¡El 12 de julio nuestro voto para EH Bildu y por un Gobierno de la izquierda que ponga fin a los recortes y los ataques a la clase trabajadora!
El nerviosismo del PNV para celebrar cuanto antes las elecciones en la CAV es más que evidente. Tras tener que suspenderlas a regañadientes en abril, Urkullu quiere evitar a toda costa posponer más la fecha y ha preparado todo para que se celebren el 12 de julio.
La derecha vasca teme que la movilización de la clase trabajadora y la juventud puedan poner en serio peligro su continuidad en el poder. Y no es ninguna exageración. Al tremendo éxito de la huelga general del 30 de enero y de otras luchas sociales, se le une el desastre de Zaldibar —todavía sin resolver y sin que en el Gobierno vasco asuma ninguna responsabilidad—, y una indignación creciente contra la actuación del PNV durante el estado de alarma sanitaria.
La protesta de los trabajadores del hospital de Cruces ante la visita de Urkullu, la denuncia directa de los pensionistas al negocio de la privatización de las residencias, la oposición a la vuelta a clase de los sindicatos y la huelga estudiantil convocada por Ikasle Sindikatua… son algunos de los ejemplos de una contestación muy real hacia el PNV y que ahora más que nunca lo señala como el partido de la patronal, los recortes, la corrupción y la represión.
Una pandemia que ha galopado a lomos de los recortes del PNV
La crisis sanitaria ha sacado a la luz, una vez más, la auténtica cara del PNV. Su “oasis vasco” es el paraíso del negocio de unos pocos a costa de extender la precariedad y anteponer los beneficios a la salud de todos y todas. El PNV ha sido pionero en la privatización de la sanidad, honor en el que supera incluso al PP. Ya en 1991, Iñaki Azkuna, entonces Consejero de Sanidad, convirtió los hospitales públicos en Fundaciones para introducir la gestión privada. Desde 2007 a 2017 se han suprimido 900 camas, y hoy una cuarta parte del presupuesto destinado a la sanidad va a manos privadas mientras los recortes sanitarios en la CAV doblan la media estatal (un 10,54% frente a un 5,23%). La resultante de todo esto ha sido evidente: falta de protocolos y ensayos, una eventualidad del 40%, la sobrecarga de trabajo y la tardanza en las pruebas PCR al personal sanitario…. A lomos de estos recortes ha cabalgado la pandemia.
Lo mismo se puede decir de la educación. A finales de este mayo el Gobierno Vasco aprobó 8,4 millones de euros en ayudas para los centros privados concertados —supuestamente para rejuvenecer las plantillas— y nada a la pública. Sin embargo, los sindicatos se han visto obligados a emprender movilizaciones ante el incumplimiento de los acuerdos de la patronal Kristau Eskola con los trabajadores. Paralelamente, la presidenta del Consejo Escolar, del PNV, declaraba vergonzosamente en una entrevista que como son “momentos de austeridad y solidaridad (…) se pueden conseguir recursos de fuera a través de voluntarios, las familias, gente de prácticas o maestros que acaban de jubilarse e igual están dispuestos ir dos horitas a la escuela.”
La privatización de los servicios públicos se ha transformado en un suculento negocio manejado directamente por los excargos del PNV. Las puertas giratorias de los jeltzales sólo muestran la punta del iceberg del entramado de corrupción que ha creado durante décadas. Las residencias privadas y empresas de sanidad concertadas como Keralty son buena muestra de ello. Zaldibar destapó el caso de los vertederos pero hay mucho más: industria, obras, las energéticas, investigación, polideportivos… la lista es interminable.
La administración de Urkullu ha defendido a capa y espada los beneficios empresariales y les ha dado totalmente igual que la sanidad pública estuviera colapsada, el continuo contagio de los trabajadores sanitarios por falta de protección, o los fallecimientos en las residencias. Para los jeltzales lo verdaderamente importante no es la salud o las vidas de las familias trabajadoras, sino “evitar el coma económico” que pueda resentir sus bolsillos. Así ha sido, y así pretenden continuar ante la crisis.
El rechazo al acuerdo alcanzado por el PSOE, UP y EH Bildu para derogar la reforma laboral no es tampoco ninguna casualidad. Desde el 5 de marzo hasta el 20 de mayo, 26.967 empresas se han acogido a un ERTE en la CAV, afectando a 195.842 trabajadores. La patronal se ha ahorrado así un gasto en salarios de 263,5 millones de euros, a pesar de sus extraordinarios beneficios en el ejercicio pasado. Esta cifra representa más que lo que cuesta mensualmente el Servicio Vasco de Salud (Osakidetza), que ronda los 250 millones. Por supuesto que el PNV “no ve adecuado” derogar la reforma laboral, porque ahora es cuando la patronal más uso pretende darla y convertir muchos de esos ERTE en ERE, justificando los despidos por causas económicas y objetivas, y ahorrándose cientos de millones más.
Por si todo esto fuera poco, la diputación de Bizkaia anunciaba el 18 de marzo, en plena pandemia, una norma foral por la que los fondos buitre tributarán sólo la mitad de sus beneficios, y en junio aprobaban una deducción extraordinaria del 60% del impuesto de sociedades. Así es cómo ha gestionado desde siempre el PNV su “autogobierno” y el concierto económico en beneficio de los ricos, apoyándose una y otra vez en sus socios preferidos, el PP y PSE.
La burguesía vasca se prepara para endurecer la ofensiva
La burguesía es consciente de que se enfrenta a una crisis económica mundial de dimensiones gigantescas, y quiere asegurar a los suyos en el poder. En estos momentos tan críticos para la mayoría de la población, logran de los Gobiernos rescates millonarios de sus negocios y sus fortunas, a costa de nuevos planes de austeridad, recortes y privatizaciones.
Confebask ha exigido alargar y extender los ERTE y que las empresas no paguen las cotizaciones de la Seguridad Social. El presidente de la patronal, Eduardo Zubiaurre, dejaba claras sus intenciones en una entrevista reciente: “para afrontar la enorme cantidad de deuda en la que, como país, tendremos que incurrir con el objetivo de salvar empresas y empleo, hemos presentado un escenario equilibrado para resistir y luego reactivar la economía que nos va a permitir endeudarnos y después recuperar unas cuentas saneadas en un tiempo razonable, para estar de nuevo preparados de cara a medidas similares en el futuro”.
¿Pero quiénes van a pagar esa deuda de la que habla tan alegremente Zubiaurre? Está claro que seremos las familias trabajadoras si no lo impedimos. Sus planes son más recortes en sanidad, educación, pensiones y salarios, exactamente igual que hicieron en 2008. Es el momento de decir a aquellos que nos han llevado a este desastre que no aceptaremos sus recetas, que nos tendrán enfrente impulsando la movilización más contundente.
Podemos echar al PNV si fortalecemos la movilización y levantamos una política en beneficio de la clase trabajadora
La legislatura que ahora termina ha conocido la mayor conflictividad laboral desde los años de la transición. La huelga general del 30E unificó los múltiples conflictos que ya habían estallado en 2019 por toda la geografía vasca, con cerca de 400.000 jornadas perdidas por huelgas, la mayor actividad huelguística en veinte años y multiplicando por cuatro el número de jornadas de lucha de 2018.
Movilizaciones como la del metal de Bizkaia se han ligado a las manifestaciones multitudinarias de los pensionistas, a las del movimiento feminista, a la de la juventud frente al cambio climático, en solidaridad con el pueblo catalán y los jóvenes de Altsasu, o por los derechos democráticos de Euskal Herria y de los presos vascos...
Este es el camino para echar a la derecha vasca de las instituciones y barrer sus políticas reaccionarias. Pero para eso es necesario que la izquierda abertzale y EH Bildu adopten una política de confrontación con el partido de la patronal vasca —en el parlamento y en la calle—. La ilusión de que se puede pactar con el PNV buscando “soluciones de país” no resiste la prueba de la práctica. Lo que necesitamos son “soluciones de clase”.
Hoy existe una oportunidad histórica de apartar a los jeltzales de Lakua y la izquierda abertzale puede jugar un gran papel para lograrlo, diciendo con claridad que son el objetivo a batir, desenmascarando su demagogia y ligando la lucha por la autodeterminación de Euskal Herria con la batalla por los derechos sociales que el PNV ataca permanentemente. Con este programa y esta estrategia cosecharían un enorme apoyo de la clase trabajadora y la juventud.
La experiencia del Gobierno de coalición entre el PSOE y UP también es aleccionadora al respecto. O se rompe decididamente con la lógica capitalista, se plantean medidas audaces en defensa de la clase trabajadora —como la nacionalización de la banca y los monopolios que controlan la economía— y se apela a la movilización de masas, o al final los grandes poderes económicos, el IBEX 35 y la banca imponen sus condiciones y determinan la política gubernamental. Las mínimas y tímidas reformas que se puedan hacer se convertirán en una gota en el océano si se sigue defendiendo a capa y espada el régimen capitalista del 78, si lo que se propone es la vía de la “Unidad Nacional” y la política de colaboración de clases.
Ante la huelga general del 30E los dirigentes de Podemos y del PSE se posicionaron manifiestamente en contra. Es más, con sus votos sostuvieron los presupuestos antisociales del PNV garantizando la continuidad de su agenda derechista, y lo hicieron así para lograr su apoyo al Gobierno de coalición. Por eso mismo, la propuesta de un Gobierno de la izquierda que eche al PNV no puede ser en abstracto: es una propuesta concreta para poner fin de una vez por todas a los recortes sociales, las privatizaciones y los desahucios, y defender de manera consecuente la sanidad, la educación y la vivienda públicas y de calidad. Es una propuesta para acabar con las leyes represivas y proteger los derechos y libertades democráticas amenazadas.
Los marxistas de Ezker Iraultzailea llamamos a votar a EH Bildu el próximo 12 de julio. Pero no lo hacemos extendiendo un cheque en blanco, sino para que se lleve a la práctica lo que cientos de miles hemos defendido ya en las calles, en la Huelga General y en tantas otras movilizaciones: echar al PNV de las instituciones, cortar de raíz la colaboración de clases con la derecha vasca, y constituir un Gobierno con las fuerzas de la izquierda para romper con las políticas capitalistas.
Somos conscientes de que la abstención sólo beneficiará a la derecha. Pero también sabemos que votar no basta. Es necesario levantar una alternativa en Euskal Herria para defender un programa revolucionario e internacionalista entre la clase trabajadora y la juventud, que plantee abiertamente la lucha por el socialismo junto a la defensa del derecho de autodeterminación. La experiencia de los levantamientos obreros y populares en Chile, Ecuador, Argelia, Sudán, en el Estado francés durante 2019, y de la lucha contra el racismo y el gobierno Trump en EEUU, demuestran que tenemos la fuerza para barrer la represión, los toques de queda y a los Gobiernos del sistema. Para acabar con la catástrofe capitalista y cambiar el mundo de raíz, la clase trabajadora y la juventud debemos tomar la dirección de la sociedad.
¡El 12 de julio nuestro voto a EH Bildu para echar al PNV defendiendo una política de izquierdas consecuente, revolucionaria e internacionalista!
¡Únete a Ezker Iraultzailea!