El 15 de junio de 2005, miles de jóvenes y trabajadores expulsamos al PP de la Xunta con nuestro voto, poniendo en su lugar a un gobierno de izquierdas formado por PSOE y BNG. Tras un régimen de 16 años bajo el señor Fraga, en el que Galicia alcanzól El 15 de junio de 2005, miles de jóvenes y trabajadores expulsamos al PP de la Xunta con nuestro voto, poniendo en su lugar a un gobierno de izquierdas formado por PSOE y BNG. Tras un régimen de 16 años bajo el señor Fraga, en el que Galicia alcanzó las cotas más bajas del Estado en salarios y pensiones y las más altas en paro, precariedad (500.000 trabajadores) y emigración (20.000 jóvenes al año), existía la esperanza de un cambio que mejorase las condiciones de vida de los trabajadores. Por lo menos, así aparecía en el programa conjunto acordado por BNG y PSOE a la hora de formar gobierno. En él se recogían medidas para crear 200.000 empleos estables y 25.000 viviendas de protección oficial.

Una vez transcurridos seis meses desde la investidura del nuevo gobierno, todos los indicios apuntan a que estas promesas han quedado relegadas en el cajón de los olvidos. Es más, los medios para solventar problemas como la precariedad o la carestía de vivienda son claramente insuficientes.

Ofertas de pacto

a empresarios y PP,

ninguna solución a los problemas de los trabajadores

El presidente Touriño propone como remedio para estabilizar el empleo un gran pacto social con los principales responsables de esta precariedad, los empresarios, que, bajo el capitalismo, necesitan aumentar su tasa de beneficios a costa de reducir la estabilidad y los derechos de los trabajadores. ¿Acaso Amancio Ortega (propietario de Inditex) va a renunciar a la temporalidad, a la sobreexplotación tercermundista y a la represión sindical en las que se basa el llamado “milagro Zara”? Como se dice, es “meter a raposa no galiñeiro”[meter a la zorra en el gallinero].

En política de vivienda, se ha suprimido la Bolsa de Alquiler, que subvencionaba hasta el 70% del precio de alquiler de una vivienda para jóvenes y trabajadores con menos recursos. Está claro que la solución al problema de la carestía de vivienda no pasa por subvencionar a los propietarios de pisos para que los pongan en el mercado de alquiler, como hizo el PP. Sin embargo, cortar drásticamente los recursos de este fondo sin ofrecer una alternativa seria, que implique la construcción de decenas de miles de viviendas de protección oficial, supone dejar en la calle a miles de jóvenes y trabajadores que se habían acogido a este programa.

Otro grave problema al que no ha hecho frente la nueva Xunta es la situación de las listas de espera en la sanidad pública, que se ha incrementado en el último año en 7.000 pacientes (La Voz de Galicia, 01/01/2006), así como la media de espera para una intervención quirúrgica, que supera los 121 días, 45 más que en diciembre de 2004 (La Voz de Galicia, 05/01/2006). La Consellería de Sanidade no parece apostar por un cambio que debería pasar por invertir más recursos en más personal y más hospitales.

Lo cierto es que la única medida de repercusión social que ha tomado la Xunta ha sido la formación de la selección gallega de fútbol. Es una medida positiva, pero no es eso lo que caracteriza una política de izquierdas. Ésta, al menos de momento, ha brillado por su ausencia.

La clave de la inacción de la Xunta BNG-PSOE a la hora de acometer una política de empleo que genere 200.000 puesto de trabajo estables, a través de un programa intenso de reindustrialización, o una política de vivienda que suponga la municipalización del suelo urbano para crear un gran bolsa de vivienda pública, que abarate los precios del mercado inmobiliario reside en no querer enfrentarse con los empresarios. Es decir, en el miedo a extraer de los ingentes beneficios que acumulan las empresas (por ejemplo, Inditex incrementó sus ganancias un 47%) los recursos necesarios para emprender políticas sociales que afecten a la raíz de los problemas.

No sólo eso, PSOE y BNG parecen dispuestos a pactar con los representantes políticos de los empresarios, es decir, el PP, confiando en el nuevo “talante” que presenta el sucesor de Fraga, Núñez Feijoó. En ese sentido, el giro a la derecha del BNG se ha agudizado con su entrada en el gobierno, como pone de manifiesto el ofrecimiento al PP para pactar un nuevo Estatuto en el que no aparecerá el derecho de autodeterminación o las declaraciones de Quintana sobre los astilleros de Ferrol: “las soluciones para Ferrol no van a venir siempre del sector público”, apoyando su privatización siempre que beneficie a empresarios gallegos (La Voz de Galicia, 15/01/2006).

El cambio que los trabajadores y jóvenes demandamos el 19-J no se está plasmando en la realidad. Hay que recordarle a la nueva Xunta por qué les pusimos donde están y exigirles, si es necesario con la movilización, que pongan en práctica una auténtica política de izquierdas en Galiza.

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