En la calle y en las urnas, ¡tenemos fuerza para echar al PNV!

El adelanto electoral en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) al 5 de abril, hecho público apenas dos semanas después de la huelga general del 30 de enero, no es una muestra de fortaleza del Gobierno Vasco sino de la creciente debilidad, nerviosismo y temor de la burguesía vasca frente al avance de la movilización y del malestar social, las protestas contra su criminal gestión en el desastre del vertedero de Zaldibar es el último ejemplo. Con esta táctica, Urkullu pretende evitar un mayor desgaste y frenar con las urnas la “primavera roja” que anunció la mayoría sindical vasca.

La huelga general del 30E unificó los múltiples conflictos laborales que ya habían estallado en 2019 por toda la geografía vasca, con cerca de 400.000 jornadas perdidas por huelgas, la mayor actividad huelguística en veinte años, y multiplicando por cuatro el número de jornadas de lucha de 2018. Unido a las movilizaciones de los pensionistas, la lucha feminista, de la juventud frente al cambio climático y de solidaridad con el pueblo catalán y los jóvenes de Altsasu, o por los derechos democráticos de Euskal Herria y de los presos vascos... han mostrado que la imagen del “oasis vasco” que tanto promociona el PNV no es más que una gran mentira. Sus políticas han provocado el aumento de la pobreza, de la precariedad, de las privatizaciones, la represión, de la corrupción más sangrante y de la destrucción del medio ambiente.

Y ante esto, la conclusión es clara: el partido de la patronal vasca se encuentra en apuros, y es posible echarles de Ajuria Enea.

Zaldibar destapa la basura del PNV

El desastre del vertedero de Zaldibar ha sido el ejemplo gráfico de lo que significan las políticas del PNV, de sus intereses, de sus mentiras y de cómo su modus operandi se resume en garantizar los beneficios económicos de la patronal aunque esto suponga jugar o condenar la vida y la salud de miles de personas y de nuestro medio ambiente. El desprendimiento del vertedero, con un saldo de dos trabajadores muertos, cuyos cuerpos aún no han aparecido —y ya van 15 en lo que va de año—, es fruto de la precariedad laboral y del insaciable ansia de beneficios de la patronal.

Sin sellado ni drenajes adecuados, con materias letales como el amianto utilizados sin ningún tipo de control, “allí todo se metía para adentro” relataba un trabajador a la prensa. El beneficio neto que esta empresa declaró en 2017 fue de 1,7 millones de euros a disposición de dos accionistas con una plantilla de tan solo seis trabajadores. La falta de un control público adecuado de los vertederos privados es consciente y planificada en la CAV. De hecho, el Plan de Promoción Económica de 2000/03, que sigue vigente en la actualidad —y que fue aprobado por el PNV del lehendakari Ibarretxe y con Josu Jon Imaz como consejero de Industria, convertido en 2014 en consejero delegado de Repsol—, ya argumentaba a favor de desregular el seguimiento de los vertederos ya que “el desarrollo empresarial necesitaba la mínima intervención” de las instituciones públicas.

Con este derrumbe del vertedero ha salido también a la luz el caos planificado de los inspectores de trabajo, que han denunciado la falta absoluta de medios para prevenir los accidentes laborales en Euskadi. Reconocen carecer de cualquier intervención preventiva. Acuden solo cuando hay un trabajador muerto y “pretenden relegarnos a ser una especie de funcionarios en reserva para cuando a alguien le aprietan las tuercas desde fuera o para cuando salta algo en los medios de comunicación y entre tanto que se apañen como puedan y si no pueden mejor”.

Frente a la demagogia del PNV: una oposición frontal desde la izquierda, en las calles y en el parlamento

Ahora tenemos la oportunidad de echarles definitivamente del Gobierno Vasco a través de una oposición frontal desde la izquierda que se base en la lucha en las calles y en dar continuidad a la huelga del 30E.

Para ello, es necesario dejar claro que el PNV no es nuestro aliado en ninguna cuestión, tampoco en la lucha por la liberación nacional, tal y como está demostrando en el debate del nuevo estatus. No le interesa el derecho democrático a la autodeterminación, sino presionar a Madrid para ampliar sus negocios: más trasferencias para más privatización, precariedad y corrupción. Son muy conscientes de que este es el punto para poder anular a la oposición, y tratarán de utilizarlo para presionar a la dirección de la izquierda abertzale. Mientras más acorralados estén por la lucha social, más utilizarán su demagogia hablando del derecho a decidir, de la cultura vasca o buscar “acuerdos de país” y “mesas de diálogo social” tendiendo la mano a EH Bildu y a la mayoría sindical.

Es una estrategia fundamental que ha usado el PNV una y otra vez, y que desgraciadamente han aceptado los dirigentes de UGT y CCOO y en muchas ocasiones también los dirigentes políticos de la izquierda. La aprobación de los presupuestos de recortes gracias al acuerdo con Elkarrekin Podemos es una buena muestra de ello. Pero la propuesta de Eusko Alkartasuna y EH Bildu de abrir una mesa de diálogo para tratar el desastre de Zaldibar como una “cuestión de país” se desliza en la misma dirección.

La izquierda abertzale se ha volcado en impulsar la huelga general adoptando una posición a la izquierda, confrontando con la patronal y poniendo sobre la mesa las reivindicaciones sociales del movimiento. ¡Ese es el camino! Es necesario que la izquierda abertzale y EH Bildu acentúen su total confrontación con el partido de la patronal vasca —en el parlamento y en la calle— desenmascarando su demagogia, dejando claro que son el objetivo a batir y ligando la lucha por la liberación nacional con la batalla por los derechos sociales que el PNV ataca permanentemente. Con este programa y esta estrategia cosecharían un enorme apoyo de la clase trabajadora y la juventud para echarles de una vez del Gobierno Vasco en las próximas elecciones.

Pero votar no basta. Es necesario levantar una alternativa en Euskal Herria para defender un programa revolucionario e independiente de la clase trabajadora y la juventud, que plantee abiertamente la lucha por el socialismo, la expropiación de los grandes capitalistas y el control democrático en las palancas fundamentales de la economía. Solo así podremos acabar con todas las políticas capitalistas, y todo tipo de opresión que sufrimos millones en todo el mundo.

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