Los dirigentes sindicales presentan como una victoria que las factorías a privatizar se mantengan en un bloque, pero esto es simplemente ganar algo de tiempo porque no resuelve el problema de fondo. Basta que nadie quiera comprar las factorías en esaLos dirigentes sindicales presentan como una victoria que las factorías a privatizar se mantengan en un bloque, pero esto es simplemente ganar algo de tiempo porque no resuelve el problema de fondo. Basta que nadie quiera comprar las factorías en esas condiciones para que dentro de unos meses haya un nuevo chantaje: o privatización por separado, o el fin para todas. El resultado es fácil de prever: los dirigentes sindicales volverán a hacer gala de su “responsabilidad”.

Extracto de un artículo

publicado en El Militante

nº 179, enero de 2005.

Efectivamente, han pasado apenas seis meses desde que se escribieran estas líneas, y de nuevo los trabajadores de astilleros vuelven a la lucha, esta vez con la exigencia de que se cumplan los últimos acuerdos. No solamente la SEPI se niega a cumplir la mayoría de los puntos acordados, sino que, como también señalábamos, desde las federaciones sindicales se acepta en un primer momento la venta por separado, que en la práctica implica, más pronto que tarde, el desmantelamiento de estos astilleros. Y, por supuesto, frente a la negativa de los trabajadores de tragar esta nueva medicina, la amenaza del cierre de todas las factorías, con la consabida excusa de las exigencias de Europa.

Pero en toda esta situación hay un elemento nuevo, con el que no contaban ni el gobierno ni las cúpulas de CCOO y UGT: el rotundo rechazo de los trabajadores, indignados con esta nueva tomadura de pelo, que han forzado la lucha, manifestándose en contra del nuevo acuerdo en un centro de trabajo tras otro: Sevilla, Gijón, Sestao, Manises… En Sevilla, los trabajadores han comenzado una acampada de protesta en pleno centro de la ciudad, manifestaciones en la fábrica de Manises, abucheos en Sestao al Comité de Empresa por negarse a votar el acuerdo en asamblea, ocupación del buque hospital en Izar Gijón… y diversas movilizaciones donde se exige el cumplimiento de los acuerdos de enero: la venta en bloque, la participación de capital público en la nueva empresa, la presentación de un plan industrial y, en general, unas garantías mínimas para la continuidad de la actividad naval.

Esta actitud de los trabajadores ha dado al traste con la intención de resolver de forma rápida la venta de los astilleros privatizados. De cómo se desarrollen los acontecimientos en las próximas semanas o meses depende no sólo el futuro del sector naval sino, en cierta medida, la reacción ante los próximos ataques a los que se enfrentará el conjunto del movimiento obrero. Para obligar al gobierno a rectificar, es evidente que hay que prepararse para una lucha seria que les demuestre el verdadero poder de los trabajadores. Es imprescindible la más absoluta unidad de acción entre los cuatro centros afectados, pero esto no será suficiente.

Poderosos intereses

en juego

Los intereses para doblar el espinazo de los trabajadores son poderosos: desde la necesidad de desmantelar a medio plazo la industria naval tal y como la conocemos, pasando por el deseo empresarial de precarizar el empleo y terminar con el modelo laboral imperante, hasta los chanchullos inmobiliarios que se pretenden realizar con los terrenos donde se ubican los astilleros. A todos estos factores se suma la nefasta política de las direcciones sindicales, que les enfrenta constantemente a sus propias bases y les coloca, en la práctica, al lado del gobierno y la patronal.

Por todo esto, la máxima participación y amplitud en las movilizaciones es ahora fundamental. No solamente a nivel de Sevilla, Gijón, Sestao y Manises, sino también apelando a la solidaridad de los astilleros que han permanecido con la titularidad pública. Un llamamiento a la huelga de todo el sector naval, público y privado por un lado, y a la población de las comarcas afectadas por otro, supondría un cambio impresionante en la correlación de fuerzas y nos pondría en disposición de cambiar la situación. Además, el más absoluto control por parte de los trabajadores de la actuación de los representantes sindicales, a través de las asambleas en los centros de trabajo, garantizaría la transparencia de las decisiones y sería un ejemplo para otros sectores y un serio toque de atención a la política sindical de los últimos años.

Monica Iglesias

CCOO · Asturias

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