Un gran dolor se ha apoderado de Valencia y de poblaciones obreras al sur; especialmente, de Torrent, de donde son 19 de los 41 fallecidos. Incredulidad, indignación, un inmenso pesar, son sentimientos que se entrechocan en nuestras mentes. Pero, sob Un gran dolor se ha apoderado de Valencia y de poblaciones obreras al sur; especialmente, de Torrent, de donde son 19 de los 41 fallecidos. Incredulidad, indignación, un inmenso pesar, son sentimientos que se entrechocan en nuestras mentes. Pero, sobre todo, la sensación de que la barbarie no está tan lejos, en Iraq o Palestina, que este mundo enloquecido, en crisis, que hay que cambiar ya, puede señalar con el macabro dedo a tu amigo, tu familiar, tu vecino o a ti.

Ya está. Celebrados los funerales, condenado el conductor de metro por “exceso de velocidad”, restablecida la línea 1, ¡y a disfrutar de la visita del Papa! Las autoridades dan por cerrado el suceso. ¡La derecha no sólo pretende que olvidemos la memoria histórica, también que no recordemos lo más inmediato! Y sin embargo el rencor de miles de personas va a perdurar durante mucho tiempo…

¿Cómo se atreven a echar la culpa al trabajador, sin más, a glorificar las excelencias del metro valenciano y a no tomar absolutamente ninguna medida ni siquiera en la tristemente famosa línea 1, la peor de toda la red? Todo el mundo, pasajero en algún momento de esa línea, sabe de los continuos chirridos y golpes, de las paradas imprevistas, e intuyen el estado de las instalaciones y de los convoyes. ¡Las traviesas siguen siendo de madera! Y las revisiones de unos trenes, en algunos casos con 30 años de antigüedad (más de lo que se considera vida de un convoy), son cada vez más escasas, la mayoría han sido eliminadas.

Ya en setiembre hubo un accidente grave. Tres trenes chocaron en la misma línea, hiriendo a 35 personas. Una vez más se achacó al “fallo humano”: un conductor no obedeció la orden de parar.

Se confirma que el tren iba a 80 km/h en un tramo peligroso donde debía ir a la mitad. “Exceso de velocidad”. ¿Y ahí se acaba todo? En la Valencia moderna, de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, de la Copa del América, te juegas la vida a la ruleta, tu vida depende de si un conductor es más o menos novato, de si está más o menos cansado, incluso de si tiene o no cualquier tipo de desvanecimiento. ¿Por qué no hay un sistema de frenado automático? ¿Por qué los conductores viajan solos? ¿Por qué se hacen 8 horas y media de jornada, a veces sin descanso? Un sindicato ferroviario denuncia que el que conducía no era técnicamente conductor, era un agente de estación que recibió clases prácticas de conducción ¡en 14 días! (antes, lo normal era entre 3 y 6 meses). El cansancio, la falta de suficiente formación, la cada vez mayor temporalidad en la plantilla, ¿es culpa del conductor, o del azar?

No, los culpables son otros. Son los responsables de la Generalitat del PP, que durante años han regateado las inversiones necesarias en los servicios públicos esenciales: sanidad, educación, transporte público, atención a la tercera edad, salud mental… Para ellos lo importante son sus negocios y los de su clase, la clase capitalista; Terra Mítica, la Copa del América, la visita del Papa, la especulación urbanística…, asuntos todos que le son extremadamente rentables. Mientras tanto, el 20% de los valencianos vive en la pobreza, y periódicamente familias humildes de trabajadores y campesinos sufrimos el látigo de la barbarie, que nada tiene que ver con desastres naturales: las riadas de los 40 y 50, la rotura de la presa de Tous en el 82, la muerte de 18 trabajadores de la Unión Naval de Levante en el 95, los fallecidos por los brotes neumónicos y por el contagio de hepatitis del tristemente famoso Juan Maeso (consecuencia de la situación de la sanidad pública y su privatización), el reciente incendio de una residencia de la tercera edad (más exactamente, un aparcadero de ancianos y enfermos mentales sin condiciones mínimas) subvencionada, los muertos en accidentes laborales, etc. Las familias obreras somos siempre las víctimas en el altar de los beneficios, en esta Valencia moderna que recibe al representante de la reacción más cavernícola.

Exigimos una investigación pública del accidente y del estado de toda la red de metro; con participación de los sindicatos obreros y de los afectados y sus familiares. Exigimos dimisión y castigo de los responsables de esta matanza. Y llamamos a los afectados, y a los trabajadores, a organizarse, a luchar, para evitar nuevos accidentes y garantizar un transporte público seguro y de calidad.

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