Por segundo año consecutivo Rusia cerró su ejercicio económico con un importante déficit y el anuncio de nuevos recortes sociales. El PIB cayó un 3,7% en 2015, la pobreza se ha incrementado un 11%, 2,3 millones de personas más en solo doce meses. La contracción económica se ha llevado por delante decenas de miles de puestos de trabajo. La empresa automovilística AvtoVaz, con un recorte del 20% de su plantilla, es un ilustrativo ejemplo, pasando de 52.000 empleados a 47.000.

Los despidos masivos de médicos y pedagogos también han sido generalizados el año pasado como resultado de la unificación de centros de salud y educativos por todo el país. Hay una caída generalizada de los sueldos, de un 10% entre octubre de 2014 y el mismo mes de 2015, y de hasta un 30% en el caso de los maestros. Las exiguas pensiones subirán un 4% en 2016 cuando la previsión de inflación está entre el 8 y el 12,8%.
En este contexto el gobierno ruso ha aprobado unos imposibles presupuestos para 2016 que pretenden mantener la inversión dedicada a defensa y seguridad en un estratosférico 32% del PIB, al tiempo que continúan esquilmando los magros recursos destinados a Educación y Sanidad, que descienden del 4,08% al 3,59% del PIB, y del 3,43% al 3,05% respectivamente.

Crisis, recortes y tensión militar

Estos presupuestos se han elaborado previendo que el barril de petróleo estuviera en torno a 50 dólares, cuando en enero ya estaba por debajo de los 28. Teniendo en cuenta que el 40% de los ingresos presupuestarios dependen de la exportación del crudo, un nuevo recorte de los gastos sociales era algo cantado. A finales de enero se aprobó un recorte presupuestario adicional del 10%, así como la privatización de empresas estatales, entre ellas una petrolera y el mayor banco del país.

Ante este panorama la decisión del Kremlin ha sido desviar la atención redoblando su intervención militar en el extranjero. Pero eso trae, a su vez, nuevas complicaciones económicas. El derribo en noviembre de un caza ruso, de misión en Siria, por parte de la aviación turca llevó a Putin a prohibir la importación de productos turcos, lo que paralizó parte del sector del automóvil y la fabricación de electrodomésticos en Rusia, ya que muchos de los componentes utilizados en estos sectores provienen de Turquía.

Respecto a su participación en la guerra de Ucrania las sanciones por parte de la Unión Europea y Estados Unidos también tienen importantes consecuencias. Los sectores más dañados son la banca, las empresas de energía, las de defensa y las dedicadas a la importación y exportación de armas.

Rusia busca alguna alternativa mirando al mercado chino. Se ha embarcado en grandes proyectos de infraestructura para llevar su petróleo a esta zona del mundo. Sin embargo, el bajo precio del crudo está poniendo en riesgo las inversiones ya realizadas.

Las tensiones se acumulan en todos los frentes sin otra perspectiva bajo el capitalismo que la descomposición social, el militarismo y la represión, pero también alimentan las condiciones para la única salida favorable a la mayoría: una explosión social a gran escala que se lleve por delante al régimen de Putin.

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