El domingo 15 de enero se celebró la segunda vuelta de las elecciones a la presidencia de Chile. Finalmente la dirigente del Partido Socialista (PS), Michelle Bachelet, fue quien ganó las elecciones. Los resultados han demostrado una enorme polarizacEl domingo 15 de enero se celebró la segunda vuelta de las elecciones a la presidencia de Chile. Finalmente la dirigente del Partido Socialista (PS), Michelle Bachelet, fue quien ganó las elecciones. Los resultados han demostrado una enorme polarización social, que expresa la creciente división de la sociedad chilena en líneas de clase.

No es casualidad que por primera vez desde el fin de la dictadura la principal confederación empresarial del país haya modificado su posición. En estas elecciones la patronal apoyó decididamente a Piñera y se ha mostrado preocupada por algunas de las declaraciones de Bachelet en el sentido de revisar la política de privatizaciones.

Giro a la izquierda en toda

Latinoamérica

Tampoco es casual que Bachelet (y esta es una de las principales razones de la preocupación empresarial), pese a las vacilaciones, contradicciones en su discurso, haya despertado amplias ilusiones entre sectores de la clase obrera y los sectores populares. Bachelet despertó un apoyo entusiasta entre sectores de las masas a causa tanto de sus declaraciones contrarias a las privatizaciones como por su apoyo a Chávez y Venezuela frente a los ataques del imperialismo. El apoyo a Bachelet en las primarias de la Concertación fue, de hecho, tan masivo que la candidata democristiana retiró su candidatura porque no tenía ninguna posibilidad.

El resultado de las elecciones chilenas no las podemos situar al margen del ascenso de la lucha de clases que se está dando en todo el continente, las victorias revolucionarias en Venezuela, Bolivia y las serias posibilidades de victoria de la izquierda en otros países latinoamericanos (México, Nicaragua, etc.,) plantean cada vez más claramente la perspectiva de una revolución latinoamericana.

Esta es una razón más para que sectores muy importantes de la burguesía no se fíen de Bachelet y vean el riesgo de que su victoria pueda animar la movilización de las masas. Por todo el país se crearon Comités de Apoyo a Bachelet y su victoria, en las condiciones del capitalismo chileno y en el contexto actual de América Latina, podría animar la movilización y acrecentar las expectativas de cambio social de las masas.

¿‘Milagro chileno’?

Durante los últimos años, Chile ha sido presentado como el país más estable y próspero de América Latina y un modelo a imitar. Sin embargo, como en la Argentina de los años noventa, el supuesto “milagro chileno” oculta en realidad una de las distribuciones de la riqueza más injustas del continente y una explotación sin límites de los trabajadores y los sectores populares. Todo ha sido privatizado y las principales riquezas del país (especialmente el cobre) han sido entregadas en bandeja a las multinacionales imperialistas.

Los dirigentes del ala derecha del PS han impuesto durante las dos últimas décadas a la base obrera del partido una política de colaboración de clases con partidos de la burguesía. Lagos, primer presidente socialista desde 1973, ha llegado incluso al extremo de apoyar el golpe de abril de 2002 en Venezuela o auspiciar el nombramiento de connotados represores bajo la dictadura para cargos de responsabilidad. Y todo ello al mismo tiempo que ordenaba reprimir importantes luchas sociales o sigue manteniendo un sistema representativo (binominalismo) absolutamente antidemocrático que permite, por ejemplo, que la derecha pinochetista esté sobrerrepresentada en el Parlamento mientras por ejemplo el PC o el MIR no consigan representación.

La política de Lagos y los dirigentes más a la derecha del PS ha dividido a la izquierda, ayudado a la burguesía a mantener el control y con todo ello ha obstaculizado una recuperación más rápida de la clase obrera chilena. Sin embargo, las contradicciones sociales se están acumulando de una manera insoportable y más pronto que tarde estallarán de forma abierta. La memoria y las tradiciones revolucionarias de los años setenta no sólo no han muerto sino que retornarán más pronto que tarde multiplicadas.

En las elecciones parlamentarias celebradas conjuntamente con la primera vuelta de las presidenciales, por primera vez desde el fin de la dictadura, el PS y otros partidos de orientación socialdemócrata como el PPD y PRSD (cuyas bases se consideran mayoritariamente de izquierdas) consiguen la mayoría tanto en el Congreso como en el Senado, hasta ahora controlado siempre por la derecha

La llegada al poder de Bachelet es interpretada por las masas como una victoria y animará la movilización popular. Además llega también en un momento en que se está produciendo un despertar de la clase obrera, basta como ejemplo la huelga de los trabajadores del sector del cobre o las luchas estudiantiles del año pasado y que indican que se acabó el período de “paz social” de los últimos años.

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