El día 14 de noviembre finalizaba la huelga en Caballito. La patronal Pferd Rüggeberg, una multinacional alemana con seis plantas repartidas por cuatro continentes y con 1.700 trabajadores, seguramente no imaginó la firmeza y resistencia demostrada pEl día 14 de noviembre finalizaba la huelga en Caballito. La patronal Pferd Rüggeberg, una multinacional alemana con seis plantas repartidas por cuatro continentes y con 1.700 trabajadores, seguramente no imaginó la firmeza y resistencia demostrada por los trabajadores de buzo en Gasteiz, que han sido capaces de aguantar en huelga durante dos larguísimos años. El sacrificio de los trabajadores y trabajadoras de Caballito no caerá en saco roto. Su lucha ha sido una lucha contra el despido libre que la patronal y los gobiernos de toda Europa quieren implantar a toda costa. Los medios de comunicación burgueses dirán que no merece la pena luchar y que es mejor tragar con los platos amargos que la patronal nos coloca cada día en la mesa, pero la clase trabajadora sabemos que nadie nunca nos ha regalado nada, que todo lo hemos conseguido luchando y que aunque muchas luchas hayan sido derrotadas finalmente nos hemos levantado más fuertes y mejor preparados, para ello es necesario extraer de esta lucha importantes lecciones para toda la clase obrera que se deben concretar.

El conflicto comenzó el 1 de noviembre de 2003 y duró 745 días. Ha sido la huelga más larga en la historia de Euskal Herria. Los trabajadores de Caballito, que han resistido de forma heroica dos años luchando contra el despido libre, prácticamente en solitario, tampoco imaginaron algo así. Empezaron con paros parciales para sacar adelante un buen convenio colectivo, en unos momentos en que la empresa tenía buenos beneficios. Caballito iba a trasladar la fábrica a un nuevo polígono industrial, invirtiendo 6.000 millones de las antiguas pesetas. Dicho traslado era resultado de un proceso de crecimiento que había permitido a una empresa mediana llegar a convertirse en líder mundial en la producción de discos abrasivos y otros productos para la construcción y la industria. Los trabajadores pensaban, y con razón, que dicho crecimiento se había llevado a cabo a costa de sus huesos, músculos y tendones, y tenían derecho a plantear un Convenio decente y garantizar estabilidad en el empleo.

Sin embargo, los planes de la dirección de la empresa iban más allá de modernizar las instalaciones y la maquinaria. Ahora podían producir el doble con la mitad de empleo. Querían “modernizar” las relaciones laborales, adaptarse a los nuevos tiempos de empleo basura, precariedad y grandes beneficios.

El despido, por supuestas razones “objetivas”, de dos trabajadoras que no habían alcanzado sus niveles de producción en 2003, debido a que una había estado de baja por maternidad y la otra por enfermedad, causó una profunda alarma a todos los trabajadores, ya que implicaba la implantación del despido libre. Lejos de garantizarles el empleo y mejorar los salarios la dirección de la Empresa pretendía hacerla más y más rentable destruyendo los derechos adquiridos por los trabajadores obligándoles a trabajar más horas por menos dinero y amenazándoles con el despido inmediato ante cualquier protesta.

Estos planes quedaron más en evidencia cuando la empresa, que había estado subcontratando actividades propias (como almacenaje y otras) anunció que sobraban 25 trabajadores. Esta actitud desafiante, prepotente y terriblemente injusta provocó el endurecimiento de la huelga por parte de los trabajadores. La patronal azuzó el conflicto despidiendo a otros seis trabajadores más en el desarrollo de la huelga. La patronal alavesa y vasca, la Ertzantza (la policía vasca) pateando y reprimiendo a los trabajadores, y las instituciones gobernadas tanto por el PP como por el PNV hicieron un frente común para derrotar a la plantilla de Caballito. Ellos eran un referente para el conjunto de la clase obrera y había que machacarles para desbrozar el camino para ataques mucho más duros en los distintos sectores industriales, como el convenio del Metal, de la madera y en otras empresas donde los trabajadores estaban exigiendo mejoras salariales o se anunciaban ya cierres y despidos.

Provocación patronal

En el mes de abril de 2004, tras la vuelta de las vacaciones de semana santa el ánimo de los trabajadores era el de buscar una solución y poner fin al conflicto. Se iniciaron negociaciones que parecían serias con la dirección alemana de la empresa. El propietario de la misma llegó a participar en una asamblea de trabajadores, pero lejos de promover un acuerdo o siquiera de reconocer que el ascenso de la empresa se debía a su trabajo y buen hacer, les echó la bronca por poner en peligro el mantenimiento de la misma, se rió literalmente de ellos y eso lanzó la huelga a una nueva espiral. La empresa no garantizaba el empleo y esa era la batalla principal. Desde entonces sus declaraciones han sido incendiarias. El conflicto de Mercedes Benz, que se zanjó una vez que la dirección de UGT firmó un pacto de eficacia limitada después de que la empresa amenazase a los trabajadores con cerrar la fábrica si no se aceptaban sus demandas, fue un precedente en Caballito. Los empresarios de Caballito amenazaron con irse a Polonia y despedir a todos los huelguistas. “No nos interesa ninguno de ellos, que les pague ELA hasta la jubilación” declaró el gerente tras ocho meses de huelga. Con estas actitudes era difícil llegar a un acuerdo, sin embargo, tras la cadena de movilizaciones obreras de solidaridad con Caballito que se llevaron a cabo en Vitoria en el mes de junio de 2004, la empresa maniobró como lo habían echo en Mercedes Benz, buscando un pacto en solitario con la UGT a pesar de que su representación entre los trabajadores era prácticamente simbólica, un delegado que hacía de esquirol y cuatro afiliados.

Una de las características del conflicto más importantes y que más ayudó a la huelga en los primeros meses fue la unidad de acción, en el seno del Comité, de las distintas centrales sindicales: ELA, LAB, UGT y USO. Esta unidad se rompió cuando el 3 de julio la UGT negoció por separado llegando a un preacuerdo con la dirección de la empresa. Los trabajadores rechazaron dicho preacuerdo porque entendían que eran las mismas propuestas de abril e interpretaron dicho preacuerdo como un intento de romper la huelga. Si la Empresa hubiese querido de verdad buscar una salida a la huelga no hubiese estado aguantándola muchos meses más. Lejos de ofrecer una solución a los trabajadores contrataron a una firma especializada, Ernst Young, para que elaborase un plan industrial que dio como resultado un excedente de 77 trabajadores.

La decisión de continuar la lucha la han tomado en todo momento los trabajadores en asamblea, de forma consciente, y esa es la razón de que hayan podido resistir tanto. El hecho de que la mayoría tuviesen ayuda económica por parte de su sindicato ha sido vital para poder aguantar, pero nadie puede llegar a imaginar el esfuerzo titánico, la tensión, el estrés permanente, la inseguridad en el futuro, la angustia, la falta de descanso, ya que mientras la lucha ha durado era imposible dejarla de lado. Los trabajadores de Caballito merecen el reconocimiento de toda la clase obrera porque han demostrado los tremendos sacrificios que nuestra clase es capaz de llevar a cabo para defender lo único que no nos pueden quitar, que es la dignidad.

Recuperar la unidad de acción sindical

La lucha de los trabajadores de Caballito es la mejor muestra de la nueva época que estamos viviendo. Una época de agudización de la lucha entre las clases sociales. La patronal de Caballito tenía detrás, apoyándoles, al conjunto de la patronal, la prensa, la policía, los jueces y las instituciones, mientras que los trabajadores de Caballito, aunque en algunos momentos estuvieron respaldados en manifestaciones y encierros, han sufrido en sus carnes una pugna intersindical promovida por el aparato de las distintas organizaciones para robarse afiliados de forma absurda y estéril desde un punto de vista de clase, ya que de darse una derrota de los trabajadores de Caballito, perjudicaría a toda la clase obrera. La dirección de ELA quiso con esta lucha demostrar que su caja de resistencia era el arma más eficaz para resistir a la patronal. Las direcciones de UGT principalmente, y la de LAB en la última etapa, fueron incapaces de comprender que lo fundamental era ganar la lucha de Caballito implicando al conjunto de la clase obrera. El que ELA dirigiese la lucha con esta actitud les llevó a inhibirse, no implicarse, buscar un acuerdo por separado en el caso de UGT y finalmente abandonarla a su suerte en el caso de LAB. No fueron capaces de ofrecer una alternativa diferente cuando toda la experiencia demuestra que no hay arma más eficaz frente a la patronal que la que se basa en la unidad, el apoyo consciente y la movilización del conjunto de la clase. Esto se demostró a lo largo del conflicto cuando se convocaron movilizaciones donde se llamó a delegados de todo Euskadi, a la juventud contando con el apoyo del Sindicato de Estudiantes y se promovió un paro de apoyo en el sector.

El hecho de que en un conflicto con apenas 116 trabajadores ELA haya tenido que soltar más de dos millones de euros de sus fondos demuestra que su caja de resistencia no es ningún arma de lucha en conflictos largos o de grandes empresas. De hecho, después de Caballito, se han producido otras pérdidas de empleo en Gasteiz, donde ELA tenía la mayoría como en la vieja Areitio y más recientemente Gamesa, y la dirección ha frenado las movilizaciones. La idea de que con un conflicto como Caballito ya tenían bastante está jugando un papel desmovilizador para otras luchas.

Para que la clase trabajadora podamos avanzar es necesario reclamar la unidad de acción de las distintas organizaciones obreras. La parálisis en la negociación colectiva es consecuencia de la dureza patronal, pero también de las disputas entre las direcciones sindicales.

No es honesto presentar una victoria al movimiento obrero donde no la ha habido para continuar defendiendo la misma política sindical de división y sectarismo. Tampoco lo es pretender hacer leña del árbol caído cuando durante el conflicto se ha hecho poco y además de rompehuelgas y esquirol. A la clase trabajadora hay que decirle la verdad.

El conflicto de Caballito ha coincidido con una ofensiva de la patronal alemana que está asestando golpes durísimos a la clase trabajadora más fuerte de Europa por razones similares a las de aquí: la mala dirección sindical. Los trabajadores de la misma Caballito, en otras factorías como Polonia, estaban literalmente aterrados por la represión interna. La lucha de Gasteiz ha sido un banco de pruebas. La dirección de Caballito se siente fuerte como demuestra que tras firmar el acuerdo que pone fin al conflicto quiera despedir no a 77 sino a 85 trabajadores, ahondando aún más en la herida abierta por el conflicto. Esto no son ganas de solucionar nada y hecha por tierra a quienes afirman que se podía haber resuelto el conflicto mucho antes. Había dos maneras de resolverlo antes. Unificar a toda la clase obrera tras esta lucha y crear un conflicto social de tal magnitud que tuviesen que negociar, o bien claudicar de forma humillante para salir despedido al día siguiente. Los trabajadores de Caballito lo comprendieron y resistieron que era lo único que ellos podían hacer. Las direcciones sindicales podían haber utilizado todo su peso sindical, los miles de delegados y decenas de miles de afiliados que tienen en todo Euskal Herria, para poner firmes a la patronal exigiendo al Gobierno Vasco que atendiendo a las tremendas ayudas dadas a Caballito en el pasado expropiase la empresa y la entregase a los trabajadores para ponerla a funcionar.

El camino al que nos conduce la patronal, con su sistema enfermo es a la esclavitud en las condiciones laborales; al incremento exhaustivo de la jornada laboral por menos salario, cuando la vida está cada día más cara; a la destrucción de derechos sindicales y sociales dividiendo y atomizando al movimiento obrero, cargándose las conquistas y los derechos adquiridos del pasado. Quienes más sufrirían esta política, de llevarse a cabo, sería la juventud. No lo podemos permitir bajo ningún concepto. Necesitamos un sindicato combativo y de izquierdas que tenga en cuenta los intereses de nuestra clase. Que luche por la unidad de acción sindical dentro y fuera de las empresas y que entienda que enfrentarse a una patronal como la de Caballito es enfrentarse a una clase social, la burguesía y a un sistema el capitalismo a los que solo unidos por encima de fronteras nacionales podremos derrotar.

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