En un año se han producido cuatro mil agresiones por parte de bandas fascistas en el Estado español, que actúan de forma cada vez más organizada. Las agresiones fascistas contra el local del Sindicato de Estudiantes y la Fundación Federico Engels en Vitoria son una muestra de ello. Hacer frente a lo que es un incremento evidente de la actividad fascista exige un análisis y una respuesta seria. Con este fin no debemos minimizar ni magnificar el peligro que representa para la clase trabajadora. Lo que está claro es que si desde las organizaciones obreras no se les da respuesta, las agresiones crecerán. Por ello lo primero es determinar claramente qué es el fascismo y cómo combatirlo.
Según El País cerca de 10.000 personas pertenecen a grupos ultraderechistas y neonazis en el Estado español, atomizados en grupos muy minoritarios que no cuentan ni de lejos con la misma base social que en los años treinta. Estos grupos cuentan con influencias y conexiones internacionales en EEUU, Europa y América Latina, como Hammerskin, Blood and Honour y Volksfront (Frente Popular), organización surgida en 1994 en Oregón (EEUU). En los conciertos de RAC (rock anticomunista) se pueden ver pegatinas, entre otros grupos, de Democracia Nacional, Alianza Nacional y del Centro de Investigaciones Sociales. Entre sus integrantes hay soldados, vigilantes de seguridad privada, miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y de las policías autonómicas en Catalunya y el País Vasco.
Como ocurre en otros países de Europa, estas bandas buscan apoyos entre la pequeña burguesía y el lumpemproletariado exacerbando el odio contra los inmigrantes. La fuerza de estos grupos no es comparable a la del movimiento obrero. En el Estado español hay cerca de millón y medio de trabajadores afiliados a los sindicatos de clase. Con una dirección correcta al frente de la clase trabajadora los fascistas no representarían ninguna amenaza seria. El problema se presenta cuando en lugar de hacerles frente, se utiliza la táctica del avestruz; esto es, se intenta ignorar la existencia de estos grupos, su actividad y sus fines e incluso se les permite afiliarse o "cuidar" como vigilantes de seguridad los sindicatos de clase como ha ocurrido en la UGT en Vitoria.

La burguesía se desprende de su fachada ‘democrática'

El incremento de la actividad de estos grupos expresa el callejón sin salida en que se encuentra la burguesía y su sistema. Al igual que el período de crisis de los años 30, "todo el sistema ha entrado en un período de decadencia, de descomposición, de putrefacción. El capitalismo no sólo no puede dar a los trabajadores nuevas reformas sociales, ni siquiera pequeñas limosnas: se ve obligado a quitarle las que les dio antes. Toda Europa ha entrado en una época de contrarreformas económicas y políticas. Lo que provoca la política de explotación y ahogo de las masas no son los caprichos de la reacción, sino la descomposición del sistema capitalista... Los grandes fenómenos políticos tienen siempre, profundas causas sociales. La decadencia de los partidos democráticos es un fenómeno universal que tiene sus razones en la decadencia del propio capitalismo" (León Trotsky, Adónde va Francia, octubre de 1934). A pesar de que han transcurrido más de setenta años, parece que estas frases hubiesen sido escritas en la actualidad.
Como decía el teórico militar Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios. La lucha física que utilizan las bandas fascistas es uno de los "otros medios" de la lucha política. El resurgir de la actividad de grupos reaccionarios y fascistas demuestra el crecimiento de la polarización en la sociedad y el crecimiento inevitable de los extremos que anuncia una gran crisis social entre el trabajo y el capital. Aunque el peligro del fascismo, actualmente, no tiene nada que ver con el que representaba en la década de los treinta, por toda una serie de diferencias políticas y sociales, la burguesía se está preparando para un escenario de enfrentamiento brutal entre las clases. La burguesía, que es una pequeñísima minoría de la sociedad, se anticipa y prepara para la agudización de la lucha de clases, que prevé que se dará en el futuro: precariza y abarata el despido anticipándose a crisis en las que se perderán decenas de miles de empleos. Promueve conscientemente la inmigración ilegal para explotar más a la clase obrera hoy, sobre todo a los inmigrantes y dividirla y enfrentarla mañana azuzando todo tipo de prejuicios raciales, nacionales, etc. Con la excusa del terrorismo individual recorta los derechos democráticos, profesionaliza el aparato coercitivo del estado y privatiza parte de las fuerzas de seguridad creando embriones de bandas de mercenarios a su servicio al tiempo que ampara, promueve y financia grupos de fascistas contra las organizaciones obreras. Dichas bandas no surgen por generación espontánea, son el instrumento del gran capital que las crea y las entrena con el fin de aplastar a la clase obrera, ahogar su libertad política y destruir sus organizaciones.

La ‘herencia' de cuarenta años de dictadura

En el caso concreto del Estado español, tras cuarenta años de dictadura franquista, el aparato del estado fue impulsor y refugio privilegiado de las bandas fascistas que el régimen utilizó para aterrorizar, torturar y desorganizar las manifestaciones, actividades y organizaciones, de la clase trabajadora, perpetuando su dominación. Dicho aparato estatal nunca ha sido depurado, ni siquiera por los sucesivos gobiernos del PSOE . A finales de 2006 pudimos ver manifestaciones promovidas por el Sindicato Unificado de la Guardia Civil que demandan la desmilitarización del cuerpo sin encontrar apoyo en el gobierno de Zapatero.
Durante la transición, más de cien obreros y jóvenes murieron asesinados por estas bandas que actuaron con absoluta impunidad. El atentado de Atocha en Madrid contra los abogados laboralistas es un ejemplo de la actuación criminal de estos grupos, que el Estado burgués no cataloga ni persigue como "terroristas" ya que su fin es perpetuar y defender su sistema. En 1977 se aprobó la llamada Ley de Amnistía que era en realidad una ley de punto y final a la exigencia de responsabilidades por la represión y el asesinato de trabajadores. En Euskal Herria grupos como la Triple A, el Batallón Vasco Español o los GAL, bajo los gobiernos de Felipe González cometieron crímenes y atentados hasta bien entrada la década de los ochenta, dirigidos principalmente contra la izquierda independentista.

Conexiones con
el Partido Popular

El Partido Popular ha mantenido reunidos bajo sus siglas a diferentes sectores de la extrema derecha. En Valencia Eduardo Zaplana, ex ministro de Trabajo, y sus continuadores al frente de la Comunidad Autónoma han apoyado a la empresa Levantina de Seguridad SA, propiedad del fundador del partido fascista Plataforma España 2000, José Luis Roberto Navarro, que ha recibido contratos por parte de la Generalitat Valenciana por un valor de casi seis millones de euros entre 1999 y 2004. Este fascista es propietario del club de lucha Chute Boxe donde se dan cursos de defensa personal para policías, subvencionados por el Instituto Valenciano de Seguridad Pública.
La falta de democracia en el ejército y de derechos para los soldados, unido a las tradiciones reaccionarias arraigadas en la cúpula militar, convierte a los cuarteles en un caldo de cultivo para los grupos nazis. "En los cuarteles por llevar una patilla larga te pueden meter varios días de arresto, pero por lucir tatuajes con símbolos neonazis no pasa nada (...) en los barracones se ven cruces gamadas y todo tipo de pintadas" denuncia un soldado profesional del Regimiento de Pontoneros en Zaragoza.
El gran capital, como explicó Trotsky, "crea bandas armadas particulares, especialmente entrenadas para atacar a los obreros, como ciertas razas de perros son entrenados para atacar a la presa. La función histórica del fascismo es la de aplastar a la clase obrera, destruir sus organizaciones, ahogar la libertad política cuando los capitalistas ya se sienten incapaces de dirigir y dominar con ayuda de la maquinaria democrática" (Ibíd.).
Al perder el gobierno el PP tras los atentados del 11-M, como consecuencia de las grandes movilizaciones sociales que sacudieron el país, la actividad de los grupúsculos fascistas ha ido en aumento. El PP utiliza el lenguaje de la extrema derecha, semejante al de la CEDA en los años treinta, hablando del peligro de la ruptura de España y amparando a militares reaccionarios como el general Mena, que amenazó con la intervención del ejército ante la aprobación del Estatuto de autonomía catalán. Este discurso alimenta la actividad de la ultraderecha falangista y nazi que quieren hacer pagar a las organizaciones de izquierda el precio de sus frustraciones y fracasos. Sus agresiones son metódicamente silenciadas o minimizadas por los medios de comunicación con la excusa de no darles publicidad y crear alarma social. En realidad los medios de comunicación burgueses protegen con su silencio la actividad de las bandas fascistas.

Infiltración fascista en
los sindicatos obreros

La incapacidad de los dirigentes reformistas y estalinistas de hacer frente a la ofensiva ideológica de la burguesía contra las ideas del socialismo, sobre todo después de la caída del estalinismo en los países del Este de Europa, les ha llevado a hacer concesión tras concesión, abandonando cualquier idea de transformación social y dando como resultado un importante retroceso ideológico, particularmente en los sindicatos obreros. Esta situación ha sido aprovechada por grupos fascistas y neonazis para tomar posiciones e incluso infiltrar algunas de nuestras organizaciones de clase. Este ha sido el caso del fascista Jose Viñas que ha estado de "vigilante" en los locales de la UGT de Vitoria durante tres años a pesar de su ideología y militancia neonazi y de los sucesivos avisos que se le dio a la dirección. La UGT ha sufrido en sus carnes las agresiones fascistas. Muchos militantes socialistas murieron heroicamente por defender la organización, sin embargo los dirigentes del ala de derechas del sindicato han olvidado esto.
Recientemente, varios medios informaban del premio que el sindicato de prisiones de la UGT de Catalunya otorgó al funcionario de prisiones Manuel Allué Pastor "en reconocimiento a su trayectoria". "La trayectoria de Allué es la historia del entrismo ultra en grandes sindicatos penitenciarios catalanes y españoles desde los años ochenta, culminada con su desembarco en la sección penitenciaria de UGT. Desde la cárcel Modelo de Barcelona en 1987, y en adelante, empezó a formar parte de los sindicatos penitenciarios que aglutinaban al funcionariado fascista de prisiones. En Andalucía ingresa en ASI (Acción Sindical Independiente), dirigida por Francisco Javier Cañadillas Lucas, formado en 1969 por los servicios de información franquistas para actuar contra la izquierda estudiantil y detenido por atentar contra una sede de UCD en 1980. En 1991 ASI entra a formar parte de la sección de prisiones de USO (Unión Sindical Obrera), organización en la que ingresan funcionarios penitenciarios expedientados por torturar a presos de ETA, así como captar a miembros radicales de las Brigadas Blanquiazules, hinchas del club de fútbol Espanyol de Barcelona y del partido político AUN, de Ynestrillas. También en los años noventa, USIP (Unión Sindical Obrera, sección prisiones) se relaciona con una organización penitenciaria de Texas, de la que formaban parte diversos funcionarios de prisiones de ideología ultraderechista y satánica en California. La intención futura de estos contactos es fundar otra organización en el Estado español que aglutinara a los elementos ultraderechistas penitenciarios y mantener contactos con Estados Unidos y otros estados de Europa. En los últimos años formaron Unió del Sindicalisme Penitenciari de Catalunya que se unió a UGT prisiones, sumando 1.500 afiliados y el 66% de la representación sindical. Días antes de la condecoración la coordinadora catalana para la Prevencion de la Tortura denunció que Manuel Allué Pastor acumulaba numerosas acusaciones y al menos una condena por malos tratos a presos. USPC-UGT repartió medallas en sus jornadas realizadas en colaboración orgánica con el Departamento de Justicia y con la presencia de los máximos responsables penitenciarios, el alcalde de Barcelona y todos los grupos parlamentario salvo Iniciativa per Catalunya" (Boletín Diagonal Periódico, nº 41, primera quincena de noviembre de 2006). La clase trabajadora en general y cualquier ugetista en particular debe luchar por eliminar a los fascistas de los sindicatos obreros.

La lucha contra el fascismo
es también una lucha física

Los trabajadores, para luchar contra esta lacra, debemos "conservar y reforzar los instrumentos y medios de lucha: las organizaciones, la prensa, las reuniones, etc. El fascismo los amenaza, directa o indirectamente. Aún es muy débil para lanzarse a la lucha directa por el poder, pero es bastante fuerte como para intentar abatir a las organizaciones obreras pedazo a pedazo, para templar sus bandas en estos ataques, para sembrar en las filas obreras el desaliento y la falta de confianza en las propias fuerzas" (Ibíd.).
Al llevar a cabo la unidad de acción es frecuente escuchar que lo que hay que hacer es llamar a la policía, que para eso se les paga. Es necesario denunciar todas y cada una de las agresiones fascistas pero siendo conscientes de que lo que añaden las denuncias es fundamentalmente un elemento más en la agitación y demostrar con los hechos la falta de voluntad de la policía para acabar con estos grupos. El Estado burgués no va a liquidar a sus elementos auxiliares. Si les desarman con una mano, les arman a la vuelta de la esquina con la otra.
También hay quienes piensan que con reunir a las organizaciones en una plataforma y hacer propaganda ya es suficiente para parar a estos grupos. En una primera etapa la lucha contra las bandas fascistas es una lucha defensiva, en el sentido de hacer el mayor esfuerzo por implicar al mayor número de organizaciones, crear y extender plataformas antifascistas y denunciar ante la clase trabajadora sus agresiones. Los golpes contra las bandas fascistas no pueden ser reales más que en la medida en que esas bandas sean, al mismo tiempo, aisladas políticamente. El frente único abre enormes posibilidades pero en sí mismo, no decide nada, sólo la lucha de masas decide. El frente único sirve cuando cada organización aporta comités antifascistas compuestos de un nutrido grupo de obreros y jóvenes dispuestos a parar en seco a estas bandas y defender la actividad de nuestras organizaciones. Como decía Trotsky: "que los obreros, a pesar de la ausencia de una ‘situación revolucionaria', corrijan solamente alguna vez a los ‘hijos de papá' patriotas con sus propios métodos y el reclutamiento de nuevas bandas fascistas se hará de golpe incomparablemente más difícil".

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