El cierre de la central de Zorita, una vieja y pequeña planta que empezó a funcionar en 1968 y que tras numerosas protestas ciudadanas será la primera central nuclear que se cierra en España sin que medie un accidente, y el vigésimo aniversario del accidente de Chernobyl, la mayor catástrofe nuclear e industrial de la historia cuyas consecuencias aún perduran, han vuelto a poner sobre la mesa el debate de las centrales nucleares.

El cierre de la central de Zorita, una vieja y pequeña planta que empezó a funcionar en 1968 y que tras numerosas protestas ciudadanas será la primera central nuclear que se cierra en España sin que medie un accidente, y el vigésimo aniversario del accidente de Chernobyl, la mayor catástrofe nuclear e industrial de la historia cuyas consecuencias aún perduran, han vuelto a poner sobre la mesa el debate de las centrales nucleares.

Por otra parte, el 29 de noviembre de 2005 , y a raíz del debate sobre el estado de la nación de junio de 2005, el Ministerio de Industria convocaba la “Mesa de Diálogo sobre la evolución de la Energía Nuclear en España”, con el supuesto objetivo de discutir acerca del futuro energético en España.. Se trata de la primera vez en la historia en que se produce un debate abierto sobre la política energética tras la puesta en marcha de la energía nuclear en tiempos de Franco.

La constitución de dicha mesa ha venido acompañada paralelamente de una campaña publicitaria sobre las supuestas bondades de la energía nuclear, apoyándose en diversos argumentos, tales como las dificultades para cumplir el protocolo de Kyoto o la incertidumbre sobre el suministro de gas y petróleo. Los defensores de la energía nuclear presentan las supuestas ventajas: la garantía del suministro, por su funcionamiento ininterrumpido en ciclos de 24 meses; contribuye a controlar el efecto invernadero por su no emisión de CO2, consume un combustible abundante y presenta un aprovechamiento diversificado y fiable; posee grandes técnicos y presenta todas las garantías de seguridad con la supervisión de órganos independientes. Sin embargo todos estos argumentos son muy discutibles.

El combate contra el cambio climático es el principal argumento de la industria nuclear y de aquellos que claman por la extensión de esta energía. Sobre la base de que las centrales nucleares no emiten CO2 en su funcionamiento cotidiano —aunque sí en su ciclo global que incluye la construcción de las centrales, la minería del uranio, su transporte, el tratamiento de los residuos...—, tratan de impulsar la construcción de nuevas plantas o el mantenimiento de las que funcionan en la actualidad para satisfacer la demanda de energía. Sin embargo, la energía nuclear no puede tener un papel significativo en la lucha contra el cambio climático. Se dice que la energía nuclear no genera emisiones de gases invernadero. Eso es parcialmente cierto porque la energía utilizada en el enriquecimiento del uranio genera gases con efecto invernadero. Además, las emisiones del sector transporte no se verían afectadas por el renacimiento nuclear pues no pueden ser sustituidas.

También se tratan de consolidar la idea de que con los nuevos diseños de reactores ya no pueden ocurrir accidentes, sin embargo la verdad es distinta. Las probabilidades de que ocurra un accidente no han disminuido, al contrario, los “incidentes” en las plantas de Sellafield, Tokaimura, Monju, Brunsbüttel y, sobre todo, Paks lo confirman. Además llama la atención la falta de rigor del CSN (Consejo de Seguridad Nuclear, organismo encargado de velar por la seguridad de las plantas) en algunas actuaciones para garantizar la seguridad de centrales nucleares; ya que no se ha caracterizado precisamente por su independencia. Los problemas de corrosión recientemente descubiertos en el circuito terciario de Vandellós II (Tarragona) son un buen ejemplo del tipo de actuación del CSN.

Otro dato muy importante es que las inversiones en seguridad en las centrales nucleares españolas se han reducido al 50% tras la liberalización del sector eléctrico en 1999, lo cual va directamente relacionado con la proliferación de accidentes y problemas en diversas centrales nucleares.

A estas alturas no debiera ser necesario tener que insistir en los efectos nocivos de la radiactividad, no obstante no está de más echar un vistazo hacia atrás y ojear los datos vertidos de los estudios realizados en diversas zonas del mundo afectados por estas emisiones y por supuesto, recordar la catástrofe de Chernobyl y sus efectos a día de hoy. Ese es el mejor estudio sobre los beneficios o no de la energía nuclear, y sin embargo parece que para las eléctricas y gobiernos son datos a olvidar rápidamente. La radiación de la explosión de Chernobil (Ucrania) afectó a unos 3.900.000 km2 de Europa. Los informes de la ONU del año 2000 cifraban el número de afectados en siete millones de personas y en 250.000 las personas que fueron evacuadas.

En vez de diluirse con el tiempo, los efectos no están sino comenzando a aparecer. La salud pública en las áreas afectadas ha quedado seriamente dañada. La mortalidad y la morbilidad continuarán creciendo como resultado de la contaminación interna y debido a que muchas enfermedades distintas del cáncer están aumentando, como resultado de la inestabilidad genómica y los deterioros del sistema inmune. A las enfermedades directamente ocasionadas por la radiactividad hay que añadir los efectos ocasionados por la escasez de alimentos frescos como verduras, leche o huevos, puesto que las zonas cultivables están contaminadas.

Según los últimos informes, nos hablan de más de 60.000 muertos y de otros 90.000 futuros y muchos cientos de miles con enfermedades como el cáncer del tiroides, hígado y recto junto a malformaciones congénitas en los recién nacidos.

Otro argumento que se utiliza para apoyar las nucleares es el de la independencia del extranjero, sin embargo, España tiene una dependencia total del extranjero en lo relativo a energía nuclear: importa el 100% del uranio, el proceso del enriquecimiento se hace totalmente en el extranjero La energía nuclear no nos da independencia energética, pues debemos comprar el uranio en el exterior y en muchos casos los países poseedores de él son tan inestables como los del petróleo. Además, es un mineral escaso y su aprovechamiento no es seguro. Tecnológicamente dependemos del exterior, fundamentalmente de EEUU.

La gestión de los residuos nucleares es otro de los problemas graves de las nucleares, puesto que no hay ninguna forma satisfactoria de gestión para estas peligrosas sustancias, tóxicas durante cientos de miles de años. La realidad es que algunos desechos poseen una vida media de hasta 100.000 años. En todo ese tiempo los depósitos deberán permanecer bajo resguardo. El gobierno tiene prevista la construcción de un Almacén Transitorio Centralizado (ATC) a este respecto, lo cual no soluciona ninguno de los problemas de seguridad que plantean los residuos (la necesidad de transportes, con los riesgos que implica, y la vulnerabilidad de un cementerio nuclear en superficie). No es posible asegurar la seguridad de las plantas al 100%.

Los problemas de seguridad (que provocan una creciente indisponibilidad de estas instalaciones para cubrir la demanda de electricidad y que cada vez garantizan menos el suministro), la futura escasez del uranio y la difícil gestión de los residuos radiactivos anulan las ventajas que tienen las centrales nucleares y aconsejan el cierre de las existentes y la no construcción de nuevas plantas. Teniendo en cuenta además que en el año 2005, la energía nuclear representaba sólo el 5,7% del consumo mundial de energía primaria.

Una de las respuestas más probables por parte del gobierno es el alargamiento de la vida operativa de las actuales centrales nucleares, lo que beneficia directamente a las eléctricas españolas, que es lo que realmente buscan y no construir otras nuevas, volviéndose a llenar los bolsillos de beneficios. Y es aquí donde está el quid de la cuestión, en los beneficios multimillonarios que los grandes empresarios de las compañías eléctricas obtienen a través de la energía nuclear, fuertemente subvencionada por los gobiernos, mientras que millones de trabajadores tenemos que pagar a cambio una fuerte factura de nuestra salud.

Actualmente el bioetanol y el biodiesel y en breve espacio de tiempo, el hidrógeno son las alternativas al uso de, favorecer el desarrollo y la inversión en las energías alternativas como la eólica, solar, etc… Es perfectamente posible suplir la aportación nuclear a nuestro sistema energético mediante medidas de ahorro y eficiencia y sobre todo invirtiendo en las energías renovables, que ya han dado suficientes muestras de efectividad, pero que no resultan económicamente atractivas para las grandes eléctricas, que ven peligrar su pastel de beneficios. El gobierno del PSOE ha iniciado el debate nuclear con el cierre de la central de Zorita, una central obsoleta cuyo cierre estaba ya sentenciado hace tiempo. También esta medida forma parte del “talante” Zapatero. Sin embargo las presiones para la construcción de nuevas centrales parece que están sido tenidas más en cuenta que la salud de millones de trabajadores. He aquí otra oportunidad del gobierno para demostrar para quién está dispuesto a gobernar. En los próximos meses tendremos más noticias de las conclusiones de los diversos sectores sentados a la mesa de debate. Veremos lo que en esta, o en la siguiente legislatura está dispuesto hacer el gobierno de Zapatero, decisiones, como la de construir un almacén centralizado de residuos de alta actividad, que marcarán el destino y la salud de millones de personas.

En este, como en los demás ámbitos, es necesario que el gobierno adopte desde ya una política de clase , independiente, que no ceda a las presiones de las grandes eléctricas, de la misma forma que los dirigentes de UGT y CCOO, presentes en la mesa, deben presionar en ese sentido. Los marxistas tenemos claro que el fondo de la cuestión es el sistema capitalista y la sed de beneficios de las eléctricas en este caso las que determinan la gran cantidad de accidentes y suplicios por los que la población cercana a las centrales localizadas en todo el planeta, tienen que pasar. A veinte años del accidente de Chernobyl es necesario levantar la bandera de la política independiente de la clase obrera.

No a las centrales nucleares.

Por un programa de izquierdas que contemple el cierre progresivo de las que ya existen y la sustitución de la energía nuclear por las renovables.

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