En los últimos diez años hemos asistido a movilizaciones, manifestaciones, huelgas parciales y generales en prácticamente todos los países europeos. Estos acontecimientos forman parte de un proceso continental que, empezando por Italia con una impresionante huelga general en abril de 2002 (doce millones de trabajadores secundándola y tres millones de manifestantes) contra el entonces recién elegido primer gobierno de Berlusconi, tuvo continuidad de una forma u otra en el resto de países. En el Estado español en 2002 vivimos una huelga general contra el gobierno de la derecha seguido por el movimiento de masas contra la guerra de Iraq y que terminó con la caída del gobierno de Aznar. En Francia el movimiento empieza antes, en 1995, y luego tiene numerosos momentos álgidos, como la lucha contra el CPE en 2006. En Portugal, Bélgica, Suiza, Grecia, Dinamarca, Austria, Irlanda e incluso más recientemente en los países del Este se han producido sacudidas sociales de gran trascendencia y cuyo significado es el inicio del despertar de la clase obrera después de un letargo relativamente largo.
En los últimos diez años hemos asistido a movilizaciones, manifestaciones, huelgas parciales y generales en prácticamente todos los países europeos. Estos acontecimientos forman parte de un proceso continental que, empezando por Italia con una impresionante huelga general en abril de 2002 (doce millones de trabajadores secundándola y tres millones de manifestantes) contra el entonces recién elegido primer gobierno de Berlusconi, tuvo continuidad de una forma u otra en el resto de países. En el Estado español en 2002 vivimos una huelga general contra el gobierno de la derecha seguido por el movimiento de masas contra la guerra de Iraq y que terminó con la caída del gobierno de Aznar. En Francia el movimiento empieza antes, en 1995, y luego tiene numerosos momentos álgidos, como la lucha contra el CPE en 2006. En Portugal, Bélgica, Suiza, Grecia, Dinamarca, Austria, Irlanda e incluso más recientemente en los países del Este se han producido sacudidas sociales de gran trascendencia y cuyo significado es el inicio del despertar de la clase obrera después de un letargo relativamente largo.
Este proceso es aparentemente negado por la existencia de gobiernos de derechas en la mayoría de los países de Europa. Sin embargo, los análisis que se basan en este aspecto parcial de la realidad para llegar a la conclusión general de que se ha producido una derechización de la clase obrera son bastante superficiales y erróneos. Esta es la idea que la burguesía está interesada en inocular en la sociedad, para exagerar la fuerza de la derecha y minimizar la capacidad de lucha de las masas; los reformistas siempre son muy proclives a aceptar y propagar esta idea para justificar su política de pacto social y claudicación continua a las presiones del capital. Los éxitos electorales de la derecha no se explican por un ambiente de derrota o de reacción en la clase obrera, sino por otro de los aspectos centrales de la situación política europea: los dirigentes reformistas, después de años y años de aplicar una política económica similar a la de los gobiernos de la derecha, y de defraudar y dilapidar en numerosas ocasiones grandes expectativas de cambio, tienen muchas más dificultades que en otros periodos para movilizar todo el voto potencial de la izquierda. Los gobiernos de derechas no se han apoyado en un incremento de su base social de apoyo sino en una mayor abstención de la clase obrera en el plano electoral.
Los últimos ejemplos electorales demuestran que una alta abstención electoral implica un gran rechazo hacia la política oficial pero no pasividad o renuncia a la lucha por parte de los trabajadores. Las elecciones regionales celebradas en Francia los días 14 y 21 de marzo han tenido a la abstención como protagonista, en torno al 50% de los votantes no han ejercido su derecho. En las regionales italianas del 28 y 29 de marzo, la abstención también ha sido muy importante, con una caída de ocho puntos en la participación respecto a las regionales de 2005. Sin embargo, en ambos casos se está produciendo una amplia movilización social contra los gobiernos de derechas de Sarkozy y Berlusconi. En el caso de Francia dos días después de la cita electoral, el 23 de marzo, tuvo lugar la segunda huelga del sector público en lo que va de año, unas 800.000 personas salieron a las calles en todo el país, convocadas por la CGT y otros sindicatos, en defensa de los salarios, el empleo y contra el aumento de la edad de jubilación. Por su parte, la clase obrera italiana secundó una huelga general, convocada por el principal sindicato, CGIL, que paralizó el país el 12 de marzo.

‘Latinoamericanización' de Europa

Europa tiene que mirarse en el espejo de América Latina. Los ataques salvajes a las condiciones de vida de las masas, la liberalización de sus economías con privatizaciones masivas de sectores estratégicos, el empobrecimiento de amplias capas de la población, la visible pérdida de expectativas en los progresos sociales de la Unión Europea, cuando no una oposición abierta a estos planes de la burguesía (hay que recordar el referéndum de 2005 sobre la constitución europea en el que el no obtuvo un 55% en Francia y un 62% en Holanda; posteriormente, en junio de 2008 Irlanda rechazaba con el 53% el Tratado de Lisboa), el notable rechazo hacia la política oficial, son elementos de la realidad social y política europea muy similares a los que precedieron en América Latina el tremendo giro político hacia la izquierda en la última década. La similitud llega también al terreno económico, hasta el punto que países como Grecia (aunque la lista puede ampliarse en el futuro) igual que Argentina en la década de los 90, amenazan con la suspensión de pagos; de hecho éste ya ha sido el caso de Islandia. La gravedad de la crisis económica mundial ha hecho que las distintas burguesías europeas tengan que acelerar sus planes de ataque a la clase trabajadora (para poder mantener su cuota en un mercado mundial cada vez más disputado y afrontar una deuda pública galopante) azuzando el enfrentamiento entre las clases que se producirá sobre un terreno que ha sido abonado durante años.

La recesión no ha paralizado la lucha de clases

A pesar de su dureza, la crisis, si miramos la situación de la clase obrera europea en su conjunto, no ha supuesto una parálisis de la lucha de clases. Es más, en los primeros meses de 2010 hemos asistido a una oleada de protestas y huelgas en muchos de estos países, siendo el caso de Grecia el más destacado, pero no el único.
En Francia el 22 de enero la CGT convocó una huelga general del sector público contra la destrucción de empleo, seguida de la del pasado 23 de marzo. El 9 de marzo los abogados, jueces y funcionarios de justicia se manifestaron y el 12 de marzo los sindicatos de profesores convocaron una huelga general en la enseñanza secundaria ante la falta de medios y el empeoramiento de las condiciones laborales, y denunciaban la ley de 2007 por la que sólo se reemplaza una de cada dos jubilaciones, lo cual supondrá la pérdida de 80.000 empleos en cinco años.
En este clima, Sarkozy aplazó al otoño sus planes de retrasar la edad de jubilación y aumentar los años de cotización necesarios para acceder a ella. El rechazo social que provoca es enorme: el 59% de los franceses están en contra.
Sarkozy, cuando fue elegido, pretendía ser el hombre fuerte de la burguesía europea, abriendo el camino de la burguesía de otros países. Sin embargo, su legislatura ha estado plagada de movilizaciones y no ha conseguido doblegar, desmoralizar y desmovilizar a la clase obrera francesa.
El batacazo electoral, un 34% de los votos frente a más del 54% conseguido por la izquierda, que ha sufrido el partido de Sarkozy (UMP) en las mencionadas elecciones regionales es significativo. Aunque la prensa burguesa no ha tardado en darse a la tarea de destacar el ascenso de la extrema derecha, sin embargo, la realidad es que el Frente Nacional obtiene menos votos, en número y en porcentaje, que en las anteriores regionales. Lo más destacable a pesar de la enorme abstención es la victoria de la izquierda, que en segunda vuelta se ha presentado unida. Esto sólo se puede entender por la existencia de un proceso de movilización social y de profundización del proceso de polarización política en la sociedad francesa.
Por otro lado, las previsiones de crecimiento para el 2010 son de un 1,4%, una cifra que no es como para tirar cohetes y que no revertirá el deterioro social ya producido por la crisis. En diciembre 2009 el paro alcanzó el 10%. A lo largo de 2009 se perdieron 412.000 empleos. En la última década la industria francesa ha perdido 500.000 empleos y si en el 2000 el sector industrial aportaba el 17,7% del PIB (8 puntos menos que Alemania), en 2009 ese porcentaje era del 13,8% (a 12 puntos de Alemania). Así, el foco de tensión alimentado por la situación social no va a desaparecer del escenario a corto y medio plazo y probablemente sea el telón de fondo en el que se celebren las elecciones presidenciales de 2012.

Otro de los países europeos donde la movilización ha sido importante en los últimos años es Bélgica, un país con una profunda crisis política que le mantuvo prácticamente un año sin gobierno y en el que nos encontramos con datos de paro del 20%, como el que afecta a la región de bruselas. Durante el mes de enero, ante el anuncio de de la destrucción del 10% de los 2.700 empleos existentes en Bélgica del mayor grupo cervecero del mundo los trabajadores bloquearon durante una semana las fábricas, sin dejar salir a los camiones de reparto. Además, en el mes de febrero un accidente de trenes en el que murieron 18 personas, causó la huelga espontánea de los conductores belgas contra la degradación de las condiciones de trabajo, las malas condiciones de la vías y de los trenes. Los dirigentes sindicales no tomaron la iniciativa, y tuviéronle reconocer que fueron tomados por sorpresa y entonces apoyaron la huelga. Es una pequeña demostración del ambiente que existe entre la clase obrera belga, que ha sido protagonista de movimientos de masas muy importantes en los últimos años y de una oleada huelguística durante el año 2008.

Portugal, los trabajadores responden a los ataques

Otro de los países europeos donde la movilización ha sido importante en los últimos años es Portugal. En octubre de 2006 se manifestaron cien mil personas contra la política económica del gobierno socialdemócrata de Sócrates; y una cifra similar se movilizó el 2 de marzo de 2007 convocadas por la CGTP; además hubo huelga general el 30 de mayo de 2007 contra la reforma del Código de Trabajo.
Actualmente, con la cuarta deuda más alta de la zona euro (77,4% del PIB en 2009 y la previsión del Banco de Portugal es que llegue al 83,3% en 2010), es un país candidato a pasar por un proceso similar a Grecia. Los planes del gobierno del PS son de anticiparse a una situación crítica tomando medidas drásticas desde ya: reducir el déficit público del actual 8,3% del PIB al 2,8% en 2013, congelar los salarios de los funcionarios en 2010, renovar sólo una de cada dos plazas en el sector público, recortar inversiones públicas y un plan de privatizaciones por valor de 6.000 millones de euros (mayor que el de Grecia).
El 4 de marzo hubo huelga del sector público contra la congelación salarial, con un 80% de seguimiento y la CGTP ya ha anunciado más acciones para abril y mayo. Los funcionarios denuncian la pérdida de un 8% de poder adquisitivo en la última década y reivindican un aumento salarial del 4,5% para 2010.
La situación política que se abre en Portugal es muy interesante. Ahora, la presión social desde abajo y la oposición del Partido Comunista (PCP) y del Bloco de Esquerdas (BE) a los planes de ajuste (entre los dos alcanzaron casi el 18% de votos en las elecciones generales de 2009, cuando el PS perdió la mayoría absoluta) está llevando al gobierno a buscar alianzas en la derecha, abriendo todavía más espacio para las formaciones vistas como más a la izquierda de la socialdemocracia. Los efectos sociales de la crisis económica serán una gran fuente de presión en los próximos años: un informe del FMI divulgado el 20 de enero prevé que se destruyan hasta 2013 medio millón de empleos en Portugal; y el crecimiento económico no llegará al 1% en los próximos cuatro años.

Italia, crisis económica y social de caballo
 
En Italia se produjo, a principios de enero,  una rebelión de los inmigrantes en Rosarno (Calabria), zona agrícola rica de unos 15.000 habitantes, dominada por empresas vinculadas a la mafia local ´Ndrangheta (de hecho el ayuntamiento había sido disuelto por infiltración mafiosa anteriormente). Los incidentes empezaron a raíz de los disparos que recibieron los inmigrantes que trabajan en el campo como temporeros, la mayoría de ellos sin papeles, unos 3.000, que son reclutados por las bandas de la mafia por 20 euros el día de trabajo con jornadas de entre 12 y 14 horas y previo pago de una comisión de 5 euros a quien les elige para trabajar y viviendo en condiciones infrahumanas.

La agitación contra la inmigración es uno de los puntos principales del discurso del gobierno de Berlusconi. Al calor de los incidentes de Rosarno el ministro del Interior dijo: "Italia ha sido demasiado tolerante con la inmigración clandestina que ha alimentado la criminalidad y ha generado una situación de fuerte degradación". Como reacción a esta ofensiva de la derecha, el 9 de enero se convocó una manifestación en Roma contra la explotación y la agresión a los inmigrantes.

El clima social de descontento afecta a todos los sectores de la clase obrera. Aunque intercalados por periodos de relativa calma, las movilizaciones en Italia han sido una constante en los últimos años. En 2008 hubo huelgas de estudiantes masivas y vinculadas al movimiento obrero, y en el 2009 continuaron, especialmente en los primeros cuatro meses, con huelgas importantes del sector del Metal y de la Administración Pública. El inicio de 2010 ha estado salpicado de varias luchas obreras: huelga de cuatro horas de Alitalia, huelga en la multinacional del aluminio ALCOA el 29 de enero ante el anuncio de un cierre temporal de 6 meses; incluso hubo una huelga general el 5 de febrero en la isla de Cerdeña. Pero el conflicto más importante es el de los trabajadores de las plantas de FIAT, que ante el anuncio del cierre de todas las plantas, 7 en total, durante un par semanas y el anuncio del cierre de la planta de Términe (Sicilia) en 2012, que afectaría a 2.000 trabajadores, secundaron una huelga a principios de febrero. El seguimiento fue superior al 80% y lo más importante, por primera vez en mucho tiempo pararon todas las plantas, unos 30.000 trabajadores.
La crisis económica en Italia es muy aguda. La producción industrial ha caído un 17,4% en 2009 (la mayor desde 1991), la utilización de la capacidad productiva instalada está bajo mínimos, en el 66,4% y diez puntos por debajo de su media histórica. La producción y los pedidos industriales se encuentran en niveles similares a 1993. Los efectos sociales también están siendo muy duros. El paro ha alcanzado la cifra récord de más de dos millones de desempleados (se han perdido 700.000 empleos en nueve meses). Hay tres millones de personas en Italia que se encuentran por debajo del límite de pobreza alimentaria; el 4,4% de las familias pasa hambre, y ese porcentaje asciende al 10% de la población en lugares como Sicilia o Cerdeña.
La crisis ha agudizado el ambiente de descontento social, ligándose a factores políticos ya presentes anteriormente. Es en este contexto en el que la CGIL convocó una huelga general de cuatro horas (de ocho en el sector público) el 12 de marzo y más de cien manifestaciones (40.000 personas en Florencia, 30.000 en Roma y Milán o 15.000 en Nápoles) contra el desempleo, por el aumento de las medidas sociales para parados y jubilados, contra la subida de impuestos a los trabajadores; esta convocatoria también incorporaba la exigencia de la legalización de los trabajadores inmigrantes y la abolición del delito de clandestinidad para los inmigrantes irregulares. El 1 de marzo se convocó una huelga de inmigrantes en Italia (haciéndose eco de una iniciativa tomada en Francia para ese día); lo más significativo fue la manifestación de Nápoles, con más de 20.000 inmigrantes e italianos y de Bolonia con 10.000, además de otras que se celebraron en Roma, Turín y Milán.
Al día siguiente de la huelga general, nuevamente más de 200.000 italianos salieron a las calles contra el decretazo aprobado por el gobierno Berlusconi para poder mantener las listas de su partido para las elecciones regionales de finales de marzo, que habían sido rechazadas por defecto de forma. Esta manifestación estuvo convocada por todo el arco de la izquierda, sindicatos y partidos, lo que le dio un carácter masivo. La iniciativa de la manifestación fue de un heterogéneo movimiento llamado Popolo Viola cuyo protagonismo refleja la falta de un plan de lucha concreto, ambicioso y con continuidad en el tiempo por parte de los dirigentes sindicales y la izquierda política con el fin de derrocar a Berlusconi, que es el fin declarado de dicho movimiento. En diciembre Popolo Viola convocó una marcha sobre Roma contra Berlusconi, llamada "día del no a Berlusconi" que sacó a la calle a casi dos millones de personas. Todo esto confirma la gran polarización política que hay en Italia, un país en el que a la crisis social y económica se suma una evidente crisis política con efectos altamente explosivos a medio plazo. Berlusconi no es una fortaleza inexpugnable, idea que ha alimentado tanto la burguesía como la socialdemocracia para empequeñecer la fuerza de la clase obrera. La perspectiva para Italia es que la caída de Berlusconi (ha pasado del 68% de popularidad en octubre de 2008 al 46% en febrero 2010), igual que lo fue la de Aznar o la de la derecha griega, puede ir acompañada de una importante movilización social con una amplia politización de sectores de la juventud y de los trabajadores. Como señalaba un artículo publicado en La Jornada (‘El laboratorio italiano', 10/10/09), "la determinación de Berlusconi de mantenerse en el poder a cualquier coste puede provocar situaciones impredecibles. En qué tiempo y con qué medios, nadie lo sabe, y menos Berlusconi. Estamos, como diría Almodóvar, al borde de un ataque de nervios, o tal vez, más allá".

Gran Bretaña, Irlanda e Islandia

El sector público británico también se ha sumado a la oleada de huelgas que está recorriendo Europa a principios de 2010. Un tercio de las empresas del sector público tienen previsto recortar alrededor del 25% de sus trabajadores.

El 8 de marzo el importante sindicato del sector público convocaba huelga de 48 horas de los trabajadores del sector (correos, hacienda, justicia, museos, policía...) contra la reducción de las indemnizaciones por despido (que calculan en un tercio) y contra el recorte del empleo. Lo más significativo es que ha sido reconocido en la prensa que se trata de la mayor huelga del sector público desde 1987.

Es interesante destacar que a pocos meses de las elecciones, en mayo de 2010, la ventaja espectacular que sacaban los tories al Partido Laborista, incluso llegó a una diferencia de 15 puntos, está siendo recortada de forma rapidísima, según todas las encuestas, dándole una ventaja de entre 3 y 7 puntos de diferencia a Cameron sobre Brown.  Uno de los elementos que explican esta reducción de la diferencia, a pesar del enorme desgaste del laborismo, es el tremendo entusiasmo con el que los conservadores están anunciando los ataques, privatizaciones y recortes que aplicarán una vez estén en el gobierno.

Uno de los principales elementos de inestabilidad a tener en cuenta para las perspectivas de Gran Bretaña es el enorme peso que el sector financiero ha ido adquiriendo, llegando al 15% del PIB, en detrimento del sector industrial en el que se ha perdido un 30% del empleo en la última década. Entre los especialistas económicos se habla claramente de que Gran Bretaña no soportaría una nueva crisis bancaria.

Los trabajadores irlandeses están sufriendo continuos y brutales recortes en el gasto público (12.000 millones de euros desde el verano de 2008, aún así el déficit se encuentra en el 11,6%). Otro recorte de 4.000 millones de euros en diciembre provocó dos huelgas en el sector público. El recorte de salarios del sector público ha sido bestial, del 15-18%. Como consecuencia de todas estas medidas el apoyo del gobierno conservador de Fianna Fáil se encuentra entre el 25 y el 29%, según el Instituto de Investigación Económica y Social de Dublín es la cifra más baja a esta formación desde 1920.

En octubre de 2008 los 3 principales bancos de Islandia se declaraban en bancarrota, su deuda llegó a superar en 11 veces el PIB del país, y con ello la debacle económica no se hizo esperar. La deuda total del país es del 130% del PIB. El PIB en 2009 cayó el 6,5%, el consumo privado el 7,8%, la inversión el 20,4% y las perspectivas para 2010 no son mucho mejores. Los más optimistas cifran la caída del PIB en más del 3%, una nueva caída de la inversión del 7% y del consumo por encima del 5%.

La crisis ha desencadenado un auténtico terremoto político y social. Cayó el gobierno conservador, que fue sustituido por un gobierno de coalición socialdemócrata y verde. Este nuevo gobierno llegó a un compromiso de pago de la deuda de la banca islandesa con Gran Bretaña y Holanda, los principales acreedores. Este plan consistía en pagar con fondos públicos las deudas de la banca, en total 4.000 millones de euros, equivalente al 50% del PIB islandés. Para el bolsillo de los islandeses significa la ruina: 50.000 euros a pagar por cada familia durante los próximos 15 años. La indignación de la población no se hizo esperar, 60.000 personas, sobre una población de 330.000, enviaron una carta al presidente del país exigiendo la ruptura del acuerdo y un referéndum. La presión social hizo que el presidente del país tuviera que intervenir obligando al gobierno a convocar un referéndum sobre un acuerdo que ya estaba cerrado. El resultado del referéndum, celebrado el 6 de marzo, fue contundente con el No del 93% de los participantes, una negativa rotunda de la inmensa mayoría de la población a cargar con los excesos de la banca. El FMI ya ha amenazado a Islandia con congelar el equivalente a la mitad de los 1.800 millones de euros prometidos. Aunque se trate de un pequeño país lo que ha ocurrido es muy sintomático de la brusquedad de los cambios económicos, sociales y políticos. Islandia era un modelo de estabilidad y de capitalismo con rostro humano; en octubre de 2008, en un artículo de El País se hacía referencia a varios estudios serios, incluyendo uno de la ONU, que calificaban a los islandeses como "los más felices de mundo"; según el mismo artículo, en enero de 2010 lo que existe es "desesperación, frustración e ira".


La locomotora alemana empobrece a sus trabajadores

Alemania, a pesar de ser la economía más fuerte del continente no está exenta de enormes desequilibrios, que se agudizarán en el próximo periodo. Junto al colapso de su economía, prácticamente una caída del 5% de su PIB, las exportaciones en 2009 cayeron un 14,7% respecto a 2008, siendo desplazada por la economía china como segundo exportador mundial.
En 1990 las exportaciones alemanas aportaban el 20% del PIB, mientras que en la actualidad, veinte años después, aportan prácticamente la mitad, el 47% del PIB (ni siquiera China alcanza estas cifras, se queda en un 36% del PIB). Eso significa que la economía alemana se ha hecho más vulnerable al estar más expuesta a un mercado mundial en franca contracción, y después de haber reducido bastante la capacidad de compra interna debido a los continuos planes de ajuste y ataques a los niveles de vida de los trabajadores. Ha sido a costa de la clase obrera alemana como la burguesía ha podido incrementar su cuota de exportación en el mercado mundial y europeo. Entre 2002 y 2005 los sueldos brutos se han reducido un 5% y el 30% de la población trabajadora cobra menos de dos tercios del salario bruto medio, cuando en la década de los 90 ese porcentaje era del 25%. Mientras la productividad alemana desde la adopción del euro ha aumentado un 10%, los salarios reales han disminuido un 2,8%, según datos de la OCDE. El coste unitario de la mano de obra aumentó siete veces más en Francia, y entre nueve y once veces más en el Estado español, Portugal e Italia, permitiendo que los productos alemanes fueran más baratos. Según un informe de la UE, desde mediados de los años 90 Alemania ha ganado entre un 30 y un 40% en ventajas de costes frente a Italia y Estado español y más del 20% respecto a Francia. Ahora, con la crisis económica, Alemania no va a renunciar a esta ventaja.
A la vez se ha producido un acentuado proceso de empobrecimiento social. El 17% de la población es pobre, ese porcentaje en el Este asciende a entre el 18 y el 24%, mientras que en el Oeste es del 11%. Respecto al año 2005 ha habido un incremento de tres puntos de los índices de pobreza. Según un estudio de la OCDE entre 1995 y 2005, la pobreza infantil y juvenil se ha incrementado en cinco puntos, situándose en el 16% en 2005. En ese mismo periodo, la desigualdad de ingresos ha aumentado dos veces más que la media de la UE y el riesgo de entrar en la pobreza de las familias sin trabajo es de un 40%, frente a la media de la UE del 30%.

La izquierda a la izquierda de la socialdemocracia

Esta situación social, unida a una profunda derechización de la socialdemocracia, con su implicación directa en los ataques sociales, primero con el gobierno de Schröder (Agenda 2010) y posteriormente entrando en un gobierno de coalición con la derecha encabezado por Merkel, ha llevado al SPD a la mayor crisis de sus historia, con resultados electorales históricamente bajos en las últimas elecciones generales en septiembre de 2009 (23% de voto). Paralelamente ha emergido una opción a la izquierda, Die Linke que se compone en parte de una escisión del SPD vinculada a los sindicatos (1999), hasta ahora encabezada por Oskar Lafontaine, que formó el WASG (2005), que en 2007 se unificó con los ex estalinistas del PDS. Die Linke es un fenómeno político nuevo, que se ha consolidado en los últimos años, y que expresa el potencial de una alternativa a la izquierda de la socialdemocracia en este contexto político.
El incremento del voto a la izquierda de la socialdemocracia no es un fenómeno exclusivo de la situación política alemana, está ocurriendo en toda una serie de países, reflejando la aspiración de un cambio profundo por parte de un sector de la juventud y de los trabajadores. En Portugal, por ejemplo, en las últimas elecciones en las que ganó el PS, aunque perdiendo la mayoría absoluta, lo que hemos tenido es un voto cercano al 18% de fuerzas como el PCP y el Bloco de Esquerdas, con más de un millón votos. El BE ha pasado de tener un 2,7% de los votos en 2002 al 9,9% en las elecciones de 2009. Más significativo son estos resultados si tenemos en cuenta que la participación ha sido históricamente baja (en torno al 60%). En Grecia el KKE y Syriza alcanzaron el 12% de los votos. Si en el Estado español no se ha producido el mismo fenómeno no es por diferencias sustanciales en la situación social o política, sino por el hecho de que IU ha estado vinculada pública y persistentemente a la política del PSOE, sin diferenciarse sustancialmente. Otro factor es que IU, y el PCE, han debilitado mucho su vínculo con el movimiento sindical, hecho que no ha ocurrido ni con el PCP ni con el KKE. En todo caso, los recientes guiños a la izquierda por parte de Cayo Lara indican que este espacio existe y que, con mayor o menor fortuna, un sector de la dirección de IU trata de ocuparlo.
Es significativo de la preocupación por parte de la burguesía de que este fenómeno se extienda el editorial del diario El País, titulado ‘Izquierda en crisis'. En él se hacía referencia a los resultados de las elecciones alemanas, insistiendo en la creciente hegemonía de los gobiernos conservadores en Europa, pero a la vez terminaba con una advertencia: "esta pérdida de peso [de la izquierda] no es buena noticia para nadie, ni siquiera para los partidos conservadores. Entre otras razones porque el vacío que la izquierda deja está siendo ocupado en muchos casos por discursos y fuerzas populistas (...)".

La explosión griega

Grecia ha sido uno de los países de Europa donde el proceso de polarización política y de descrédito de las instituciones ha llegado más lejos y en el que la movilización de la clase obrera, la clave de la caída del gobierno de la derecha de Nueva Democracia el pasado octubre, ha sido más intensa. Por si faltaba algún ingrediente en este cóctel explosivo, el cambio de gobierno coincide con la recesión y el estallido de la crisis de la deuda.
Nada más llegar al gobierno, el PASOK, anunció un severo plan de ajuste tras la alarma que ocasionó en los mercados internacionales y en los gobiernos europeos la rebaja de la calificación de la deuda griega. La respuesta de la clase obrera griega a éste y a los ataques que le han seguido ha sido ejemplar obligando a los dirigentes sindicales a convocar varias huelgas generales en el plazo de menos de tres meses, y numerosas huelgas sectoriales, marchas y protestas por la calles de forma continuada.
Todas estas movilizaciones han ahondado en la polarización política y social que existe en el país. Son muy significativas, en este sentido, las palabras de los trabajadores durante las protestas: "son los ricos los que nos trajeron hasta el borde de la bancarrota y son ellos los que tienen que pagar"; "estoy manifestándome en contra de la congelación de salarios (...) porque otros robaron el dinero y nosotros somos los que vamos a pagar". Ambos testimonios, reflejados en la prensa coinciden con las consignas más coreadas en las manifestaciones: "no seremos nosotros quienes paguemos por la crisis de los ricos" o "el pueblo y sus necesidades son más importantes que los mercados".
La percepción entre los trabajadores de quiénes son los responsables de la crisis y quiénes son los que se van a beneficiar de estas medidas está tan extendida que este sentimiento se expresa incluso por boca de los dirigentes sindicales reformistas. El presidente del GSEE, vinculado al PASOK, dijo: "Hemos convocado una huelga de carácter político (...) el gobierno no sólo debe sentir las presiones de los mercados, sino también de la gente. Los mercados piden medidas más drásticas y nos desangran". A la vez, el vicepresidente de ADEDY, también con vínculos con el partido de Papandreu, remataba: "La UE y el Gobierno necesitan entender que seguiremos saliendo a la calle hasta que derrotemos estas medidas injustas que golpean a los pobres sin resolver nuestros problemas económicos".

El euro y el plan de rescate

La crisis de la deuda griega ha trascendido inmediatamente sus fronteras nacionales implicando el futuro del euro y de la Unión Europea. El debate más inmediato se está produciendo en torno a las implicaciones de rescatar o no rescatar Grecia.
La primera opción significaría alejar los fantasmas de quiebra y seguir manteniendo la confianza en el euro (que ha caído un 10% respecto al dólar de diciembre a marzo), pero a costa de un nuevo desembolso de dinero, que agudizará la espiral de endeudamiento que vive la economía capitalista. A esto hay que sumarle otro factor político: ir al rescate de Grecia significa también enviar una señal al resto de países europeos, especialmente a los más débiles, entre ellos, Irlanda, Italia o el Estado español, de que las reformas estructurales pueden hacerse más lentamente (para tratar de retrasar al máximo un enfrentamiento con los trabajadores) porque en caso de llegar al límite de no poder hacer frente a sus pagos van a recibir la ayuda europea. La segunda opción, dejar caer a Grecia, tendría consecuencias económicas, sociales y políticas imprevisibles, y eso sin descartar el terremoto que implicaría una eventual salida del país de la zona euro (que, por otra parte no solventaría los problemas de la economía griega, que seguiría adeudando ingentes cantidades), algo que a corto plazo tratarán de evitar a toda costa.
El elemento que presiona poderosamente en dirección al rescate es que el 59% de la deuda pública griega está en manos de bancos de las principales potencias europeas. Es evidente que el colapso de Grecia o de cualquiera de las llamadas economías "periféricas" afectaría de lleno al núcleo central de la economía europea y las consecuencias serían catastróficas. La deuda griega, y en general la de los países del sur de Europa y de Irlanda, pasa por los bancos alemanes y franceses. Según datos del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés), a finales de septiembre del año pasado la exposición de los bancos alemanes en la región rondaba los 330.800 millones de dólares, 306.800 millones en el caso de Francia y 156.300 en el de Reino Unido. En total, la exposición de los bancos europeos en la zona supera los dos billones. "La crisis de Grecia no es un problema sólo de Grecia, sino un problema concreto para todo el sector bancario de Europa. Eso explica el interés de los ministros de Finanzas de toda la Unión", apunta Klaus Baader, segundo economista para Europa de Société Générale en Londres. Estas cifran dan una idea de las implicaciones que tendría la extensión de la incertidumbre sobre la devolución de la deuda griega (que, al fin y al cabo, representa en torno al 2% de la economía de la zona euro) a la española (la cuarta economía más grande de la zona euro, y en torno al 11% de su PIB).
La crisis de la deuda griega ha puesto también de relieve las contradicciones que implica tener una moneda única y sin embargo no tener un estado único, un presupuesto único, una política fiscal única y un fondo único que lo respalde. Durante el boom y en plena borrachera especulativa la existencia de la moneda única facilitó el flujo de inversiones desde los países fuertes a los países débiles de la zona euro. El hecho de que Grecia, el Estado español, Irlanda o Portugal fueran economías en las que operaba el euro, en vez de débiles monedas nacionales tendentes a la devaluación, fue un estímulo para aumentar las inversiones y los préstamos a estos países. Ahora la devolución de estos préstamos está en cuestión, debido a que, pese al boom y a compartir una moneda fuerte, estas economías han seguido siendo débiles y han perdido competitividad respecto a Alemania. El euro ha sido un elemento de integración de la economía europea, pero a la vez ha generalizado e interconectado los problemas, unos problemas que afectan ahora al corazón económico de Europa y que podrían acabar arrastrando al propio euro en el futuro.
La cuestión griega dista mucho de haberse resuelto y estará planeando sobre la situación política europea durante bastante tiempo. En la reunión de ministros de finanzas de la UE del 15 de marzo se acordó un "instrumento extraordinario" que permitiría prestar apoyo al Estado griego en caso de que no pudiera financiarse normalmente. De momento, se confía en que los planes de ajuste tengan efecto, aunque en los próximos meses, con los vencimientos de la deuda griega, veremos su efectividad. Si finalmente tienen que salir al rescate se utilizaría un fondo especial creado para la ocasión en el que todos los países aportarían una parte. Así, se mantendría el formato de una ayuda excepcional y "bilateral" entre Grecia y todos los demás países, aunque en la práctica se trataría de un paso práctico hacia la creación de un Fondo Monetario Europeo, un tema que ha suscitado un debate que está ligado al dilema que apuntamos anteriormente sobre la conveniencia o no de rescatar a todos los países que quiebren dentro de la zona euro.
Finalmente, y ante la inminencia del vencimiento de 16.000 millones de euros de deuda griega entre el 20 de abril y el 23 de mayo de 2010 (50.000 millones a lo largo de 2010), y a pesar de la posición de Angela Merkel, que incluso llegó a plantear la posibilidad de la salida de Grecia del euro, el pasado 25 de marzo Francia y Alemania llegaron a un acuerdo, ratificado posteriormente por todos los países de la zona euro, para crear un fondo de unos 25.000 millones de euros; dos tercios vendrían a través de préstamos bilaterales que aporten todos los países de la zona euro, y el otro tercio de una aportación del FMI, la primera vez que interviene desde la existencia del euro. Aún así, la incertidumbre sigue siendo grande, Sarkozy declaraba que es un "acuerdo preventivo, y lo ideal es que no tenga que usarse nunca". Es decir, que en la práctica nadie quiere poner ese dinero y aún no se ha puesto.
Se han cuidado mucho de precisar unas condiciones muy estrictas, especialmente Alemania, a quien le tocaría poner más que a los demás (en torno al 20%). Así, sólo se ayudará a Grecia "en última instancia", recurriendo a este fondo sólo si no consigue financiación en los mercados, y no podrá obtener una financiación más barata (que es lo que quiere Grecia), es decir no tendrá ventaja al recurrir a este fondo pues los tipos a pagar serían similares a los que ya está pagando. La decisión de utilizar ese dinero se tendrá que tomar por unanimidad, es decir que Alemania tendrá poder de veto. Estas condiciones también pretenden lanzar un mensaje a otros países del euro para que aceleren sus planes de ajuste. Santiago Carbó, asesor de de la Reserva Federal, calificaba a este acuerdo de "fraude" y decía "tal vez sea suficiente a corto plazo o para un país pequeño, como Grecia, pero difícilmente lo será para el siguiente país en apuros".

Tensiones latentes entre las distintas burguesías europeas


Lo cierto, es que las tensiones pueden volver a aflorar en cualquier momento. En la medida que la crisis se agrava, cada burguesía trata de trasladar al máximo las tensiones que se generan internamente al resto de países, poniendo de relieve que pese a todos los avances en el proceso de unificación europea al calor del crecimiento económico de los últimos años, no se han eliminado los intereses nacionales de cada una de las burguesías que componen la Unión Europea. Las diferencias entre las políticas económicas, las desigualdades existentes en las estructuras productivas de cada país, los diferentes intereses políticos y geoestratégicos y los diferentes ritmos políticos, suministran la base objetiva por la que, en un contexto de crisis profunda, surgirán todo tipo de tensiones entre los distintos estados capitalistas. No obstante, debido a la debilidad de cada una de estas economías para hacer frente al mercado mundial por separado, las tendencias a mantener la unidad son las que de momento prevalecen.
En este sentido, ya ha habido algunas expresiones de la tensión entre Alemania y Francia. La ministra francesa de finanzas ha criticado la política "egoísta" de Alemania, alegando que tiene que hacer un esfuerzo mayor dado que tiene más superávit comercial. La potencia exportadora de Alemania ha crecido; desde la entrada en vigor del euro su superávit exterior se ha multiplicado por cinco y el 60% las sus exportaciones van Europa, lo que ha provocado más desequilibrios dentro de la Unión Europea. Un informe de varios economistas de Research on Money and Finance (RMF), señalaba que Alemania ha ganado la carrera en Europa no mejorando la tecnología y la inversión sino "a base de exprimir a sus trabajadores (...) y mantener su superávit por cuenta corriente financiado con los déficits de las economías periféricas". Frente a los reclamos de la burguesía francesa, Thomas Meyer, el economista jefe del Deutsche Bank responde así: "No podemos pedir perdón por la habilidad de nuestras empresas e industrias al competir internacionalmente".
El rescate a Grecia ha puesto de relieve la conexión entre las tensiones externas y los problemas internos de cada país. Merkel tiene una relación tensa con sus socios de gobierno, los liberales del FDP, que se oponen completamente al rescate. Además, el plan de rescate crea una dificultad política añadida para justificar los ataques internos a la propia clase obrera. El descontento social en Alemania no deja de crecer. En una encuesta de 2009, el 85% de la población alemana era partidario de retirar la ley aprobada hace unos años que aumenta la edad de jubilación a los 67 años. Según El País, 14 de febrero, 7 de cada 10 alemanes son contrarios al rescate, el 71% de la población.
La propia situación objetiva de la economía alemana hace más difícil que se puedan permitir ayudas a otros países; de hecho, los últimos presupuestos aprobados por Alemania son los más endeudados desde el año 1996.
Por último, también cabe apuntar los agravios comparativos entre los diferentes países. El gobierno irlandés, por ejemplo, puede alegar que ellos ya han hechos "sus deberes" asumiendo el coste político de un plan salvaje de recortes del gasto público que incluye una disminución del 18% del sueldo de los funcionarios.

Perspectivas económicas

Los datos del último trimestre de 2009 en la UE y en la zona euro constatan un ínfimo crecimiento del 0,1% del PIB respecto al trimestre anterior. En el cuarto trimestre de 2009, de las cuatro economías más importantes de la UE sólo creció Francia, con un 0,6%; el saldo total del 2009 fue una caída del 2,2%, la mayor desde la Segunda Guerra Mundial. Alemania se quedó en el 0% en el último trimestre de 2009, cerrando este catastrófico año con una caída del 5% del PIB (el descenso más grande desde 1975, cuando cayó un 0,9%). Italia cayó un 5,1% PIB en 2009. La caída del PIB en la zona euro en el conjunto del año es de un 4%, la peor desde los años 30. Así mismo, la producción industrial de la zona euro sufrió una caída en 2009 del 14,9%.
Los efectos de una recuperación raquítica o de un estancamiento económico prolongado agudizarán las desigualdades sociales que ya se han desarrollado durante el boom económico. Un artículo de la BBC, publicado en octubre de 2009 y titulado "la cohesión social de Europa en peligro", hacía referencia a un estudio de la Cruz Roja Internacional en el que se indica que hay entre 40 y 50 millones de europeos que se pueden considerar "vulnerables" debido al desempleo. Más del 60% de las sociedades de la Cruz Roja en Europa han empezado a incluir ayuda alimenticia en sus programas, algo, según indican, completamente novedoso. La factura de la crisis en el empleo es colosal, se prevé que entre 2009 y 2010, haya un incremento de once millones de parados en la UE 27.

Pesimismo de la clase dominante

El estado de ánimo de la clase dominante, su confianza en el futuro, es un elemento a tener en cuenta para tener una visión general de la situación política. Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, en un informe del mes de febrero para este organismo, sintomático del nivel de preocupación y falta de estrategia para salir de la crisis, decía: "Sólo con medidas contundentes podremos evitar la trampa de una década de escaso crecimiento y elevado desempleo que reducirá nuestro nivel de vida. (...) Nuestro ritmo actual de crecimiento no es suficiente para crear empleo y mantener nuestro modelo social (...) Nuestro punto de partida es más difícil que antes de la crisis y quizá el más difícil vivido por nuestra generación". El pesimismo es evidente y también la urgencia por tomar medidas de fondo a la mayor brevedad, esas que durante años se han ido aplazando o se han llevado a cabo de forma parcial en algunos países, precisamente por el temor a lo que pueden provocar en el terreno social.
En septiembre un alto cargo de la Unión Europea (UE) dejaba bien claro que el paro es una de sus grandes preocupaciones: "seguirá creciendo: es un problema tanto para la recuperación como por la conflictividad social que puede acarrear". Otra de las preocupaciones es el crecimiento "insostenible", como ellos mismo lo califican, de la deuda. La previsión que barajaban en septiembre de 2009 es que la deuda pública tendrá un incremento de 2007 a 2010 de 18 puntos porcentuales del PIB en la UE, y de 16 puntos en la zona euro. Es verdad que estas cifras no son peores que las de EEUU, sin embargo pesa en la ecuación el aspecto político: "Sobre el papel la situación de la zona euro no es peor que la de otros grandes. El problema es el riesgo político: poca gente duda de que, llegado el momento, EEUU tomará medidas para mantener la solvencia: recortar gastos, subir impuesto. Sobre Europa, en especial sobre algunos países, hay cada vez más dudas" (El País, 21 febrero 2010, citando a un analista de la Universidad de Pensilvania). Es evidente que el factor de la lucha de clases les preocupa bastante, las tradiciones de lucha en Europa y la resistencia a abandonar las conquistas conseguidas en el pasado van a marcar el próximo periodo.
Uno de los aspectos políticos más positivos de los últimos años es la mayor percepción que tiene la clase obrera europea de estar siendo sometida a ataques similares en todos los países. De hecho, unificar el movimiento obrero europeo con un programa de lucha contra los recortes de gastos sociales y de derechos sería perfectamente posible si los dirigentes sindicales de todos los países de Europa tuvieran la voluntad política de hacerlo. En todo caso, la lucha de clases en Europa se agudizará y la entrada de amplias capas de los trabajadores y jóvenes a la lucha política será inevitable. Grecia es sólo el principio de un largo proceso en el que la necesidad de luchar por una Federación Socialista de Europa, frente a la Europa dominada por los capitalistas, será una realidad.

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