El 7 de septiembre el Congreso aprobaba por unanimidad la iniciativa del gobierno de enviar 1.100 soldados al Líbano. La primera cuestión que debemos aclarar es a quién le interesa esa intervención y qué carácter tiene. Desde nuestro punto de vista e El 7 de septiembre el Congreso aprobaba por unanimidad la iniciativa del gobierno de enviar 1.100 soldados al Líbano. La primera cuestión que debemos aclarar es a quién le interesa esa intervención y qué carácter tiene. Desde nuestro punto de vista es una intervención imperialista por mucho que Zapatero la haya calificado de “misión de paz” y se encubra con todo tipo de formalidades. Israel es el principal valedor de las grandes potencias imperialistas en Oriente Medio, particularmente de EEUU, y niny ningún ejército por más europeo que sea o más pintado de azul que lleve su casco va a hacer nada que contradiga sus intereses en la región.

La presencia de tropas de la ONU no impondrá ninguna paz del mismo modo que el alto el fuego existente no ha sido producto de ninguna presión internacional ni de las gestiones de Kofi Annan, sino del fracaso de la invasión israelí en su objetivo principal: destrozar a Hezbolá y modificar la correlación de fuerzas en Oriente Medio. No esperaban una resistencia tan dura y en caso de haber proseguido la guerra las consecuencias militares y políticas podían haber sido catastróficas para el estado sionista. Así, la primera función de las tropas de la UNIFIL en el Líbano es salvar la cara a Israel mientras se repone de lo que realmente ha sido una derrota histórica. Mientras tanto el ejército sionista sigue provocando terror y asesinatos a gran escala en Gaza sin que a nadie se le haya ocurrido enviar ninguna “misión de paz” para detener esa masacre cotidiana.

¿Neutralidad?

En el momento en que se escriben estas palabras se publica la noticia del secuestro de cuatro profesores por el ejército israelí en territorio libanés. ¿Se van a enfrentar las fuerzas de la UNIFIL a ese tipo de acciones tan características del ejército israelí? ¿Va a actuar contra los secuestros, torturas y expediciones de castigo “del bando que sea”? Obviamente no. Si las “neutrales” tropas de la ONU son capaces de hacer algo en ese avispero, ese algo será continuar el trabajo de las tropas israelíes, hecho que les enfrentará cada vez más a la población libanesa, causando tensiones cada vez mayores.

Incluso si nos atenemos a una formalidad, como la famosa resolución 1.701 de la ONU que avala la presencia de tropas extranjeras en el Líbano, veremos que está impregnada hasta el tuétano de contenido imperialista: hace suyo el argumento de Israel según el cual la guerra fue desencadenada por el secuestro de dos soldados israelíes –que, por cierto, estaban en territorio libanés– y no algo totalmente premeditado por el ejército israelí; ni siquiera exhorta al ejército israelí a retirarse del Líbano —más bien le suministra todo tipo de excusas para quedarse— ni a someterse, si se encuentra en él, a las fuerzas de “paz” y “neutrales” de la ONU.

Dicho esto, esta intervención dista mucho de ser atractiva para el imperialismo. Si inicialmente los imperialistas europeos, principalmente el francés, se frotaban las manos con la perspectiva de intervenir en un Líbano “limpio” de resistencia ahora el panorama es completamente diferente: Hezbolá ha salido de los 33 días de guerra políticamente fortalecido y militarmente operativo. Puede ser fácil decidir la entrada de tropas, pero más complicada podría ser la retirada. Es un síntoma que de momento, de los 15.000 soldados necesarios según la resolución de la ONU, sólo hay comprometido un contingente de 5.000.

Las dificultades a las que se enfrenta el imperialismo en Iraq y en Afganistán son cada vez mayores. Y es en ese contexto cuando Zapatero saca la espada de la paz y decide ahondar su presencia militar en el exterior con una intervención militar —la más cara que ha abordado nunca el ejército español— que por más que trate de presentarla de otra manera, entronca perfectamente con los intereses del imperialismo americano, los mismos que llevaron a la destrucción e invasión de Iraq. La presencia de tropas de Afganistán es otra prueba de esa sintonía. Allí hay 700 soldados del ejército español, en clara misión de guerra.

Zapatero y la ONU

En un sentido el gobierno de Zapatero puede prestar un servicio al imperialismo que otros lo tendrían más complicado: tratar de reconstruir la autoridad de un organismo como la ONU que en el último periodo fue vilipendiada y humillada por el propio imperialismo norteamericano. Ahora que a este último las cosas no les van muy bien se hace más necesario rehabilitarla. Una tarea que también le puede venir muy bien al imperialismo francés y alemán. Zapatero concitó enormes simpatías en todo el mundo por retirar las tropas de Iraq —un paso dado por la enorme presión que supusieron las históricas movilizaciones contra el gobierno del PP— y enfrentarse en ese punto a la camarilla de Bush. ¿Quién mejor que él para tratar de recuperar la imagen de neutralidad e independencia de la ONU, un organismo que tantos servicios ha prestado al imperialismo?

Los trabajadores y los jóvenes tenemos muchas razones para oponernos a este envío de tropas presentado como una misión de paz. El hecho de que todos los partidos de la izquierda hayan respaldado al gobierno no cambia para nada el carácter imperialista de esta intervención, sólo revela que la decadencia del capitalismo arrastra inexorablemente con él a los reformistas de todos los tamaños y colores. Sólo revela la tremenda distancia del reformismo de las necesidades históricas de la clase obrera y de los intereses de la inmensa mayoría de la sociedad. Sólo revela su incapacidad crónica para contrarrestar de manera contundente al PP y su demagogia reaccionaria.

El PP no tiene ninguna autoridad moral ni política para criticar nada; el gobierno de Aznar fue corresponsable de la salvaje intervención norteamericana en Iraq y se ha alineado siempre con el sionismo. Precisamente por eso, la política exterior aparentaba ser uno de los terrenos en el que las diferencias entre la política del gobierno y el PP eran más acusadas, toda vez que en otros aspectos tan vitales como la política económica y social (presupuestos, acuerdos con la derecha social en el terreno educativo, etc.) la línea divisoria que las separaba ha demostrado estar muy desdibujada. Ahora, con el envío de más de mil soldados al Líbano y la unidad de acción cada vez más clara con el imperialismo norteamericano en Afganistán el gobierno de Zapatero está revelando que ni siquiera en política exterior es posible sustraerse, en lo esencial, de la política defendida por la derecha.

Si aceptas la lógica del capitalismo dentro de las fronteras nacionales necesariamente tienes que asumirlas fuera, o bien con una alineación en el campo del imperialismo norteamericano o bien simulando tímidos aleteos de independencia, pero dentro del campo de decadente imperialismo europeo encabezado por Francia y Alemania. El capitalismo significa guerra, militarismo, opresión nacional y social, engaños y mentiras; no era una originalidad de Aznar.

Inmigración,

arrogancia hacia los más pobres

Y si en política exterior el gobierno aún trata de agarrarse a un estilo distinto para evitar por todos los medios que los trabajadores y la juventud descubran un fondo cada vez más parecido con la política practicada por la derecha y ahuyentar cualquier vinculación con la guerra de Iraq, cuyos ecos fueron tan catastróficos para Aznar, en la cuestión de la inmigración el gobierno parece haberse despreocupado incluso de las formas.

El 4 de septiembre Mª Teresa Fernández de la Vega advirtió que “España no va a tolerar” que siga llegando inmigración ilegal. “Repito, que quede bien claro. Todo el que entra en España de manera irregular, más tarde o más temprano saldrá de España. Esto deben saberlo tanto los que llegan como los gobiernos de los países de los que llegan”, dijo. Pocos días después los dirigentes del PSOE anunciaron que no habrá más regularizaciones y endurecen aún más su lenguaje. El mensaje implícito es claro: el PP tenía razón. Cuanta insolencia para los pobres y cuanta sumisión hacia los poderosos. ¿Alguien ha escuchado del gobierno alguna condena hacia EEUU por utilizar cárceles secretas en las que se secuestra y tortura sin ninguna formalidad a la que tanto aprecio parece tener? ¿Alguien ha visto a Mª Teresa Fernandez de la Vega mostrar alguna indignación por el brutal saqueo de recursos a la que está sometida África por parte de las potencias imperialistas, de la implicación de éstas en las guerras, los exterminios y la devastación que asola este continente, que son la verdadera causa de la inmigración? ¿O es que la miseria en África no tiene responsables? ¿No tiene beneficiarios cuyas sedes centrales están en cualquier ciudad de la “civilizada” Europa? No. Pero eso sí, se amenaza a la gente desesperada con devolverlos a su país, a morirse de hambre o de guerra o de enfermedad en otra lamentable concesión al griterío de la reacción. Y a lo mejor los estrategas del PSOE piensan que eso les fortalecerá electoralmente.

El PP responsabiliza —abierta o veladamente— a la inmigración de la inseguridad, del deterioro de los servicios sociales, de competencia desleal por el puesto de trabajo. La eficacia de esa demagogia es proporcional a la credibilidad que tenga la idea de que el capitalismo es el único sistema posible, que el individualismo es la única forma de supervivencia, a la ocultación de los verdaderas causas de las lacras sociales, a la omisión del verdadero mecanismo de explotación social. Sería muy fácil rebatir eso si se difundiese con todo tipo de detalles los multimillonarios beneficios de las empresas y de la banca mientras siguen despidiendo y manteniendo a sus trabajadores en condiciones de sobreexplotación; los ingentes recursos que el Estado destina a las empresas y a eximir de impuestos a las grandes fortunas; o el dinero público que se destina al pago de intereses amortización de la deuda, o al mantenimiento de más de 3.000 soldados en misiones imperialistas. Pero claro, si el gobierno del PSOE combatiese así al PP estaría poniendo un gran interrogante sobre su propia política económica y de derechos sociales. ¿Qué le queda al gobierno? Decir lo mismo que el PP pero con un tono más titubeante e inseguro, combinando el palo con promesas de “potenciar la inversión privada y desarrollar los países de origen”, algo que no se lo creen ni ellos.

En el mundo hay recursos suficientes para todos, el problema, tanto para los inmigrantes como para los trabajadores autóctonos no es ese, es en manos de quién están y con qué fin se ponen en marcha. Contra la miseria y la guerra sólo hay una alternativa: la lucha por el socialismo. Cualquier otra vía no sólo es falsa sino que se convierte en el boquete por el que se cuela y se fortalece la reacción.

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