La emancipación de la mujer ha sido una de las cuestiones fundamentales para el marxismo desde sus orígenes, no sólo porque las mujeres son más de la mitad de la humanidad, sino porque representan a uno de los sectores más oprimidos de la sociedad, víctima de una doble explotación, la derivada de su posición en la producción y la derivada de su género.

A menudo hemos escuchado que la mujer siempre ha estado oprimida por el hombre, que el antagonismo entre ambos sexos hunde sus raíces en el profundo origen de la psicología humana; incluso se llega a depositar tal diferencia sobre supuestas diferencias biológicas, cerebrales y genéticas y, por tanto, que la discriminación de la mujer es la misma vieja historia desde el comienzo de la vida sobre el planeta. Esta concepción del problema ha dado pie a muchas teorías reaccionarias, defendidas por científicos, intelectuales, etc., que intentan justificar desde un punto de vista reaccionario y supuestamente científico, la opresión de la mujer y la creación de empleos típicamente femeninos.

Para poder comprender el origen de esta discriminación e incluso poder dar una alternativa, es necesario partir de la base de que ningún ser humano vive aislado de la sociedad, y por ese motivo hay que buscar la explicación al problema en el seno de la misma sociedad. En su brillante obra El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, Engels, explica que la opresión social de la mujer surge como una de las primeras consecuencias de la división del trabajo, y que su posición de inferioridad en la sociedad proviene de la división de la sociedad en clases sociales, donde una clase social, compuesta por un puñado de privilegiados, controla el trabajo de la otra clase social que constituye el resto de la sociedad.

La mujer y la propiedad

Durante el comunismo primitivo, explica Engels, la economía se limitaba al núcleo de la comunidad familiar. Era una comunidad de hombres y mujeres que se iba desarrollando por línea materna; en ese momento la mujer tenía un estatus importante en el seno de la sociedad que provenía, no de su superioridad sobre el hombre, sino de la igualdad que existía en el comunismo primitivo entre hombres y mujeres.

El desarrollo material de la sociedad, la aparición de la ganadería y el desarrollo a mayor escala de la agricultura, fue produciendo un excedente económico. Las características físicas del hombre le hacían estar más ligado a la producción y utilización de este excedente, lo que a la larga fue derivando en una cierta ventaja en la sociedad. Las propias condiciones físicas de la mujer (reproducción, parto...) la hacían estar más ligada a la economía doméstica y que fuese disminuyendo su importancia para la sociedad y al mismo tiempo apareciesen las bases para su opresión. Con el desarrollo de la propiedad privada, y con ella la necesidad de preservar y acrecentar dicha propiedad (no basta el reconocimiento social del excedente, sino que hacían falta mecanismos que garantizasen su protección y extensión), surge la herencia, desaparece la familia por línea materna y se sustituye por el patriarcado __la organización familiar en función del hombre__. A la mujer se la aparta del proceso productivo y se la empieza a confinar a los límites del hogar y a partir de ese momento comienza su dependencia material: "la mujer es el primer ser humano víctima de la servidumbre. Ha sido esclava aún antes de que hubiera esclavos" (A. Bebel; La mujer y el Socialismo, editorial Fontamara; pág. 21).

La sociedad capitalista no fue la primera en estar dividida en clases, antes que ella estuvo la esclavista y la feudal. En ambas tanto los esclavos como los siervos eran explotados por los patricios y señores. La diferencia con el desarrollo del sistema capitalista estriba en que la mujer entra masivamente al sistema de producción. Con la sucesión de las distintas sociedades clasistas y al mismo tiempo que evolucionaba la opresión y sus formas, se creaban leyes para justificarla, costumbres, ritos, moral, instituciones, etc., para legitimar la opresión. Sin embargo, es importante señalar que género y clase no son lo mismo, ya que no era igual la condición de la mujer del señor feudal o del esclavista que la del siervo o el esclavo.

El desarrollo de las fuerzas productivas y del capitalismo generó elementos contradictorios que iban a sentar las bases para la lucha de la mujer por su emancipación. Las necesidades de mano de obra permitieron a la mujer integrarse en la producción y por tanto adquirir una nueva posición en la sociedad, pero a pesar de su incorporación al trabajo fuera del hogar, esto no significó su emancipación del trabajo doméstico.

Marxismo y feminismo

A pesar de que el movimiento feminista desde sus orígenes haya querido autoproclamarse el único portador de la bandera de la emancipación de la mujer, esto está muy lejos de ser verdad. De hecho el feminismo ha quedado reducido a las mujeres de la pequeña burguesía, intelectuales etc., nunca han conectado con las mujeres de la clase obrera que cuando han tenido que expresar su descontento siempre se han dirigido a las organizaciones tradicionales del movimiento obrero.

Para el feminismo todas las mujeres sufren la misma opresión, todas pertenecemos a la misma clase social: "La mujer es una clase social y económica explotada por el hombre" (L. Falcón; Mujer y poder político; editorial Vindicación Feminista; pág. 569). Por tanto todas, por el hecho de ser mujeres, estamos oprimidas, no por el capitalismo, sino por el patriarcado, y por tanto es necesario y posible unir a todas las mujeres en función de su género. La clave para explicar todas las estructuras sociales que oprimen a la mujer es su sexualidad, así la mujer del banquero que contrata a una mujer para que le limpie su casa tiene los mismos problemas, ya que el banquero y el obrero son el mismo tipo de opresor: son hombres.

Lidia Falcón, una de las feministas más destacadas del Estado español en su libro La razón feminista, llega a hacer la siguiente pregunta: "¿Pero hay mujeres burguesas?" (La razón feminista, pág. 563). Incluso no se inmuta al escribir que si las mujeres hemos avanzado algo en nuestros derechos y condiciones de vida se lo debemos a las abnegadas mujeres de la burguesía que lucharon por nosotras: "Hora es de comprender que no es por casualidad por lo que fueron mujeres, hijas y hermanas de burgueses, las que iniciaron, organizaron y lucharon activamente en el movimiento sufragista".

"Para ellas [las burguesas] las supuestas herederas del mundo todo les estaba negado, el derecho al trabajo y al salario, a las rentas y a los bienes, a la cultura y a la educación, al poder económico, al político y al religioso" (Ibid. Pág. 568).

¿Sufren todas las mujeres la misma opresión?

Aparte de la similitud biológica entre todas las mujeres, una mujer burguesa o pequeño burguesa y una trabajadora no tienen nada en común. Las primeras se sienten discriminadas porque no pueden acceder a los consejos de dirección de los bancos y empresas como sus maridos, o porque no pueden convertirse en ricos abogados, jueces, etc., con la misma facilidad que sus padres. En sus casas tienen criadas que les hacen las tareas del hogar, sus hijos estudian en colegios privados, y tienen sus gastos y caprichos bien cubiertos. A lo que aspiran es a participar junto a sus maridos en la dirección de los asuntos de la clase dominante aunque ya gozan de los frutos acabados de la dominación de su clase.

Para las mujeres de la clase obrera sus problemas son muy diferentes: cómo pagar el alquiler a fin de mes, qué hacer con los hijos cuando trabajan si no hay guarderías públicas suficientes, conseguir un trabajo, tener más derechos sindicales y sociales. Sus intereses tienen más en común con su compañero de trabajo y con su marido: es la lucha contra el empresario o empresaria que las explota. ¿O es que las trabajadoras de las Koplowitz por ser mujeres tienen más privilegios que sus compañeros de trabajo varones? En última intancia son los intereses de clase los que se imponen.

Quienes defienden las ideas del feminismo están ayudando a la burguesía a dividir al movimiento obrero creando falsos intereses opuestos. Es verdad que en el seno de la clase obrera también existen relaciones de dominación entre hombres y mujeres y hay que combatirlas, al mismo tiempo que se lucha contra el enemigo común: la burguesía.

El capitalismo tiene muchas formas de dominación, en momentos de agitación social, cuando está en peligro su propia existencia, recurren a sus formas más violentas y represivas. Pero en momentos de paz social utilizan formas de dominio que pasan inadvertidas para el conjunto de la sociedad. En el caso de las mujeres han contado con la inestimable ayuda durante siglos de la Iglesia, que ha ejercido una notable influencia con sus ideas de resignación ante la injusticia y el dolor y ha potenciado el papel de la mujer sumisa y pasiva, a imagen y semejanza de la Virgen María. Para muchas mujeres su situación de inferioridad llega a parecer algo normal, esto se debe a la inercia, a la costumbre y la rutina: "Una esclavitud que dura centenares de generaciones termina convirtiéndose en ‘natural" (A. Bebel La mujer y el socialismo pág. 21).

La opresión de la familia

La otra forma de dominio de la burguesía ha sido la familia, su principal baluarte tanto para el sistema como para la Iglesia. Se la ha denominado la "portadora de los valores tradicionales de la sociedad", ha sido utilizada para potenciar el papel del ama de casa como principal guardián de esta institución, y a través de ella se han encargado de transmitir a la mujer el miedo a cualquier cambio que pueda alterarla.

El propio desarrollo del capitalismo tras las II Guerra Mundial empujó a las mujeres en masa a la producción, y con ello se ha ido debilitando la institución familiar. Ya se empiezan a oír voces pidiendo la vuelta de la mujer al hogar, y esgrimiendo que la causa de todos los males que aquejan a esta sociedad __paro, bajos salarios...__ son debidos a que la mujer trabaja; el problema es que el sistema ya no puede renunciar a una de sus principales fuentes de mano de obra barata.

Otro de los problemas que parece que los medios de comunicación acabasen de descubrir, y que no es nada nuevo, es el de las mujeres maltratadas y asesinadas por sus maridos, compañeros y novios. Esta situación emana directamente de la institución del matrimonio en el seno del sistema capitalista, a través del cual se institucionaliza la dominación y la posesión por el marido de la mujer como si se tratara de una propiedad privada. La violencia familiar en la mayoría de las ocasiones no sólo es propiciada por el talante y carácter violento de las personas, sino que tiene mucho que ver con las condiciones de vida que tienen que soportar miles de familias trabajadoras, la desesperación del paro, la miseria, la marginación y que saca a la luz todas las contradicciones del sistema.

El capitalismo también utiliza otros medios ideológicos, que los transmite a través de los medios de comunicación, prensa del corazón, programa de cotilleos, telenovelas... con la intención de mantener la psicología de la mujer atrasada. El mensaje que transmiten es que lo importante es la belleza y sentirse guapas; para triunfar lo único necesario es un buen físico, y por supuesto la meta para toda mujer es el matrimonio. En definitiva no hay nada que el amor no pueda solucionar. En los últimos tiempos hemos visto un aumento masivo de estos programas que, por otro lado, son una suculenta fuente de beneficios para los dueños de los medios de comunicación de masas.

Si las mujeres mandasen

"La propia naturaleza de la mujer evitaría el uso jerárquico del poder" (Sally Miller; Historia de la teoría feminista).

"El futuro es un gobierno feminista" (Ibid. Regina Sanjuán).

"...En los albores del siglo XXI y enfrentados a los horrores cotidianos de este mundo masculino y depredador, el dilema es el de ‘feminismo o babarie". (L. Falcón, Mujer y sociedad).

Ha sido y sigue siendo el mensaje de las feministas, e incluso de las dirigentes de los partidos y sindicatos obreros, que si las mujeres mandasen, si una mujer estuviera al frente de un país, o del FMI, del Banco Mundial, la ONU... el mundo sería más humano y maravilloso. A estas ideas podrían responder sobre la base de la experiencia los trabajadores y trabajadoras de Gran Bretaña tras los años de gobierno de Margaret Thatcher, o los de Pakistán con Benazir Butto..., Cristina Almeida llegó a plantear: "La Guardia Civil no sería misógina si tuviera uniformes premamá" (El País, 23/8/91), que quiere decir con esto ¿que la Guardia Civil dejaría de ser un instrumento represivo del Estado?

Las feministas son incapaces de comprender el papel central de la lucha de clases en la sociedad, e incapaces de comprender la contradicción fundamental de la sociedad capitalista __el antagonismo entre la clase obrera y el capital__, se limitan a ver una parte parcial del problema de la sociedad, la opresión de la mujer, arrancándolo completamente de su contexto, y la consecuencia final es que todos los movimientos feministas se convierten en utópicos, reformistas y reaccionarios, ya que hacen el juego al sistema capitalista dividiendo al movimiento obrero en líneas de sexo, y desviando la atención de los verdaderos problemas que afrontan las mujeres. Al enmascaran al auténtico enemigo, renuncian a defender una genuina alternativa que pueda poner fin a la opresión de la mujer, bajo el capitalismo, o como Lidia Falcón se enorgullece de plantear: "existe un problema femenino que no podrá resolver totalmente el socialismo". (L. Falcón, La razón feminista, pág. 563).

La cuota femenina

Otra de las luchas de feministas y reformistas ha sido la de imponer cuotas de participación en las direcciones de los partidos y sindicatos obreros. Los marxistas estamos en contra de cualquier tipo de discriminación, sea por razón de sexo o raza. Pero las cuotas femeninas sólo representan una solución organizativa inadecuada para resolver problemas políticos y sociales y ocultan la incapacidad de las direcciones de las organizaciones obreras de plantear una política que sea capaz de potenciar la participación de la mujer en los partidos y sindicatos de izquierdas. Además las cuotas pueden convertirse en manos de las direcciones burocráticas en un arma y excusa para apartar de la dirección a elementos críticos con su política. A nuestros dirigentes hay que elegirlos por el programa y la política que defienden no por su género o raza.

Como Marx y Engels señalaron la base de la opresión femenina está en la posición que ocupa en la producción social, y es en el capitalismo donde encontraremos la base de esta opresión. La integración y emancipación de la mujer en la sociedad capitalista es imposible y no puede darse al margen de la lucha por la emancipación del conjunto de la humanidad del trabajo asalariado y la explotación.

El marxismo siempre ha explicado que los hombres y mujeres de la clase obrera tenemos que luchar juntos para derrocar al sistema capitalista y construir juntos una sociedad donde todo ser humano independientemente de su sexo o raza tenga los mismos derechos y oportunidades. En palabras de Bebel: "El futuro pertenece al socialismo, y el socialismo al trabajador y la mujer".

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