Comision-Seguridad-Minera-investigacion-Leon_TINIMA20131029_0606_5El 28 de octubre seis mineros perdían la vida y otros cinco resultaban heridos en el Pozo Emilio del Valle, en la localidad leonesa de Pola de Gordón, al producirse un escape masivo de grisú. Este es el accidente más grave que se produce en la minería desde que en 1995 catorce mineros murieran en el pozo Nicolasa, por una explosión de grisú. Las federaciones mineras convocaron dos días de huelga en toda la minería estatal en señal de duelo y el martes 29 las muestras de solidaridad se sucedieron por todo el estado, desde los trabajadores de Encasur en Puertollano (Ciudad Real) hasta el paro total de los 3.000 trabajadores de la minería asturiana en Hunosa, Carbonar, Uminsa y Coto Minero Cantábrico.

Los trabajadores fallecidos, aunque jóvenes, eran experimentados mineros, con años de trabajo a sus espaldas. Alguno con un hijo de pocos días, otro a falta de unos meses para poder prejubilarse, todos con familia, amigos y compañeros que asisten impotentes a otro nuevo accidente minero. “Ya me tocó vivir la tragedia de Nicolasa, en la que perdieron la vida 14 compañeros. Y ahora esto. Es como volver atrás”, se lamentaba un trabajador. “No se puede explicar lo duro que es tener que afrontar que tus amigos, tus vecinos, de repente ya no están”.
El accidente ha reabierto las heridas todavía frescas de las últimas luchas mineras, y muchos recuerdan con rabia lo que han tenido que pasar por defender el futuro de la mina y cómo, desde el gobierno y también desde la patronal, se les llamaba “privilegiados” o cómo se les intentó enfrentar con el resto de trabajadores con el bulo de unos “desorbitados” salarios. “La gente está muy confundida, los sueldos ya no son lo que eran. Hoy en día un ayudante de minero cobra 900 euros, y se juega la vida como los demás”, recalcaba desde la sala de espera de la UCI un vecino de Juan Manuel Menéndez, el único trabajador herido que continúa ingresado en la UCI del Hospital Universitario de León.

Los familiares denuncian los recortes en seguridad

La reacción de la comunidad minera ha sido, como no podía ser de otro modo, de inmenso dolor ante la magnitud de la tragedia, pero también de rabia ante un accidente que está directamente relacionado con los recortes al sector, lo que ha tenido como consecuencia una rebaja de la seguridad en el trabajo. Aunque La Hullera Vasco Leonesa, a quien pertenece la explotación, lo niega, la versión de José Manuel González, hermano de uno de los fallecidos es muy distinta: “Hay recortes, claro que hay recortes en la seguridad (…) tras la huelga del verano, se cargaron a gente de la brigada de salvamento, se cargaron a dos ingenieros dedicados a la seguridad de la mina… los echaron”.
El responsable del sector minero de Fitag-UGT en Castilla y León y secretario de comité de empresa de La Hullera Vasco-Leonesa, José Antonio Colinas, reconocía que ese macizo siempre tuvo un comportamiento distinto a los otros dos y que ya se habían registrado varios incidentes en los últimos años que hacían temer a los trabajadores que se pudiera producir un escape de grisú o un derrabe, es decir, el derrumbe de la galería.
Se da la circunstancia, además, de que hace unos meses ya hubo un accidente en ese mismo punto que se saldó con tres heridos. Colinas ha insistido en la necesidad de cerrar esa parte de la explotación “para siempre”. “Los trabajadores no tienen ánimos para volver a esta zona, que es problemática”.

Hipocresía de la derecha

De hecho, en el multitudinario funeral que tuvo lugar el miércoles 30, muchos hablaban de que esta era una tragedia anunciada, y a petición de los familiares se vetó la presencia de las autoridades, entre ellas el presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera (PP), al que los mineros acusaban de estar allí para “hacerse la foto”. De la misma manera, los mineros obligaron al ministro de Industria, José Manuel Soria, a abandonar el hospital donde estaban ingresados los heridos. “Le hemos echado, le hemos dicho que ni se le ocurriera aparecer por aquí, no sé cómo tiene la vergüenza de aparecer después de lo que nos ha maltratado”.
Durante estos días, todos (empresa, gobierno y demás instituciones) se han cuidado mucho de hacer algún tipo de declaración que pudiera encender los ánimos. Al contrario, ahora todo son elogios para la dura labor de estos trabajadores. Pero de la misma manera que los trabajadores del pozo Emilio del Valle se van reincorporando al tajo,  a arriesgar nuevamente sus vidas, con el dolor aún a flor de piel de estas últimas pérdidas, estamos seguros de que no tardarán en arreciar de nuevo los ataques al futuro de la mina y a las condiciones laborales de sus trabajadores por parte de estos mismos que ahora vierten lágrimas de cocodrilo y se lamentan hipócritamente de la situación en la que han quedado las viudas y los huérfanos, las madres y hermanos de la última tragedia minera.

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