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El viernes entró en vigor un alto el fuego entre Israel y Hamás que ha puesto fin a 11 días de ataque salvaje sobre Gaza. Las cifras de víctimas y daños son tremendas: 243 muertes, de las que 66 son niños y 39 mujeres; 2.000 heridos; 90.000 desplazados que han perdido sus hogares; hospitales y ambulatorios bombardeados, bloqueo de la ayuda humanitaria…

Esta nueva arremetida del Estado sionista es parte de la política de castigo aplicada a los territorios ocupados, en especial a Gaza, que se ha traducido en el colapso de las condiciones de vida de la población. A la escasez de electricidad, agua potable o sistema sanitario se ha sumado en los últimos meses la negativa de suministrar vacunas a la población palestina por parte del Gobierno israelí.

Además, en la represión de las protestas hay que añadir al menos 29 muertos en Cisjordania y un número sin aclarar en Jerusalén y otras ciudades israelíes por parte de la policía y de las bandas sionistas de extrema derecha.

Aunque este choque podría parecer otro más entre Israel y Hamás, hay hechos que establecen un cambio cualitativo en la situación. No es la primera vez que Netanyahu organiza una provocación para bombardear Gaza, pero en esta ocasión las contradicciones acumuladas durante dos décadas se han puesto sobre la mesa.

Un eslabón fundamental de la crisis capitalista

Lo que está ocurriendo en Palestina es un reflejo de la situación mundial en todos los ámbitos. Aquí se pueden ver las características que definen esta etapa de la lucha de clases: la crisis a todos los niveles, las tendencias bonapartistas y autoritarias en los Estados o las consecuencias del enfrentamiento de EEUU con China en el terreno de las relaciones mundiales. Y, también, la entrada de las masas en acción.

En el último periodo EEUU quiere salir de Oriente Medio para hacer frente a China en el Pacífico. Pero su propia debilidad y el papel cada vez mayor de China están teniendo unas consecuencias muy determinadas en la zona: ruptura de las viejas alianzas, una inestabilidad total y cada potencia regional pugnando por fortalecerse a costa de las demás navegando entre las dos superpotencias.

Israel no es ajena a ese proceso. En los últimos años se han multiplicado las inversiones chinas en el país, lo que se ha traducido en divisiones en la burguesía sionista respecto a las alianzas con China. La profunda crisis política que atraviesa Israel es también parte de esas tensiones.

Después de cuatro elecciones en dos años sigue sin haber un Gobierno estable y el movimiento de protesta contra Netanyahu cumplía diez meses. El propio Netanyahu no ha podido formar Gobierno y la perspectiva de ser desalojado, enfrentarse a sus juicios y acabar en la cárcel empezaba a parecer muy real. El ataque a Gaza le ha dado el respiro que buscaba: la coalición de extrema derecha Yamina se ha retirado del bloque anti-Netanyahu y el país se encamina a unas quintas elecciones.

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Después de cuatro elecciones en dos años sigue sin haber un Gobierno estable y el movimiento de protesta contra Netanyahu cumplía diez meses. El ataque a Gaza le ha dado el respiro que buscaba

El papel del imperialismo

Israel es el aliado clave en la zona para el imperialismo occidental y lo demuestran con un respaldo total a sus acciones. Pero incluso en este caso, el imperialismo estadounidense muestra sus debilidades. El contexto actual es más volátil que hace una década y Netanyahu es un Bonaparte que tiene en parte una agenda propia, como Erdogan. Pocas horas después de que empezara el bombardeo de Gaza, en las primeras ruedas de prensa, varios portavoces de la Casa Blanca quedaron en evidencia entre titubeos acerca de su propia posición, y diferentes fuentes han explicado las diferencias de criterio entre funcionarios de la administración y el círculo más cercano de Biden.

Pero no hay que olvidar que fue Biden quien dijo: “Si no existiera Israel, EEUU tendría que inventarlo”. Como los negocios son los negocios y como no pueden perder terreno con Israel, el imperialismo tanto estadounidense como europeo ha cerrado filas con el argumento de su “derecho a defenderse”. Esta muestra de hipocresía se ha traducido en las mayores manifestaciones de apoyo a Palestina desde hace años en todo el mundo.

Unas manifestaciones que se han repetido el fin de semana posterior al alto el fuego, con ejemplos como el de Londres, donde 200.000 personas se reunieron en la mayor demostración de solidaridad con Palestina de la historia británica.

Levantamiento unificado en Palestina

El elemento más importante que ha emergido en las últimas semanas es sin duda el movimiento de masas que se ha extendido desde Jerusalén hasta los territorios ocupados, pasando por todas las ciudades israelíes con población palestina.

Antes del comienzo de los bombardeos se sucedieron las provocaciones sionistas en la Jerusalén ocupada: el cierre de accesos a la mezquita de Al Aqsa, el incremento de los desalojos de familias palestinas a favor de colonos israelíes en el barrio de Sheij Yarrah y una presencia constante de manifestantes de extrema derecha hostigando y atacando a los palestinos.

Las protestas contra estas provocaciones crecieron hasta convertirse en las mayores movilizaciones de la población palestina en las ciudades israelíes en años. En la Mezquita de Al Aqsa en Jerusalén, convertida en uno de los epicentros de la protesta, la policía israelí cargó en repetidas ocasiones en su interior, causando más de 200 heridos el viernes 7 de mayo y más de 300 el lunes 10.

El inicio de los bombardeos espoleó unas manifestaciones que ya existían, que se extendieron a Cisjordania y a todas las ciudades con población árabe. A la vez, las bandas sionistas de extrema derecha salieron a las calles organizando auténticos pogromos al grito de “muerte a los árabes”. Todo esto mientras la policía se mantenía al margen o colaboraba abiertamente.

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En la Mezquita de Al Aqsa en Jerusalén, convertida en uno de los epicentros de la protesta, la policía israelí cargó en repetidas ocasiones en su interior, causando cientos de heridos

En pocos días, la conciencia dio un salto y dos décadas de experiencias se tradujeron en un levantamiento de masas que avanzaba por toda la geografía del país. Empezaron a formarse comités de autodefensa en los barrios y localidades para enfrentar los ataques de las bandas sionistas.

El siguiente paso fue la convocatoria de una huelga general para el martes 18. Esta huelga no partió de los territorios ocupados, sino de los activistas y organizaciones de las ciudades mixtas israelíes, agrupados en una coordinación donde también participan los partidos palestinos de Israel. Y esto es un cambio muy significativo, porque no había ocurrido en las anteriores operaciones de castigo a Gaza.

Fatah y Hamás se sumaron a la huelga. De hecho, esta ha sido la única actividad de Fatah, que se ha visto totalmente superada por el movimiento. El martes 18 se produjo la huelga palestina más importante al menos desde la Intifada de 1987. Muchos la comparan, por lo que ha significado de punto de inflexión, con la huelga general de 1936 contra el Protectorado Británico.

Después de décadas en que Israel impuso diferentes niveles de ocupación y de derechos (interior de Israel por un lado, Cisjordania por otro y Gaza por otro) el movimiento ha impuesto una respuesta unificada y ha comprobado en la práctica su fuerza.

Igual que ha ocurrido en otros países, estas movilizaciones han surgido desde abajo, con la juventud en vanguardia y han desbordado a las diferentes alas del llamado liderazgo palestino. Ahora, quien está capitalizando en un primer momento toda esta fuerza es Hamás. Lógicamente puede mantener esa autoridad un tiempo. Ha sostenido un combate con el Estado sionista no solo en defensa de Gaza, sino de todos los palestinos, los de Cisjordania, Jerusalén y las ciudades israelíes. Ha aprovechado una oportunidad en el momento apropiado, justo después de que Abbas cancelara las elecciones palestinas –las primeras en 15 años, previstas para el 22 de mayo– porque cuando se celebren las perderá. Abbás y Fatah no han jugado ningún papel en estos acontecimientos.

Pero Hamás no puede ofrecer una estrategia para la liberación del pueblo palestino, no tiene un programa revolucionario y está más atada que nunca a sus patrocinadores extranjeros, enemigos declarados de la clase obrera y de la causa de los oprimidos. La administración de Hamás en Gaza depende literalmente de los maletines llenos de dólares que llegan de Qatar y a los que Israel permite el paso. Igual que depende en el plano militar del apoyo de Irán, con quién recompuso relaciones en el último periodo.

Una alternativa revolucionaria

Los bombardeos en Gaza han terminado, pero las causas del levantamiento palestino no han desaparecido. Seguirán la política de colonización salvaje, el hostigamiento de las bandas de extrema derecha, la represión policial, la falta de derechos… El viernes que entraba en vigor el alto el fuego la policía israelí volvió a cargar en la explanada de Al Aqsa causando decenas de heridos.

El levantamiento palestino que se ha desarrollado estas semanas ha puesto el RIP a los Acuerdos de Oslo, al liderazgo de Abbas, a la colaboración con Israel disfrazada de “negociaciones”. Ha desnudado los llamados Acuerdos de Abraham con el Golfo y la hipocresía de las oligarquías árabes. Y ha vuelto a poner encima de la mesa la cuestión de la liberación de Palestina, cuando muchos querían simplemente certificar la derrota.

La generación que vivió la Primera Intifada en 1987 comprobó sobre la base de su experiencia que la liberación del pueblo palestino avanzó más en unas semanas de lucha de masas que en 30 años de guerrillerismo y terrorismo individual de la OLP. Ahora estamos viendo algo similar. Las acciones de masas, con la juventud palestina en primera línea resistiendo la represión policial, consiguieron una serie de victorias que contribuían a impulsar y ensanchar la base del movimiento. Y lograron en solo 48 horas que una huelga general unificara la lucha como no ha ocurrido en décadas. Esta nueva generación también ha visto cómo la acción de las masas hizo tambalearse los regímenes de Iraq o Líbano hace poco más de un año.

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La generación que vivió la Primera Intifada en 1987 comprobó sobre la base de su experiencia que la liberación del pueblo palestino avanzó más en unas semanas de lucha de masas que en 30 años de guerrillerismo y terrorismo individual de la OLP

Netanyahu puede presentar la operación en Gaza como una victoria. En un sentido, para él lo es: ha conseguido mantenerse en el cargo unos meses más. Pero, incluso obviando el movimiento de masas que ha despertado, no han quedado nada claros los logros militares ni políticos conseguidos.

La burguesía israelí y su Estado se encuentran en una profunda crisis, se basan cada vez más en la represión y en los elementos más a la extrema derecha del aparato estatal y de la sociedad. Ahora tienen enfrente un movimiento palestino de masas rejuvenecido. Las bases objetivas para su derrocamiento revolucionario se han profundizado.

El movimiento de la clase obrera y la juventud contra Netanyahu se ha desarrollado desde julio del año pasado. En él, judíos y árabes israelíes han compartido las calles y han sufrido la represión de los mismos antidisturbios y policía militarizada de fronteras que ahora ataca a los palestinos y permite las acciones de la extrema derecha.

Como una continuación lógica de ese movimiento, el sábado 22, un día después del alto el fuego, se celebró en Tel Aviv una manifestación con miles de asistentes árabes y judíos por la convivencia, contra los bombardeos y la ocupación. En un momento en que Netanyahu quiere crear la mayor sensación de shock, las acciones de masas son el mayor obús contra su estrategia, del mismo modo que lo son las manifestaciones en el resto del mundo frente a la estrategia del imperialismo occidental.

Frente a la ocupación y la guerra hay que levantar un movimiento revolucionario palestino de resistencia y autodefensa, armado con el programa del internacionalismo proletario y la unidad de la clase obrera, y basado en la organización y la lucha de masas.

La izquierda y el movimiento obrero en el resto del mundo tenemos que ayudar a impulsar este movimiento, para acabar de una vez por todas con las causas de la opresión y la guerra en Oriente Medio: el dominio del imperialismo y la existencia de Gobiernos títeres que salvaguardan los intereses de las oligarquías capitalistas en todo Oriente Medio.

¡Viva la lucha del pueblo palestino por su libertad!

¡Por una federación socialista de Oriente Medio!


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