Además de la testificación de los periodistas, que invalidaron punto por punto las calumnias, mentiras y falsedades que vertió el abogado del Estado, declaró Patricia, una estudiante de 19 años. El juez le dio un peculiar recibimiento atiborrándola a preguntas intimidatorias: “Dice usted que es estudiante, ¿y qué estudia?”, “¿Sabe usted a lo que viene aquí o viene a libre albedrío, a ver qué pasa?”, “¿Sabe usted que está bajo juramento?”, “¿Sabe lo que eso significa?”, “Respóndame alto y claro, no me haga sonidos guturales”... En fin, ya se sabe, por aquello de ser mujer… y encima joven.
Con este retorcido elemento como árbitro, que pocas semanas antes ya nos había condenado a pagarle 120 euros al Ayuntamiento de Salamanca por “dañar” el medio ambiente pegando dos carteles, era de esperar quien iba a perder. La sentencia llegó el pasado 3 de marzo, un día antes de que cientos de miles de jóvenes saliésemos a la calle en todo el estado contra el PP. Casualidades de la vida.
De momento este juez, agente de la represión, de la burguesía y de la derecha, ha tenido que tragarse las más de 50 resoluciones que desde todo el Estado se le han enviado como medida de presión y que al parecer no le han sentado muy bien: “a mi no me amenaza nadie” ha dicho. Está claro que en los despachos y las moquetas de la justicia burguesa tenemos las de perder. Pero nuestra lucha no está ahí, nuestra lucha está en la calle. Y ahí ellos siempre pierden. Algún día tendrán que dejar de jugar en casa.