Puede que seamos los perros pequeños en esta lucha pero tenemos más capacidad de lucha que cualquier otro animal ya que no tenemos nada que perder, excepto nuestros salarios, pensiones, sanidad, preferencia en el empleo, vacaciones, jornada laboral..Puede que seamos los perros pequeños en esta lucha pero tenemos más capacidad de lucha que cualquier otro animal ya que no tenemos nada que perder, excepto nuestros salarios, pensiones, sanidad, preferencia en el empleo, vacaciones, jornada laboral...

¿Quién cuidará de tus intereses cuando estés jubilado y no puedas decidir sobre el contrato? […] La verdadera esperanza es luchar contra todos los ataques… Si no estamos dispuestos a parar la producción y pegar una patada a General Motors (GM) no tenemos derecho a llorar por el rapto. No ofrecer resistencia significa consentimiento.

Un periodista me preguntó: “¿Si váis a la huelga y paráis GM no estaréis mordiendo la mano de quien os da de comer?”. Nosotros no vamos a morder la mano de quien nos da de comer, sino que vamos a morder la mano de quien nos roba y engaña. Primero le morderemos la mano, después seguiremos con el brazo. ¿Qué perdemos?

Los dirigentes que están en la mesa de negociación ya están ondeando la bandera blanca. Hablan de concesiones y compromiso, de “igualdad de sacrificios” (...) ¿Debemos hacer sacrificios? Nosotros no somos responsables de la mala gestión y el fraude… La Comisión Negociadora tendrá que ondear la bandera blanca sobre su propia tumba. Soldiers of Solidarity no se van a quedar parados. Yo entré en GM y me afilié al UAW hace 27 años. No sabía mucho cómo funcionaban los sindicatos. Aprendí pronto. Un día, a las 6,30 de la mañana estaba sentado tomando café. Un capataz que era nuevo nos dijo que nos levantáramos y fuéramos a trabajar. “Ahora”, nos dijo, “soy el jefe”. Nosotros respondimos: “Sí, señor” Nos fuimos directos a trabajar. Treinta minutos más tarde todas las máquinas estaban paradas. Ese día no hubo producción. Cada uno de los departamentos nos siguió como si fuera un dominó.

A la mañana siguiente el mismo capataz nos dijo: “Buenos días caballeros”. Después se fue y nosotros volvimos a trabajar a la empresa que conocemos muy bien: la empresa de fabricar componentes automovilísticos.

Los trabajadores controlábamos el taller. El taller era nuestro territorio. No planeamos esa acción directa. No hablamos de ella. Todo se entendía. Fue automático. Eso es lo que los viejos me ensañaron sobre sindicalismo.

(…) Un piquete informativo puede galvanizar el entusiasmo, pero no amenaza lo fundamental. Una huelga, incluso si ganas, llega a su fin. Pero cuando los trabajadores entienden que pueden controlar el taller, entonces ganarán. El taller, no la mesa de negociación, es el campo de batalla.

Jugar a lo seguro es más peligroso que arriesgarse y luchar. Vuestro silencio no nos protegerá… Si no luchamos perderemos algo más que dinero, perderemos nuestro respeto.

Publicado originalmente en Live Bait and Ammo nº 61.

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