Hace poco más de un año, durante la negociación del plan de Izar, se consiguió que la factoría de Fene (la antigua Astano) se integrase en Navantia, la nueva empresa pública en que se agruparon los astilleros militares. El pasado martes 10 de enero,eHace poco más de un año, durante la negociación del plan de Izar, se consiguió que la factoría de Fene (la antigua Astano) se integrase en Navantia, la nueva empresa pública en que se agruparon los astilleros militares. El pasado martes 10 de enero, el conselleiro de Industria de la Xunta de Galicia, miembro del BNG, se reunió con el presidente de la SEPI. Al día siguiente, la prensa dice que el conselleiro le propuso la venta o alquiler de Fene a un consorcio empresarial (gallego, por supuesto), como parte de un plan de viabilidad para el sector naval de la comarca de Ferrol.

La noticia causa el pasmo general. Dada la polémica que se crea, el BNG realiza una rueda de prensa días más tarde (sábado 14) y dice que ellos defienden la prevalencia pública en el sector naval ferrolano. La semana siguiente añaden que la propuesta de privatización la hizo el presidente de la SEPI, no el conselleiro. Pero estas justificaciones se contradicen con lo declarado desde el ámbito nacionalista en los primeros días de la polémica.

¿Propuso el BNG privatizar?

El alcalde de Fene, un histórico del BNG que ocupa la alcaldía desde 1979, defiende la privatización: “Sería mejor que fuese de titularidad pública, pero tampoco nos parece mal la propuesta de la Xunta. No es la mejor solución, pero dada la situación (...) pues la vemos bien” (Diario de Ferrol, 12/1/06. El subrayado es mío). La reacción de la CIG, en situación obviamente incómoda por su relación con el BNG, también fue significativa: no se pronunció, alegando que no tenía suficiente información.

El Diario de Ferrol del 12 también publica una entrevista con el conselleiro, que no habla para nada ni de la prevalencia pública en el consorcio ni de que la propuesta fue de la SEPI, más bien todo lo contrario. Preguntado sobre los términos en que el plan de viabilidad recoge la venta de Astano, responde: “El plan de viabilidad se corresponde con una estrategia que llevamos siguiendo sobre la industria auxiliar y reparaciones del naval (...) para presentar una iniciativa y un proyecto que permita crear una industria de reparación del naval potente en Ferrol. Una de las posibilidades es la utilización de los terrenos de Astano, podía ser en régimen de alquiler o de compra” (el subrayado es mío). Tras hablar de la formación del consorcio, le preguntan sobre el papel de la Xunta en él, y responde: “Sería prematuro decir en qué condiciones y cómo. Ya manifesté que los empresarios tienen que asumir más iniciativas, más riesgos, pero cuentan con nuestro apoyo”.

La mutación proempresarial de los dirigentes del BNG es tan sorpresiva, que el periodista le dice: “Sorprende que una consellería gobernada por el BNG, que siempre defendió la titularidad pública de los astilleros, apueste por una privatización, o por lo menos por una semiprivatización”, a lo que el conselleiro responde: “Vamos a ver cómo se configura al final y qué presencia pública puede haber”. Además, el conselleiro también reconoce que previamente habló de su propuesta con los empresarios de las compañías auxiliares del sector naval.

El comité de empresa de Navantia-Fene, desconocedor de las intenciones del conselleiro, reacciona duramente y dice que se sienten “engañados y vendidos”. Ante la situación que se estaba creando, el conselleiro pide serenidad a los trabajadores y empieza a matizar, diciendo que su plan no es una propuesta, “sino un análisis necesario para ver la viabilidad del propio proyecto”, y justificando su presentación a la SEPI por ser la propietaria de Navantia. Pero los dirigentes del BNG siguen en clave privatizadora, como demuestran el hecho de que el conselleiro no hablase de la prevalencia pública ni atribuyese la idea a la SEPI, y que el líder del BNG, Anxo Quintana, declarase durante una visita a Ferrol el viernes 13 por la noche: “Creo que debemos perder de vista la idea de que las soluciones para Ferrol van a venir siempre, únicamente, del sector público (...) Por eso consideramos muy positivo que se estén dando pasos dentro del mundo empresarial de Ferrol para tomar las riendas” (La Voz de Galicia, 15/1/06). El conselleiro no recuerda que la propuesta la hizo la SEPI hasta el martes 17, ¡una semana después de la reunión!

Por tanto, es obvio que el conselleiro sí propuso la privatización de Navantia-Fene. Si después se intentó disimular, fue para minimizar los daños políticos, dado el estupor de los trabajadores (incluidos muchos simpatizantes del BNG), la durísima reacción sindical y, del otro lado, los elogios empresariales.

Trasfondo ideológico

En cualquier caso, sea privatización total o parcial, mayoritaria o minoritaria, los argumentos a favor de la entrada de capital privado en Navantia-Fene tienen un tufillo ideológico inconfundible: “es mejor que en las instalaciones haya actividad y se creen empleos, y no que estén paradas”. Lo que no explican esos propagandistas es en qué se basan para equiparar capital privado con futuro industrial. Los veinte años de reconversión del sector naval ferrolano vieron la desaparición de prácticamente todas las iniciativas privadas de reindustrialización, después de haber chupado las generosas ayudas públicas establecidas en los diferentes planes de reindustrialización (ZUR, ZID, etc.). Es de chiste que se nos pretenda hacer creer que la alternativa industrial para Ferrol son... ¡los empresarios ferrolanos! Como decimos los gallegos, “era buena si colase”.

Claro que es una pena que la antigua Astano, que llegó a tener 5.000 trabajadores y hoy tiene 300 (la mitad desplazados a la factoría de Ferrol), esté infrautilizada. Pero tiene que ser la iniciativa pública la que llene de actividad sus instalaciones. Porque si la burguesía española es poco emprendedora, la ferrolana lo es todavía menos. La construcción naval existe en Ferrol desde hace más de 250 años. ¿Dónde está la iniciativa del empresariado local en todo este tiempo? ¿Dónde sus inversiones industriales? En ningún lado porque ni las hubo ni las habrá. De hecho, cuando a principios del siglo XX los astilleros fueron privados, el capital era inglés. Los empresarios ferrolanos son una banda que vive de parasitar al Estado y de la explotación brutal de los trabajadores de las compañías auxiliares, y lo que quieren ahora es que se modernicen las instalaciones de Fene con dinero público y después se las entreguen. ¡Así es empresario cualquiera! Si el futuro de Ferrol depende de estos “emprendedores”, como les llaman ahora algunos dirigentes del BNG, la llevamos clara.

Nacionalismo

e interclasismo

Algunos trabajadores nacionalistas opinan que este destape del BNG se debe a que el poder ya lo corrompió. Pero el medio año que lleva en la Xunta es muy poco tiempo para que se opere semejante transformación. El cambio tiene que venir de antes, y el gobernar la Xunta sólo hace que se evidencie puesto que el BNG tiene que tomar decisiones, es decir, optar entre favorecer a la burguesía o a los trabajadores. Por tanto, la propuesta de privatizar Fene responde a una base ideológica anterior.

El objetivo del nacionalismo político es reclamar para una burguesía nacional el derecho (preferente o exclusivo) a apoderarse de la plusvalía de los trabajadores de su nación, es decir, garantizarle los beneficios frente a la competencia de otras burguesías. Para ello utiliza el sentimiento nacional de los trabajadores —de pertenencia a una nación diferente y de apego a la cultura y la lengua propias— para separarlos del resto de los trabajadores y, con la excusa de la identidad común, subordinarlos a la burguesía nacional.

Las motivaciones económicas proburguesas del nacionalismo son evidentes en esta propuesta de privatizar Fene o en el Estatut, que no es más que una disputa entre la burguesía catalana y la burguesía española centralista por el reparto del dinero que ambas nos roban a los trabajadores, disputa en la que nosotros no tenemos nada que ganar. De hecho, en ocasiones incluso surge un movimiento nacionalista sin ni siquiera existir opresión nacional, como es el caso de la Liga Norte italiana, que fomenta los prejuicios hacia los italianos del sur (a los que presenta como unos vagos que se aprovechan de la riqueza del laborioso norte) para reivindicar prebendas económicas para la burguesía norteña. Lo mismo puede verse en Bolivia con el movimiento separatista de los departamentos de Santa Cruz y Tarija, una descarada maniobra de la burguesía boliviana y el imperialismo contra el proceso revolucionario en ese país. Esta base de clase es la causa de que todo movimiento nacionalista, por muy de izquierdas que parezca en un momento dado, acabe siempre defendiendo a los empresarios.

En Galicia hay miles de trabajadores y jóvenes nacionalistas que son de izquierdas y tienen una voluntad sincera de acabar con el capitalismo, pero el nacionalismo no es la ideología de la clase obrera ni permitirá un cambio social profundo. Todo lo contrario: el nacionalismo es una receta acabada para desarmar políticamente a los trabajadores y terminar aceptando, de una u otra forma, el capitalismo porque el nacionalismo significa anteponer la contradicción territorial a la contradicción de clase, o sea, querer hacernos creer a los trabajadores que tenemos intereses comunes con los empresarios por el mero hecho de compartir el mismo origen nacional.

Por eso el nacionalismo siempre habla de defender los intereses de Galicia, de toda la nación. Pero, ¿qué es Galicia sino una sociedad dividida en clases sociales, fundamentalmente burguesía y proletariado, con intereses económicos y políticos absolutamente opuestos? Por tanto, defender a todos los gallegos es imposible, es una quimera que en la práctica significa favorecer a la burguesía y perjudicar a la clase obrera.

No puede haber confusiones. Los trabajadores tenemos que tener claros nuestros intereses de clase, como los tiene la burguesía, que a la hora de la verdad, si tiene que escoger entre preservar la propiedad privada o preservar la lengua, la cultura y los derechos nacionales, siempre escoge lo primero, como demostró el PNV en la guerra civil española, cuando, ante el peligro de revolución, no dudó un instante en unirse a sus hermanos de clase españoles, pactar con Franco y entregarle Bilbao intacto a los fascistas.

Si el BNG ha tenido un espacio político a la izquierda fue precisamente por denunciar la política reformista y el abandono de la defensa de los derechos democrático-nacionales de los trabajadores gallegos por parte del PSdeG. Pero la defensa coherente de estos derechos sólo se puede hacer vinculada a la lucha de la clase obrera mundial por el socialismo. Por tanto, la ideología propia de los trabajadores no es el nacionalismo —pero entiéndase bien: ni el nacionalismo gallego, vasco o catalán, ni el nacionalismo español—, sino el marxismo y el internacionalismo, el ideal de construir organizaciones internacionales de la clase obrera que unan a todos los trabajadores del mundo por encima de cualquier tipo de frontera o diferencia, para luchar unidos contra toda opresión y contra nuestro enemigo común: los empresarios, sean de donde sean y hablen la lengua que hablen, y en primer lugar, contra los empresarios de nuestro propio país.

Xaquín García Sinde

Trabajador de Navantia-Ferrol

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