Desde hacía semanas se veía que la manifestación del 11 de Septiembre en Barcelona (La Diada de Catalunya) iba a contar con una afluencia masiva. Los días previos, la reacción españolista había calentado la convocatoria: amenazas de intervención de los “hombres de negro” de Montoro, descalificaciones de los presidentes autonómicos del PP de Galicia, Rioja o Madrid, el coronel Francisco Alamán amenazando con la guerra si Catalunya se declara independiente… La última fueron las declaraciones de Rajoy la noche del lunes llamando “algarabía” a la manifestación de la Diada.
En este contexto, y con toda la maquinaría de CiU en marcha, utilizando sus posiciones en la Assemblea Nacional de Catalunya (entidad convocante de la manifestación, surgida de la asociación de los municipios donde se organizaron referendums por la independencia en 2010-11), la asistencia ha superado el millón de manifestantes. Se trata en cualquier caso de un acto de masas, dónde la burguesía nacionalista, encabezada por Artur Mas, ha utilizado a fondo su enfrentamiento con el gobierno de Rajoy por el pacto fiscal, para rentabilizar un sentimiento progresista de rechazo al nacionalismo españolista, a su arrogancia y prepotencia.
En la movilización dominaban amplios sectores de las capas medias golpeados por la crisis, aunque también participaron miles de jóvenes y también sectores de la izquierda. Lamentablemente, los dirigentes de CCOO y UGT, del PSC y de ICV, en lugar de mantener una posición de clase y denunciar la demagogia de CiU, se siguen colocando a rebufo de ella. Defender los derechos democráticos nacionales de Catalunya, incluido el derecho de autodeterminación, es absolutamente correcto. Hacer el juego a Artur Mas y a los burgueses de CiU, que están a la vanguardia de los recortes sociales, de los ataques contra el movimiento obrero, que utilizan a su policía (Mossos d'Escuadra), para reprimir salvajemente y con la mayor de las sañas las luchas que millones también hemos protagonizado en las calles contra las políticas precapitalistas del gobierno de Artur Mas (desde el 15M hasta la huelga general del pasado 29 de marzo), es un error que la clase trabajadora, y también las capas medias, puede pagar muy caro.
Ascenso del independentismo
Entre miles de catalanes, la sentencia recortando el Estatut en 2010 había marcado un punto de inflexión: el aparato del Estado, dominado por los elementos reaccionarios vinculados al nacionalismo españolista, había puesto de manifiesto su actitud provocadora, dispuesto a dejar claro que en la “unidad sagrada de la patria española” no caben los derechos democráticos para Catalunya, ni el derecho de autodeterminación, ni tampoco artículos que hagan la más mínima referencia a Catalunya como nación. En aquella ocasión, también se produjo una manifestación de más de un millón de personas, que fue una demostración de fuerza contra el centralismo reaccionario y en la que confluyeron muchas de las tensiones sociales derivadas de la crisis capitalista, y de las tremendas consecuencias que esta teniendo para la población trabajadora de Catalunya.
Desde ese momento, la idea de la independencia, o que con la separación del Estado español las cosas podrían marchar mejor, se ha abierto paso entre mucha gente. Este sentimiento se ha reforzado debido a la profundidad de la crisis capitalista, crisis que ha supuesto un duro golpe para las familias trabajadoras (más de 700.000 desempleados), y la ruina para sectores de las capas medias pero, que no olvidemos, esta siendo utilizada por CiU, y el gobierno de Artur Mas, para llevar adelante una agresiva política de privatizaciones y desmantelamiento de los servicios sociales, la educación y la sanidad públicas, el despido de decenas de miles de trabajadores. Con CiU sólo han ganado la gran patronal, la gran banca, los especuladores, los estafadores, y no olvidemos que eso pasaría también en el caso de una Catalunya independiente capitalista bajo la dirección política de Artur Mas, Duran Lleida y sus acólitos.
Los sindicatos y los partidos de la izquierda no han sido capaces de marcar un camino de lucha contra todos estos ataques y recortes y ese vacío, esa ausencia de alternativas, también está siendo cubierta, en parte, por el ansia de la independencia. Este ascenso del independentismo en Catalunya es un reflejo de la grave crisis que atraviesa el capitalismo, un sistema social sin salida. Pero no será la burguesía catalana quien solucione los problemas de los trabajadores, de los desempleados, de los jóvenes catalanes, incluso de las capas medias que se empobrecen y ven con incertidumbre el futuro.
La demagogia de CiU
CiU impulsó conscientemente la participación en la Diada. Artur Mas quería un éxito, pero un éxito controlado, una manifestación que exigiera el pacto fiscal y que les ayudara a negociarlo en Madrid. Sin embargo, nadie se acordó de esa consigna salvo para criticarla. Duran i Lleida fue increpado al grito de “botifler” –antipatriota- y el cortejo de CiU también recibió algunos abucheos. Pero, pese a todo eso, es innegable que el principal beneficiario a corto plazo de esta Diada es el gobierno de Artur Mas.
El hecho de que la sintonía entre CiU y el PP sea casi perfecta en materia económica y social, no impide que la burguesía catalana, cuando percibe el descontento de las masas, trate de utilizar la opresión nacional en su propio beneficio, como una herramienta para desviar la atención de su responsabilidad en la crisis y los recortes y canalizar el descontento social por cauces más ventajosos para ella, tratando de dividir y separar a la clase obrera (dentro de la propia Catalunya y la clase obrera catalana de la del resto del Estado). Por supuesto, otro de los objetivos es conseguir ventajas económicas del gobierno central. El independentismo de CiU termina donde empieza su bolsillo.
Muy probablemente la reunión entre Mas y Rajoy el 20 de septiembre termine sin acuerdo. CiU adelantará las elecciones a primavera en un clima de “emergencia nacional” y con constantes insultos del nacionalismo españolista. En ese escenario y con un PSC inmerso en una profunda crisis, calculan que podrían conseguir la mayoría absoluta o alcanzar un gran acuerdo con ERC. Por supuesto que está en manos de los dirigentes de la izquierda sindical y política catalana evitarlo, si cambiasen radicalmente su posición de seguidismo de CiU en el terreno político, y se decidieran a movilizar a los trabajadores y los jóvenes con un programa de clase consecuente e internacionalista.
¿Pero, después de una eventual victoria de CiU, qué? Todas las expectativas que levante Artur Mas con sus proclamas soberanistas provocarán una mayor frustración cuando éstas no se materialicen. El movimiento de masas no es como un grifo que se puede abrir y cerrar, la Diada de este año tendrá consecuencias a lo largo del tiempo, como en su día las tuvo la manifestación del Estatut. El clima de euforia que vivían los manifestantes, de confianza en la posibilidad de conseguir la independencia, se convertirá inevitablemente en indignación y rabia cuando los dirigentes burgueses y pequeño burgueses de CiU y ERC traicionen sus expectativas.
Pero lo más importante, lo fundamental de la cuestión planteada ¿Qué clase de salida es una Catalunya independiente bajo el capitalismo? La crisis mundial no dejará de afectar a Catalunya. Su economía es muy débil, muy vinculada al capitalismo español. Ningún Estado tiene hoy en día “soberanía económica”, ni siquiera las economías más poderosas como Alemania o EEUU. En cualquier caso una Catalunya independiente y capitalista seguiría sometida a la dictadura mundial de los mercados, verdaderos responsables de la situación desesperada que vivimos. Las decisiones verdaderamente importantes para las masas catalanas se seguirían tomando en los consejos de administración de la gran banca. En todo caso, este aspecto a los dirigentes de CiU les parecerá muy razonable, faltaría más, porque los intereses de la burguesía catalana están estrechamente vinculados al capital financiero. Una Catalunya independiente capitalista significaría que, para competir en el mercado mundial, la burguesía catalana tendría que adoptar medidas aún más drásticas, explotar aún más a la clase trabajadora catalana, recortar más nuestros derechos, salarios y conquistas sociales. Sí, ellos harían grandes beneficios, grandes negocios, pero la clase obrera y los oprimidos no mejoraríamos nuestra situación.
El movimiento obrero tiene la solución en sus manos
En los acontecimientos que están por venir en Catalunya, el aspecto central será el papel qué juegue el movimiento obrero: La manifestación de la Diada fue masiva, pero apenas contó con la participación de los trabajadores del cinturón rojo de Barcelona. La mayoría de los trabajadores no ven el ascenso del independentismo en Catalunya con euforia, más bien la ven o con resignación o incluso con preocupación. Instintivamente comprenden que los ataques que están sufriendo son obra tanto de Rajoy como de Artur Mas y la burguesía catalana, y que los aliados en esa lucha son los trabajadores del resto del Estado. De hecho, las grandes movilizaciones contra los recortes sociales no han sido “contra España y por el pacto fiscal” como le hubiera gustado a CiU, sino contra los verdaderos responsables de los recortes: los gobiernos de Artur Mas, de Rajoy de los capitalistas.
En la huelga general del 29 de marzo, en la manifestación de masas del pasado 19 de julio (en la que participaron más de 800.000 personas en Barcelona y decenas de miles más en el resto de Catalunya), la clase obrera catalana ha puesto su sello, aunque los medios de comunicación de la burguesía trate de silenciar este hecho. Los trabajadores catalanes hemos salido a la calle como un solo hombre junto a los trabajadores del resto del Estado, porque sabemos muy bien que nos unen intereses de clase en común y necesitamos de la unidad para hacer frente a un enemigo que también actúa unido (aunque en momentos determinados, de ascenso de la lucha de masas, la burguesía nacionalista utilice el discurso independentista para ocultar sus responsabilidades). El movimiento obrero está dispuesto a continuar la batalla, endurecerla y hacerla aún más masiva. Pero los dirigentes de CCOO y UGT vacilan, dudan y, de hecho en Catalunya se han situado en temas clave como el pacto fiscal o la propia manifestación de la Diada a la cola de CiU. Como ya señalamos, la ausencia de una alternativa de clase, socialista e internacionalista por parte de las organizaciones tradicionales de la izquierda alimenta la búsqueda de otras salidas, incluida la independencia.
La historia de Catalunya está llena de periodos donde se alterna una gran agudización de la cuestión nacional con explosiones revolucionarias del proletariado. Es inevitable un escenario de esas características porque la crisis del capitalismo lejos de remitir se agrava cada día más. Finalmente los sindicatos se verán obligados a llamar a la lucha y la clase obrera catalana responderá con contundencia y rabia y sus objetivos irán mucho más allá de rechazar los recortes: se cuestionará todo el orden capitalista. Y entonces sí nos encontraremos con sectores claves de la burguesía catalana dispuestos a abrazar el independentismo ante el temor de perderlo todo, empezando por su propia posición como clase dominante.
En ese proceso sólo el programa del marxismo revolucionario puede ofrecer un camino viable para las masas, una alternativa capaz de unificar la lucha contra la opresión nacional con la lucha contra la opresión de la burguesía: vincular los derechos democráticos y el derecho a la autodeterminación, con la expropiación de la burguesía y el control de los medios de producción por parte de los trabajadores. La lucha por el socialismo es el único camino para garantizar la liberación real de las masas oprimidas catalanas.