Después de más de tres años de guerra en Ucrania, la realidad se sigue imponiendo de manera tozuda sobre la propaganda. El bloque imperialista occidental, encabezado por Washington y seguido por los perrillos falderos de la Unión Europea, está perdiendo la guerra.
Para no hacer frente al golpe catastrófico que significa reconocer la derrota, siguen empeñados en combatir “hasta el último ucraniano”, mientras extienden la inestabilidad por todo el mundo. El último ejemplo es la posibilidad de una guerra abierta en Oriente Medio de consecuencias incalculables.
La internacional reaccionaria que encabezan el fascistoide Trump y el nazisionista Netanyahu está dispuesta a regar de gasolina el mundo y prenderle fuego antes que aceptar la derrota en su disputa por la hegemonía mundial con el bloque chino-ruso.
Situación en el frente ucraniano
La realidad del frente arroja un resultado claro: el avance de Rusia en todos los sentidos. Esta realidad es distorsionada, ocultada o tergiversada en la prensa burguesa occidental; y en ocasiones aderezada con “hazañas bélicas” ucranianas.
El pasado 1 de junio se produjo un espectacular ataque ucraniano con drones teledirigidos sobre cinco bases aéreas rusas, la denominada operación Telaraña. Durante varios días tuvimos especiales, gráficos, infografías…, que explicaban con todo lujo de detalles esta operación “preparada durante un año y medio” y “digna de James Bond”. Una operación que, según el Washington Post, causó daños a… 13 aviones rusos. Al margen de lo espectacular de su preparación y ejecución, lo importante es su balance final y sus consecuencias en el desarrollo de la guerra.

La campaña de bombardeos rusa que se venía desarrollando desde finales de mayo no solo no se ha reducido, sino que se ha multiplicado. Esto no es un detalle, en las últimas semanas el índice de interceptación ucraniana ha disminuido ostensiblemente, desnudando los límites de su defensa antiaérea sostenida directamente por Washington y la OTAN. Límites que se van a degradar aún más por la reubicación de baterías y misiles Patriot estadounidenses de Ucrania a Israel.
Sobre el terreno, las tropas rusas conquistaron en abril 335 km2 y en mayo 720 km2, en uno de los mayores avances desde finales de 2022. Acabaron con la incursión ucraniana en Kursk y están rechazando una nueva incursión en la población rusa de Tetkino, de nuevo a costa de pérdidas entre las mejores tropas y vehículos de Kiev.
Rusia está ampliando los ataques a la segunda línea de defensa ucraniana. Están abriendo nuevos frentes, que no solo obligan a estirar las cada vez más limitadas fuerzas ucranianas, sino que provocan penetraciones profundas en nuevos sectores, como está ocurriendo en Sumy.
A un coste de mucha sangre, el mando ruso ha aprendido y se ha adaptado con mayor éxito que el mando ucraniano-occidental al tipo de guerra que se está librando en Ucrania. El eje Kiev-Washington no puede ofrecer mucho más que ataques ocasionales con drones en suelo ruso, amenazas contra el puente de Kerch en Crimea cada vez menos exitosas y acciones “espectaculares” como la operación Telaraña. Pero con operaciones de propaganda Washington no va a evitar su derrota en Ucrania.
Ucrania y las negociaciones con Rusia
El 16 de mayo dio comienzo en Estambul una ronda de negociaciones entre Ucrania y Rusia. Moscú presentó sus condiciones para un alto el fuego. Un memorando con 31 puntos que resume sus objetivos previos a su intervención en Ucrania y que ahora exige sobre la base del resultado de tres años de guerra: el reconocimiento como territorio ruso de las regiones de Donetsk, Lugansk, Jersón, Zaporiyia y Crimea; y la neutralidad efectiva de Ucrania, es decir, queda fuera de la OTAN y cesa la entrega de armas e inteligencia occidentales.
La respuesta ucraniana fue obviamente negativa. Ni Washington quiere reconocer la derrota ni Zelenski está dispuesto a bajarse de la única opción que le mantiene en su posición: la continuación de la guerra. De hecho, una de las exigencias rusas, además de garantizar sus derechos a la minoría rusoparlante, es que se celebren elecciones en Ucrania. Una segunda ronda celebraba el 2 de junio arrojó aún menos resultados.
La situación para el régimen de Kiev es cada vez más crítica. Al avance ruso en el frente hay que añadir la cada vez más baja moral, tanto entre los soldados como en la población civil. Los vídeos de los reclutadores secuestrando a hombres en edad militar en las ciudades ucranianas son diarios, con una diferencia: cada vez se ve a más gente que hace frente a los secuestradores uniformados consiguiendo la huida de los “reclutados”.
En el frente, la perspectiva para los soldados es cada vez más sombría. Según un reportaje de El País del 16 de junio: “el periodo medio en el que están los soldados en primera línea son 40 días, incluso más. En 2022, la rotación de los militares no pasaba de la semana”.

Desde que empezó la guerra hemos asistido en Occidente a una intoxicación constante sobre lo que ocurría en el frente: las tropas rusas eran orcos sedientos de sangre que masacraban civiles —lo que no se corresponde con las cifras oficiales—; sus misiles, munición, vehículos, etc., están a punto de acabarse desde el primer mes de guerra; o su infantería es básicamente carne enviada a la picadora de las trincheras y abandonada en suelo ucraniano cuando muere, lo que se ha traducido en pavorosas cifras de cientos de miles de bajas rusas en la prensa burguesa.
Hay un dato demoledor que aplasta esta propaganda. Entre noviembre de 2024 y marzo de este año, Moscú y Kiev organizaron en seis ocasiones un intercambio de cuerpos de soldados caídos. La suma de estos seis intercambios arroja las cifras de 3.742 cadáveres de soldados ucranianos por 257 caídos rusos. Poco después, en la reunión de Estambul del 16 de mayo, Rusia se comprometió a entregar 6.000 cadáveres a Ucrania. Un mes después, Rusia ha entregado 6.060 cuerpos a Ucrania, recibiendo a cambio 78, y ha manifestado su disposición a entregar otros 2.239.
No hay ningún aspecto de esta guerra —los combates, los avances, la moral entre las tropas y entre la población…— que ofrezca un dato que haga pensar que Rusia puede ser derrotada.
El papel de la Unión Europea
La actuación de la UE respecto a la guerra de Ucrania en las últimas semanas ha sido la imagen gráfica de la decadencia. La burocracia de Bruselas, con Von der Leyen y Kaja Kallas a la cabeza, se comporta como elementos salidos del departamento de Recursos Humanos de un fondo de inversión que se humillan ante la última ocurrencia de Trump.
Hace escasas semanas, el eje de la propaganda de Macron, Starmer, Merz y compañía era la creación de una fuerza militar europea para intervenir en Ucrania, con la excusa de que después de Ucrania Putin invadirá toda Europa. Nos han bombardeado con discursos marciales, de aumento de gasto militar y de preparación de la población para la guerra.
Una propaganda que no tiene como fin enfrentar a Putin sino al enemigo interior, y posicionarse en una lucha de clases marcada a fuego por la polarización política, las movilizaciones masivas contra el genocidio en Gaza y también por los avances electorales de la extrema derecha.
En pocos días, a medida que la situación en Gaza se deterioraba de manera dramática, dieron un giro. Aprovecharon el impacto en la población de un genocidio en directo para esconder el discurso de mandar tropas a Ucrania. En el colmo de la hipocresía, incluso Macron y Borrell —que ha sido responsable de la política exterior de la UE durante los primeros 14 meses de masacres israelíes— llegaron a utilizar la palabra “genocidio” para referirse a Gaza.
Pocos días después han dado un nuevo giro, cuadrándose de nuevo ante Trump y Netanyahu para apoyar el bombardeo sobre Irán. En palabras textuales de Von der Leyen: “Israel tiene derecho a defenderse. Irán es la principal fuente de inestabilidad regional”.
Como entidad independiente, la UE es irrelevante en el escenario mundial. La guerra de Ucrania empezó precisamente por las presiones de Washington para romper los lazos cada vez mayores entre la UE y China-Rusia. Desde el primer momento, la sumisión de Bruselas en su conjunto, y cada burguesía europea por separado —empezando por la alemana—, a los designios de Washington ha sido total. Aunque ello haya significado un desastre para la economía europea.
Bruselas ha encabezado el ataque económico contra Moscú lanzando 17 paquetes de sanciones. Mientras el régimen de Putin ha reorganizado la economía —con el apoyo clave de Beijing, pero también de muchos antiguos aliados de Washington— y ha disciplinado a una parte de capitalistas rusos que no veían con buenos ojos la guerra ucraniana, ¿qué ha ofrecido Bruselas? Congelar 600.000 millones de los capitalistas rusos, facilitando que estos se coloquen bajo la batuta del Estado ruso.

La economía rusa ha crecido un 4,3% en 2024 —tras crecer un 3,6% en 2023—, en parte por el aumento del gasto militar pero también por los buenos resultados de la demanda interna. Ese es el saldo concreto del papelón jugado en estos años por los lacayos de la UE.
¿Qué hará Trump?
Más allá de las declaraciones, desmentidos, amenazas y disparates de Trump, la realidad es concreta. Desde su toma de posesión en enero se ha congelado el envío de material militar estadounidense a Kiev. En febrero, el secretario de Defensa Peter Hegseth consideró “poco realista” que Ucrania entre en la OTAN y que vuelva a las fronteras de 2014. Y en junio el mismo Hegseth no asistió a la reunión del Grupo de Contacto, el organismo creado para gestionar la ayuda militar a Ucrania; la primera ausencia del secretario de Estado de EEUU desde que empezó la guerra.
La alternativa de Washington a reconocer la derrota en Ucrania está siendo abrir un nuevo frente en Oriente Medio, con una provocación salvaje que puede tener unas consecuencias pavorosas, para la región y para todo el mundo. Puede que solo sea otra de sus bravuconadas, pero que Trump haya amenazado públicamente con asesinar a la máxima autoridad iraní da una idea de a qué nos enfrentamos.
A la vez, sigue manteniendo una imagen de cercanía a Putin. De hecho han mantenido dos conversaciones telefónicas en las últimas semanas, tras la operación Telaraña y tras el comienzo de los bombardeos israelíes. Ya en la primera conversación abordaron las negociaciones con Irán, un ejemplo de cómo todos los puntos calientes geopolíticos están interconectados en el marco de la batalla por la hegemonía mundial.
Frente al órdago lanzado por Trump en Oriente Medio, la actitud que están manteniendo Rusia y China hasta ahora es absolutamente tibia. Igual que la mantenida ante el genocidio contra el pueblo palestino. Esto tiene unas raíces muy materiales: ambos son regímenes capitalistas que están disputando la hegemonía global a EEUU. Sí, Irán es un socio estratégico para Moscú y Beijing, pero Israel se está convirtiendo también en un socio comercial relevante, y en cualquier caso lo último que quieren es una guerra regional que ponga en peligro los magníficos negocios, inversiones y acuerdos comerciales que tienen con las monarquías del Golfo y que son absolutamente claves para China. Estas son las razones que dictan sus movimientos, y no la defensa de los intereses del pueblo palestino ni de los pueblos árabes sojuzgados por sus Gobiernos.
Pero el problema es que independientemente de lo que a Rusia o China le gustaría, Washington está tensando la situación hasta el límite y eso puede obligar, antes o después, a intervenir a sus adversarios para frenar el intento de descabezar al régimen iraní de los Mulás.

La lucha por la hegemonía mundial ha desatado guerras comerciales y guerras convencionales absolutamente destructivas. Volvemos a una historia ya conocida y cuyos resultados fueron catastróficos para la clase obrera mundial. Ninguna diplomacia parará está barbarie. Ninguna resolución de la ONU, ninguna convención internacional evitará esta carnicería humana y la miseria que la acompaña. La guerra y el militarismo solo serán barridos por la acción revolucionaria de los trabajadores y los pueblos oprimidos.