La victoria del PSOE, y en general de la izquierda, en las elecciones generales del 14 de marzo de 2004, vino determinada por un intenso y prolongado proceso de movilizaciones contra el PP. Fue esa corriente de participación, ese reencuentro de los t La victoria del PSOE, y en general de la izquierda, en las elecciones generales del 14 de marzo de 2004, vino determinada por un intenso y prolongado proceso de movilizaciones contra el PP. Fue esa corriente de participación, ese reencuentro de los trabajadores y de la juventud con sus propias fuerzas, el elemento decisivo que derrotó al gobierno de Aznar. El calor proveniente desde abajo obligó a una determinada alianza parlamentaria, basada fundamentalmente en IU y ERC.

Así, las condiciones para aplicar una política de izquierdas, entendida como una política de cambios sustanciales en materia de vivienda, sanidad, educación, derechos democráticos, estaban dadas: en primer lugar la demostrada predisposición a la lucha de los trabajadores y de la juventud, en la que se podía apoyar el gobierno del PSOE para hacer frente a las presiones y a la resistencia de la derecha, y en segundo lugar una mayoría absoluta de parlamentarios de partidos de izquierdas. Las excusas para no emprender una política radicalmente distinta a la del PP eran muy endebles.

Fue esa combinación de factores lo que empujó al gobierno a tomar toda una serie de medidas que marcaron los primeros momentos de la legislatura, significativamente la retirada de las tropas de Iraq y la derogación de la LOCE, la mal llamada “ley de calidad” de la enseñanza del PP.

El impacto de esas decisiones, producto de la presión desde abajo, dejaron en un segundo plano otras medidas que indicaron muy rápidamente que en aspectos determinantes como la política presupuestaria y económica el nuevo gobierno estaba siguiendo el mismo camino que el anterior. Con el paso del tiempo era inevitable que esta contradicción exigiera una salida, llegando al momento crítico actual en el que el gobierno está girando hacia la derecha.

CiU oferta ‘más estabilidad’

Ha sido al calor de la rancia manifestación encabezada por los obispos el 12 de noviembre que el gobierno ha dado la muestra más vistosa, hasta el momento, de estar en disposición de ceder a las presiones de la derecha, como efectivamente ha hecho. El artículo que dedicó el periódico financiero Cinco Días a las negociaciones en la Comisión de Educación del Congreso fue bastante elocuente: “El PSOE pacta con CiU más dinero para la enseñanza concertada” (más detalles en la página 13 de este periódico).

Precisamente, poco después de pactarse un escoramiento aún más a la derecha de la LOE, sale a la luz la oferta de CiU de convertirse en el sustento parlamentario del gobierno para garantizar así la necesaria “estabilidad”. “La LOE y los presupuestos deberían ser el comienzo de una implicación más intensa de CiU en la gobernabilidad de España, como lo hizo con gobiernos de Felipe González y de José María Aznar”, declaró Artur Mas (El País, 2/12/2005).

La oferta de CiU tiene una clara correspondencia con los planteamientos de, al menos, sectores importantes de la dirección del PSOE y del gobierno. Recientemente, Alfonso Guerra decía en una entrevista a El País (20-11-2005): “Hay que tirar del PP hacia una posición común y no empujarlo hacia una posición radical”. Así, la “crispación” y la ofensiva reaccionaria del PP habría que combatirla con un giro hacia la moderación y a ganar apoyo en las “capas medias”, el “centro”, etc. Es la vieja concepción que ha llevado al PSOE de derrota en derrota en el terreno electoral hasta las pasadas elecciones, cuando el factor movilización pudo compensar la apatía en el electorado de la izquierda. Esta apatía se había expresado en una altísima abstención y estaba provocada por un discurso hueco y la falta de un programa claro de transformaciones sociales por parte de sus dirigentes.

Lo más paradójico es que este giro a la derecha es simultáneo a la “ofensiva” que ha anunciado el gobierno para contrarrestar la campaña del PP. ¿Pero cómo se puede lanzar una “ofensiva” contra el PP haciendo más concesiones a la derecha?

El ‘mal momento’

del gobierno

Recientemente se han publicado varias encuestas electorales en las que la distancia entre el PSOE y el PP es mínima, y en algunas el PP gana. Según José Blanco, el secretario de organización del PSOE, el “mal momento” del PSOE se debe a la política de crispación del PP. Pero eso no es verdad. La política de crispación del PP en relación al Estatut o a la LOE ha servido, en todo caso, para mantener en tensión su propia base electoral, un “caladero de votos” que jamás ha tenido el PSOE. El problema está en que los trabajadores, los votantes tradicionales de la izquierda, están perdiendo la ilusión en que el gobierno vaya a tomar medidas que cambien a mejor sus condiciones de vida y de trabajo. ¿Qué mensaje se transmite a la base social de la izquierda cuando se pacta una reforma educativa con la derecha, cuando uno de los motores de la lucha contra el PP fue, precisamente, la lucha contra la LOCE? ¿Qué perciben los trabajadores cuando se anuncia una reforma laboral que, por lo que se conoce hasta el momento, es un ataque brutal contra los trabajadores? Podríamos seguir con las mismas preguntas en relación al anuncio de que se quiere aprobar una ley de memoria histórica “de acuerdo con el PP”, es decir, con los herederos del franquismo, o a la anunciada reducción del impuesto de sociedades, que redunda en beneficio de los capitalistas. Mientras tanto, la vivienda sigue subiendo, la precariedad y los accidentes laborales son una triste realidad sin que se vislumbre ningún tipo de cambio en el futuro. Las jornadas de trabajo son agotadoras, el salario no llega a fin de mes.

Y efectivamente, si sobre ese panorama se abre un debate sobre un Estatut que tiene como trasfondo la disputa del pastel presupuestario entre la burguesía centralista y la burguesía catalana, que no supone ningún paso adelante en derechos democráticos ni sociales, que incluso tiene elementos muy conservadores como en el terreno educativo… ¿cómo no va haber confusión en el electorado tradicional de la izquierda?

Las claves del “momento delicado” por el que está pasando el gobierno no hay que buscarlas en la ofensiva de la derecha, sino en el hecho de que esa ofensiva no es contestada con una política que ilusione a la base social de la izquierda, objetivamente muchísimo más amplia que la derecha. ¿Pero cómo se va a movilizar desde el gobierno a su propia base de apoyo si su tesis fundamental es que en las “grandes cuestiones” se debería llegar a un acuerdo con el PP? ¿Entonces para qué existen los partidos de izquierdas? ¿Para las cuestiones sin trascendencia?

Si el gobierno piensa emprender una “ofensiva” contra la derecha pertrechado de la temible arma del consenso en todos los temas fundamentales va a fracasar totalmente.

Pensar que se puede hacer frente a la derecha con esa orientación es una ingenuidad o un engaño abierto. Efectivamente el PP tiene una crisis larvada en su seno, pero la debilidad mostrada por el gobierno en el último periodo, unido a la progresiva pérdida de ilusiones en que éste vaya a impulsar un cambio profundo en el terreno social, es lo que está haciendo que esa división haya pasado momentáneamente a un segundo plano. La derecha está envalentonada por la perspectiva de éxito a corto plazo y cada concesión y muestra de debilidad del gobierno alimenta aún más esa expectativa. Desde su punto de vista la crispación “funciona”.

No es un problema de “comunicación” del gobierno el que le ha llevado a ese “momento delicado”. Otro de los ejes de la ofensiva del gobierno parece ser que será explicar lo bien que va la economía. Pero eso mismo indica lo alejado que está el gobierno de la realidad cotidiana de los trabajadores. Recientemente, el secretario de Estado de economía, David Vegara, calificó el dato de desempleo —el mejor, según el INE, desde 1979— de “histórico y extraordinario”, y subrayó que por primera vez desde que España entró a formar parte de la UE, la tasa de paro española se sitúa por debajo de la media europea, (El Mundo, 31/10/2005). Sin embargo, en el barómetro del CIS correspondiente al mes de octubre, a la pregunta de “cuáles son los tres problemas que a Ud., personalmente, le afectan más” el 31,5% responde “el paro”; “los problemas de índole económica” es la segunda preocupación más importante, mencionada por el 25,2% de los encuestados. Le sigue la vivienda, con un 19,2%. Curiosamente, “los nacionalismos” es una preocupación apuntada tan sólo por el 1% de los encuestados y el “terrorismo internacional” un 0,1%. Hay que tener en cuenta que la encuesta se hizo en plena campaña de histerismo contra el Estatut y que la lucha contra el “terrorismo internacional” es una bandera muy identificada con Aznar, Bush y compañía.

La gran contradicción

En el mismo barómetro del CIS, a la pregunta “¿cómo calificaría la actuación política que está teniendo el PP en la oposición?”, el 36% responde “regular”, el 24,6% “mala” y el 16,3 “muy mala”. Es decir, que el 77% la considera negativa en diferentes grados.

Esos datos van en sintonía con las encuestas que, más que apuntar a una subida de la intención de voto al PP, indican una caída del voto al PSOE. El editorial de El País del 19 de noviembre, un medio nada sospechoso de contaminación marxista en sus análisis, en referencia a la encuesta sobre intención de voto publicada por el CIS señala lo siguiente: “el principal mensaje de la encuesta es que el grupo de votantes que le dio la victoria [al gobierno] en el último minuto vuelve a estar desmovilizado”. Todo eso debería hacer reflexionar mejor al gobierno y a la dirección del PSOE respecto a cual es el verdadero origen de su “momento delicado”. Joaquín Estefanía, redactor de El País, en un artículo publicado el 28 de noviembre, comentaba que “el gobierno de Rodríguez Zapatero no necesitaría de empujones tan excesivos para salir de la Moncloa [en referencia a la línea adoptada por el PP], acomplejado como está por temas como el de la educación, en el que no se atreve a pedir el apoyo de sus votantes”, (el énfasis es nuestro). En realidad “el momento delicado” del PSOE revela su gran contradicción: haber sido aupado por un gran movimiento de los trabajadores y de la juventud y al mismo tiempo querer poner en marcha los planes que exigen los empresarios y capitalistas. El “momento delicado” del gobierno PSOE revela, en realidad, el “momento delicado” de la socialdemocracia en la época del capitalismo decadente, donde lo que es fundamental y decisivo para los grandes capitalistas entra en contradicción con lo que es elemental para una vida digna para la inmensa mayoría de la sociedad.

La reforma de la educación se ha convertido en la primer paso serio que el gobierno ha emprendido hacia una nueva etapa, pensando en nuevos socios. Es el momento de dar una advertencia y recordar a los dirigentes del PSOE gracias a quién están donde están. Es necesario que esa poderosa fuerza que barrió a la derecha del gobierno emerja ahora para exigir una política genuinamente socialista en beneficio de la inmensa mayoría de la sociedad.

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