pero a la vez que desechaba la oportunidad de conquistar lo mejor de la militancia socialista, se embarcó en la fusión con el Bloque Obrero y Campesino (BOC) de Maurín.

 

El BOC había surgido a partir de la Federación Catalano-Balear del PCE. La escisión tuvo por base la cuestión de la política sindical y sobre todo la cuestión nacional catalana. Maurín oponía el separatismo a la postura del PCE. “Nosotros somos partidarios ardientes de la independencia de Catalunya, Vizcaya, Galicia, Andalucía, etc. (...) España, que no es una nación sino un Estado opresor, debe ser disgregada”, escribía Maurín. Como vemos, una postura diametralmente opuesta a la del marxismo. El reconocimiento del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos no supone propagación del separatismo. Es un antídoto del nacionalismo, no un acicate. La concepción del BOC hubo de servirle para actuar siempre a la sombra de la burguesía catalanista, con trágicas consecuencias en los acontecimientos de Octubre de 1934.

 

La plataforma política de construcción del BOC de 1931 fue un ejemplo de confusionismo: asumía la política desarrollada por la Internacional Comunista durante la Revolución China de 1925-27. Para el BOC la revolución pendiente en España no tenía carácter socialista y alentaba la colaboración política con la burguesía. Asimismo, lejos de criticar el régimen estalinista que se consolidaba en Moscú, buscaba ser reconocido por éste.

 

El nuevo partido, surgido de esta fusión, se constituirá oficialmente en septiembre de 1935 y se llamará Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Trotsky protestará enérgicamente por esta decisión, pero la suerte está echada. A la lucha de Trotskypor la entrada de la ICE en las JJSS y en el PSOE (para agrupar a miles de sus mejores militantes que buscaban una alternativa revolucionaria), sus antiguos discípulos españoles opusieron una fusión sobre la base del programa del BOC, ni siquiera sobre el programa de la ICE. Dadas las casi inexistentes fuerzas del BOC fuera de Catalunya, el nuevo partido quedaría integrado por los propios militantes de la ICE. “El aislamiento sectario” usado como justificación por Andrade y Nin para la fusión, permanecía en todo el resto de la península. Pero, además, al precio de una revisión total de los principios que habían animado la existencia de la ICE hasta el momento.

 

El carácter de la revolución española queda definido en el congreso de fundación del POUM como “democrático-socialista”, encontrando en el término democrático la cobertura teórica que llevaría al POUM a firmar el pacto de colaboración con la burguesía conocido como Frente Popular.

 

Las protestas de Trotsky fueron respondidas despectivamente por Nin: “No podemos enviaros la información que pedís por falta de tiempo. Por otra parte, dada vuestra fundamental incomprensión de los asuntos españoles, no creemos que os fueran útiles”.

 

La creación del POUM permitió al estalinismo fortalecer su influencia en el PSOE y las JJSS.

 

Mientras que en 1934 los partidarios de una nueva internacional revolucionaria tenían una influencia real y posibilidades para extenderse, hacia el fin de 1935 no había en el movimiento obrero ningún partido que sostuviese la necesidad de adoptar el programa del bolchevismo, enfrentándose a la política de colaboración de clases que se estaba preparando tras la coartada de la unidad de las fuerzas populares.

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