El despido de cinco trabajadores de una empresa auxiliar del astillero Vulcano volvió a demostrar la capacidad de movilización del naval vigués, un sector afectado por múltiples reconversiones en el pasado y con una gran tradición de lucha. El 9 de enero, dos mil trabajadores de los cinco astilleros de la ría se concentraron para reclamar la readmisión de los cinco despedidos, convocados por CIG, CCOO y CUT. A esta demanda se unió la denuncia del incumplimiento, por parte de las empresas, de la bolsa de contratación de los eventuales, una de las conquistas de la huelga indefinida de mayo del año pasado.
Esa huelga, motivada por la negociación del convenio del metal, duró una semana y provocó asambleas y manifestaciones multitudinarias que colapsaron la ciudad. La huelga culminó con un acuerdo entre sindicatos y patronal que recogía un aumento salarial, límites a la contratación temporal y regulación de la subcontratación. Además, preveía cierta regulación de la eventualidad en las compañías auxiliares del sector naval a través de una bolsa de empleo, que era el punto fundamental de las negociaciones y que la patronal se negaba a concretar.
Uno de los despedidos era delegado de la CUT, sindicato que calificó las cinco rescisiones de "reprimenda antisindical, ya que ellos sólo querían defender sus derechos, lo que significa que cualquiera puede exponerse a esta situación". El descontento en el sector es mucho, como quedó reflejado en la respuesta de los trabajadores, que amenazaron con el boicot indefinido a las horas extras y con impedir la botadura de un buque. Al final los empresarios tuvieron que ceder, recolocando a los despedidos en otras compañías auxiliares mediante la nueva bolsa de trabajo, finalmente aprobada, y aceptando respetar el orden de entrada en la bolsa a la hora de contratar, ya que la patronal pretendía seguir contratando de forma arbitraria.
Los trabajadores han conseguido una nueva victoria, pero no se puede bajar la guardia porque, como se ha visto, la patronal va a intentar permanentemente ignorar el convenio. Ni los convenios ni las leyes por sí mismos bastan para garantizar los derechos de los trabajadores. La realidad demuestra que los empresarios sólo cumplen la ley cuando día a día, en cada empresa, en cada tajo, los trabajadores tenemos la fuerza suficiente para obligarlos a cumplirla. Y esa fuerza sólo la tenemos cuando estamos organizados. Sin organización, los trabajadores sólo somos carne de explotación en manos de los empresarios.
A los trabajadores nunca nadie nos regaló nada. Todo lo tuvimos que obtener con nuestro sacrificio, nuestra organización y nuestra lucha. Para obtener nuestras reivindicaciones sólo debemos confiar en nosotros mismos. Sólo nuestra organización, movilización y unidad pueden pararle los pies a la patronal en sus intentos de seguir eliminado nuestros derechos y nos permitirán mejorar nuestra situación.

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