¿Qué programa necesitamos para combatir a la reacción?
Las victorias electorales de Meloni en Italia, Milei en Argentina o, más recientemente, la vuelta de Trump a la Casa Blanca, unidas al auge de las formaciones ultraderechistas en Alemania y Francia, o el avance del fanatismo nazi-sionista en Israel, ponen en evidencia el creciente peligro de una extrema derecha cada vez más fascistizada.
En el Estado español, la situación no es mucho mejor, con los Feijóo, Ayuso y Abascal en una campaña salvaje de criminalización y ataques al movimiento feminista, LGTBI o a nuestros hermanos y hermanas migrantes.
¿Está inmunizada Euskal Herria contra los discursos reaccionarios?
Incluso en Euskal Herria, donde estos discursos parecían condenados a la marginalidad, y donde el apoyo electoral al PP y VOX se ha estrellado una y otra vez contra un muro, también calan entre determinados sectores de la sociedad.
Hace tan solo unas semanas, varios concejales del PP de Donostia participaron en una concentración contra la iniciativa de la asociación Kaleko Afari Solidarioak de ofrecer cenas solidarias a las personas sintecho. Pese a que unos días antes, la iniciativa del PP instando al Ayuntamiento a prohibir esas cenas no había prosperado, apenas 48 horas después de la provocación liderada por sus propios concejales, el Ayuntamiento del PNV decretaba prohibir las mismas.
En Gasteiz, en el barrio Coronación, grupos ultraderechistas junto al PP y Vox, han impulsado movilizaciones exigiendo “refuerzo de la seguridad” y “políticas más estrictas”, ligando inmigración con delincuencia. Y lo mismo ha ocurrido en el barrio de Salburua, con carteles criminalizando a los menores no acompañados.
Por otro lado, el aumento de las tendencias ultraderechistas en el seno de la Ertzaintza no deja de fortalecerse. Sirva como ejemplo el ascenso del sindicato Euspel y su acercamiento a la asociación Ertzainas en Lucha, vinculada a los sectores más derechistas del cuerpo y que tiene como una de sus principales reivindicaciones que la Ertzaintza pueda actuar con mayor “contundencia y libertad”. Es decir, poder reprimir aún más duramente con total impunidad.
No es ninguna casualidad que año tras año la cifra de ertzainas continúe aumentando. Mientras el Gobierno del PNV-PSE desangra Osakidetza o la escuela pública, el gasto público destinado a la policía autonómica ha ascendido a 5.000 millones de euros entre 2018 y 2024[1], haciendo además negocios con el Estado sionista para garantizar tecnología punta de cara a perfeccionar dicha represión. Las actuaciones salvajes de la Ertzaintza en los últimos meses, en la manifestación del 3 de marzo en Gasteiz, en los carnavales de Tolosa, o contra los manteros en Bilbo, demostrando el profundo racismo del PNV, son una muestra muy clara de esta deriva[2].
¿Combatir a la ultraderecha de la mano del PNV?
Mientras todo esto ocurre, se multiplican las apelaciones de Otegi, Otxandiano y el resto de dirigentes de EH Bildu en busca de acuerdos “de país” con el PNV. El mismo PNV responsable del hundimiento de las condiciones de vida de la mayoría de la población, de la destrucción de los servicios públicos o de una política ultrarrepresiva contra el movimiento obrero y la juventud. Pensar que el PNV, el partido de la patronal vasca, del orden, la ley y la propiedad, puede ser un aliado en esta batalla resulta completamente ridículo.
En una entrevista reciente, Oskar Matute señalaba la memoria antifascista del pueblo vasco como la clave que explica los límites del auge de la extrema derecha en Euskal Herria. Está claro que los trabajadores y jóvenes vascos tienen una conciencia antifascista muy profunda, fruto de décadas de explotación y de lo que supuso la dictadura franquista en Euskal Herria. Sin embargo, como ya hemos visto en muchos otros lugares, si la izquierda no actúa consecuentemente y defiende un programa genuinamente antifascista y de ruptura con el capitalismo, las apelaciones a esta conciencia pueden volverse completamente impotentes.
Los acontecimientos en Catalunya en los últimos años, tras las crisis revolucionarias de 2017 y 2019, lo han puesto en evidencia. A pesar de la fuerte conciencia antifascista, el fracaso, por el momento, de esta impresionante rebelión que puso contra las cuerdas al régimen del 78, fruto de los graves errores de la izquierda independentista, tanto de ERC como de la CUP, ha abierto una situación de dificultades que ha permitido avanzar electoralmente tanto a la reacción españolista, PP y VOX, como a partidos independentistas ultraderechistas y xenófobos, como Alianza Catalana. Al mismo tiempo, Junts, el partido de la derecha catalanista, hermanado con el PNV, ha vuelto a sacar a la palestra sus planteamientos más reaccionarios centrando todo su discurso contra la inmigración.
Esta estrategia por parte de EH Bildu, que califican como “radicalmente realista y pragmática”, de acuerdos con el PNV en Euskal Herria o con el Gobierno de Pedro Sánchez a nivel estatal, no solo no está suponiendo avances, sino que está fortaleciendo a la reacción. Así lo vemos con la Ley de Vivienda, defendida a capa y espada por los dirigentes de EH Bildu como un ejemplo paradigmático de política social, y que como se está viendo, hace aguas por todos lados resultando impotente frente a la subida imparable del precio de los alquileres. O con la Ley Mordaza, que EH Bildu señaló que habían derogado, cuando la realidad es que el grueso de la misma y muchos de sus peores artículos continúan vigentes.
Ahora además, respecto a la cuestión nacional y la independencia, Pello Otxandiano señala que “es el momento de avanzar hacia un Estado confederal dentro de la Constitución”. ¿Qué Constitución? ¿Esa Constitución sobre la que se sustenta un régimen del 78 corrupto plagado de jueces franquistas y policías ultraderechistas? ¿Esa Constitución que reivindican furibundamente Aznar, Felipe González, Vox o el PP? ¿Esa Constitución utilizada por Rajoy y Pedro Sánchez para aplicar el 155?
Si algo demostró la rebelión catalana, es que solo podrá quebrarse el régimen del 78 mediante la movilización social más amplia y contundente, desde abajo, mediante la acción directa y la huelga general, y no mediante argucias parlamentarias y negociadoras con los defensores a ultranza de dicho régimen.
Que la alternativa de EH Bildu ante la prohibición de las cenas solidarias sea llamar al PNV a recapacitar, o que la solución frente a la violencia policial contra los manteros en Bilbo sea aprobar el Plan de Seguridad Ciudadana junto al PNV, también apoyado por Elkarrekin Podemos, para facilitar los intercambios de información entre los distintos cuerpos policiales, carece de cualquier sentido. De hecho, con la aprobación de este plan se asume el discurso de criminalización donde tan a gusto se sienten PNV y PSE. Pero estas son las consecuencias de adoptar una política “radicalmente” responsable e institucional.
Combatir a la ultraderecha con la lucha y la movilización en las calles
Los ejemplos recientes de la expulsión de los matones de Desokupa de Soraluze o de Andoain lo demuestran. Desokupa no tuvo que huir fruto de hábiles maniobras negociadoras o de la acción institucional de los Ayuntamientos. Estas ratas tuvieron que salir a la carrera porque enfrente tenían a cientos de jóvenes y trabajadores organizados plantándoles cara. Así es como se combate al fascismo, mediante la acción directa en las calles, no con grandes diatribas ni mociones parlamentarias.
Las organizaciones que nos reivindicamos comunistas y revolucionarias tenemos una gran responsabilidad en este momento. La responsabilidad de levantar un frente único antifascista, que combata la amenaza de la ultraderecha, pero que también señale a los responsables de que esta amenaza continúe fortaleciéndose, las políticas capitalistas de los partidos reformistas.
Un frente antifascista con una política correcta, no sectaria, que se dirija a las bases de la izquierda abertzale, de EH Bildu, y también de los sindicatos de clase, de LAB y ELA, para ganarles en este batalla, como ha ocurrido ahora respecto a la manifestación de la vivienda del 14D. Un frente único que nos permita llevar nuestro programa anticapitalista, internacionalista y socialista a la mayoría de la clase obrera y la juventud.
Notas:
[1]«Es muy pronto para saber si la Ertzaintza se ha diferenciado respecto a las demás policías»
[2]Cargas, impunidad y descontrol cuestionan la legitimidad de la Ertzaintza