Los estudiantes de secundaria chilenos han protagonizado durante dos meses las movilizaciones más importantes de la historia de este país andino desde la frustrada revolución de principios de los setenta. Que haya sido precisamente en Chile es un hecLos estudiantes de secundaria chilenos han protagonizado durante dos meses las movilizaciones más importantes de la historia de este país andino desde la frustrada revolución de principios de los setenta. Que haya sido precisamente en Chile es un hecho sintomático. Los estrategas y voceros del capital señalaban Chile como la excepción de América Latina, garante del libre-mercado y de la “estabilidad”.

Se inicia la lucha

La movilización se inició en Santiago ante el anuncio de la Universidad de aumentar un 5% el precio de la prueba de acceso a la universidad (PSU), que en Chile no es gratuita. El 26 de abril más de tres mil estudiantes tomaron el centro de la capital chilena. Desde el primer momento la actuación de la policía fue brutal. La respuesta de los estudiantes provocó que dos días después la Universidad de Santiago congelara los precios de los exámenes.

Esta concesión animó la lucha. El 4 de mayo los secundarios volvieron a salir a las calles, con renovada fuerza, exigiendo el 100% de sus reivindicaciones. El gobierno, que no legalizó la manifestación, actuó con mayor saña: detuvo a 622 estudiantes y una chica resultó herida. Esta movilización marcará el inicio de la extensión de la lucha. Tras este nuevo éxito el movimiento se extenderá al resto de Chile, generará sus órganos de lucha, la Asamblea de Estudiantes Secundarios (AES) y recabará apoyos entre el profesorado y la universidad. La AES convocó una nueva movilización para el 18 de mayo. El Ministerio amenazó con romper las negociaciones si no se desconvocaba.

La movilización del 18 de mayo fue nuevamente prohibida por el gobierno y costó al movimiento otros 702 detenidos. La represión y la campaña de criminalización no lograron sus objetivos. La simpatía que despertaba este movimiento entre los trabajadores aumentaba, la lucha se radicalizaba y las conclusiones de los estudiantes avanzaban. Se empezaron a producir tomas de Liceos (ocupaciones), mientras que otros se declaraban en huelga indefinida. Por primera vez Bachelet tuvo que comparecer públicamente. Pero sobre todo, y más importante, la Asamblea de Estudiantes, presionada por la mayoría de los estudiantes, adopta, como una de sus exigencias al gobierno, la derogación de la LOCE: un enorme paso hacia delante que demuestra la radicalización creciente del conflicto.

La LOCE fue firmada por Pinochet el día antes de dimitir como Jefe del Estado. Era un grave ataque contra la educación pública. A pesar del rechazo mayoritario en la sociedad chilena a esta ley, la Concertación se había negado a modificar la LOCE excusándose con argumentos jurídicos y echando la culpa a la derecha.

Mientras tanto, en el movimiento obrero la simpatía hacia los estudiantes aumenta. Las asociaciones de padres suman su apoyo al de los profesores y universitarios, y tanto la CUT (principal central sindical) como el PC se solidarizan públicamente con los secundarios.

El 30 de mayo y el paro nacional

La movilización del 30 de mayo resultará el mayor paro en la educación desde 1972, con 600.000 estudiantes en huelga. Detuvieron a 725 estudiantes (tres chicas fueron vejadas sexualmente por los policías, obligándoles a que se desnudaran entre insultos y amenazas) y las imágenes de la brutalidad policial recorrieron todo el país.

Los estudiantes entienden la necesidad de involucrar al movimiento obrero en el siguiente paso de la movilización y hacen un llamamiento para organizar un paro nacional el 5 de junio.

Por otro lado el Gobierno trata de tomar la iniciativa: Presidencia se hace cargo directamente de las negociaciones, destituye al responsable de la actuación policial y el 1 de junio comparece en televisión en horario de máxima audiencia para lanzar una propuesta negociadora.

Bachelet divide las reivindicaciones de los estudiantes en dos campos: la agenda corta, es decir reivindicaciones inmediatas, y la agenda larga. Entre las primeras, se comprometía a aumentar los almuerzos que se distribuyen en las escuelas entre los más pobres, presenta un plan de infraestructuras y mejoras de inmuebles y equipamientos y un plan de becas para cubrir los costes del PSU. En cuanto al transporte escolar, accede a que el abono escolar se use sin límites, pero sólo concede gratuidad a los estudiantes más pobres. El argumento utilizado por Bachelet para no conceder la gratuidad del transporte escolar y del PSU fue la escasez de recursos para llevar adelante estas medidas, contraponiendo las exigencias de los estudiantes a la necesidad de camas en los hospitales o ayudas a los desempleados. En la agenda larga, incluyó la reforma de la LOCE. Para ello prometió una iniciativa parlamentaria que requiere la colaboración de los partidos de la derecha, así como la creación de un Consejo Asesor Presidencial con la participación de los estudiantes.

Estas propuestas suponían un gran paso adelante con respecto a todo lo prometido con anterioridad por el Ministro de Educación. Los sectores más a la derecha de la Asamblea de Estudiantes mostraron su acuerdo con la propuesta del gobierno planteando la desconvocatoria del paro nacional y el fin de la huelga. No obstante, la mayoría de los estudiantes optaron por seguir la lucha y reemplazaron a estos representantes por otros que mantenían posiciones más a la izquierda. Finalmente la AES mantuvo su exigencia de derogar la LOCE y que el transporte escolar fuera gratuito.

Juanjo López

Secretario general del SE

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