El 16 de mayo Ronald Noble, Director de la Interpol, avalaba la versión del gobierno colombiano según la cual el ordenador atribuido al guerrillero  asesinado Raúl Reyes contendría pruebas de que Venezuela y Ecuador apoyan con armas y dinero a las FARC. Sin embargo, las declaraciones de Noble contradicen abiertamente el contenido del propio informe de la Interpol. Según dicho informe el ordenador fue manipulado y no está probado que perteneciese a Reyes.

El 16 de mayo Ronald Noble, Director de la Interpol, avalaba la versión del gobierno colombiano según la cual el ordenador atribuido al guerrillero  asesinado Raúl Reyes contendría pruebas de que Venezuela y Ecuador apoyan con armas y dinero a las FARC. Sin embargo, las declaraciones de Noble contradicen abiertamente el contenido del propio informe de la Interpol. Según dicho informe el ordenador fue manipulado y no está probado que perteneciese a Reyes.

El 19 de mayo, un avión militar estadounidense incursionaba ("por error") en espacio aéreo venezolano mientras tropas del ejército colombiano atravesaban la frontera. Estas provocaciones forman parte de una nueva escalada de amenazas, calumnias y agresiones contra la revolución venezolana que, orquestada desde Washington, tiene su peón más destacado en Bogotá.

Uribe y los paramilitares

Los medios de comunicación burgueses culpan a Hugo Chávez de la creciente tensión en la frontera colombo-venezolana mientras ocultan estos ataques y disimulan el carácter ultraderechista y pro-imperialista del gobierno Uribe, así como su estrecha relación con los paramilitares fascistas y narcotraficantes. Decenas de diputados, alcaldes y gobernadores de los partidos que apoyan a Uribe están siendo investigados, y varios ya han sido encarcelados, por planificar junto a jefes del narcoparamilitarismo el asesinato de miles de activistas obreros y campesinos. La justicia burguesa ha condenado a algunos (sobre todo aquellos que se independizaron demasiado del control de la oligarquía  y osaban disputarle algunos privilegios y poder) pero esconde la  responsabilidad del propio Uribe, la cúpula militar y sectores decisivos de la clase dominante en estos crímenes. Ante la gravedad del escándalo, el gobierno ha lanzado una cortina de humo acusando sin prueba alguna a varios políticos de izquierda de nexos con la guerrilla.
Las evidencias ligando a Álvaro Uribe al narcoparamilitarismo vienen de antiguo. Un informe sobre 115 personalidades colombianas vinculadas al narcotráfico elaborado por la DEA en 1991 señala a Uribe con el nº 82, como colaborador del cartel de Medellín, ciudad de la que fue alcalde. Como gobernador de Antioquía, Uribe creó y financió las "cooperativas de seguridad privada" CONVIVIR, grupos paramilitares que intimidaron y asesinaron a sindicalistas y luchadores campesinos de esa región. Recientemente, Uribe extraditaba a 14 jefes paramilitares a Estados Unidos para juzgarles por narcotráfico. Lo que la prensa internacional presenta como prueba de la voluntad del presidente colombiano de luchar contra la droga busca en realidad impedir que sean juzgados en Colombia por actividades terroristas, algo que salpicaría al propio Uribe y a sectores de la burguesía. Misteriosamente, los ordenadores de estos jefes paramilitares (en poder de la policía y el ejército hace meses) han desaparecido.
La burguesía colombiana ha utilizado el hartazgo tras 60 años de violencia política (que ella misma provocó), decenas de miles de muertos y cuatro millones de desplazados, para crearse una base social entre la clase media y los sectores políticamente más atrasados de las masas, ocultando las causas económicas, sociales y políticas del conflicto armado y responsabilizando a los guerrilleros del mismo. Los métodos de las FARC y el ELN, que sustituyen la organización y movilización consciente de las masas por el enfrentamiento militar directo con el Estado burgués por parte de los guerrilleros, lejos de servir para combatir esta manipulación la facilitan, al separarles de sectores considerables de la población. La dinámica de una lucha militar desigual contra paramilitares, ejército e imperialismo empuja, además, a los dirigentes guerrilleros en ocasiones a métodos desesperados (secuestros, atentados a instalaciones de empresas o infraestructuras públicas) que la burguesía aprovecha para desprestigiarles. Ejército y paramilitares han llegado a organizar masacres y culpar a la guerrilla.

Para lograr la paz hay que luchar por el socialismo

Uribe llegó al poder sobre esta base, jurando que forzaría la rendición de la guerrilla mientras hacía promesas demagógicas que, por supuesto, ha incumplido. "Mano dura, corazón grande" era su slogan. Si se ha mantenido ha sido merced a la utilización demagógica de la  lucha contra la guerrilla y la desmoralización que introduce entre sectores de las masas el clima de violencia política e inseguridad. La oligarquía colombiana ha organizado una especie de división del trabajo entre el Estado y los paramilitares que combina la utilización de métodos fascistas para eliminar a activistas de izquierda con el mantenimiento de la fachada de la democracia burguesa y la utilización de los medios de comunicación públicos y privados para disfrazar la represión como "actos de violencia" aislados, "ajustes de cuentas" o "lucha contra el terrorismo". Según datos de la OIT, cada tres días es asesinado un sindicalista de Colombia. El número de desaparecidos supera ya los 5.000.
El "partido más votado" en Colombia es la abstención, que suele superar el 50%. La emigración también ha actuado como válvula de escape y contribuido a aplazar una explosión social. Pero esta situación, en que la lucha individual por sobrevivir se impone a la lucha colectiva por transformar las condiciones de vida, no puede durar eternamente y ya muestra síntomas de cambio. Lo más destacable de la situación colombiana es que, pese a todo, la oligarquía no ha logrado aplastar la resistencia de las masas, expresada en importantes luchas obreras y campesinas, las marchas contra el paramilitarismo o el crecimiento electoral del Polo Democrático Alternativo, coalición de izquierdas que, pese a su confusión programática, alcanzó el 22% de los votos en las últimas presidenciales y ha ganado la Alcaldía de Bogotá y otras ciudades importantes.
El rechazo a Uribe aumentará. Colombia es uno de los países más injustos del mundo: un 1,5% de grandes propietarios posee el 80% de la tierra mientras el 85% de la población rural vive en la pobreza. Si sumamos la población urbana la pobreza representa un 50%. Los precios de los servicios básicos son insostenibles y las privatizaciones han precarizado hasta el extremo las condiciones de vida de la población. La economía colombiana -además de en el narcotráfico- se basa en la inversión extranjera, las exportaciones a EEUU, y la propia Venezuela, y las remesas de los emigrantes. La  recesión en EEUU y la economía mundial golpeará todos estos factores. Las ventas del sector textil bajaron un 25% los primeros meses de 2008, las licencias de construcción un 17%,  las ventas de alimentos se desplomaron y la previsión de crecimiento ha sido rebajada. La burguesía colombiana sólo tiene un camino: atacar una y otra vez a las masas. Esto provocará una respuesta masiva.
Los imperialistas intentan utilizar Colombia como base para atacar la revolución en América Latina, particularmente en Venezuela. Han amenazado con trasladar la base de Manta (en Ecuador) a la frontera colombo-venezolana, donde acumulan tropas hace años con la excusa del narcotráfico. Sin embargo, dada la correlación de fuerzas en ambos países y en el continente, si buscasen una confrontación (con la excusa de la guerrilla, o desestabilizando los estados venezolanos fronterizos de Táchira y Zulia) podrían conseguir lo contrario de lo que pretenden. En Venezuela viven cinco millones de personas de origen colombiano, muchas apoyan la revolución. En la propia Colombia se acumulan enormes contradicciones y un profundo malestar.
No obstante, sólo hay un camino para derrotar a la oligarquía y el imperialismo: la izquierda colombiana debe unirse en torno a un programa basado en la organización y la movilización de las masas, encabezadas por la clase obrera, y vincular la lucha por la paz a la movilización por resolver los problemas sociales: reforma agraria, acabar con las privatizaciones y ataques a los derechos y salarios de los trabajadores, salud y educación públicas gratuitas y de calidad, vivienda y trabajo digno, etc., y todo ello a la necesidad de expropiar a los capitalistas para construir el socialismo. Al mismo tiempo, si la revolución venezolana triunfase definitivamente expropiando a la burguesía y resolviendo problemas como la inseguridad, vivienda, desempleo..., sería un poderoso imán para las masas del país hermano.

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