La Generalitat quiere aprobar próximamente una ley del cine catalán en que las películas  proyectadas estén dobladas o subtituladas en un 50% en catalán. Aun cuando es una ley con un claro carácter electoralista, si se llevara a término supondría acabar con una auténtica anomalía. En Catalunya cerca de la mitad de su población tiene el catalán como lengua materna y casi la totalidad lo entiende y lo usa en uno u otro ámbito. Mientras, las proyecciones de cine en catalán rondaron el 3% el 2008.

La Generalitat quiere aprobar próximamente una ley del cine catalán en que las películas  proyectadas estén dobladas o subtituladas en un 50% en catalán. Aun cuando es una ley con un claro carácter electoralista, si se llevara a término supondría acabar con una auténtica anomalía. En Catalunya cerca de la mitad de su población tiene el catalán como lengua materna y casi la totalidad lo entiende y lo usa en uno u otro ámbito. Mientras, las proyecciones de cine en catalán rondaron el 3% el 2008.

Los patrones de las salas de cine en Catalunya son muy críticos con esta ley porque según ellos les hará perder clientela y han decidido pasar a la acción. El lunes 1 de febrero un 70% de las salas de cine de Catalunya cerraron por huelga patronal en protestar contra esta ley. Las grandes productoras americanas también han ofrecido mucha resistencia a la traducción y han presionado para que no se aplique.

El monopolio del cine

Desde la caída de la dictadura franquista se han dado pasos para la normalización lingüística del catalán, especialmente en la educación pública, influyendo positivamente la actitud de la clase obrera y la juventud por entenderlo y aprenderlo, y rechazando los intentos de dividir en líneas lingüísticas a la clase trabajadora. Con las consiguientes oleadas de inmigrantes que han llegado en Catalunya ha pasado algo parecido, a pesar de las deficiencias del propio sistema educativo y las extenuantes jornadas laborales.

Pese a esto, en toda una serie de áreas (libros, publicaciones, libros de texto universitarios, teatro, edición, televisión, radio,...) el predominio del castellano sigue presente. De todas las áreas el cine es con diferencia el más escandaloso.

Las salas de proyección imponen un determinado cine bajo un agobiante monopolio americano. Y así entre películas decentes americanas entran docenas que no lo son tanto pero que están dentro el mismo "pack". No se trata del clásico debate entre "cine de acción" y "cine alternativo", sino que buena parte de la producción cinematográfica no americana no tiene la posibilidad mínima de exhibirse y por lo tanto que los espectadores puedan elegir. Por ejemplo una película que en muchos aspectos está hecha con criterios de espectacularidad americana como "Enemigo a las puertas" por el solo hecho de ser europea (aunque con algunos actores americanos) estuvo en cartelera una o dos semanas a diferencia de otras de peor calidad que están meses.

Realmente, bajo el capitalismo no se puede elegir. La idea que los consumidores determinan lo que se produce es falsa porque hay un monopolio empresarial/cultural establecido. Si no hay cine en catalán no se puede argumentar que sea porque no hay demanda. Primero porque una parte del público que la quiere ver en catalán no tiene esta opción y después porque, igual que en otras áreas, es normal que haya un tiempo de adaptación como pasó con la televisión y otros medios.

Estas mismas multinacionales que nos imponen sus películas también han decidido que traducirlas o subtitularlas al catalán no es rentable. Y este mismo criterio es el que domina a los empresarios de las salas de cine en Catalunya, que llevaron a término la huelga patronal contra esta ley.

Larga tradición de desprecio hacia la lengua catalana

Esta situación tan descarada sería incomprensible si no existiera una larguísima tradición de desprecio por la lengua catalana por parte de la derecha españolista, una buena parte de los dirigentes de la socialdemocracia y no pocos empresarios que la ven como un estorbo para sus negocios. Esta actitud tiene muchos matices. Desde el odio desbocado de la derecha pepera y de sus medios de comunicación que han llevado a término una auténtica campaña de odio hacia Catalunya y el catalán (especialmente acusado durante la época Aznar) hasta los sectores más moderados que ven las otras lenguas del Estado español como una cosa folclórica, curiosa y anecdótica.

Mentiras como que el castellano es perseguido en Catalunya, la lengua catalana es un dialecto del castellano, los catalanes hablan diferente para qué no se los entienda, etc. se han extendido conscientemente por parte de sectores reaccionarios con el objetivo de dividir y enfrentar. Esta política de fomentar el odio nacional y el chovinismo españolista no ha sido respondida ni mucho menos por parte de las direcciones de los partidos de izquierdas estatales, sino que incluso es alentada por dirigentes del PSOE como Bono, Guerra o Ibarra. Lo que deberían hacer los dirigentes del PSOE e IU es hacer frente a la demagogia españolista y a la vez defender plenos derechos lingüísticos de la población de habla catalana (Catalunya, Islas Baleares y el País Valenciano).

Hipocresía de la burguesía catalana

La burguesía catalana y CIU utilizan de forma sistemática la cuestión lingüística para presentarse como defensores de la nación catalana y su cultura, pero cuando estaban al gobierno no sólo no dieron pasos por revertir esta situación, sino que el presidente Pujol acordó con las multinacionales de Hollywood el mantenimiento de la actual situación de discriminación del catalán al cine.

En este caso concreto vemos como la burguesía catalana (propietarios de salas de cine, de las grandes editoriales y de los medios de comunicación masivos, por poner algunos ejemplos) ponen por encima los criterios empresariales de obtención del máximo beneficio a la normalización lingüística.

Cine a precios asequibles y con la opción de elegir la lengua

Si finalmente se aprueba la ley en los actuales términos, la patronal de las salas de cine y las multinacionales reclamarán ayudas públicas para costear los doblajes al catalán, mientras que después se embolsarán los beneficios; o sino simplemente no aplicarán la ley. Ante esta situación de chantaje patronal, han anunciado que pondrán multas a las salas que incumplan la ley. Esto es claramente insuficiente. El gobierno, si lo que pretende es llevar el catalán al cine, tendría que abrir salas públicas a precios asequibles con una oferta más plural, y aquellas salas que no cumpliesen la ley, expropiarlas para convertirlas en salas públicas.

Normalizar la lengua catalana también se trata de dinero y esto pone en evidencia que esta normalización no se completará mientras los recursos culturales sigan en manos de de los capitalistas, una minoría que sólo tienen el máximo beneficio como objetivo.

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