Ahora, derrotar en la calle los ataques de la derecha catalana contra la clase obrera
La convocatoria de elecciones anticipadas por parte de CiU, ligada a su “giro independentista” tras la manifestación del Onze de Setembre, tenía un objetivo central: obtener una “mayoría excepcional” parlamentaria para golpear al movimiento obrero, dotarse de mayor estabilidad y afrontar una nueva oleada de recortes sociales en mejores condiciones políticas.
Para alcanzar esta meta la derecha nacionalista apostó a fondo por la utilización demagógica de los sentimientos nacionales y democráticos del pueblo catalán, pidiendo el respaldo para convocar una ambigua consulta que llevaría a Catalunya a constituirse en un “estado propio”. Contaban que, desviando la atención de de su descarada alianza con el PP en su ofensiva antisocial y dándole a las elecciones un carácter plebiscitario; centrando todo su discurso en la cuestión nacional y aprovechándose la profunda crisis de credibilidad de la socialdemocracia, llegarían sin dificultad a la mayoría absoluta, con la ventaja añadida de que una victoria electoral abrumadora también les situaría en una posición de más fuerza en la pugna por el reparto presupuestario que mantiene CiU con el gobierno del PP. A la vista de estos objetivos, es evidente que las elecciones del 25-N han supuesto un estrepitoso fracaso para Artur Mas y CiU.
La movilización de masas pasa factura a la burguesía nacionalista
En vez de constituir una demostración de fuerza de CiU, estas elecciones ponen de relieve la tremenda debilidad del principal partido de la burguesía catalana, que ahora tendrá que continuar su política de recortes (que se estima en 4.000 millones en los presupuestos de 2013) y afrontar una movilización social cada vez más radicalizada con un gobierno mucho más débil.
Pese al tremendo aumento de la participación respecto a las autonómicas de 2010 (en cerca de 11 puntos, un 69,5%, la más alta en unas elecciones autonómicas en Catalunya), CiU pierde 90.000 votos y 8 puntos porcentuales, que se traducen en doce escaños menos. En cuanto a este retroceso de CiU es interesante señalar que es más acusado en las grandes zonas urbanas, donde su avance había sido más reciente, y donde se concentran sectores sociales muy afectados por la crisis y por el clima de polarización social y de movilización que, pese a todos los intentos de CiU por eliminarlo o minimizarlo, ha estado muy presente en la campaña.
La masiva huelga de 72 de horas de estudiantes del 16, 17 y 18 de octubre convocada por el Sindicat d’Estudiants y, sobre todo, la huelga general impresionante del 14-N, con más de un millón doscientos mil manifestantes en toda Catalunya, en 16 marchas organizadas, y dos millones de trabajadores secundando el paro, no fueron espejismos, fueron acciones que tuvieron una amplia repercusión social. Es evidente, por tanto, que un segmento de la base social de CiU, de capas medias afectadas por la crisis y descontentas por los recortes, y que ven el carácter calculador y poco fiable de la maniobra “independentista” de Mas, han decidido votar en esta ocasión a Esquerra Republicana de Catalunya
Este ascenso de la lucha de clases se ha reflejado en las elecciones de otras maneras también. En el llamado campo del voto nacionalista, las formaciones que más avanzan son ERC y las CUP. La primera más que duplica sus escaños, pasa de 11 a 21, mientras que las Candidaturas de Unitat Popular (CUP), la izquierda independentista, irrumpe en el Parlamento con tres escaños y más de 100.000 votos. En el caso de ICV-EUiA, obtiene sus mejores resultados, pasando de 10 a 13. Comparados los votos entre izquierda y derecha, sí sumamos los conseguidos por ERC, PSC, ICV-EUiA y CUP, la izquierda sube en estas elecciones a un 41,48% desde el 32,75% obtenido en 2010, más de 8 puntos. Mientras, la suma de votos de derechas (CiU, PP y Ciutadans) desciende de un 54,19% en 2010 a un 51,25%. Si descontamos a Ciutadans, partido político demagógico y populista que combinó en la campaña un nacionalismo españolista recalcitrante con un rechazo a los recortes y al dominio financiero, la caída de CiU y PP es aún más importante: del 50,80% de votos en 2010, pasan ahora al 43,67%, un descenso de más de 7 puntos.
El ascenso de ERC
En sus primeras comparecencias públicas, Mas ha hecho un desesperado llamamiento a ERC para formar una coalición de gobierno o un pacto parlamentario estable, señalando con todo descaro y cinismo que una alianza para avanzar en la senda “soberanista” llevaba necesariamente aparejado el respaldo a su política de recortes. ERC se ha beneficiado de la polarización en líneas nacionales, pero también por el rechazo social mayúsculo a los recortes. Es la fuerza que más sube, 277.000 votos, y por número de asientos se sitúa como segunda fuerza en el Parlament. Si de lo que se trataba era de avanzar hacia la autodeterminación, muchos sectores de las capas medias han optado por dar la espalda a CiU y votar a ERC, que además es percibido como una opción más de izquierdas, a pesar de que Oriol Junqueras se ha destacado por moderar el discurso de ERC hasta hacerlo prácticamente indistinguible al de CiU en muchos aspectos centrales. No obstante, si ERC decide hacerse cómplice de CiU en su política de ataques a la sanidad y a la educación, perdería rápidamente una parte importante de su apoyo y se enfrentaría a una fuerte crisis e inestabilidad interna.
La crisis de la socialdemocracia
El PSC ha sufrido un nuevo retroceso, obteniendo el peor resultado electoral desde la caída de la dictadura. La crisis de la socialdemocracia parece no tocar fondo: después del desplome en 2010, ahora ha perdido otros 60 mil votos, ocho escaños y en Barcelona capital pasan a ser la cuarta fuerza. Es evidente que miles de votos del PSC se han marchado a ICV-EUiA, y que no han logrado atraer a las capas más jóvenes que se han concentrado en ERC y en las CUP. No obstante, pese a todo, ha logrado conservar 575.000 votos (en número de votos continúa siendo la segunda fuerza por delante de ERC), sobre todo en el cinturón rojo de Barcelona, demostrando las reservas sociales con las que aún cuenta.
El PSC es el máximo exponente de la bancarrota del reformismo socialdemócrata. Su discurso sobre el “federalismo”, traído por los pelos, ha sido percibido por millones de trabajadores y jóvenes como una hoja de parra tras la que ocultar su falta de alternativas. El descrédito de los dirigentes del PSC tiene una doble fuente: su incapacidad de hacer una defensa consecuente de los derechos democráticos, incluyendo el derecho a la autodeterminación, contrarrestando así la demagogia de CiU; y su renuncia a una política de izquierdas genuina frente a la crisis capitalista y a los recortes que ellos mismos empezaron a practicar desde el tripartit o con el gobierno de Zapatero.
No faltan sectores dentro del PSC que, “por sentido de responsabilidad”, están dispuestos a dar estabilidad a un futuro gobierno de CiU. De hecho, en la anterior legislatura, el PSC hizo un pacto escrito con CiU para facilitar la investidura de Mas y su gobierno. Si el PSC opta de nuevo por facilitar las cosas a los representantes de la burguesía catalana, el abismo que separa a los “socialistas” de su base social se hará aún mayor.
Avance de IC-EUiA e irrupción de las CUP
Un hecho muy relevante de estas elecciones ha sido el ascenso de IC-EUiA y la irrupción de las CUP. Son reflejos del profundo cuestionamiento del sistema capitalista y de la búsqueda por parte de un sector cada vez más amplio de la juventud y de los trabajadores de una alternativa a la izquierda de la socialdemocracia
Iniciativa-EU obtienen sus mejores resultados desde el hundimiento del PSUC: aumentan en 128.000 mil votos, sobre todo en el cinturón rojo de Barcelona, y consiguen 3 escaños más, consiguiendo representación en las cuatro circunscripciones electorales catalanas. Aunque Iniciativa apoyó en el Parlament a CiU con el “pacto fiscal” y votó con CiU la resolución sobre el “dret a decidir”, han centrado su campaña electoral en el rechazo a los recortes sociales, apoyando y participando en la huelga general. Apoyándose en el ejemplo griego ha hecho suyo el llamado a formar una “Syriza catalana” para formar un frente de izquierdas contra los recortes.
En cuanto a las CUP, consiguen 126.000 votos y tres escaños. Era la primera vez que se presentaban a unas elecciones autonómicas —aunque ya tenían presencia en varios municipios— y cuentan con una base muy militante e ilusionada. Las CUP se han presentado con un perfil claramente combativo en el terreno social, y que aparece sin ataduras ni compromisos con el poder, lo cual ejerce un gran atractivo. Su reivindicación principal es la independencia y, aunque esa es una demanda con la que muchos jóvenes se identifican para expresar su rechazo general al sistema, no conecta con muchos trabajadores y jóvenes también de izquierdas que entienden, por su propia experiencia y la experiencia de generaciones anteriores, que la única manera de acabar con cualquier tipo de opresión social y nacional es conservando y reforzando los lazos de unidad entre la clase obrera de todo el Estado. Eso no quita que las CUP puedan seguir avanzando, apoyándose en el éxito electoral y en su base militante.
PP i Ciutadans
Lógicamente, a pesar del fiasco cosechado por CiU, algo tremendamente positivo para los intereses de la clase obrera catalana, estas elecciones también evidencia los peligros de la división de los trabajadores en líneas nacionales. La polarización política en líneas nacionales, y la bancarrota de la dirección del PSC, explican bastante que el PP haya subido 84.000 votos y 1 escaño, y el ascenso de Ciutadans, con 168.000 votos más y 6 escaños nuevos. Antes de septiembre, el PP de Rajoy habría sufrido, sin duda, un tremendo varapalo por su política de recortes sociales y democráticos. Es evidente que sectores de las capas medias urbanas que rechazan el discurso nacionalista, que están irritadas con la crisis y que culpan a los “políticos” de la situación, también han girado a la derecha, pero en esta ocasión no han votado tanto al PP sino a Ciutadans, que también se ha beneficiado del voto de algunos sectores atrasados de la clase obrera, que en el pasado podrían haber votado al PSC.
Ahora: derrotar a CiU en la calle
Estas elecciones han puesto de relieve la importancia para la izquierda de adoptar una posición correcta en cuanto a la cuestión nacional. La burguesía catalana y española (ya sea CiU y PP) han usado el sentimiento nacional de miles de catalanes para su propio beneficio, y lo van a seguir haciendo.
Los marxistas defendemos el derecho a la autodeterminación, pero vinculamos la consecución de este derecho democrático a la lucha por el socialismo. Eso empieza luchando hoy contra los recortes y ataques de la burguesía, desenmascarando todas sus maniobras e intentos de dividirnos, mediante la lucha unida de todos los trabajadores por encima de las diferencias nacionales o las fronteras. En las manifestaciones del Sindicato de Estudiantes o en la huelga general del 14N, millones de estudiantes, trabajadores de todos los sectores, desempleados y pensionistas, de dentro y de fuera de Catalunya, hemos luchado unidos contra la política de recortes salvajes auspiciada por el PP y por CiU.
Se abre ahora una situación de tremenda inestabilidad en Catalunya. Pacte CiU con ERC, llegue a algún tipo de acuerdo con el PSC —otra opción nada despreciada ni por Mas ni por un sector de la dirección socialdemócrata—, o incluso recurra de nuevo al PP, cosa que tampoco se puede descartar ni mucho menos, lo que está claro es que tanto desde la Moncloa, como desde el Palau de la Generalitat en la Plaza de Sant Jaume, se van a imponer nuevos recortes y ataques a los trabajadores. En todo caso, la clase obrera ha salido fortalecida de estas elecciones en un punto nada despreciable: la idea falsa de que CiU era invencible y de que no se le podía derrotar ha sido borrada por los acontecimientos. Si el 14N y en los meses precedentes, la clase obrera de Catalunya estuvo en la vanguardia de la lucha, las inevitables movilizaciones del periodo inmediato volverán a poner encima de la mesa la verdadera fuerza que tiene el movimiento obrero, y que es posible convertir el fracaso de la maniobra de CiU en una derrota en toda regla de sus planes de ajuste.