Las perspectivas para las elecciones del 23 de julio siguen siendo sombrías. El nerviosismo que traslucen muchos de los portavoces mediáticos del PSOE y de SUMAR es tan evidente que se han lanzado sin freno a una campaña de descalificaciones públicas, cada vez más groseras e insolentes, para volcar toda la responsabilidad de un posible triunfo de la reacción sobre las espaldas de los trabajadores y los abstencionistas de izquierdas. Un relato muy manido, ese de “la gente es tonta”, que exculpa por completo a una izquierda gubernamental presentada cual ángeles inmaculados víctimas del “tsunami cultural derechista” que nos invade.
Lo que está en juego este 23J es trascendental, pero lo que sucederá después lo es aún más. Por eso no podemos dejarnos atrapar por el trazo grueso de un discurso que evita la menor autocrítica, que nos pinta un mundo feliz, de derechos sociales en aumento, de casi pleno empleo, y que choca, porque está cargado de mentiras y fanfarria, con la cotidianidad de sufrimiento y dolor que vivimos millones de trabajadores y jóvenes.
El avance de la extrema derecha no cae de un cielo azul, ni en el Estado español, ni en EEUU, Italia, Francia o Alemania. Es el resultado de una profunda desigualdad y descomposición social, de la crisis del parlamentarismo burgués atenazado por una polarización creciente, del giro reaccionario de las capas medias que se llenan los bolsillos con la precariedad laboral, los bajos salarios y la explotación infame de los trabajadores inmigrantes. Es fruto de la política de colaboración de clases que deja desnudo al movimiento obrero, lo debilita y lo desmoviliza, del fracaso de una izquierda socialdemócrata, la tradicional y la nueva (Syriza, Podemos, Bernie Sanders, Jeremy Corbyn…), incapaz de romper con la lógica de un capitalismo depredador y que ha tragado con la austeridad, los recortes sociales, la destrucción de los derechos democráticos, del medio ambiente y la guerra imperialista.
En nuestro caso, el fascismo “cedista” que representan VOX y el PP es la expresión de una desesperanza contrarrevolucionaria envalentonada y fortalecida con la desmovilización popular, la desmoralización y la frustración que han diseminado por el organismo social cuatro años de gestión ¿progresista? de un sistema enfermo.
Desde Izquierda Revolucionaria nunca hemos abogado por el abstencionismo en unas elecciones parlamentarias, pero jamás hemos depositado la menor confianza en que a través de las instituciones del régimen del 78 se pueda hacer la revolución. La vía parlamentaria (burguesa) al socialismo es una utopía reaccionaria, y la historia se ha encargado de demostrarlo en decenas de ocasiones.
Insistir una y otra vez en que en las Cortes españolas reside la soberanía popular es un completo sin sentido. ¿Acaso no es evidente que en la Carrera de San Jerónimo se charla mucho, incluso se discute acaloradamente, pero que las decisiones que afectan a la vida de millones se toman en otros lugares? ¿No son los Consejos de Administración de los bancos, de las grandes multinacionales, de las empresas del IBEX 35, la CEOE, el Estado Mayor del Ejército, la alta magistratura del Estado… los que imponen su agenda en todos los asuntos decisivos al Gobierno de turno?
Recordar esto es importante, pues la regresión ideológica que protagoniza la izquierda gubernamental ha situado el debate político en un nivel muy bajo. Por supuesto, estas reflexiones son puro izquierdismo infantil para los dirigentes del PSOE, de SUMAR y la legión de arribistas y burócratas que han encontrado acomodo en sus filas. ¡Que ya no estamos en tiempos pasados, que la historia ha cambiado, que la correlación de fuerzas es la que es! Ya, ya. Conocemos estos latiguillos. Pero los que niegan con tanta vehemencia la lucha de clases y el marxismo, los que buscan el santo grial de un capitalismo de rostro humano, ellos y ellas, se están mostrando completamente impotentes para frenar la arremetida de la extrema derecha y nos están colocando a los pies de los caballos del neofascismo.
Izquierda Revolucionaria no llama a la abstención por una razón evidente: no vamos a permitir que el PP y Vox puedan avanzar en ningún terreno, tampoco en el electoral. Entendemos que no hay una fuerza revolucionaria, comunista, con un programa de clase y con una influencia de masas suficiente a la que votar. Esa fuerza está todavía por construir. Por esta razón nuestra posición es la de un voto crítico a formaciones de la izquierda nacionalista e independentista, como BNG en Galiza, EH Bildu en Euskal Herria, CUP en Catalunya. En el resto del Estado es obvio que sectores importantes de la clase obrera y la juventud votarán, muchísimos con una pinza en la nariz, tanto por las candidaturas de SUMAR como del PSOE para evitar un Gobierno de la reacción, sin ninguna confianza en el programa de Yolanda Díaz y de Pedro Sánchez.
Pero al mismo tiempo, en la conciencia de decenas de miles de activistas se abre paso la idea, correctísima, de que a la extrema derecha hay que combatirla en las calles con la movilización más decidida, porque los llamados cordones sanitarios del Parlamento son un chiste. Y que esto pasa, inevitablemente, por confrontar con las vacilaciones y las constantes concesiones de esta izquierda gubernamental que se contenta con gestionar el sistema.
Obviamente culpar a los abstencionistas de izquierdas del triunfo de la extrema derecha es tan pueril como mentiroso, es no ir al fondo del asunto, y hacer luz de gas, gatopardismo. El mismo método falso y equivocado es empleado por organizaciones sectarias, que hacen de la abstención electoral un fetiche y plantean que votar a la izquierda reformista o nacionalista es legitimar su programa y hacer el juego al régimen burgués. Es un ultraizquierdismo destilado que rechaza las enseñanzas de la lucha de clases. Podrían leer un poco más a Marx, Lenin y Trotsky, y hacer un esfuerzo por asimilar su método.
Pero recapitulemos. La culpa es de los abstencionistas, sentencian en artículos y redes sociales los portavoces y amigos mediáticos del PSOE y SUMAR. Pero ¿por qué en los barrios obreros se produce esa desmovilización electoral?
Los que se quejan todo el día de que la gente es tonta deberían reflexionar sobre algunos hechos objetivos:
1. El 90% de las promesas incluidas en el programa del Gobierno de coalición se han incumplido descaradamente.
2. La reforma laboral aprobada, que deja intactos los puntos más lesivos de la del PP, es aplaudida por la CEOE y Feijóo se ha comprometido a no derogarla. ¿Esto no indica nada?
3. La funesta ley mordaza no se ha tocado, mientras que se envían los antidisturbios a reprimir las luchas obreras, en Cádiz, en Vigo, en Euskal Herria, y raperos siguen encarcelados y en el exilio por cantar las verdades de Juan Carlos I.
4. Se aprueba una ley que deja intacto el poder de los grandes especuladores inmobiliarios, que no crea vivienda pública, ni alquileres sociales, que no frena los desahucios.
5. Se ha traicionado la causa del pueblo saharaui, mientras el Gobierno más progresista se alinea con servilismo ante el imperialismo norteamericano y la OTAN en la guerra en Ucrania.
6. La agenda de recortes en sanidad y educación pública no se ha revertido en ningún territorio gobernado por el PSOE-UP. El Gobierno central no ha hecho nada por confrontar con las CCAA gobernadas por la derecha en esta materia.
7. Leyes progresistas en favor de los derechos de las mujeres y el colectivo LGTBI, como la del Solo Sí es Sí, o la Ley Trans, han sido saboteadas por el PSOE que no ha dudado en aliarse con la derecha parlamentaria.
8. Un escudo social magro y lleno de trabas burocráticas para acceder a él, se ha mostrado completamente insuficiente para frenar el crecimiento de la pobreza, que alcanzó cifras espantosas en 2022.
9. Se ha mantenido intacta la legislación racista en materia de inmigración. Los crímenes cometidos por la Guardia Civil contra los inmigrantes en Melilla han quedado impunes y han sido justificados por el ministro del Interior Marlaska.
10. La monarquía franquista ha sido blindada por este Gobierno.
Tomar estos puntos como partida para la autocrítica sería positivo. Pero hay más hechos relevantes a mencionar.
Yolanda Díaz ha creado más abstencionistas que ninguna otra dirigente de la izquierda reformista en la historia reciente. Su manera de conformar las listas ha mandado un mensaje muy claro: no quiero en ellas a nadie que pueda tener un vínculo, por débil que sea, con las movilizaciones de masas de los últimos años. Y la purga salvaje de los referentes de Podemos más comprometidos contra la reacción, empezando por Irene Montero, va precisamente en este sentido. ¿Acaso es así como se favorece la participación electoral, se llena de confianza a los trabajadores, a las mujeres que han protagonizado un movimiento feminista que está en la diana de la extrema derecha, a la juventud precaria y explotada?
Nada de ruido, todo caras felices, buenismo. El mundo de piruleta y confeti que nos presentan en los spots publicitaros del PSOE y SUMAR poco sirve para enfrentar la ola reaccionaria. Y aquí está el quid del problema, el meollo del asunto.
Cuando Yolanda Díaz y Pedro Sánchez aducen como su mayor activo electoral la gestión del Gobierno, e insisten todos los días en que la economía “va como un tiro”, están negando la realidad que viven millones de familias trabajadoras. Es un discurso irritante y antipático, que crea desafección entre mucha gente. Parafraseando a un inteligente político burgués de EEUU: “¡No es la guerra cultural estúpido, es la economía!”.
Sí, es verdad, la economía va como un tiro. Pero ¿para quién? ¿Tan lejos están estos dirigentes de la izquierda gubernamental de lo que se vive día a día en los barrios obreros? Parece que así es, que son de otro planeta.
Cuando Yolanda Díaz y Pedro Sánchez esgrimen los datos estadísticos de personas empleadas que muestra la EPA, hacen lo mismo que Joe Biden en EEUU y Rishi Sunak en Reino Unido. En estos países también los datos de empleo son históricos según las estadísticas, pero el empobrecimiento de los trabajadores norteamericanos, británicos y españoles bate récords. En nuestro país la figura del trabajador pobre, que no llega a final de mes, ha crecido exponencialmente: más de 10 millones ganan menos de 1.200 euros mensuales. ¿Cómo se puede vivir con semejantes salarios?
Yolanda y Pedro nos dicen que los precios en España se han contenido más que en Europa. Seguro que es cierto. Pero ¿han ido al mercado a comprar fruta, verdura, pescado o carne ganando 1.200 euros o menos? Evidentemente no. La inflación nos ha empobrecido brutalmente, hasta el punto de que nuestra dieta se ha modificado a peor, a mucho peor.
Cuando se esgrimen estadísticas pero se da la espalda a la realidad, cuando se apela a la paz social como un logro, y esta paz social ha sido la cobertura para una desmovilización impuesta por las cúpulas de CCOO y UGT, que permite a las empresas cosechar beneficios estratosféricos a costa de una explotación atroz… ¿No se dan cuenta Yolanda Díaz y Pedro Sánchez de que así solo consiguen marginar la lucha colectiva, que la desmoralización cunda, que la conciencia retroceda y el escepticismo hacia la política se extienda?
Y respecto a la cuestión nacional. ¿No entienden que si renuncian al derecho democrático a decidir de Catalunya, Euskal Herria o Galiza, y lo hacen esgrimiendo la legalidad del régimen del 78, azuzando las sentencias represivas del Tribunal Supremo… que si hacen eso dejan todo el terreno libre al nacionalismo españolista rabioso de la derecha, al franquismo más fanático?
Estos dirigentes y sus muñidores mediáticos pueden seguir culpando a las familias trabajadores de su “baja conciencia” y escurrir el bulto de sus responsabilidades políticas. Pueden pintar de rosa la dura supervivencia cotidiana y ofrecernos un programa que parece diseñado por un estudio de mercadotecnia de moda, todo colorines pero ningún contenido de clase o propuesta creíble para combatir a la reacción. Y lamentablemente hay que reconocer que los dirigentes de Podemos se diferencian poco, muy poco, de esta línea argumental. Su discurso ha sido completamente errático, y ha generado mucha confusión entre su base social y electoral. Cundo no hay coherencia y tu verdugo se convierte en tu candidata precisamente por los errores que se han venido arrastrando, el desconcierto es inevitable.
Los obreros y jóvenes con conciencia de clase lo tenemos mucho más claro de lo que piensan estas personas que nos hablan como si fuéramos niños: vamos a movilizarnos en las urnas contra la extrema derecha, ayusista o de Vox, pero sobre todo vamos a confrontarla en las calles, con la lucha más dura e intransigente. Muchos combatimos en la clandestinidad contra la dictadura y conquistamos los derechos y las libertades democráticas con la cárcel, la sangre y los despidos de los nuestros. Sabemos cómo transmitir esta herencia a la nueva generación de luchadores.
Pero no nos vamos a limitar a esa tarea. Pondremos todo nuestro empeño en construir una izquierda revolucionaria a la altura del desafío. Porque al fascismo no se le derrotará en el Parlamento, ni con políticas capitalistas. No, al fascismo le venceremos con el programa y los métodos de la revolución socialista. Esa es la gran lección de la historia.