El Estatut, desde sus primeros pasos, no generó mucho entusiasmo entre la clase obrera y la juventud en Catalunya. Durante años los partidos que lo apoyaron (inicialmente PSC, IC y ERC, aunque este último al final se desmarcó), a pesar de que querían dar a entender que nos encontrábamos ante un hecho histórico, no supieron explicar por qué debíamos emocionarnos tanto. El hecho es que no había razón alguna. La campaña pro Estatut se convirtió en un runrún soporífero que poco a poco iba dejando indiferente a la mayoría. Los pocos elementos progresistas del Estatut se fueron perdiendo por el camino para llegar a un consenso con CiU. Y, de hecho, habría provocado aún más indiferencia si no hubiese sido por la reacción histérica de la derecha españolista, amplificada por sus peones mediáticos.
El Estatut, desde sus primeros pasos, no generó mucho entusiasmo entre la clase obrera y la juventud en Catalunya. Durante años los partidos que lo apoyaron (inicialmente PSC, IC y ERC, aunque este último al final se desmarcó), a pesar de que querían dar a entender que nos encontrábamos ante un hecho histórico, no supieron explicar por qué debíamos emocionarnos tanto. El hecho es que no había razón alguna. La campaña pro Estatut se convirtió en un runrún soporífero que poco a poco iba dejando indiferente a la mayoría. Los pocos elementos progresistas del Estatut se fueron perdiendo por el camino para llegar a un consenso con CiU. Y, de hecho, habría provocado aún más indiferencia si no hubiese sido por la reacción histérica de la derecha españolista, amplificada por sus peones mediáticos.
ar el Estatut por parte de la derecha, atribuyéndole todo tipo de calamidades, optaron a la desesperada por la vía judicial. No está de más recordar que textos muy semejantes han sido aprobados en otras comunidades con el apoyo del PP, así que el ataque al Estatut tenía claramente connotaciones anticatalanas. Con esta campaña de españolismo permanente, reaccionaria y tradicional de la derecha española, el PP ha tratado de mantener cohesionada su base social. Ahora, el texto está en el Tribunal Constitucional (TC), esa institución que ha demostrado, por activa y por pasiva, ser de todo menos algo despolitizado. El Estatut después de ser aprobado en la Generalitat, en las Cortes y en referéndum será recortado por el TC para quitar cualquier elemento que ponga nerviosos a los de la España "grande y libre".
Si tardan tanto en decidirse es porque saben que lo que hagan tendrá consecuencias políticas. Montilla ha hecho varias advertencias, más o menos explícitas, sobre qué pasaría si el TC recortara aspectos sensibles del Estatut, y no ha sido el único. La burguesía catalana y española saben que hay un enorme malestar sin expresar y que un paso en falso, en cualquier terreno, puede echar más leña al fuego en una situación política y social ya bastante inestable. Por eso, a pesar de todos los mensajes de precaución la sentencia depende de la decisión de los componentes del TC que son en su mayoría reaccionarios.
Las consultas populares por la independencia
La decepción sobre el contenido del Estatut llevó a que sectores sensibles a la cuestión nacional plantearan las consultas populares por la independencia. Por supuesto, estas consultas han puesto histérica una vez más a la "brunete mediática" y al PP que responden indignados, como si tuviesen un resorte, ante cualquier cosa que huela a rojo, catalán o vasco.
El 25 de abril habrá una nueva oleada de consultas, que empezaron el año pasado en Arenys de Munt y que se han realizado en muchos pueblos. Miles de voluntarios se han ilusionado con las consultas al poder demostrar de una manera organizada su sentimiento de querer ejercer un derecho democrático. Ahora bien, ¿quién más se ha interesado? Lo han hecho sectores claramente burgueses como el yuppie de Laporta, que quiere aprovechar su posición de presidente del Barça (como buen demagogo) para hacer carrera política. También Reagrupament, un partido nacionalista interclasista que no se define "ni de izquierdas ni de derechas" o directamente el Cercle Català de Negocis que hace conferencias fomentando las consultas populares, defendiendo las ventajas que "todos" tendríamos en una Catalunya capitalista independiente.
Desde el punto de vista de los marxistas ningún agrupamiento político que tenga por objetivo luchar por derechos democráticos fundamentales y más aún, si lucha por la transformación socialista de la sociedad, debería confiar y mucho menos ir de la mano de los representantes de la burguesía catalana, o de un sector de ésta, por más "patriota" que se presente. No podemos permitir que usen el sentimiento de rechazo contra la opresión nacional para defender sus intereses de clase. Nuestros aliados deben ser los trabajadores y la juventud del resto del Estado, de Europa y del resto del mundo. La única manera consecuente de luchar contra la opresión nacional es luchando con un programa socialista que combine la unidad de la clase obrera y el derecho a la autodeterminación.
La pregunta que se hace en las consultas populares es la siguiente: "¿Está de acuerdo con que la nación catalana se convierta en un estado de derecho, independiente, democrático y social, integrado en la Unión Europea?" (la pregunta ha variado en diferentes poblaciones, esta corresponde a Reus). En este caso, el término "social" es ambiguo, se pretende con su uso impregnar la propuesta de un aire progresista. Seamos concretos: la Unión Europea es una unión capitalista y sus instituciones se caracterizan por promover fuertes recortes a los derechos sociales y democráticos en todos los países. ¿Por qué extraña lógica, en este marco, una Catalunya independiente capitalista sería más "social" que Alemania o Grecia?
Obviamente, muchos jóvenes, incluidas algunas organizaciones que promueven estas consultas populares se consideran anticapitalistas. El problema es que si con estas convocatorias su objetivo es fortalecer la lucha contra cualquier tipo de opresión nacional y darle a esta causa una base de apoyo más amplio, la campaña hubiera debido tener un carácter claramente de izquierdas y la pregunta debería haber sido, en todo caso, más clara: "¿Estás a favor o en contra del derecho a la autodeterminación?"
Tal y como está formulada la pregunta posicionarse por la independencia es posicionarse por el sistema económico que rige la UE: el capitalismo. Responder sí es querer un nuevo Estado burgués y los marxistas no lo queremos. Y si el no se va a utilizar para reafirmar a aquellos que quieren la unidad impuesta de una España "grande y libre", obviamente tampoco la queremos, como tampoco queremos que las cosas sigan como están.
Los marxistas somos partidarios de una Federación Socialista Europea. En la práctica, la lucha por la transformación socialista de la sociedad es la forma más consecuente de luchar contra cualquier tipo de opresión nacional. Nuestra alternativa no es la UE capitalista, si no una unión socialista y voluntaria, donde cada minoría nacional pueda ejercer libremente su derecho a la autodeterminación. Esta es, además, la única garantía para la genuina unidad de todos los trabajadores de Europa y del mundo.
ar el Estatut por parte de la derecha, atribuyéndole todo tipo de calamidades, optaron a la desesperada por la vía judicial. No está de más recordar que textos muy semejantes han sido aprobados en otras comunidades con el apoyo del PP, así que el ataque al Estatut tenía claramente connotaciones anticatalanas. Con esta campaña de españolismo permanente, reaccionaria y tradicional de la derecha española, el PP ha tratado de mantener cohesionada su base social. Ahora, el texto está en el Tribunal Constitucional (TC), esa institución que ha demostrado, por activa y por pasiva, ser de todo menos algo despolitizado. El Estatut después de ser aprobado en la Generalitat, en las Cortes y en referéndum será recortado por el TC para quitar cualquier elemento que ponga nerviosos a los de la España "grande y libre".
Si tardan tanto en decidirse es porque saben que lo que hagan tendrá consecuencias políticas. Montilla ha hecho varias advertencias, más o menos explícitas, sobre qué pasaría si el TC recortara aspectos sensibles del Estatut, y no ha sido el único. La burguesía catalana y española saben que hay un enorme malestar sin expresar y que un paso en falso, en cualquier terreno, puede echar más leña al fuego en una situación política y social ya bastante inestable. Por eso, a pesar de todos los mensajes de precaución la sentencia depende de la decisión de los componentes del TC que son en su mayoría reaccionarios.
Las consultas populares por la independencia
La decepción sobre el contenido del Estatut llevó a que sectores sensibles a la cuestión nacional plantearan las consultas populares por la independencia. Por supuesto, estas consultas han puesto histérica una vez más a la "brunete mediática" y al PP que responden indignados, como si tuviesen un resorte, ante cualquier cosa que huela a rojo, catalán o vasco.
El 25 de abril habrá una nueva oleada de consultas, que empezaron el año pasado en Arenys de Munt y que se han realizado en muchos pueblos. Miles de voluntarios se han ilusionado con las consultas al poder demostrar de una manera organizada su sentimiento de querer ejercer un derecho democrático. Ahora bien, ¿quién más se ha interesado? Lo han hecho sectores claramente burgueses como el yuppie de Laporta, que quiere aprovechar su posición de presidente del Barça (como buen demagogo) para hacer carrera política. También Reagrupament, un partido nacionalista interclasista que no se define "ni de izquierdas ni de derechas" o directamente el Cercle Català de Negocis que hace conferencias fomentando las consultas populares, defendiendo las ventajas que "todos" tendríamos en una Catalunya capitalista independiente.
Desde el punto de vista de los marxistas ningún agrupamiento político que tenga por objetivo luchar por derechos democráticos fundamentales y más aún, si lucha por la transformación socialista de la sociedad, debería confiar y mucho menos ir de la mano de los representantes de la burguesía catalana, o de un sector de ésta, por más "patriota" que se presente. No podemos permitir que usen el sentimiento de rechazo contra la opresión nacional para defender sus intereses de clase. Nuestros aliados deben ser los trabajadores y la juventud del resto del Estado, de Europa y del resto del mundo. La única manera consecuente de luchar contra la opresión nacional es luchando con un programa socialista que combine la unidad de la clase obrera y el derecho a la autodeterminación.
La pregunta que se hace en las consultas populares es la siguiente: "¿Está de acuerdo con que la nación catalana se convierta en un estado de derecho, independiente, democrático y social, integrado en la Unión Europea?" (la pregunta ha variado en diferentes poblaciones, esta corresponde a Reus). En este caso, el término "social" es ambiguo, se pretende con su uso impregnar la propuesta de un aire progresista. Seamos concretos: la Unión Europea es una unión capitalista y sus instituciones se caracterizan por promover fuertes recortes a los derechos sociales y democráticos en todos los países. ¿Por qué extraña lógica, en este marco, una Catalunya independiente capitalista sería más "social" que Alemania o Grecia?
Obviamente, muchos jóvenes, incluidas algunas organizaciones que promueven estas consultas populares se consideran anticapitalistas. El problema es que si con estas convocatorias su objetivo es fortalecer la lucha contra cualquier tipo de opresión nacional y darle a esta causa una base de apoyo más amplio, la campaña hubiera debido tener un carácter claramente de izquierdas y la pregunta debería haber sido, en todo caso, más clara: "¿Estás a favor o en contra del derecho a la autodeterminación?"
Tal y como está formulada la pregunta posicionarse por la independencia es posicionarse por el sistema económico que rige la UE: el capitalismo. Responder sí es querer un nuevo Estado burgués y los marxistas no lo queremos. Y si el no se va a utilizar para reafirmar a aquellos que quieren la unidad impuesta de una España "grande y libre", obviamente tampoco la queremos, como tampoco queremos que las cosas sigan como están.
Los marxistas somos partidarios de una Federación Socialista Europea. En la práctica, la lucha por la transformación socialista de la sociedad es la forma más consecuente de luchar contra cualquier tipo de opresión nacional. Nuestra alternativa no es la UE capitalista, si no una unión socialista y voluntaria, donde cada minoría nacional pueda ejercer libremente su derecho a la autodeterminación. Esta es, además, la única garantía para la genuina unidad de todos los trabajadores de Europa y del mundo.