El pueblo mexicano ha sido y es un pueblo expoliado. Precisamente por eso, la cuestión del petróleo es un tema tan sensible para la clase obrera. El petróleo de PEMEX no es patrimonio de los "mexicanos" en abstracto sino, muy particularmente, de la clase obrera, que gracias a su admirable lucha logró la nacionalización de la industria petrolera en 1938.

El pueblo mexicano ha sido y es un pueblo expoliado. Precisamente por eso, la cuestión del petróleo es un tema tan sensible para la clase obrera. El petróleo de PEMEX no es patrimonio de los "mexicanos" en abstracto sino, muy particularmente, de la clase obrera, que gracias a su admirable lucha logró la nacionalización de la industria petrolera en 1938.

El intento de privatización de Petróleos Mexicanos (PEMEX) no ha hecho otra cosa que aflorar de nuevo la rabia y el ánimo de lucha que durante algunos meses había estado latente entre la clase obrera. Después de la masiva marcha campesina del 31 de enero (a la que asistieron también decenas de miles de trabajadores) de nuevo los trabajadores invadieron la calle dispuestos a todo en los mítines convocados por López Obrador (AMLO) en defensa del petróleo en un ambiente que recordaba demasiado al del "rojo 2006" en el que se dio la insurrección en Oaxaca y la lucha contra el fraude electoral.

Mítines masivos el 18 y el 25 de marzo

La gran combatividad de la clase obrera se ha reflejado también en la actitud y el discurso de AMLO, que de afirmar que llamaría a movilizaciones en caso de que se privatizase el petróleo (es decir, después de la privatización), ha llamado a la toma de aeropuertos, carreteras, instalaciones estratégicas de PEMEX y las cámaras legislativas e incluso a un paro nacional, en el masivo mitin del pasado 18 de marzo.
La clase obrera mexicana pide más. Los mismos trabajadores y campesinos que estuvieron presentes en las últimas movilizaciones, participaron también en la lucha contra el desafuero y el fraude electoral. Han perdido el miedo, son conscientes de que el movimiento se demuestra caminando y de que es necesaria una respuesta decidida a las pretensiones de la burguesía de privatizar PEMEX. El cambio en el discurso no se debe a que AMLO por fin se levantó con el pie derecho, sino que ha sido lo suficientemente perspicaz para notar del ambiente que se respira en la calle. El cambio ha sido enormemente positivo, ya que ha encendido de nuevo los ánimos entre la clase obrera. Sin embargo, es necesario materializar los discursos y pasar a la acción.
Este ambiente de combatividad también se ha reflejado en las elecciones internas del Partido de la Revolución Democrática (PRD), donde Alejandro Encinas ganó la dirigencia del partido frente al candidato de la derecha, Jesús Ortega, de la corriente Nueva Izquierda (NI). Durante los mítines del 18 y 25 de marzo, no sólo no se veía ninguna bandera de NI, sino que ante la mención de Ortega sólo se escuchaban insultos y silbidos de desaprobación.
La cuestión de la privatización del petróleo es urgente para la burguesía mexicana, especialmente ahora que la crisis en EEUU no es sólo una posibilidad, sino una realidad palpable y toda la burguesía mexicana es perfectamente consciente (aunque Calderón lo niegue) de que ésta afectará de forma severa a México. ¡Qué más quisiera la burguesía mexicana que todo esto hubiera ocurrido en otro momento más apropiado! Un momento en el que el gobierno gozara de un mínimo de legitimidad, en el que la inflación no estuviera descontrolada, en el que no existieran divisiones dentro del propio gobierno, un momento en el que no hubiera tantísimos escándalos de los miembros del PAN involucrados en el narcotráfico y, sobre todo, un momento en el que la clase obrera no estuviera tan decidida a luchar.
Desde el punto de vista de los capitalistas la crisis hace urgente no sólo la privatización de PEMEX, también era urgente la reforma a la nueva ley del ISSSTE (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado) y lo es ahora la inminente reforma a la Ley Federal del Trabajo.

Hay que preparar la huelga general

Por ello, aunque hayan retrasado ya varias veces la fecha para exponer de forma clara y concreta la reforma de PEMEX ante las cámaras legislativas (que por supuesto no llamarán "privatización" sino que buscarán una fórmula más agradable como "participación" o "asociación" de empresas privadas con PEMEX, intentando no contradecir ningún artículo constitucional que prohibe la privatización) no cabe duda de que lo harán más pronto que tarde.
Hay que animar a la clase obrera a integrarse en los Comités de la Convención Nacional Democrática (CND) para luchar contra la privatización del petróleo. Estos Comités deben servir para unir todas las acciones en defensa del petróleo, para ello es necesario integrar también a los sindicatos y organizaciones campesinas sumando a la consigna de la defensa del petróleo las demandas más sentidas por el movimiento (aumento salarial general, recapitalización del sector energé-tico, solución de los conflictos laborales existentes a favor de los trabajadores, no a la reforma de la Ley Federal del Trabajo y la caída del PAN del Gobierno). Sólo así lograremos que no haya una sola fábrica, un solo barrio obrero, una sola escuela donde no exista un nutrido comité preparado para la acción en cualquier momento y dispuesto a todo para dar una respuesta masiva y contundente. ¿Y qué mejor manera de dar un impulso a estos comités e integrar a nuevos sectores que con la convocatoria de una huelga general que aglutine todas las demandas antes mencionadas?
El debate sobre la privatización de PEMEX ha avivado la llama de la revolución en México. La diferencia respecto al "rojo 2006" es que la clase obrera ya tiene muchas lecciones aprendidas y la burguesía no sólo no tiene posibilidades de evitar la crisis revolucionaria, sino que puede llegar a cometer todavía más errores llevada por la urgencia de aprobar estas medidas. La clase obrera mexicana ha vuelto a irrumpir en escena y ahora será más difícil contenerla.

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