‘Los intelectuales comprometidos deben preguntarse por qué la izquierda abandonó las banderas que defendió históricamente’‘Los intelectuales comprometidos deben preguntarse por qué la izquierda abandonó las banderas que defendió históricamente’

Ricardo Rodríguez, camarada del PCE, miembro de su Comité Federal y defensor de las posiciones marxistas consecuentes dentro del Partido, acaba de publicar su primera novela, La moral del verdugo. Desde El Militante hemos querido conversar con él sobre el contenido del mismo, y conocer sus opiniones respecto a otros aspectos de la vida cultural, la actualidad política y el pensamiento marxista.

El Militante.— ¿Qué has querido plantear desde el punto de vista político y literario con La moral del verdugo?

Ricardo Rodríguez.— En la novela hay en primer lugar un planteamiento y una hipótesis moral que tiene como trasfondo una visión política del mundo. La hipótesis radical es la del verdugo, la de aquel que en una sociedad capitalista tiene que ejecutar a un hombre que él sabe que es inocente de la acusación de terrorismo, que es un amigo suyo de infancia. Y tiene, no obstante, que explicarse a sí mismo en una carta dirigida a la hija del hombre al que va a ejecutar: No hace más que cumplir con su función de verdugo porque es necesario para el sostenimiento de la sociedad capitalista.

EM.— Tú has escrito artículos interesantes sobre el papel del intelectual en la lucha de clases, ¿Qué relación ves entre la función intelectual, la creación artística y el compromiso social?

RR.— Creo que el mito del arte por el arte es una de las grandes falacias de la historia, que se ha sostenido porque ha interesado que se sostenga. El mero sentido común indica que los seres humanos se dirigen a los otros seres humanos para comunicar ideas y sentimientos. Jamás una obra de arte o literaria ha resistido el paso del tiempo si no ha dicho algo o ha conmovido. Hace pocos meses la camarada Belén Copegui, con el Lado Frío de la Almohada, también planteaba esta cuestión. Ponía a los intelectuales de izquierdas frente al espejo para que se preguntaran por qué la izquierda ha abandonando todas las banderas que ha defendido históricamente: la revolución cubana, la revolución bolivariana, la defensa de los derechos sociales y una posición consecuente en la lucha de clases.

Esta actitud afecta también directamente a las organizaciones de la izquierda, incluida IU y el PCE. Para un amplio sector de su dirección la cuestión es no actuar en los procesos sociales que se generan en este país con una posición de independencia de clase, sino intentar sostenerse en un nivel más o menos cómodo para obtener posiciones en las instituciones y sostener el aparato. Me hace gracia que se avise a la izquierda constantemente de que no ponga en peligro, por ejemplo, la independencia sindical, cuando a estas alturas es una broma de mal gusto decir que IU o el PCE pueden poner en peligro la independencia de CCOO. En realidad lo que está bajo constante ataque es la realización de una política de independencia de clase del conjunto de las organizaciones políticas, sindicales, sociales y culturales de la clase trabajadora, y es eso lo que hay que reconstruir, y creo además que las movilizaciones que se vivieron en este país en los últimos años demuestran que esa sería una política correcta y que abriría un espacio político y social para una izquierda realmente consecuente y transformadora.

EM.— El colapso de la URSS y del estalinismo a finales de los años ochenta supuso un duro golpe al movimiento comunista. Millones de militantes comunistas honestos, luchadores, vieron como de la noche a la mañana lo que habían sido sus dirigentes históricos, en este caso los dirigentes del PCUS y los PCs de Europa del este, transitaban sin mayor dificultad entre las banderas rojas y los confortables sillones de despachos de multinacionales o consorcios de privatización. En ese contexto viejas ideas anatematizadas y perseguidas como las de León Trotsky fueron para muchos de no-sotros un elemento de estudio y reflexión. Nos gustaría que dieses tu opinión sobre la aportación de Trotsky al pensamiento marxista y que lectura de cara al futuro puede tener su pensamiento y su obra.

RR.— Creo que el hecho de que el gobierno actual de Rusia este dirigido en una parte fundamental por los antiguos cuadros del KGB demuestra que las cosas se estaban pudriendo desde hacía tiempo. Creo coincidir con Trotsky, aunque no con algunos grupos autodenominados trotskistas, que el proceso de transformación revolucionaria de la propia revolución soviética tenía que hacerse desde dentro y sosteniendo los pilares básicos de la propia economía socialista. Hay otras personas de la izquierda que creen incluso que fue una suerte para el movimiento obrero internacional la caída de la URSS. Yo opino que ha sido una de las grandes desgracias del movimiento obrero del siglo XX. Con esta visión de las cosas y con la perspectiva que hoy tenemos, pienso que quien no ha leído a Trotsky haría bien en leerlo, y muchos tendrían que reconocer que llevaba razón e hizo una crítica correcta en muchos de sus planteamientos.

Hay posiciones de Trotsky que yo no comparto, pero sí los planteamientos centrales de crítica de la burocratización de la revolución soviética y de supresión de la democracia revolucionaria que se había construido inicialmente. Incluso en el mundo de la cultura, la crítica de Trtosky contra el intento de hacer pasar por literatura, bajo la excusa del realismo socialista, auténticos ladrillos y de que se utilizara la represión más burda contra creaciones literarias y artísticas, la comparto plenamente.

En toda esa serie de cuestiones, la historia ha venido a demostrar que llevaban razón y que en cualquier caso, al igual que fue una desgracia tremenda para el movimiento obrero la caída de la URSS, también lo fue el brutal asesinato de Trotsky y la proscripción oficial en el movimiento comunista prosoviético de una ideas que tenían la capacidad de todo el marxismo creativo que surgió en Rusia a principios del siglo XX.

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