Reflexiones para los que no se rinden
Entramos de lleno en una campaña electoral que se prolongará hasta finales de año. Las maquinarias se ponen a punto y los mensajes propagandísticos se van definiendo. Lo que está en juego no es poco desde el punto de vista institucional, pero también por sus repercusiones en la lucha de clases.
¿Repetirá el Gobierno de coalición, o el bloque PP y Vox sumará mayoría absoluta? ¿Qué efectos tendrán en las elecciones generales los resultados de las autonómicas y municipales? ¿Qué influencia ejercerán las luchas más emblemáticas de este periodo en los comicios?
Los marxistas revolucionarios no vemos con indiferencia las elecciones. Igual que entienden sectores decisivos de la clase trabajadora, sabemos de las consecuencias de un resultado u otro. Pero nunca hacemos un fetiche del parlamentarismo. En la sociedad capitalista, las elecciones siempre están trucadas por quienes controlan el poder económico y mediático, por una oligarquía financiera que dispone de los medios, y vaya medios, para imponer sus intereses al Gobierno de turno. Es decir, nuestra posición electoral en las actuales circunstancias no aboga por el abstencionismo ni por el boicot, pero tampoco caemos en la trampa de ese cretinismo parlamentario que intenta convencernos de que la soberanía popular reside en la Cortes y que los Gobiernos actúan de manera independiente de la agenda y exigencias de los grandes monopolios, bancos y de un aparato del Estado colmado de reaccionarios.
Hace unas semanas, exactamente el 12 de febrero, un millón de personas nos manifestamos en defensa de la sanidad pública en Madrid y contra las políticas criminales de Isabel Díaz Ayuso, la trumpista más destacada de la derecha española. En esa movilización multitudinaria, impulsada desde abajo gracias a la determinación de cientos de activistas y colectivos de barrio, una de las consignas más coreadas fue “¡se tiene que notar a la hora de votar!”.
La presidencia de Ayuso se ha traducido en una degradación escandalosa de nuestros barrios, en la destrucción y privatización acelerada de la sanidad, la enseñanza y el conjunto de los servicios públicos, en los fabulosos negocios que hace la élite empresarial mientras los índices de desigualdad y de pobreza en la comunidad escalan a niveles asombrosos.
Sí, es cierto, se tiene que notar a la hora de votar: hay que desalojar a Díaz Ayuso del Gobierno de la CAM, como a todos los reaccionarios del mayor número posible de Gobiernos autonómicos y municipales. Pero la cuestión es concreta: ¿cómo se puede hacer y qué políticas deben reemplazar a la agenda neoliberal y privatizadora de la derecha y la ultraderecha?
Y es aquí cuando entramos en un debate fundamental para los activistas de izquierda, sobre todo para los que siguen al frente de las luchas y no se conforman con que se gestionen las migajas que el sistema ofrece.
EL PSOE garantía de gobernabilidad
La firma del acuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos para formar el primer Gobierno de coalición de izquierdas desde 1936 generó una gran ilusión. Un resultado así, después de todos los intentos de la cúpula socialista por llegar a un pacto con Ciudadanos y tras repetir dos elecciones en 2019, no fue del agrado de la clase dominante. Esta coalición hubiera sido imposible sin la enorme rebelión social que vivió nuestro país desde el estallido del movimiento de los indignados en mayo de 2011, jalonada por dos huelgas generales en 2012, las enormes movilizaciones de las mareas verde y blanca en defensa de la educación y la sanidad públicas, las marchas de la dignidad, explosiones como la del barrio de Gamonal, la lucha del pueblo catalán por la república y la independencia o las demostraciones multitudinarias del movimiento feminista y de los pensionistas.
Lógicamente, cuando la burguesía española y el aparato del Estado se encontraron ante esta nueva realidad pusieron en marcha múltiples mecanismos para neutralizar cualquier reforma de calado que pudiera afectar a sus intereses fundamentales. Para ello cuentan con una larga experiencia y herramientas muy probadas. En primer lugar, saben muy bien que el PSOE constituye una garantía para la gobernabilidad capitalista. La fraseología de izquierdas de Pedro Sánchez no puede llevarnos a equívocos cuando su función primordial es sostener el régimen del 78, con todo lo que ello conlleva, y proteger a capa y espada este engendro que llaman economía de libre mercado y que los marxistas definimos científicamente como dictadura del capital financiero.
¿Cuál ha sido el balance para los capitalistas en estos años? A juzgar por sus beneficios no les ha ido nada mal: “Iberdrola cerró en 2022, el año de la crisis energética, el mejor ejercicio de su historia, con un beneficio neto de 4.339 millones de euros, un 12% más que en el año anterior[1]”. “La mayor petrolera española, Repsol, se anotó un beneficio neto de 4.251 millones de euros el año pasado, el mejor de su historia[2]”. “Naturgy pulverizó en 2022 su récord de beneficios al anotarse un resultado neto de 1.649 millones de euros, un 35,8%, por encima del anterior récord de 1.500 millones registrado en 2015[3]”. “Inditex gana 1.301 millones en el mejor trimestre de su historia. En el acumulado de los primeros nueve meses de 2022, el beneficio neto fue de 3.095 millones de euros, un 24 % más que en el mismo período del 2021”[4]. “La gran banca española —Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Bankinter y Unicaja— obtuvo un beneficio conjunto récord de 20.850 millones en 2022, lo que supone un 28% más que el resultado de 2021. El Banco Santander fue el grupo con los mayores beneficios: 9.605 millones, un 18% más que un año antes y una cifra récord para la entidad. El siguiente en la lista fue el BBVA, que también marcó récord con un beneficio atribuido de 6.420 millones, un 38% más que los 4.653 millones de beneficios que obtuvo en 2021. Tras su fusión con Bankia, CaixaBank prácticamente cuadruplicó su beneficio en 2021, 2.424 millones, que en 2022 llegó hasta los 3.145 millones, un 29,7% más[5]”.
La clase dominante ha comprobado que sus intereses siguen blindados. Se ha embolsado un chorro de millones de los fondos europeos y los impuestos que ha pagado siguen siendo calderilla. Gracias a la especulación y su control monopolista del mercado agroalimentario, ha manejado la subida de precios con resultados magníficos a costa del empobrecimiento de millones de personas. Por supuesto, la CEOE ha protestado por la subida del SMI, pero es una protesta con la boca pequeña. Gracias a la colaboración de las cúpulas de CCOO y UGT, la patronal ha logrado firmar más de 1.000 convenios en 2022 con una subida inferior al 3% mientras la inflación supera el 8%. Un negocio redondo.
En definitiva, al gran capital le ha ido bien. Se entienden a la perfección con Nadia Calviño y con José Luis Escrivá, que se presta a realizar una nueva escabechina en sistema público de pensiones. Incluso su relación con Yolanda Díaz es fluida en términos generales pues, al fin y al cabo, no se han derogado los aspectos más lesivos de la contrarreforma laboral que Rajoy aprobó en 2012.
Tampoco el imperialismo norteamericano tiene motivos para estar descontento. Pedro Sánchez ha hecho gala del otanismo más exacerbado, y se ha comportado como un fiel escudero en la guerra imperialista en Ucrania impulsando servilmente un aumento espectacular de los presupuestos militares. Su Gobierno ha respaldado a los golpistas de derecha en Perú y traicionado la causa del pueblo saharaui. En definitiva, el Reino de España sigue siendo un socio fiable.
En cuanto a otros asuntos de interés, los votos del PSOE en el Parlamento se han juntado en numerosas ocasiones a los del PP y Vox para bloquear comisiones de investigación al rey emérito y en todo aquello que afecte al corazón del régimen del 78. La ley mordaza sigue sin derogarse mientras se refuerza el aparato represivo y sobre la cuestión catalana ha hecho encaje de bolillos para desactivar la movilización y seguir negando el derecho a decidir.
El último caso es la vergonzosa actitud que el PSOE mantiene ante la ley del solo sí es sí. Cediendo ante una jauría de magistrados machistas y fascistas, está dispuesto a contar con la bancada de la reacción para hacer pasar su reforma de la Ley y volver al modelo penal de La Manada.
¿Entonces por qué la derecha y la ultraderecha actúan como perros rabiosos? Porque han recibido en estos años varapalos continuos tanto en las calles como en las urnas. El PP ha perdido un porcentaje muy significativo de sus votos a manos del partido de Abascal, lo que se ha traducido en una crisis interna aguda saldada con la derrota humillante de Pablo Casado y el triunfo demoledor de Isabel Díaz Ayuso.
El PP de Alberto Núñez Feijóo solo ha visto una manera de reencontrase con su base social en este contexto de enorme polarización: recurriendo al lenguaje de la extrema derecha y empleándose duramente en su oposición parlamentaria. Eso, y utilizar a fondo sus numerosos puntos de apoyo en el aparato del Estado para boicotear y desacreditar al Gobierno de coalición. Cualquiera que tenga ojos en la cara lo puede ver: las sentencias del Tribunal Constitucional y del Supremo bloqueando leyes o la furia para rebajar penas a violadores y agresores sexuales desplegando una venganza sañosa contra el movimiento feminista no son casualidad. Estos y mil ejemplos más, demuestran que el aparato estatal está atado y bien atado, tal como dijo Franco.
Gobernar para el sistema o luchar contra él
La incorporación de Pablo Iglesias y los ministros de UP fue saludada con euforia por muchos sectores del activismo. A ello contribuyeron las afirmaciones del dirigente de Podemos de que su inclusión empujaría al PSOE hacia la izquierda. Pero la experiencia ha echado por los suelos esta ilusión. El PSOE no ha virado, más bien todo lo contrario, y es Podemos quien ha tenido que comulgar con ruedas de molino, tragarse innumerables sapos, abandonar la inmensa mayoría de sus posiciones iniciales y conformarse con algunas migajas. Ahora, ante la eventual candidatura de Yolanda Díaz con Sumar, forzar cualquier giro serio a la izquierda en el Consejo de Ministros está descartado. La vicepresidenta segunda ha dejado muy claro que es un apoyo sólido para las políticas de Pedro Sánchez.
No decimos esto con ningún espíritu sectario. Desde Izquierda Revolucionaria hicimos una campaña electoral muy activa en mayo de 2021 en la Comunidad de Madrid pidiendo el voto para Pablo Iglesias, un voto crítico, y luchando por la derrota de Díaz Ayuso. Pero la cuestión que señalamos no ofrece dudas. Incluso Pablo Iglesias lleva un año desgañitándose en su podcast de La Base contra las constantes capitulaciones del PSOE, aunque al final del día siempre aparece la misma retahíla para justificar lo injustificable: ¡es que no se puede hacer otra cosa!
Desde Izquierda Revolucionaria no podemos estar más en desacuerdo con esta cantinela. Sí que se puede hacer otra cosa, sí que es posible levantar una alternativa de izquierda combativa que no contribuya a hacer más ricos a los ricos. ¿Cómo hacerlo? Primero, en lugar de confiar en pactos gubernamentales que son constantemente saboteados por el PSOE y el aparato estatal, confiar en la movilización de masas, en la lucha organizada de los trabajadores y la juventud.
Hace poco Pablo Iglesias declaraba en la SER que la revolución socialista se hacía con más inspectores de trabajo. Bien. Los inspectores de trabajo acaban de hacerle una huelga a Yolanda Díaz porque dicen que son muy pocos y su plantilla es insuficiente para impedir el fraude empresarial. Pablo Iglesias tiene ingenio, pero se equivoca cuando razona de esta manera. Lo que consigue derechos sociales es la lucha de clases. Lo que arranca conquistas laborales, mejora los salarios, rebaja las jornadas y acaba con la precariedad, lo que puede traernos vivienda pública asequible para millones de jóvenes y familias que lo necesitan, lo que acabaría con los desahucios y la privatización de la enseñanza y la sanidad públicas es la lucha de masas, es llenar las calles, volver a la movilización más contundente y defender un programa de izquierdas consecuente. Sí, un programa que exija la nacionalización de los grandes monopolios, de la electricidad, del petróleo, de la banca, que proponga sin ningún complejo la vuelta al sector público de todos los servicios sociales privatizados que están haciendo de oro a Florentino Pérez y a sus colegas, que luche por un parque de vivienda pública con alquileres sociales topados con el 10% de los ingresos salariales, blindaje de las pensiones públicas y reducción de la edad de jubilación, que exija la expropiación de la sanidad y de la educación privadas para que se deje de hacer negocio con nuestros derechos más básicos, oponernos al imperialismo y al militarismo no de palabra, sino en los hechos.
¿De qué sirve estar en el Gobierno si esa presencia se utiliza para desactivar la lucha de masas y gestionar irrisorias limosnas que no impiden que la pobreza se multiplique? El 99% de los acuerdos políticos que alumbraron la coalición se han incumplido. Esa es la verdad. Sí, un Gobierno del PP y Vox habría sido un vendaval reaccionario en todos los sentidos, sin ninguna de las pequeñas e ínfimas reformas de estos años, y mucho más sangrante en cuanto a retrocesos en derechos y libertades de los que hemos sufrido.
Pero la cuestión a dilucidar es: ¿nos conformamos con participar en un Gobierno capitalista para repartir la miseria o ponemos toda la carne en el asador para impulsar y organizar la protesta y construir una alternativa revolucionaria a este sistema? Este es el quid de la cuestión. Las trabajadoras de Inditex, librando una batalla a brazo partido hasta doblegar a Amancio Ortega, nos han vuelto a recordar cómo se obtienen derechos y se frena a los patronos. Así se modifica la famosa correlación de fuerzas a favor de los de abajo. Lo demás son cuentos narcotizantes para atarnos en corto.
Notas:
[1] Iberdrola bate un nuevo récord de beneficios al ganar 4.339 millones en 2022, un 12% más
[2] Repsol gana 4.251 millones, un 70% más y el mayor beneficio de su historia sin extraordinarios
[3] Naturgy pulveriza su récord de beneficios y gana 1.649 millones en 2022, un 35,8% más
[4] Inditex gana 1.301 millones en el mejor trimestre de su historia
[5] La gran banca pulveriza récords y gana 20.850 millones en 2022, un 28% más