El chantaje de Suzuki

Los trabajadores de Suzuki llevaban en huelga cerca de tres meses (convocando dos días a la semana) a raíz de la negociación del convenio colectivo. Pese a la disposición de la plantilla, de nuevo el chantaje de la deslocalización fue determinante para impedir avanzar la lucha, algo a lo que la patronal está recurriendo cada vez con más frecuencia.

El 14 de mayo la mitad de la plantilla se reunió en asamblea para votar la desconvocatoria de huelga. El resultado fue 64 votos a favor, 40 en contra y 2 abstenciones. Esto ocurrió un día después de que la dirección de la empresa amenazara con el traslado de la línea de recambios a Manzanares (Ciudad Real). Representantes sindicales reconocieron que el voto estaba influido “por el miedo a que la empresa marchase de Gijón”.

Los trabajadores llevaban en huelga desde hace cuatro meses (de 24 horas los martes y jueves, y paros de una hora el resto de días). La multinacional llevaba 14 meses retrasando la negociación del convenio colectivo a menos que se firmara un preacuerdo “para mejorar la productividad un 30% y reducir el absentismo hasta el 5%”.

Beneficios empresariales

Hablaban de pérdidas de hasta 20 millones de euros. Sin embargo, en El Comercio del 17 de marzo podemos leer: “Suzuki vendió 820 motocicletas en España (...) La cifra supone un incremento del 60% respecto al mismo mes del 2003. La multinacional japonesa lideró el crecimiento del sector en febrero”. Es decir que la empresa generaba ganancias... incluso durante la huelga. ¿Por qué esto no nos sorprende? Poderosas multinacionales como Suzuki generan beneficios multimillonarios en distintas partes del planeta explotando salvajemente a los trabajadores. Como un gigante las multinacionales avanzan por el mundo saltando fronteras y pisoteando las condiciones de vida de los trabajadores.

La dirección de Suzuki utilizó hábilmente el absentismo (manipulando porcentajes además) como cortina de humo para ocultar sus intereses. Los trabajadores pronto advirtieron que “detrás de esta operación se esconde un plan de viabilidad que no nos quieren contar”. De hecho para reducir el absentismo, la empresa planteaba dejar de abonar el complemento de baja durante 7 días y en caso de que el absentismo del mes anterior supere el 5%, dejarán de pagarlo durante 14 días. Cuando los trabajadores convocaron las huelgas y se movilizaron, la dirección de la empresa cambió de táctica agitando el fantasma de la deslocalización.

Sacrificios para los trabajadores

Todos los días desde los medios de comunicación se atacaba a los trabajadores llamándoles irresponsables. Los diarios publicaban las falsas cifras de absentismo de la empresa. Desde el gobierno regional también llovieron ataques contra las movilizaciones y la dureza del conflicto. La alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso (PSOE) aplaudió el llamado “acuerdo de mínimos” impulsado por el Consejero de Trabajo y Empleo, Graciano Torre, para “desbloquear el conflicto”. Este preacuerdo fue expuesto a votación a una plantilla cansada y sin alternativa después de cuatro meses de lucha.

Los representantes sindicales no ofrecieron ninguna salida a los trabajadores. No se organizaron asambleas periódicas donde se discutiera el conflicto y se tomaran decisiones en un plan para avanzar la lucha. No se hicieron panfletos para repartir en los piquetes. No se creó una caja de resistencia. Los dirigentes de UGT y CCOO no se llevaron la lucha fuera de Suzuki, a las otras empresas en conflicto (mina La Camocha, Izar Gijón, las trabajadoras del Inserso...), unificando las protestas por el futuro laboral de la comarca. Tampoco se aprovecharon las organizaciones estatales de estos sindicatos para presionar a la multinacional y al gobierno (en ese momento del PP) en una lucha estatal junto con el resto de trabajadores de las plantas de Suzuki.

Este conflicto demuestra claramente el abismo que existe entre los intereses de una empresa y los de sus trabajadores. Representa el abismo que separa un sindicalismo que acepta la lógica perversa del sistema de “libre comercio”, a la defensa de las condiciones de vida y las conquistas de los obreros. Después de aceptado y firmado el “acuerdo de mínimos”, la empresa no da marcha atrás con la opción de retirarse. Ahora se sienten más fuertes y pretenden avanzar asustando a los trabajadores para la próxima negociación.

La única salida realista es plantarse con las armas de la unidad de la plantilla, pero sobre todo con unas ideas claras que traspasen los muros del sistema capitalista. El sindicalismo combativo debe luchar por mejoras parciales vinculándolas con la nacionalización de la empresa contra el chantaje de la patronal. Además esta consigna debe acompañarse con una explicación adecuada de que sólo los trabajadores pueden hacer funcionar una empresa bajo su control democrático.

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