Las advertencias de Mena no fueron producto de un momento de obcecación. De hecho, más de dos meses antes el teniente general había hecho una intervención en términos similares, contra el Estatut, en una reunión del Consejo Superior del Ejército. Ene Las advertencias de Mena no fueron producto de un momento de obcecación. De hecho, más de dos meses antes el teniente general había hecho una intervención en términos similares, contra el Estatut, en una reunión del Consejo Superior del Ejército. En esa reunión habló de los riesgos que para España supone el proyecto y expresó su confianza en que “la Corona reconducirá la situación” (La Vanguardia, 20-01-2006). Con su pronunciamiento Mena se ha erigido en el portavoz y en el reflejo de un creciente fermento reaccionario que existe no sólo en el Ejército, sino también en otras instancias del aparato estatal, como el judicial.

Un buen indicativo del ambiente existente entre sectores de la cúspide militar es la carta de apoyo al teniente general Mena firmada por sesenta altos mandos militares. El hecho de que sean militares retirados, que no ponen en juego sus destinos ni sus generosas pensiones, no invalida para nada la carta como síntoma de lo que piensa al menos un amplio sector de los altos mandos en activo. En ella se declara que las palabras de Mena “son un fiel reflejo de la opinión, la inquietud y el sentir de muchos de los mandos y subordinados de las unidades a sus órdenes”.

El “pronunciamiento” del teniente general Mena ha acentuado aún más el estado de excitación que existe en los sectores más reaccionarios del ejército. Así, el presidente de la Asociación de Militares Españoles, el coronel José Conde Monge, no ha tenido ningún inconveniente en afirmar que “desde que se dio la posibilidad, desgraciadamente, de que un presidente del Gobierno bastante mediocre, para conservarse en su poltrona pueda pactar hasta la desmembración de la patria con unos señores que se llaman Carod Rovira, el otro y el otro, la cosa es verdaderamente preocupante”. Como se ve, la línea PP se asume plenamente y son muchos los casos.

Un capitán de la Legión, González Calderón, pensó “plantarse” en Madrid con su compañía. Según la carta que remitió a un diario de Melilla “existe malestar dentro y fuera de las fuerzas armadas” al ver como se está desmembrando España y cómo todo lo que va en contra de esta nación, de la Iglesia y de la familia “está de moda, es lo democráticamente correcto y lo progresista” (cadenaser.com 18/01/2008).

El 19 de enero el teniente coronel José Ignacio San Martín, hijo del ex coronel del mismo nombre que participó en el golpe de Estado del 23-F, dijo con ocasión de la presentación de un libro de su padre que “los temas que desencadenaron el golpe de Estado fueron el independentismo y el terrorismo. Ahora mismo el problema etarra y el autonómico siguen ahí”. El mismo día, en una carta difundida por Telecinco, un comandante del Estado Mayor que no desvela su nombre, insiste en la preocupación existente, “porque la historia del siglo XX nos ha dejado demasiadas historias turbulentas y sangrientas, en algunas de las cuales los militares de entonces tienen la culpa, que han generado sufrimiento, una de las cuales ha sido causada en 1934 por un grupo que comparte hoy en día el poder en Catalunya y cuyo discurso es peligrosamente similar al de hace 72 años” (La Vanguardia, 20/01/2006).

Que el PP, el principal partido de la burguesía, ha suministrado la cobertura política y un clima más propicio para todos esos movimientos en el ejército es bastante claro. La reacción del PP ante las declaraciones de Mena, culpando al gobierno de que se produzcan estos “pronunciamientos”, o el calificativo de golpista a Zapatero, diciendo que entró en el congreso “en un tren de cercanías”, deslegitimando una vez más la victoria de la izquierda en las elecciones del 14 de marzo son algunos de los múltiples ejemplos en ese sentido. La reaparición de Tejero —el militar golpista del 23-F que entró pistola en mano en el Congreso— apoyando la iniciativa de Rajoy de recoger firmas contra el Estatut es todo un síntoma de qué cuerdas está haciendo vibrar la música del PP.

La política de Bono

Pese a que es evidente que existe un profundo fermento reaccionario en la cúpula del Ejército, Bono insiste en que “no hay nada grave” (La Vanguardia, 20/01/2006). El ministro declaró que el Gobierno no va a hacer “ningún tipo de prospección” sobre qué piensan los militares. En realidad no parece que haga mucha falta. Los mandos reaccionarios, como se ve, no se sienten para nada coartados. La cuestión es qué piensa hacer con ellos. La destitución y el arresto del teniente general Mena parece una medida claramente insuficiente.

Es increíble que después de tantos “pronunciamientos” y cartas firmadas de apoyo a Mena y su tono golpista, la única medida disciplinaria se haya tomado contra un militar, el coronel Fernando Abalo… ¡que criticó a Mena! Como denunciaron recientemente en Guadalajara miembros de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC) mientras “uno de los cargos más importantes del ejército vulnera su deber de disciplina y amenaza al poder civil y a todo el país por un tema político y se considera una falta leve por la que se le arresta sólo ocho días” a un simple guardia civil sin graduación, por reivindicar libertad sindical o la desmilitarización del cuerpo se le abre un expediente por falta grave, como está ocurriendo con Juan Ferrera. (El País, 21/01/2006). En movimientos democráticos y de carácter progresista como el de la AUGC, fomentándolos y extendiéndolos, es donde el gobierno del PSOE debería apoyarse para hacer frente a las tendencias reaccionarias enquistadas y muy enardecidas que existen en el ámbito militar.

De manera demagógica los que han salido a la palestra en defensa del teniente general Mena critican la falta de libertad cuando en realidad, como se está demostrando en las últimas semanas, son los mandos reaccionarios los que realmente se están expresando y organizando. Es necesario que los derechos democráticos entren ya en el Ejército y la Guardia Civil, con total libertad para la organización sindical y política, empezando por los soldados y los escalones más bajos, con más contacto con la gente normal, que vive de su trabajo y tiene que pelear por la vida día a día. Es necesario establecer mecanismos de control desde abajo y desde los sindicatos de clase, para fiscalizar qué tipo de formación se da en las academias militares y en los cuarteles; para depurar a los elementos fascistas que hay en el ejército; para acabar con las arbitrariedades de los altos mandos contra la tropa. Esa es la manera de afrontar el “tema militar” de una manera consecuente y lo que deberían defender los dirigentes del PSOE, de IU, de CCOO, de UGT, etc.

Pero el hecho es que Bono, precisamente, tiene una actitud destacadamente hostil a que los derechos democráticos entren en los cuarteles. Es verdad que la destitución y el arresto de Mena decidido por el gobierno fue fulminante, aunque insuficiente, pero como queda demostrado no estamos hablando de un caso particular. También debemos recordar que aunque la carrera militar de Mena experimentó una aceleración bajo gobiernos del PP, ha sido Bono quien le nombró jefe de la Fuerza Terrestre, un puesto estratégico en el sistema de seguridad territorial. ¿Cómo puede ser que un militar con convicciones democráticas tan endebles haya sido confiado para este puesto?

También ha sido Bono quien ascendió a teniente general y a segundo Jefe del Estado Mayor a Joaquín Tamarit Navas, implicado en el golpe de Estado del 23-F. Por cierto, Tamarit era uno de los candidatos a sustituir a Mena, según algunos artículos era el que “más sonaba” en los medios militares. Bono también confirmó el nombramiento, realizado en los últimos meses del PP, del general Blas Piñar Gutiérrez, como subdirector de Doctrina del Cuartel General del Ejército. Parece claro que Bono no tiene un buen programa para evitar nuevos pronunciamientos en el futuro.

Futuro

El sentido del “pronunciamiento” de Mena no es organizar un golpe de Estado a corto plazo pero, por lo que ha trascendido hasta ahora, es obvio que está sirviendo como un referente aglutinador de los sectores más reaccionarios del Ejército, en un momento de plena ofensiva de la derecha en todos los terrenos.

Para los trabajadores y la juventud el “caso Mena” debe ser una clara advertencia de cómo la burguesía española, en el futuro, puede cambiar con una rapidez pasmosa la “democracia” por la “dictadura” sin ningún problema, con justificaciones constitucionales incluidas, como ha puesto de manifiesto el reiterado recordatorio del artículo octavo de la Constitución.

En los últimos años hemos visto todos los elementos, aunque expresados de forma embrionaria, de la futura revolución y contrarrevolución en el Estado español. Un gigantesco movimiento de los trabajadores y de la juventud barrió a la derecha del gobierno y ahora la derecha está dando su réplica, utilizando su entramado en el aparato estatal, movilizando al sector más pudiente y reaccionario de las capas medias y preparando el terreno para un futuro que va a estar mucho más marcado por el enfrentamiento entre las clases. En realidad es la propia derecha la que está poniendo a las claras la farsa de la democracia burguesa, situando los puntos claves del poder y de la lucha en el Estado y en la calle.

Para los trabajadores y los jóvenes la peor preparación para ese escenario es creer en la “neutralidad” del Ejército, de los jueces y en general del aparato del Estado, creer que la “soberanía del pueblo” está en el Parlamento y que todo eso está garantizado por unos bonitos papeles llamados Constitución. Vivimos en una sociedad de carne y hueso, donde existen clases, donde la burguesía tiene el control del aparato estatal, de los medios de comunicación y por supuesto el monopolio de la represión, mediante el ejército.

La burguesía aceptará el “juego democrático” siempre y cuando éste sea útil para sus intereses, como ha ocurrido tantas veces en la historia. Los trabajadores tenemos sobre la burguesía la inmensa ventaja de nuestro peso numérico, pero sobre todo nuestro papel en el funcionamiento de la sociedad, nuestra capacidad de lucha y sacrificio y el viento de la historia. Es necesario aprovechar esas ventajas con organización e ideas, las ideas de marxismo revolucionario.

El “pronunciamiento” de Mena debe servir de recordatorio que la perspectiva que tenemos es revolución o contrarrevolución, socialismo o barbarie. Debe ser un serio argumento para los trabajadores y jóvenes más conscientes a participar activamente en la vida política. Si los dirigentes del PSOE persisten en defender que el “caso Mena” es anacrónico y aislado, que el peligro del golpismo ya está extirpado de una vez y para siempre, estarán introduciendo una confusión que sólo puede favorecer a esos mismos golpistas.

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