La posibilidad de una victoria de la derecha extrema del PP aliada de la extrema derecha del Vox este domingo 23 de julio, es vista como una amenaza muy seria por millones de trabajadores y de jóvenes. Y no es de extrañar.
Tras el duro golpe de las elecciones autonómicas y municipales, estos reaccionarios, que apelan al más rancio españolismo franquista, que sacan pecho contra el feminismo justificando la violencia contra las mujeres, que atacan sin tapujos al movimiento LGTBI, que niegan el cambio climático y una degradación medioambiental que nos está situando al borde de la extinción, y que defienden los beneficios y privilegios de un ejército de pequeños y medianos empresarios enriquecidos con la más salvaje explotación laboral y el racismo, claman venganza contra la izquierda y los trabajadores. Quieren aplastarnos y volver a la España “una, grande y libre”.
Es evidente, como ya hemos explicado en otras declaraciones, que la izquierda gubernamental, tanto el PSOE como Podemos, y ahora Sumar, tiene una gran responsabilidad en este escenario: sus políticas respetuosas con el orden capitalista, con los recortes y la austeridad, con la OTAN, la paz social y el régimen del 78, han generado una gran frustración. Que las grandes empresas y la banca batan récords de beneficios, mientras un magro escudo social no evita el empobrecimiento de millones de familias, explica la desafección política en los barrios obreros y el crecimiento de la abstención.
Esta realidad innegable no entra en contradicción con una idea fundamental: un Gobierno del PP y Vox no es ninguna alternativa a esta situación. Los militantes de Izquierda Revolucionaria lo decimos con total claridad: hay que cerrar el paso a estos neofascistas en las urnas, y sobre todo enfrentarles con la lucha de masas y un programa combativo de izquierdas.
Plantear que da lo mismo el voto y quién gobierne, que todos son iguales, que es mejor la abstención, es caer en una posición sectaria e impotente. Los revolucionarios nunca hemos sido indiferentes al avance de la derecha, y no lo vamos a facilitar en ningún terreno, tampoco en las urnas. Y votar crítica o muy críticamente por las formaciones de la izquierda parlamentaria no significa legitimar su programa, ni sus políticas. Significa utilizar ese voto para golpear a los fascistas y, por supuesto, confiar solo en las fuerzas del movimiento obrero y la juventud, en su capacidad de organización y de lucha para derrotar al neofascismo con un programa socialista y anticapitalista.
Ver a un concejal de Vox en Badajoz celebrar una de las peores matanzas de la guerra civil, el asesinato de 4.000 personas en la plaza de toros de Badajoz por el general Yagüe, nos muestra con claridad de qué estamos hablando. Igual que cuando hemos conocido las amenazas infames del líder de Vox en Valencia, Carlos Flores, contra su exmujer, por las que fue condenado. O cuando escuchamos al presidente del Parlamento balear de Vox, Gabriel Le Senne, señalar que “las mujeres son más beligerantes porque carecen de pene”, y cuando se plantean discursos que criminalizan a la comunidad LGTBI y se censuran películas y obras de teatro.
Cuando escuchamos a Abascal señalar con chulería que si él llega al Gobierno lo de Catalunya de 2017, la salvaje represión y la aplicación del 155, se quedarán en una broma, no es una simple anécdota o un chascarrillo. Sabemos muy bien lo que representa todo esto: es el ideario de los mismos que en 1936 y en los años posteriores exterminaron físicamente a la flor y nata del movimiento obrero y de la juventud imponiendo una dura dictadura fascista durante 40 años.
La desfachatez y la arrogancia de esta derecha ultramontana, tanto de Vox como del PP, no ha dejado de ponerse cada día más en evidencia. Núñez Feijóo que tanto habla de orden, propiedad y familia, no tuvo ningún reparo en codearse con narcotraficantes como Marcial Dorado, al que sin duda debía considerar un respetable emprendedor. Feijoo tenía una relación estrecha de amistad con este narcotraficante, al que se le concedieron jugosas concesiones públicas en Galicia bajo los Gobiernos del PP, mientras las madres contra la droga levantaban un movimiento de lucha ante el exterminio de sus hijos en los barrios obreros, organizando manifestaciones frente a las casas de los narcos.
Como no vamos a tener claro que a estos fascistas hay que derrotarlos en las urnas. ¿Acaso un Gobierno de Feijóo y Abascal sería mejor para el presente y el futuro de los trabajadores, de la juventud, de las mujeres, de todos y todas las oprimidas?
La amenaza de la ultraderecha no es un cuento. Es una realidad muy tangible, en el Estado español y a nivel internacional. Por eso los marxistas revolucionarios llamamos a los trabajadores y los jóvenes de todos los territorios a ir a votar para golpear a la reacción, y encauzar la rabia y el desengaño con el Gobierno PSOE-UP y con sus políticas, con Sumar por su forma mezquina de conformar las listas y su seguidismo, a través de la única forma eficaz: construyendo una alternativa revolucionaria que de la pelea para transformar la sociedad y derrocar este sistema injusto y destructivo.
Dar la batalla contra los herederos de la dictadura en todos los espacios es una obligación. Quien crea que vamos a permanecer con los brazos cruzados, que les vamos a permitir avanzar sin una lucha encarnizada, no conoce a la clase obrera del Estado español, sus tradiciones y su memoria. Las manifestaciones multitudinarias del Orgullo y las que en estos días han llenado las calles de Valencia y Asturias contra la extrema derecha, reflejan el periodo trascendental que se abre ante nosotros y debemos estar preparados.
Votar, sí, pero no es suficiente. Al margen de cuales sean los resultados finales una cosa está clara: no frenaremos al fascismo recurriendo a falsos cordones parlamentarios y con discursos vacíos, o apelando a la legalidad del régimen del 78 y a un aparato del Estado plagado de franquistas que hace campaña abierta por la reacción y defienden los intereses de la oligarquía financiera y el gran capital.
Lo que necesitamos es justo lo contrario. Organizarnos, volver a llenar las calles, confiar en nuestras propias fuerzas, y levantar un programa de lucha que plantee sin tapujos que hay que acabar con el capitalismo, con los privilegios, las riquezas y el poder de los magnates del Ibex35 y de la patronal, que hay que expropiarles y planificar democráticamente la economía para satisfacer las necesidades sociales y evitar la catástrofe climática.
¡Esta es la única alternativa, derrotar a la reacción en las urnas y luchar por el socialismo!