La derecha valenciana, en sus más rancias tradiciones, se apresta a realizar una demostración de nacional-catolicismo, con motivo de la visita del antiguo jefe inquisitorial y actual jerarca de la Iglesia católica, Ratzinger. Según los altos mandos d La derecha valenciana, en sus más rancias tradiciones, se apresta a realizar una demostración de nacional-catolicismo, con motivo de la visita del antiguo jefe inquisitorial y actual jerarca de la Iglesia católica, Ratzinger. Según los altos mandos del PP, Valencia va a convertirse en la capital católica por excelencia.

La visita del Papa está siendo utilizada políticamente desde hace meses, como no podía ser de otro modo; por ejemplo, contra la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, o los ya clásicos sermones contra el aborto, etc. Es una oportunidad de oro para jalear a la base social de la derecha, y el PP no la está desaprovechando; muestra de ello es, en palabras del vicepresidente de la Generalitat, que “no se va a regatear ni un euro” para recibirle con “todos los honores”.

Se ha rehabilitado el palacio arzobispal para convertirlo en un palacete de 182 metros cuadrados. Según la agencia Avan “los trabajos de remodelación permitirán reconvertir varias dependencias antiguas del Palacio en tres dormitorios de doce metros cuadrados cada uno con baño individual, y dos de ellos con despacho anexo de veinte metros cuadrados”. Todo ello para un fin de semana.

El periódico Levante (27 de mayo) informaba que se ha dispuesto un recinto de 5 km2 con cuarenta pantallas y una torre luminosa de 35 metros de alto con hendiduras en forma de cruz. Para ello han cortado uno de los principales accesos a la ciudad, el puente de Monteolivete, provocando retenciones de hasta seis kilómetros ya un mes antes de la “visita”. Pero, como dice el concejal de transportes, esto no son más que “problemillas”. Todo sea por el “santo padre” de las juventudes hitlerianas.

El Estado burgués se pone a la entera disposición

de la Iglesia

Todo esto, que se sufragará de las arcas públicas, costará, según cifras oficiales, veinte millones de euros. Aunque el mismo periódico estima un sobrecoste de casi 900.000 euros sólo en la última ampliación del escenario (de 2,5 a 2,9 km2) que, además, en cuanto acabe el encuentro mundial de familias, será arrojado al cauce del río Túria para reabrir el tráfico.

También se abrirá el cuartel militar de la Alameda para que pernocten 4.000 peregrinos, y se obliga a la policía local a trabajar horas extras; a esta medida respondieron los cinco sindicatos policiales convocando huelga de celo, y el ayuntamiento la ha paralizado, sin pensárselo dos veces, pagando cada bloque de ocho horas extras con un mínimo de 300 euros para el escalafón más bajo, y de ahí para arriba según graduación. Sería de agradecer que se mantuviese esa generosidad más allá de la visita del llamado Benedicto y que, como mínimo, la extendiese al resto de trabajadores.

Pero el gobierno central no quiere quedarse atrás; junto a la Generalitat movilizarán 12.000 efectivos en un plan de emergencia policial, civil y sanitaria, entre ellos, 3.400 policías nacionales traídos desde otras zonas para garantizar la seguridad de un encuentro familiar que debería ser privado, aunque a la luz de estos datos pareciese que el señor Ratzinger viene en visita oficial.

Por si no fuese bastante con este saqueo, Generalitat e Iglesia han coincidido en otorgar a Radio Televisión Valenciana la exclusiva de la visita, ahondando aún más si cabe en la conversión del ente público en una filial de la cadena Cope. Esto ha provocado un conflicto con el gobierno central que, en lugar de enfrentarse a la derecha y los obispos, y aprovechar este evento para explicar los lazos que históricamente les unen en defensa de la explotación capitalista, ha intentado que RTVE compartiese la retransmisión para (¡¿contrarrestar?!) la propaganda ultrarreaccionaria del PP.

Este escándalo de cifras y “buena voluntad cristiana” contrasta ampliamente con el respeto profesado a las víctimas del franquismo por parte del consistorio (véase el escándalo de la fosa común en El Militante de junio), que tras semanas de lucha del foro por la memoria instalará una placa conmemorativa a “todas las víctimas” en el cementerio, a la par que dedica una parroquia de nueva construcción a las víctimas religiosas.

Todo por un encuentro donde se hará exhibición de la más rancia tradición católica: la familia tradicional burguesa, institución sacramental bendecida por Dios. Pero, nada dicen de las condiciones para fundarla: el precio de la vivienda, los salarios de miseria, las extensas jornadas o los contratos precarios. ¡Las mujeres que abortan son asesinas! Tengan a los niños aunque no los puedan alimentar y déjense más de medio sueldo en productos de primera necesidad para el bebé, o dedíquense desde adolescentes a criar, que Dios las hizo para eso.

Y el colmo del asunto es que estos señores puedan seguir adoctrinando a placer en colegios propios subvencionados por el Estado.

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